LOS CUADERNILLOS DE HISTORIA DEL DIARIO CLARÍN. Por Jorge Sulé

Auspiciada por la megaempresa del diario Clarín, se están publicando cuadernillos de la historia argentina bajo la dirección académica del Profesor Luis Alberto Romero. En la primera entrega se aborda el período “1810-1852 de la Primera Junta a Rosas”.
Nos interesa expedirnos solamente sobre los capítulos dedicados a los gobiernos de Rosas, en las que el autor, que no disimula su antipatía hacia el personaje en cuestión, elabora una interpretación oblicua, sesgada, con ausencia de circunstancias  importantes que ayuden a comprender las conductas de los hombres y de las   sociedades, con omisión de contextos que dan más luz a los procesos históricos y con gruesas inexactitudes que vienen de la tradición liberal y que creíamos ya eliminados por los aportes hechos  por la “Nueva Escuela Histórica” y uno de sus retoños historiográficos, el “Revisionismo Histórico”.
Daremos solamente algunos ejemplos de estas transgresiones que inhabilitan el acceso a la comprensión del hecho histórico.
El autor afirma que las “facultades extraordinarias” eran “demandadas” por Rosas. Los complejos HECHOS HISTÓRICOS que se suceden y la TRADICIÓN JURÍDICA heredada  de España son más compulsivos en la elaboración del proceso histórico que la “demanda”, pretensión o deseo de un individuo.
LOS HECHOS HISTÓRICOS
Eliminado Lavalle (temporariamente) de la escena política, se hizo cargo del gobierno el general Viamonte, que por sugerencia de Rosas convocó a la Junta de Representantes que había funcionado en la época de Dorrego y que había sido barrida por el sablazo de Lavalle.
Restaurada la Junta de Representantes el 6 de diciembre de 1829 por la mañana aprobó las “facultades extraordinarias” que el nuevo gobernador juzgaría indispensable hasta la nueva Legislatura en la que debía dar cuenta de su ejercicio. A la tarde se eligió gobernador: 33 votos tuvo Rosas y 1 Viamonte. Rosas se hace cargo el 8 entre un entusiasmo delirante de la población.
Los que habían discutido sobre las “facultades extraordinarias” no dudaron en otrogárselas a Rosas. Y era comprensible. Se sabía que, a pesar de un Lavalle derrotado, existían grupúsculos de unitarios que seguían conspirando en las sombras y que incluso habían corrompido con dinero al coronel Smith para levantar la guarnición del Salto, intento por el que fue arrestado y fusilado el mayor Montero, y también se sabía que el general Paz acechaba con fuerzas militares de consideración desde Córdoba.
LA TRADICIÓN JURÍDICA
El autor del cuadernillo omite decir que las “facultades extraordinarias” venían de antaño: la Primera Junta heredó del Virrey depuesto toda la suma del poder público; la Asamblea del año XIII otorgó a Posadas “facultades extraordinarias”, Sarratea tuvo “facultades amplias”, lo mismo que Balcarce y R. Mejía. A Martín Rodríguez, también por designación de la Junta presidida por Rivadavia, se le otorgó el “lleno de facultades y la mayor amplitud de ellos”. Y luego Viamonte también tendría  “facultades extraordinarias”. Como se advierte, estas facultades ya habían sido ejercidas en gobiernos anteriores al de Rosas.
Todo esto se silencia para inducir al lector la creencia de que Rosas “demandaba” las facultades extraordinarias y que éstas se concedían por primera vez.
Este escamoteo es reiterativo como método en todo el escrito.
OTRAS DISTORSIONES E INEXACTITUDES
El autor del cuadernillo admite que Rosas tuvo adhesión en la campaña pero a continuación afirma que en la ciudad el apoyo se logró después de 1840 “y esto explica –agrega el autor- el recrudecimiento del terror de octubre de ese año y abril de 1842…en la que se impuso la unanimidad por la fuerza de la sangre”.
Esta afirmación es distorsiva y finalmente inexacta; se silencian hechos, se omite contextualizar otros, se desconectan las relaciones de causalidad y efecto.
LOS HECHOS SON OTROS
Mientras Rosas, después de su primer gobierno, se hallaba en el sur en la campaña del desierto 1833-1834, los gobiernos que le sucedieron, los de Balcarce y Viamonte,  no pudieron controlar las nuevas violencias políticas desatadas esta vez entre apostólicos (federales rosistas) y cismáticos (federales doctrinarios y unitarios escondidos). La anarquía volvía al escenario político. Balcarce cae el 3 de noviembre de 1833 y Viamonte, impotente, renuncia el 5 de junio de 1834. En el interior son asesinados el general Villafañe (amigo de Facundo) en Mendoza; el gobernador de Salta, general Latorre y es asesinado el mismo Quiroga en febrero de 1835 en Córdoba. Esta misma suerte corrió el Dr. Santos Ortíz y toda la comitiva de Quiroga  en número diez y seis, escapando sólo el correo y una ordenanza que venían retrasados de la diligencia escondiéndose en la espesura del monte para luego atestiguar en el juicio contra los Reynafé y Santos Pérez. Se conspiraba en Buenos Aires y en el litoral,  especialmente en Corrientes. La situación era caótica.
Dada la renuncia de Viamonte, el cargo quedó vacante. Ningún personaje acepta la candidatura de gobernador ofrecida por la Junta, cargo que provisionalmente debió asumir el Presidente de la Junta, Manuel V. Maza.
Ante la anarquía que volvía a instalarse, la Junta de Representantes en Buenos Aires se declaró en sesión permanente el 7 de marzo de 1835. “El nublado se nos viene encima” dijo un diputado , “El pueblo aspira a que mande el ciudadano D. Juan Manuel de Rosas” manifestó el diputado Argerich, que agregó “pero que mande sin reatos…él sólo puede arar y trillar el campo para que la felicidad vuelva a nuestro país. No quiere límites el pueblo”. Y en éstos o parecidos términos se pronunciaron  todos los representantes. Estos acontecimientos y no la “demanda” de Rosas impulsan a la Legislatura la decisión de designar gobernador a Rosas por segunda vez otorgándole la “Suma del Poder”. Insólitamente, Rosas exige que previamente se consulte “a todos y cada uno de los ciudadanos habitantes de esta ciudad…para que en todos los tiempos y circunstancias se pueda hacer constar el libre pronunciamiento de la opinión general”.
El autor del cuadernillo no hace “CONSTAR” el “libre pronunciamiento” del pueblo de Bs. As . Nosotros se lo recordaremos. El Plebiscito que indagó a la población para que se expidiera  por el otorgamiento de los poderes a Rosas se efectuó los días 26, 27 y 28 de marzo de 1835. El escrutinio dió el siguiente resultado: a favor de la concesión de todo el poder, 9720 votos; en contra 8. La “demanda” está en el pueblo. Resulta increíble la popularidad de Rosas en la ciudad. Es increíble también el escamoteo que hace el autor del cuadernillo y en la inexactitud en la que incurre cuando afirma “que en la ciudad el apoyo se logró después de 1840”.
Sarmiento, que era mentiroso, pero no tanto como sus panegiristsas, se sinceró en su Facundo exclamando “Nunca hubo gobierno más popular, más deseado ni más sostenido por la opinión”. La unanimidad del voto popular y no la sangre, como lo afirma el autor del cuadernillo, fue el sustento de Juan Manuel de Rosas.
EL MANEJO INESCRUPULOSO DE LAS CAUSAS Y EFECTOS
Según el autor del cuadernillo, la unanimidad rosista explicaría el “Terror entre octubre de 1840 y 1842”. Nada más inexacto. En 1838 la flota francesa bloquea el río de la Plata -hecho que omite el autor del cuadernillo-. Indignado por la conducta de los franceses, San Martín le escribe a Rosas. A la inversa, los unitarios exilados en Montevideo se unieron a los agresores firmando un protocolo de alianza. En 1839, Lavalle, equipado por los franceses, es transportado por sus buques hasta el litoral con la promesa de ser reforzado con 3000 infantes de marina franceses (que nunca llegaron).
Esperanzada certidumbre para los simpatizantes de Lavalle y los franceses, escondidos en el recato de sus reuniones familiares y en el secreto de sus conspiraciones. Pero Rosas detectó la conspiración en la que estuvo implicado el teniente coronel Ramón Maza y abortando la revolución ordenó el fusilamiento del cabecilla. Los estancieros del sur también, ante la esperanza de la invasión de Lavalle; enconados contra Rosas por los perjuicios económicos ocasionados por el bloqueo al que Rosas se resistía, y también indispuestos por las leyes de tierras y gravámenes, se pronunciaron contra él. Fueron derrotados finalmente en Chascomús. Lavalle llega al norte de la provincia de Buenos Aires, pero dada la indiferencia y hostilidad de la campaña resuelve retirarse. Su huída hacia el norte con su ejército indisciplinado fue un malón que pasó por las localidades rurales haciendo depredaciones horrorosas. Iriarte, un jefe del ejército de Lavalle, cuenta en sus “Memorias”, “Sobre el arroyo del Medio hay un oratorio donde estaban refugiadas algunas familias  creyendo que aquel sitio sería respetado por la soldadesca. Entre los muchos que acudieron al pillaje, dos de infantería se quedaron violando a unas niñas a las que encontraron bien parecidas. Se quedaban a una muerte segura y en efecto una partida enemiga (federal) cayó durante la noche sobre el oratorio y los degolló”.
Cuando se supo en Buenos Aires que Lavalle se retiraba y llegaban a la ciudad las noticias de las depredaciones que hacía el llamado “ejército libertador” de Lavalle en su retirada, el rencor de la multitud fue subiendo y la explosión violenta de situaciones comprimidas se expresó a principios de octubre de 1840; un grupo exaltado e incontrolable, al que los unitarios llamaron “la mazorca”, asesinaron a varias personas. Fueron veinte las víctimas que se creían vinculadas a Lavalle o a los unitarios de Montevideo unidos a los franceses.
Ni la unanimidad empezó en 1840 ni ella originó la violencia.
LAS ADUANA Y ROSAS.
Al manejo inescrupuloso de las relaciones de causa y efecto le suma el desconocimiento de los trámites administrativos de la aduana.
En efecto, el autor del cuadernillo afirma que Buenos Aires se reservó “el manejo exclusivo del puerto y de los ingresos de la Aduana”. En primer lugar, anotamos la aviesa intencionalidad del autor al cargar con exclusividad sobre Rosas el manejo de la aduana sin aclarar que antes y después de Rosas, Buenos Aires siempre monopolizó la aduana. En segundo lugar, también omite decir que en aquellas  épocas Buenos Aires, por el capricho de la geografía, era el único puerto de comercialización internacional; la geografía fue más explicativa que la interpretación torpe de liberales y marxistas; hoy hay varios puertos sobre el mar y el río de la  Plata; en aquéllas épocas sólo uno.
Pero además el autor del cuadernillo desconoce las disposiciones aduaneras que en la época de Rosas decretaron la “devolución de derechos”. Efectivamente, los embarques extranjeros con mercadería al litoral oblaban el impuesto en la aduana de Bs. As en donde se les daba una guía y una tornaguía en las que estaba registrada la  mercadería. La embarcación seguía a su destino, por ejemplo, Paraná (La Bajada) y allí habiendo pagado el impuesto aduanero de Entre Ríos y desembarcada la mercadería, era anotada en la tornaguía. Seguía a otro destino, por ejemplo, Corrientes, en donde desembarcada la mercadería consignada y habiendo pagado los impuestos aduaneros de Corrientes, se anotaba en la tornaguía y así sucesivamente. Cuando regresaba al puerto de Buenos Aires y mostraba la tornaguía se le devolvía los derechos aduaneros cobrados al principio. El autor del cuadernillo desconoce los trámites administrativos de la aduana y sigue repitiendo las monsergas de la historiografía liberal reiterada por los repetidores  de turno.
Desconoce, además, la ley de aduana de 1835 que quebró la práctica del librecambio existente desde 1809. Fue el primer intento de protección a las artesanías y manufacturas criollas. Sería largo recordar los pronunciamientos de las provincias que acusaron la benéfica política haciéndoselo saber a Rosas. Después de Caseros, Mitre derogó las disposiciones de la “devolución de derechos” y se quedó con todo  el intercambio comercial internacional.
LA REITERACIÓN DE INFUNDIOS
El autor del cuadernillo afirma “la proliferación de retratos del Restaurador ocuparon un lugar de privilegio en los altares de las iglesias”.
No es así. En las fiestas cívicas o religiosas, especialmente en las suburbanas, el retrato de Rosas era llevado por los manifestantes hasta el PRESBISTERO, la parte más adelantada del templo, supliendo la ausencia de Rosas que no podía ir a todos los Tedeum  o ceremonias religiosas. El PRESBITERIO no es el altar . En nuestra época también el Presidente toma o tomaba asiento o se ponía de rodillas en el prebisterio; en segunda línea estaban los ministros. Las crónicas de la Gaceta Mercantil en las que tuvo que investigar el autor del cuadernillo son bien ilustrativas: en una descripción dice “del hermoso dosel que le estaba preparado en el Prebisterio…” (Iglesia de la Merced). En otra crónica se dice “de la silla del prebisterio donde se depositaron los retratos de Rosas y su esposa…” (el Socorro), en otra crónica de la Gaceta se dice “dos centinelas hacían guardia de  honor en el presbiterio…”(Balvanera). En ningún documento se dice que el retrato fuera colocado en los altares.
El infundio lo inventó Rivera Indarte en su trabajo “Rosas y sus opositores”, lo repitió Florencia Varela en el “Comercio del Plata” en Montevideo y lo siguió     repitiendo  el ingenuo de Félix Frias en la “La gloria del tirano”, de allí la tomaron todos, incluso la historieta de Grosso y ahora de quinta, sexta o más manos, el autor del  cuadernillo. ¿Porqué este desfogue anacrónico antirrosista dicho por enconos y odios decimonónicos, hoy sepultados como chatarra inservible por la investigación histórica moderna? ¿Hay conscupiscencias politiqueras y “fugas hacia delante”?
“Sin oro no se hace oro, sin documento no se hace historia” al decir de Mitre.
Los errores, omisiones y proyecciones subjetivas descontextualizadas y sin sustento documental inhabilitan el acceso a la comprensión de los hechos históricos.
Hay muchas más transgresiones. Pero para muestra bastan estos botones.
Jorge Oscar Sulé
Acade?ico de Número del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas
Juan Manuel de Rosas

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