EL COMPAÑERO RUCCI. Por Saul Ubaldini

 
Voy a hablar como compañero de José Ignacio Rucci, que ha vivido parte de la historia de su vida. Es sabido de todos sus sufrimientos y dolores. 

Como él lo ha definido muy bien, dos objetivos marcaban su vida: la lealtad a los trabajadores y la lealtad al general Perón.
Luego de la primera llegada del general Perón a la República, compartimos la foto que hoy permanece en la memoria de todos los argentinos: su paraguas sosteniendo el regreso, por las lágrimas que del cielo apuntaban al retorno del general. 

Distintas vicisitudes lo llevaron a que en el último congreso Argentina Liberada, dijera que ese sería su último mandato, porque la vida le estaba dando los cumplimientos necesarios y lo único que quería era que el general Perón volviera a ser presidente de los argentinos. 

Paradójicamente, dos días antes de su horrendo asesinato, el general Perón fue elegido nuevamente presidente de los argentinos.
Él necesitó mucho de su guía y acompañó el pacto social que llevó a colocar a la Argentina en un punto culminante. Sabía que cumpliendo con lo que allí se proponía, cumplía con los trabajadores y con el pueblo. 

También conocía el dolor horrendo que habían causado las manifestaciones dictatoriales, que terminaban con la voluntad del pueblo. Sabía que cumpliendo con ese programa se iba a lograr lo que el general Perón ya le había mostrado en sus primeros apuntes, consistentes en -nada más y nada menos- lo que leyó en este recinto: el modelo nacional. 

El general Perón necesitaba a José, porque era la fuerza contundente que podía mantener en pie al movimiento obrero. Yo también he pasado seis años en el sexto piso de la CGT, utilizando el mismo lugar. Estuve a su lado en momentos difíciles. 

La noche anterior, antes de partir para la calle Avellaneda, sabía que algo grave le iba a suceder, pero su fuerza, su potencia, su inteligencia y su integridad no hacían más que imponer una conducta que luego, en Rosario, hizo que lo llamara -ese gran gigante pequeño.
Ese hombre supo atraer todo aquello que estaba vinculado con la vitalidad del sindicalismo y con la participación en la política que Perón nos había fijado. Por eso realizamos este homenaje y mantenemos un recuerdo permanente de su figura. Esperamos que Dios sea tan caritativo con él como José lo fue con nosotros. 

Por eso, quedará grabada en la Organización Internacional del Trabajo su posición en defensa de los trabajadores del mundo. También se recordará su valentía y entereza. 

Los trabajadores jamás lo olvidaremos y tendremos el orgullo de que José represente a todos los héroes sindicales, los que comenzaron luchando en la última parte del siglo XIX, los que murieron en la plaza Lorea y en el Sur, y los que participaron de la trayectoria del sindicalismo de lucha. 

Sabemos que a veces la historia nos obliga a mirar hacia el futuro, pero también a recordar a nuestros luchadores. No tengo dudas de que José Ignacio Rucci nos representa a todos.

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