Marechal, cara al viento como un león. Por Roberto Bardini


“Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones”.

Estas líneas pertenecen a Leopoldo Marechal, nacido el 11 de junio de 1900 en el barrio de Almagro. Son parte de “Los puntos fundamentales de mi vida”, un texto del escritor que publicó el suplemento Cultura y Nación de Clarín el 29 de marzo de 1973, tres años después de su muerte. En ese mismo texto póstumo, Marechal afirma:

“Desde hace algunos años oigo hablar de los escritores comprometidos y no comprometidos. A mi entender, es una clasificación falsa. Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: o comprometido en una religión, o comprometido en una ideología político-social, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable. Yo confieso que sólo estoy comprometido en el Evangelio de Jesucristo, cuya aplicación resolvería por otra parte, todos los problemas económicos y sociales, físicos y metafísicos que hoy padecen los hombres”.

A Marechal también le pertenece esta frase: “¿Saben ustedes que durante una tormenta el león da la cara al viento para que su pelambre no se desordene? Yo hago lo mismo: doy la cara a todos los problemas: es la mejor manera de permanecer peinado”.

Lo dice un poeta, narrador, ensayista y dramaturgo que enfrentó todos los problemas que le salieron al paso y permaneció peinado, sin caer en “agachadas”, hasta su muerte el 26 de junio de 1970. Hijo de un obrero mecánico uruguayo y madre argentina de familia vasca, Marechal también es católico y peronista. Nunca se arrepiente de su opción política a pesar de que tuvo que pagar un alto precio: el silencio editorial, el autoaislamiento, el desprecio oficial de los “vencedores” de septiembre de 1955.

“Crimen”… y castigo

¿Cuál es el “pecado” de Marechal? Ocupar cargos públicos de 1944 a 1955. Por un lado, la cultura liberal representada por la revista Sur y los diarios La Nación y La Prensa no le perdonan al escritor su amistad con algunos intelectuales nacionalistas. Marechal era maestro de primaria, profesor de secundaria y bibliotecario; para mejorar su situación laboral en 1943 acepta el cargo de director del Consejo General de Educación, en Santa Fe, que le ofrece Gustavo Martinez Zuviría, entonces ministro de Instrucción Pública. Al año siguiente, Ignacio Anzoátegui lo invita a colaborar en la recién creada Secretaría de Cultura y lo designa director general

Por otro lado, la inquisición liberal instaurada por la autodenominada “revolución libertadora” de 1955 condena durante décadas a este hombre -uno de los mejores escritores argentinos del siglo XX- porque desde el 17 de octubre de 1945 adhirió al peronismo. Él mismo relata su temprano respaldo a aquella gesta popular y sus posteriores consecuencias:

“Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí y amé los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina invisible que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista. Decidí entonces, con mis hechos y palabras, declarar públicamente mi adhesión al movimiento y respaldarla con mi prestigio intelectual, que ya era mucho en el país. Esto me valió el repudio de los intelectuales que no lo hicieron y que declararon al fin mi proscripción intelectual”.

Una voz solitaria

En 1949 se publica Adán Buenosayres, novela que Marechal elaboró durante 17 años. La crítica literaria hace silencio. Sólo se escucha la voz de un casi desconocido escritor de 35 años, que apenas ha publicado un librito de sonetos y una obra de teatro: se llama Julio Cortázar y no es peronista.

Cortázar escribe en la revista Realidad (Nº 14, marzo-abril de 1949): “La aparición de este libro me parece un acontecimiento extraordinario en las letras argentinas. Se tiene constantemente la impresión de que el autor, apoyando un compás en la página en blanco, lo hace girar de manera tan desacompasada que el resultado es un reno rupestre, un dibujo de paranoico, una guarda griega, un arco de fiesta florentina del ‘cinquecento’, o un ocho de tango canyengue”. Y finaliza el comentario: “Tal como lo veo, Adán Buenosayres constituye un momento importante en nuestras desconcertadas letras. Para Marechal quizá sea un arribo y una suma; a los más jóvenes toca ver si actúa como fuerza viva, como enérgico empujón hacia lo de veras nuestro. Estoy entre los que creen esto último, y se obligan a no desconocerlo”.

En 1955, tras el derrocamiento de Perón, Marechal inicia sus trámites jubilatorios. Cuatro años después publica La Poética, gracias a un grupo de amigos que paga la modesta edición. Con humor, se autodefine como “el poeta depuesto”.

Marechal le escribe a Cortázar en 1965 y le agradece aquel gesto de antaño. Desde París, el autor de Rayuela -que ya es famoso y sigue siendo antiperonista- le reitera su admiración: “Lo único bueno es recibir en cualquier momento de la vida una carta como la suya, y pensar que valía la pena haber roto una lanza en su día por una obra admirable e incomprendida”.

Los miserables

Otros no son tan generosos con Marechal. “Funcionario del régimen”, lo llama Eduardo González Lanuza. “Bodrio con fealdades y aun obscenidades”, escribe Enrique Anderson Imbert, refiriéndose a Adanbuenosayres, en su Historia de la literatura hispanoamericana (1954), aunque en posteriores ediciones bajó el tono.

(Desde luego que hay que hacer un paréntesis para explicar quiénes son González Lanuza [1900-1984] y Anderson Imbert [1910-2000]. El primero es un químico industrial español radicado en Argentina, a quien Sur y La Nación le otorgaron categoría de poeta y crítico literario. El segundo, un cordobés que fue director de la página literaria del periódico socialista La Vanguardia y luego profesor en Harvard. Otro de los “méritos” de Anderson fue pronosticar un “oscuro futuro” para la obra de Jorge Luis Borges, una profecía fallida).

Estos escribas tolerados, halagadores del sistema y críticos con sus compatriotas de talento por el solo hecho de discrepar políticamente, no son los únicos. La añeja cultura liberal funciona muy bien en Argentina: sabe proscribir de sus páginas a los que considera “políticamente incorrectos”. Como el sistema que defiende, el aparato intelectual oficial también es culpable de “desapariciones forzadas” en el campo del pensamiento nacional y popular.

En 1967, Marechal viaja a Cuba. Permanece en la isla durante febrero y marzo como jurado del concurso literario de la Casa de las Américas. Esta experiencia -como él mismo relatará después- significa una apertura de su visión política sin renunciar a su identidad cristiana y peronista, que lo acompañó hasta el último día de su vida, tres años después.

Al 17 de octubre

Era el pueblo de Mayo quien sufría,
no ya el rigor de un odio forastero,
sino la vergonzosa tiranía
del olvido, la incuria y el dinero.

El mismo pueblo que ganara un día
su libertad al filo del acero
tanteaba el porvenir, y en su agonía
le hablaban sólo el Río y el Pampero.

De pronto alzó la frente y se hizo rayo

(¡era en Octubre y parecía Mayo!),
y conquistó sus nuevas primaveras.

El mismo pueblo fue y otra victoria.

Y, como ayer, enamoró a la Gloria,
¡y Juan y Eva Perón fueron banderas!

Obras

Los aguiluchos (1922)
Días como flechas (1926)
Odas para el hombre y la mujer (1929)
Laberinto de amor (1936)
Cinco poemas australes (1937)
Descenso y ascenso del alma por la belleza (1939)
El Centauro (1940)
Sonetos a Sofía y otros poemas (1940)
José Fioravanti (1942)
Vida de Santa Rosa de Lima (1943)
Cántico espiritual (1944)
Viaje de la primavera (1945)
Adán Buenosayres (1948)
Antología Poética (1950)
Antígona Vélez (1951)
Pequeña antología (1954)
La Poética (1959)
Autopsia de Creso (1965)
El banquete de Severo Arcángelo (1965)
Heptamerón (1966)
Poema de Robot (1966)
Las tres caras de Venus (1966)
Historia de la Calle Corrientes (1967)
Megafón o la guerra (1970)

Bambú Press [2005]

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