EL ALMA DE F. O. R. J. A. Por Ernesto Adolfo Ríos

No estuvo, Raúl, el 29 de junio de 1935 en el subsuelo de Corrientes 1778 dándole vida a la agrupación. No estuvo, tampoco, cuando mudaron los petates al mítico sótano de la calle Lavalle: F. O. R. J. A. surgía como una iniciativa juvenil en la interna de un partido radical que había extraviado la fe revolucionaria, y de eso él no estaba ni enterado. La noche del 30 de septiembre de ese año liminar se escuchó por primera vez su palabra en aquel reducto. Su oratoria seca, desprovista de la ampulosidad característica de la época, deslumbró a la treintena de oyentes allí congregados; su mensaje esclarecedor exponía, ajustándose a herramientas de análisis propias, la cruda y decadente realidad de una Argentina a la que, sin embargo, veía nimbada de esperanza. Raúl Scalabrini Ortiz, con verba de profeta, le insufló el alma a esa “Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina”, convertida en vertiente de la voluntad nacional de realización que una década después desbordara en todos los rincones de la Patria.

En un esclarecedor y casi infidente diálogo pasados los años, Francisco José Capelli y Roque Raúl Aragón exponen el balance de F. O. R. J. A.: “toda esa tentativa de orientación radical de la Joven Argentina fue una quimera, aunque haya costado mucha abnegación y miles de actos callejeros que para el Régimen fueron como el zumbido de una mosca.” “El aporte incuestionable del grupo a la política nacional -se sinceran- fue la obra de Scalabrini Ortiz.” F. O. R. J. A. fue un rotundo fracaso como empresa partidaria, en el radicalismo donde comenzó y en el peronismo en que no pudo entrar. No obstante, desde su tribuna Scalabrini fijó las ideas, creó los objetivos, determinó los puntos de apoyo, y formó el clima moral y psicológico de una conciencia nacional que el 17 de octubre de 1945 se hizo historia.

F. O. R. J. A. tiene su “leyenda rosa”, reflotada en este aniversario por los epígonos de la “todología postmoderna” (jóvenes y no tanto de “derechas” e “izquierdas”, que pretenden hablar de todo habiendo leído poco y estudiado casi nada), y que ancla el alejamiento de Scalabrini en cuestiones menores. Raúl Scalabrini Ortiz se aleja de F. O. R. J. A. desilusionado por la imposibilidad de transformar la agrupación en un grupo revolucionario; denuncia el “fondo comiteril” y la “política maniobrera” de la conducción (Jauretche), y abjura del “vicio de origen” radical que impidió la culminación revolucionaria a la que estaba destinada. Sus palabras son tajantes y hieren como un escalpelo: “A mí me interesa la liberación nacional. No me importa la lucha política como lucha de segundo plano que se desarrolla como lucha de ratones bajo la gran hegemonía de los capitales y de la diplomacia extranjera”.

Pasados los años, Raúl Scalabrini Ortiz sufre en su carne y en su espíritu el doble dolor de la enfermedad y el de la postración de la Argentina, presa de la reacción oligárquica que no ha dudado (como siempre) en derramar sangre de hermanos para consolidar la dependencia colonial. Piensa en la Patria, y piensa en F. O. R. J. A. (“Solo FORJA salvará al país… o el país no se salvará.”, era la rúbrica de sus viejas confidencias epistolares) En sus últimos días, como “Presidente provisional de la Junta Reorganizadora de F. O. R. J. A.”, Raúl Scalabrini Ortiz realiza una convocatoria a sus compatriotas que hoy, cincuenta años después de su muerte, resuena con la admonición de la profecía: “No volver atrás en lo que se avanzó, completar lo que quedó inconcluso y realizar lo que no se intentó será la consigna de nuestra palabra indistintamente dirigida a obreros y estudiantes, ciudadanos y labradores, técnicos y legos, entrelazados y mancomunados en la afinidad de un destino irrenunciablemente común. (…) Para cada uno de ellos hay una verdad afilada como una bayoneta.”

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