ENTREVISTA A ANA MACRI

YO LA CONOCI: ANA MACRI (86) EX DIPUTADA.
“Era fanática, sí, y tenía razón”
Era difícil decirle que no a Evita. Me dijo, nunca lo voy a olvidar, ”Peti, ¿por qué no querés ir a Tucumán a afiliar a las mujeres? ¿Es por algún novio? Te lo mando para allá. ¿Es por salud? Va el mejor médico.” Yo le dije que creía que la política no era para mí, que era como sinónimo de engaño. Y Evita me dijo: ”Vos andá. Si a la semana no te gusta, te hago volver. Pero andá, porque los soldados se prueban en el campo de batalla.”

Eo tampoco nunca lo voy a olvidar. Para decirle la verdad, yo a Eva no la conocía. Yo era peronista de Perón, que hablaba todos los días a la gente, todos los días adoctrinaba al pueblo. Yo trabajaba desde el año 38 en el Hospital Rivadavia como secretaria de radiología. Y cuando Eva vuelve de su viaje a Europa, en el 47, se ve que ya trae la idea de hacer una fundación de ayuda integral, no de caridad. En ese momento la única obra era la Sociedad de Beneficencia, manejada por las damas de la sociedad argentina, que hacían su trabajo, donaban edificios, como el asilo Unzué de Mar del Plata, pero tenían una idea equivocada de la ayuda social: se juntaban una vez por semana a tomar el té y les daban dinero a la gente que se los pedía.

Eva interviene la Sociedad de Beneficencia y yo, a través del doctor Méndez San Martín, que después fue ministro, voy al Hogar de Tránsito número dos, que estaba en Lafinur y Gutiérrez, donde hoy está el Museo de Evita. Allí la veía día por medio. Los hogares de tránsito hospedaban a mujeres con sus hijos, a chicos o a mujeres solas que por alguna razón debían quedarse en Buenos Aires. Estaban amoblados con lo mejor. Bueno, por algo Evita me puso el ojo.

Un día nos invita a un grupo de mujeres a la residencia presidencial y nos dice que ya que había conquistado el voto femenino, iba a formar el partido peronista femenino. Y que haría una asamblea en el Teatro Cervantes. Y allí me eligió para hablarle a las mujeres de todo el país y del mundo. Claro, el discurso me lo preparaba Bramuglia, que era el canciller.

Y luego me mandó a Tucumán a afiliar a las mujeres. Pero al poco tiempo me hizo volver: ”Peti, en Tucumán no hacés falta porque allí hasta las piedras son peronistas. Vas a ir a Santa Fe.” Fui y armé 1.658 unidades básicas provinciales. Llegamos a inaugurar de a cuarenta por día, en un teatro. ¡Había tanto entusiasmo, tanto fervor! Eva me invitaba a veces a Trabajo y Previsión para que la viera trabajar. Creo que quería probarme, o que aprendiera. Yo tenía un gran respeto por ella, a pesar de que ella me hacía gestos de confianza que yo nunca me tomé.

Era una mujer hermosa, impactante, y muy impulsiva. Y decía la verdad, decía las cosas como eran. Era muy apasionada, muy fanática, y tenía toda la razón. Por eso la odiaban la oligarquía, los capitales, los Estados Unidos, que nunca perdonaron el enfrentamiento con el ex embajador Braden.

Pero en el último tiempo se volvió más tranquila, transmitía una sensación de paz impresionante. Y siempre veló por Perón: no quería traidores. Y tenía un ojo bárbaro para detectarlos. El hecho es que me convenció de hacer política y en 1952 fui elegida diputada por Capital, junto a otras tres mujeres: Delia Parodi, Alicia Espejo y Dora de Iturbe. La vi dos meses antes de su muerte, Me dijo:”Peti, estoy escribiendo Mi Mensaje, lástima que Perón no me lo quiere hacer editar porque dice que es muy fuerte lo que digo sobre la jerarquía eclesiástica y militar…” Una tarde de mayo del 52, en la residencia, ya ella estaba muy enferma, Perón se levantó de la siesta y le hizo una broma a Eugenia, una linda chica que era enfermera de Evita. Y me dijo: ”¿Ves, Peti? No me quiere creer. Yo le digo que cuando me vaya, mirá qué linda chica tiene para casarse…” Lo dijo como broma, entre sonrisas. Pero era plenamente consciente de que iba a morir.

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