¿La secretaría de la discordia? Por Carlos Leyba

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Para Ricardo Foster, flamante secretario de estado, su función es “articular la complejidad de la historia intelectual argentina, la historia política e ideológica. (habilitar) Un espacio institucional que sea capaz de discutir los temas del presente y del futuro.” Esto es lo que declaró, este licenciado en filosofía, a la Página 12 oficialista.

 

Según su afirmación, la tarea tiene tres partes: a) articular la complejidad de la historia intelectual argentina, la historia política e ideológica; b) sostener un espacio institucional que sea capaz de discutir los temas del presente; c) ídem pero de los temas del futuro. Veamos

 

El primer grito en el cielo, contra la “Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional”, lo pegaron los intelectuales, periodistas y políticos de la oposición o críticos del kirchnerismo.

 

El motor de esa crítica es el riesgo de estar ante un “ministerio del pensamiento” que nos dictará que es “lo nacional” o admitido. Y que es lo “no nacional” y no admitido. Sería una aduana ideológica que equivale a la prohibición de la importación de bienes o servicios. Ante tal riesgo sólo cabe el rechazo ab initio ya que, si en la industria no todos las partes se hacen en un mismo lugar y algún componente hay que importar, en materia de pensamiento el autoabastecimiento no suena una intención razonable. Es decir si “lo nacional” es por el origen del pensamiento, “pensado acá”, se transformará en el “ministerio de lo imposible”. Una redonda estupidez o peor un pensamiento canalla.

 

Pero es esta una reacción equivocada. No pasa por ahí; no pasa por el “origen vernáculo del pensamiento”. Ricardo Foster es un heredero de pensamiento “foráneo”. Dice, que viene de “una formación que podemos llamar de un marxismo crítico, de la Escuela de Frankfurt, de la lectura del post estructuralismo”. Claramente para Foster “lo nacional” no tiene que ver con el origen geográfico de las ideas. Si el secretario es fiel a su origen, su heredad es germana: ni una pizca de origen criollo.

 

La segunda preocupación de los críticos viene de la identificación de “pensamiento nacional” con una corriente en la que se inscribe el peronismo y que apunta a una versión de la historia y el pensamiento que abrevó en las Cátedras Nacionales de los 70 que lideraban el Padre Justino O´ Farrel y Gonzalo Cárdenas dos católicos militantes que estaba a años luz de los entusiasmos intelectuales de Foster. El “pensamiento nacional” a Foster no sólo le es absolutamente ajeno sino que le es profundamente incomodo. Y lo aclaró diciendo “No vengo de la línea San Martín, Rosas, Perón”. Y “de estos tres hubiera elegido a San Martín”. “A mí me interesan (Jorge Luis) Borges, (Domingo Faustino) Sarmiento, e incluso (Bernardino) Rivadavia. Me interesan los jacobinos de la Revolución de Mayo”. Esa segunda preocupación de los críticos también es equivocada.

 

Es más en la jerga política, hoy pasada de moda, la elección de referentes nativos para Foster es la de alguien que es, cultural e ideológicamente, vecino a la línea “Mayo Caseros”. Y en ese caso los liberales que lo atacan por miedo a que sea un hombre del “pensamiento nacional” deberían reconsiderar si esta vez no han logrado arrebatarle al peronismo, en su propio seno, ya no la política económica o social, sino su arraigo cultural con lo que la tradición  política llama la “línea nacional”. Y deberían reconocer que el gobierno K también le ha entregado “la estrategia” cultural a alguien que viene de las mismas raíces. Sobre todo para los críticos de origen contrario a la “línea nacional”.

 

Por sus dichos, y no es una broma, Foster reivindica, si bien con tinte marxista como Carlos Sánchez Viamonte, el proyecto cultural de la Revolución Libertadora de 1955. Fue el desarrollismo, en obras como las de Marcos Merchensky, el que logró ahogar el peso de la línea Mayo Caseros. Pero ahora vuelve a aparecer con el interés de Foster por Bernardino Rivadavia, aquél que disparó la deuda externa argentina que todavía nos reclaman urbi et orbi. A Foster le interesa don Bernardino.

 

Justamente los teóricos contemporáneos del “pensamiento nacional”, por ejemplo, se nuclean en el ámbito, reconozcamos reducido, de la Universidad Nacional de Lanús en el Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano, que es un requisito de  egreso (obligatorio) para los alumnos de todas las carreras. Un requisito exclusivo de esa Casa que entiende que “El pensamiento, la política y la educación son tres necesidades estratégicas de América Latina”. ¿Quién podría refutar esa afirmación?. Casi la Secretaría es una deriva de ese Seminario. Pero no. El seminario procura “aportar ideas y políticas orientadas hacia la identidad continental”. Pero el numen es Fermín Chávez y en segundo término está Arturo Jauretche que contribuyen, según el programa del seminario, a “debatir las nuevas epistemologías gestadas en nuestras sociedades que contribuyeron a las reflexiones del Pensamiento Nacional y Latinoamericano”. La bibliografía obligatoria, además de esos pensadores y de la de los docentes, corresponde básicamente a los siguientes autores Cirigliano, Gustavo, Hernández Arregui, Juan José y Ramos, Jorge Abelardo. Claramente el “pensamiento nacional”, según la lectura de los docentes, todos oficialistas, que forman profesionales en la Universidad de Lanús, no tiene nada que ver con la visión que, del “pensamiento nacional”, tiene Foster, el responsable de coordinar estratégicamente el pensamiento nacional. Digamos que los voluntariosos de Lanús le aportaron el envase y la línea Mayo Caseros le puso el contenido. ¿Entonces?

 

Esta mención sólo para señalar que los indignados con la nueva secretaría, muchos de ellos claramente anti rosistas y anti peronistas, deberían estar tranquilos – más allá de las disputas por la libertad de pensamiento –ya que la nueva secretaría está en manos de un simpatizante de la línea Mayo Caseros. En esto – tal vez en otras cosas – CFK está mucho más cerca de lo que ellos creían. Por lo menos en el pensamiento no lo tiene a Juan Perón como un pilar. La tarea de Foster es “coordinar estratégicamente” a “todos” y la tarea como la del recientemente creado Instituto Dorrego queda apenas como premio consuelo.

 

Es decir el espantajo por temor a “pensamiento nacional” sea por origen o por tradición política, en todo caso, está invertido y no es a las corrientes liberales a las que les cabe el susto. Más bien lo contrario.

 

Con lo dicho sin querer hemos planteado algunos matices de la complejidad de la historia intelectual, política e ideológica nacional. Muchos intelectuales, además de los citados, se han dedicado a estos menesteres; y entre los mas recientes podemos citar, no son los únicos, a Oscar Terán, Carlos Altamirano, Beatriz Sarlo, Tulio H. Donghi. Todos ellos parecen tan lejos de los docentes de Lanús y del Dorrego como del presente de Foster.

 

El nuevo secretario se propone “articular esa complejidad”. ¿De qué se tratará “articular”? Una acepción es “Unir dos o más piezas de modo que mantengan entre sí alguna libertad de movimiento”; es decir la “unión” reduce la libertad de movimiento: la limita en función de la otra pieza. Una pieza no se puede articular. Hacen falta dos. Pero lo “independencia” troca en dependencia.

 

¿Qué “pensamiento” sería capaz de unir, articular, la Escuela de Frankfurt con José María Rosa? ¿Se lo preguntarán a Foster los miembros del Instituto Juan Manuel de Rozas?

 

La segunda acepción es “Organizar diversos elementos para lograr un conjunto coherente y eficaz”. ¿Cabe esta acepción para el pensar?

 

El primer propósito “articular la complejidad de la historia intelectual argentina, la historia política e ideológica” no va andar. ¿Cómo podría lograrse un conjunto coherente? ¿Para qué habría de servir? Tal vez para adoctrinar, “bajada de línea”, por ejemplo, para cambiar lo que alimenta al peronismo de “pensamiento nacional” y llenar las Unidades Básicas de exaltaciones a la línea Mayo Caseros. Sería el caso de una Secretaría para modificar la impronta cultural del peronismo. ¿Qué otro sentido tendría haber elegido a alguien que confiesa que viene de la Escuela de Frankfurt y no de la línea ”San Martín, Rosas, Perón”. ¿Pero es admisible desde el Estado adoctrinar al partido? O peor ¿desde el Estado adoctrinar a la sociedad? No me imagino que Foster siquiera piense eso.

 

Este primer objetivo de “articular”, entonces, no sólo es imposible, sino que es contrario al sentido del debate si se refiere a la quita de libertad que implica la articulación, en la primer acepción. La segunda, “lograr un conjunto coherente” es una verdadera quimera que implica dramáticas exclusiones.

 

Seguramente “articular” para Foster será otra cosa; pero no lo que reza el diccionario de la Real Academia. ¿Lo aclarará?

 

Nos quedan los otros dos objetivos “sostener un espacio institucional que sea capaz de discutir los temas del presente” e ídem para los del futuro. Eso está bueno.

 

Un espacio del Estado (no del gobierno) es muy bueno si está destinado a la reflexión y es generoso, abierto, caritativo. Las aclaraciones de Foster revelan apertura. Sus palabras en general no son generosas ni caritativas. Pero puede cambiar.

 

La cuestión del espacio de reflexión se define con la aclaración de qué temas. ¿Temas que propone el gobierno de turno?¿Temas que le preocupan a la población? ¿Temas que inquietan a distintas corrientes de pensamiento?¿Temas que importan a la oposición? Se supone que los temas los elige Foster, para eso está ahí, y que después convoca al debate. No está mal. Depende del método de elección de los temas y del criterio de convocatoria.

 

Por ejemplo qué pensará Foster acerca de la importancia del pensamiento, por ejemplo, de la feligresía católica, mayoritaria en el país, en cuestiones de educación. No lo sabemos, aunque podemos imaginarlo. ¿Entonces habrá búsqueda de consenso?

 

La idea no es mala. Convocar a pensar juntos sobre problemas comunes, no desde la disputa política, sino desde el espacio del pensamiento sería un avance colectivo. Responder para qué, con quiénes, es lo crucial.

 

No se trata de una cuestión que deba regirse por los métodos electorales de la democracia, para eso está el Parlamento; tampoco que se trata de la creación de la república de expertos – como en el caso de la propuesta de reforma del Código Penal – que se asemeja a la perversidad de la oligarquía ilustrada. Se trata de convocar las corrientes culturales mayoritarias, las que deben manifestarse más allá del silencio, para que escuchen a las distintas minorías para generar una convivencia del pensamiento. La convivencia no es la convergencia, sino la piedad aplicada al pensar del otro. Y es una manera de aclarar y desapasionar y desprejuiciar ya que la oscuridad, la pasión y el prejuicio, nos han hecho mucho, mucho, daño.

 

Como vera, estimado lector, es claro que el pasado nos divide. No hay ninguna posibilidad de consenso acerca del ayer que no sea una imposición intolerable.

 

Pero sí hay posibilidad de consenso acerca del futuro que es el lugar donde están los deseos. Y eso es muy bueno. Pero el futuro, después de todo, es lo que estamos haciendo en el presente. Y en el presente estamos en problemas.

 

La coordinación estratégica de Foster ¿alcanzará para que esa secretaría obligue a decir la verdad y a transparentar todas las cifras y datos de la economía y de la sociedad? ¿Cómo pensar en términos nacionales sin saber todo acerca de la droga y sus redes? ¿De la pobreza?¿ De la concentración de la riqueza?¿De los delitos de corrupción de variado tiempo y lugar, puestos al desnudo?¿Del estado real de la educación y de la salud públicas? ¿De la justicia?

 

Es que el primer paso de Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional no puede ser otro que la consagración de la verdad material en todos aquellos campos en los que la verdad no es una cuestión filosófica sino una pedestre acumulación de datos. Si no contribuye a hacer eso, la Secretaria se convertirá en el “ministerio de la verdad” de 1984.

 

Todos los que lo conocen dicen de Foster que es un hombre inteligente y acerca de quien no hay dudas sobre su integridad. Entonces es razonable pensar que apostará a la verdad verdadera, admitida en libertad por todos, acerca de las cuestiones básicas de la Nación. Una secretaría que haga de correa de transmisión entre las inquietudes de las personas interesadas y la información que hoy el Estado no brinda. Si tiene que ver con el pensamiento, no puede no fundarse en la verdad.

 

Hay otro aspecto a considerar y que también tiene que ver con el concepto de coordinación estratégica para el Pensamiento Nacional. Una pequeña referencia internacional sobretodo para las voces críticas del periodismo, la intelectualidad y la política que han considerado el concepto “estratégico” como sinónimo de estalinismo, fascismo, nazismo, etc.

 

Algo penoso en, sobre todo, intelectuales que desprecian el concepto esencialmente por quién lo emite. Cargos parecidos, y redondamente, fracasados llenaron Raúl Alfonsín, ofreciendo una secretaría a Rodolfo Terrragno; Carlos Menem a Jorge Castro y ahora CFK a Ricardo Foster.

 

Los tres nombrados lo fueron al fin del mandato de cada uno, cuando la cuerda, el viento de cola, la buena suerte se habían agotado. Los tres, de alguna manera, tenían la función de juntar ideas para el famoso “¿y ahora que hacemos?”, dado que todo está para atrás. Los tres hicieron mas o menos lo mismo: cuando las papas queman se acude a la inteligencia. ¿Será el tic de la política nacional?

 

La idea del pensar estratégico, en los tres casos, fue y es tarde. Lo que no quiere decir que no sea necesaria y posible.

 

Los que lo precedieron a Foster cometieron el error de dedicarse en soledad a “pensar”. Por ahí a Foster se le ocurre lo mismo. Es posible. Sobretodo porque de “federalización” tiene una idea muy mezquina. Dice “Vamos a federalizar el debate y la discusión. Por esas casualidades, esta semana voy a San Martín de los Andes a dar un par de conferencias sobre la actualidad argentina y latinoamericana y ya lo inscribo dentro de las actividades que se van a dar en la secretaría en el futuro. Seguramente no va a ser más diferente a lo que hemos venido haciendo en los últimos años, que tiene que ver con ir a universidades, a ciudades de provincia, a debatir y a discutir” Para Foster, por ahora tan porteño, federalizar es que lo escuchen afuera, en vivo y en directo. Pero federalizar es exactamente al revés. Puede cambiar. Esperemos.

 

Volvamos a la estrategia. El Gobierno social demócrata francés llevó a cabo un proceso de concertación destinado a definir una estrategia a 10 años. Lo puso a cargo del Commissariat général à la stratégie et à la prospective, para identificar 5 grandes temas: el futuro del modelo de producción, la reforma del modelo social, la sustentabilidad del modelo de crecimiento y los cambios en la sociedad francesa y el proyecto europeo.

 

Tal vez Foster no sea el mejor para esto. Pero está en capacidad de elegir al que lo puede hacer.

 

Una persona políticamente decente no puede ignorar que el mejor pensamiento nacional es descubrir cómo aprovechamos el futuro y le sacamos, a los oportunistas del corto plazo, el timón del barco en el que vamos todos y que si sigue en manos de ellos, todos  la vamos a pasar muy mal.

 

Lo de Foster es un saludo en el estribo; es un claro alejamiento de la identidad de lo que el peronismo considera “pensamiento nacional”; y un pasito adelante del elenco entrista formado por A. Kicillof; C.Heller; M.Sabatella; R.Foster, viejos “ex anti peronistas”, que serán la guardia de hierro que dará ideología al futuro fracaso electoral del kirchnerismo; oportunismo cultural y una puerta para poder decir “mirá lo que estaba haciendo por el largo plazo”.

 

No es todo malo. Nunca. Lo bueno, es que en una de esas se genera un espacio para debatir los dramáticos problemas del país, que están en la realidad de todos los días, pero que no llegan al micrófono de los oficialistas, que miran los males con prismáticos invertidos; ni al de los opositores que solo leen, del diario, la página de policiales.

 

La esperanza es lo último que se pierde

 

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