PODER POLÍTICO Y PODER MEDIÁTICO Las guerras de dominación entre el poder político y el poder mediático (1). Por Jorge Bolívar

Nota introductoria:

La filosofía política y la propia acción política práctica parecen haber dejado de advertir en profundidad los grandes cambios que se han producido en el ejercicio del poder mediático, y su rol masivo cada vez más significativo y gravitante, Sigue pensándolos con las viejas regulaciones y normas con las cuales se relacionaba con diarios, periódicos y libros de edición reducida y alcance limitado a comienzos del siglo XVIII. Se podría decir que el saber político y la propia vincularidad cultural carecen de una elaboración pedagógica seria y actualizada en la conceptualización de la temática que provocan los fenómenos orgánicos de dimensión masiva nuevos o relativamente novedosos en el campo de la información y la comunicación, mientras se afirma que vivimos en una sociedad mundial que lleva como su signo más propio este nombre: “la era del conocimiento y la información”.

Particularmente típica de esta ausencia de sabidurías nuevas para comprender los fenómenos nuevos es justamente la cuestión del Poder mediático. Todavía se lo enseña con criterios del liberalismo del siglo VIII, mostrándolo no como un poder, sino más bien, lo contrario, como un “contrapoder”. En las carreras de comunicaciones y de periodismo se lo muestra más bien como el “tábano socrático”, emblema utilizado por el diario Crítica, destinado a criticar al Poder político en sus diversos procesos de gobernabilidad.

Esta asombrosa desactualización con relación a la importancia que en nuestro tiempo tiene el Poder mediático, se acompaña por el hecho que el mismo término mediático, tan utilizado por políticos y por periodistas permanentemente, no figura todavía en los principales diccionarios de la lengua castellana en sus últimas ediciones. Como si existiera una intención de ignorar su desbordante presencia. Una de las pocas excepciones que he encontrado está en la última edición del Diccionario de la Academia Española que lo define escuetamente de esta forma: “mediático: concerniente a la comunicación”.

En el Diccionario del Poder de Rogelio Moreno Rodríguez, rico en definiciones de poderes modernos y posmodernos de todo tipo, tampoco aparece la figura del Poder mediático.

Llama la atención. reitero, esta ausencia de una seria y actualizada conceptualización del Poder mediático, cuando los extraordinarios avances tecnológicos en materia comunicacional protagonizan la época. Seguir aplicando criterios de los medios de información –diarios, revistas, libros, folletos- propias de los siglos XVIII y XIX resulta, por ello, decididamente  asombroso.

En este análisis vamos a encontrarnos con algunos pensadores que le dieron valor filosófico a la cuestión y que no dudaron en calificar a las nuevas técnicas de comunicación de masas como refundadoras de un antiguo poder: el mediático. Ya que en los comienzos de la Edad Moderna los libros –allí el poder otorgado por la invención de la imprenta hecha por Gutemberg, estaba en los libros (El príncipe de Maquiavelo, la República de Jean Bodín, El Leviatán de Hobbes, etc.). Porque “mediático”, bien definido, es una comunicación entre seres humanos no directa, es decir, es la comunicación a través de medios. Libros y diarios antes, a los que se le agregaron la radio, la televisión y la Internet en nuestro tiempo.

Entre esos pensadores se encuentran Marshall Mcluhan y Jean Baudrillard. Pero no son los únicos.

Lo que todos ellos hicieron es advertir, no sólo que nos hallábamos frente a una nueva forma de informar y comunicar de gran poder, sino que la misma produciría cambios, conflictos y problemas para el más tradicional y reconocido Poder político, al modificar la cultura social en la que éste se desenvuelve.

La principal figura del poder político de la modernidad ha sido el Estado Nación, el que unió lo político y lo social en la organización de un pueblo. Nacido como protomodelo en la Francia del reinado de los Luises, se afirmó en el siglo XVIII y se fue expandiendo poco a poco por todo el mundo como mecanismo de organización, aunque con notables diferencias “teológico-políticas”, como diría Carl Schmitt, en un proceso casi prodigioso que tiene tras de sí más de doscientos años.

Ya el citado Carl Schmitt advertía antes de la Segunda Guerra Mundial que la ecuación Estatal igual a Poder, favorita en esos años del estalismo que enseñaba que la toma del  Estado era la toma del Poder, (recordemos el libro de Silviu Brucan al respecto) inducía a error en la medida en que en los Estados, los democráticos en particular, “Estado y sociedad se interpenetraban recíprocamente en la medida en que todas las instancias que antes eran estatales se vuelven sociales y, a la inversa, todas las instancias que antes eran meramente sociales se vuelven estatales, cosa que se produce con carácter de necesidad en una comunidad organizada democráticamente”(1)

Ya no hay sólo Poder en el Estado. Lo hay también en otras actividades de la vida social. Ya nadie duda de la existencia de un Poder financiero o de un Poder tecnológico. Pero, al parecer les cuesta ver al Poder mediático en su verdadera dimensión e importancia y en su vital enfrentamiento en muchos países con la noción misma de Poder político, alrededor del cual se organizan los pueblos, aún en tiempos de modernidad consumada o de posmodernidad.

Algunos grandes pensadores han dado testimonio de esta cuestión. Voy a citar algunos que me parecen nos ayudan a pensar esta problemática de esencia política en términos actuales, incluso agresivamente actuales.

Peter Sloterdijk en su libro Normas para el parque humano, escribe: “Con el establecimiento mediático de la cultura de masas en el Primer Mundo a partir de 1918 (la radio) y de 1945 (la televisión) y, más aún, con las últimas revoluciones de las redes informáticas en las sociedades actuales, la coexistencia humana se ha instalado sobre fundamentos nuevos”. Y agrega un poco más adelante: “la era del humanismo como modelo escolar y educativo ha pasado”. (2)

Podemos también recurrir al ya mencionado Carl Schmitt. Éste en 1922, en su libro Teología política, acuñó su famosa frase que dio lugar a innumerables polémicas y afirmaciones prácticas: “Soberano es el que decide en un estado de excepción”. (3) Ya anciano y antes de morir decía, no sin fulgor irónico, en textos que reproduce su notable analista Monserrat Herrero López, que “soberano es también el dueño de las ondas sonoras y visuales”. Éstas penetraban su espacio y atravesaban su cuerpo sin herirlo, pero modificaban su actividad cerebral y sus fuerzas espirituales. (4)

Fue justamente Marshall Mcluhan el que advirtió, con un fuerte subrayado, la relación entre la actividad cerebral y los nuevos medios de comunicación e información. Para él cada técnica importante –cada revolución tecnológica- constituía una prolongación de alguno de los sentidos del hombre o de alguno de los miembros del cuerpo humano. La rueda fue una extensión de nuestras piernas, las armas una extensión de nuestras manos y los instrumentos mecánicos y las máquinas fabriles una extensión de nuestro cuerpo.

El descubrimiento del alfabeto trastornó nuestra manera de vivir e hizo nacer una nueva civilización y una nueva vincularidad social que creció y se amplió con el descubrimiento de la imprenta y con la posibilidad de hacer libros en serie y no copia a copia como en los conventos religiosos. Surge para Mcluhan así lo que él denomina “hombre dividido”. En su actividad cerebral predomina lo visual-textual. Nuestras redes neuronales se organizan con  signos, es decir con letras y palabras y con números y cifras. El sentido auditivo, el de la escucha, que había sido fundamental en el pasado, se debilita, mientras domina el pensamiento visual-textual.

Para Mcluhan la edad de la energía eléctrica pone fin a varios siglos de cultura visual textual, de crecimiento de ciencias particulares, de individualismos y de nacionalismos y nos introduce en la comunicación instantánea, recuperando la relación tribal que fue la relación de las culturas orales que precedieron a la imprenta. Los satélites y la energía eléctrica reducen todo el planeta a estructuras orgánicas de aldea, la que él visualiza y simboliza con el concepto de “aldea global”. Esta estructura aldeana institucionaliza las funciones humanas sobre una base de participación intensa con una débil organización. Fórmula ideal, según Mcluhan, para una estabilidad móvil propia ahora de un mundo altamente interconectado y complejo y cada vez más contrario a la representatividad fuerte que la política ha tenido en la modernidad.

Al mundo dominado por lo visual-textual lo denomina “galaxia Gutenberg”. Con la radio y la televisión hemos entrado para Mcluhan en la “galaxia Marconi”. La radio y la televisión mientras provocan efectos de aldea, tienden a universalizarnos y a pensar y a vaticinar juegos posibles de universalismo. Anuncia así un fenómeno que entre nosotros fue advertido por Perón, quien nos inducía a pensar estratégicamente en juegos de regionalismos y de continentalismo como base ordenadora para el encuentro final de los pueblos del mundo en una perspectiva universalista. Para el líder justicialista hacia esa perspectiva secular nos movíamos históricamente, evolucionábamos. Ya lo hemos analizado al abordar el pensamiento de Perón.

La conclusión de Mcluhan es que en la nueva edad movida por la energía eléctrica, es el sistema nervioso del hombre el que abarca al mundo globalmente. Nuestro sistema nervioso y nuestra actividad cerebral abarcan al mundo y a toda la humanidad como ningún hombre pudo hacerlo anteriormente.

En realidad Mcluhan intenta escribir una historia general de la civilización a la manera como la hizo Marx. Éste la hizo a partir de las técnicas de producción con el consiguiente desarrollo de las fuerzas productivas con sus divisiones de clases. Mcluhan cuenta la historia a partir de la evolución de las técnicas de comunicación y de las formas con que se producen y distribuyen socialmente conocimientos. De cómo lo hacen accesible y de cómo también lo almacenan y lo ocultan. Pero lo importante para él y para nuestra visión del problema filosófico y cultural que hoy exige la comprensión del expansivo Poder mediático actual es que los medios en cada época existentes son más importantes que sus mensajes, ya que éstos pueden ser diferentes y hasta opuestos, sin cambiar la actividad neuronal que generan en los hombres y en los pueblos con su sola presencia. Cuestión que suele ser notoriamente ignorada por las concepciones liberales, anacrónicas ya, en este estado de la evolución de los flujos comunicacionales.

El enfoque de Mcluhan resulta en algunos aspectos algo ingenuo políticamente. No ocurre lo mismo con Jean Baudrillard. Este aborda el rol del Poder mediático a partir de afirmar que en la modernidad consumada, con todas sus variantes, la gran organizadora de la vida social humana es la cultura. Pero esta cultura no es ya un cuerpo social viviente como antaño, religada por fuerzas espirituales y materiales, lo que produce, a la vez, la agonía del capital simbólico y del símbolo como vínculo humano comunitario. Mas, como los hombres no podemos vivir sin capital simbólico, piensa Baudrillard, creamos entonces modelos de simulación. El Poder mediático actual es el mayor creador y también el mayor inductor de esta perversión del sentido social vinculante. El consumismo es ya de por sí un acto sistemático de manipulación de signos. Esta manipulación sostiene los grandes medios, por ello, en nuestra cultura, los signos circulan igual que las mercancías.

Los signos de este orden cultural vinculante que circulan por los medios ya no reflejan ni se interesan por una realidad determinada, sino que la encubren y la desnaturalizan.

Seguimos tratando de sintetizar el pensamiento de Baudrillard sobre el tema que nos ocupa. Para él, los medios de comunicación de masas repiten el modelo de la dominación de un grupo social sobre las masas, masificando los pueblos. Cuanto más universales y por tanto menos situados y más reales parecen los mensajes de los medios, menos reales son. La hiperrealidad surge del poder mediático y se viene trasladando tanto a la política como a la economía en su acontecer práctico. En vez de lo social vivimos lo masivo. Esta a veces violenta masividad no tiene sujetos colectivos ni una realidad sociológica que permita comprenderla.

Estima que los medios de comunicación masiva no comunican una ideología dominante. Pero la ideología de la dominación propia de lo moderno está en la forma  misma con que se ofrecen los medios; en la división social que establecen entre periodistas y escuchas (radio) y entre conductores y televidentes (televisión). Baudrillard trabaja sobre el modelo teórico de Román Jacobson: transmisor – mensaje – receptor o codificador – mensaje – decodificador. La relación entre los primeros y los últimos no es recíproca en términos de poder. Hay pocas trazas de intercambio simbólico. No hay ambivalencia ni circularidad real. Sólo un modelo simulado de comunicación. Solamente habría reciprocidad e intercambio simbólico de lo real como antaño, si hubiera comunicación verdadera en vez de administración controlada de códigos de información y manipulación de signos.

El Poder político, a su vez, al no comprender la profundidad del sistema de poder que lo succiona y parasita, sólo piensa en transmitir por los mismos medios sus mensajes, esperando que resulten menos hiperreales que los propiamente mediáticos y rara vez lo consigue, quedando preso de una telaraña que desvirtúa por lo común su naturaleza democrática, absolutamente desconocida o, más aún, poco soportada por lo común por los detentadores del Poder mediático.

Es visible que el Poder político compite con el Poder mediático a través de la opinión pública. La existencia de una opinión pública es un fenómeno propio de la modernidad. Presupone una sociedad civil separada del Estado, una sociedad libre pero articulada por lo político. En esta sociedad de individuos-ciudadanos hay centros que consienten lo político y hay centros que consienten la formación de opiniones no individuales, que se presentan como no políticas, pero compiten más o menos agresivamente con las exigencias y necesidades de una gobernabilidad político-estatal.

Por un lado el Poder político, con sus gobiernos de Estado, trata de realizar y de imponer sus planes y gestiones de gobernabilidad; de hacerlos valorados y comprensibles para los más. Por el otro, el Poder mediático –radios, televisiones, diarios, libros, revistas, más las novedosas redes sociales, se alimentan de periodistas y editorialistas generalmente críticos de esa gobernabilidad, transmitiendo también con formas más veladas o más explícitas, intereses nacionales y trasnacionales, financieros, comerciales, empresarios, sindicales, etc. El Poder mediático trata, en su conjunto, de influir y si es posible de controlar al Poder político, cualquiera sea el peso democrático de éste. Incluso puede advertirse que cuanto más democrático es el Poder político existente, más intrusivo y controlador se manifiesta el Poder mediático. Los grandes multimedios se muestran como independientes, cosa valorable si realmente lo fueran. Pero es visible que lo que realmente son es “opositores”, que no es lo mismo que “independientes”

Hannah Arendt ubicó esta guerra oculta por el poder con filosófica precisión: “para la burguesía depurada de hipocresías el poder es el dominio acumulado sobre la opinión pública. Por eso la voluntad de poder es la pasión fundamental del ser humano. Esta pasión regula la relación entre el individuo y la sociedad.”(5)

Perón enseñaba que la política, para poder cumplir sus altos fines debía tratar de colocarse por encima de las pasiones. El Poder mediático exigiría regulaciones menos ingenuas que las que nos vienen del siglo VIII. Las regulaciones, democráticamente acordadas no deben confundirse con censuras, que siguen siendo negativas si son realizadas sistemáticamente por el Poder Político.

Por ejemplo en Estados Unidos, los dueños de grandes medios de la Galaxia Gutenberg no pueden tener medios de la Galaxia Marconi y viceversa. País básicamente bipartidista, los republicanos tienen grandes diarios que los apoyan y expresan y los demócratas también. Lo mismo ocurre en Gran Bretaña y en los mayores países de Europa. Se buscan equilibrios más que desgastantes confrontaciones.

La conclusión es advertir el extraordinario crecimiento, sin verdaderas regulaciones políticas, que tiene el creciente y cada vez más novedoso Poder mediático, en particular en Latinoamérica y en algunos países de Europa.

Esto no parece inteligente para un saber político. El desafío es comprender para poder organizar mejor. No se trata de censurar o de impedir la creatividad, reitero, sino de ordenarla y armonizarla con vistas a aquello que desvelaba tanto a Perón como a Hannah Arendt: “la felicidad del pueblo”, que es lo que da vida y justifica a la política.

Notas:

1: Carl Scmitt: El concepto de lo político. Alianza. Madrid. 1999

2: Peter Sloterdijk: Normas para el parque humana. Ciruela. Madrid. 2000

3: Carl Schmitt: Teología política. Struhart & Cia. Buenos Aires. 1985

4: Monserrat Herrero López: El nomos y lo político: La filosofía política de Carl Schmitt. Eunsa. Navarra. 1997

5: Hannah Arendt: La tradición oculta. Paidós. Buenos Aires. 2004

 

Marshall MCLUHAN

Nota biográfica

Herbert Marshall Mcluhan (tal el nombre completo) nació el 21 de julio de 1911 en Edmonton, Alberta, en Canadá.

Su familia se trasladó luego a Winnipeg, Manitoba, cuando todavía era un niño. En la Universidad de Manitoba estudió Letras y Maestría en Artes.

Entre 1935 y 1937 enseñó como profesor adjunto en la Universidad norteamericana de Wisconsin.

En 1937 Mcluhan hizo público su conversión al catolicismo y a partir de allí enseñó en  instituciones superiores católicas.

Por la originalidad de sus estudios fue reconocido en varias universidades como una autoridad en materia de tecnologías de las comunicaciones.

Durante su vida, nueve universidades le concedieron el título de miembro Honoris causa.

Propuso en sus tesis de 1944 que la Edad Media fue dominada por el estudio de la lógica, mientras las Edad Moderna lo fue por el estudio de la gramática, la retórica y el lenguaje como medio de comunicación social.

El libro La Galaxia Gutenberg editado por primera vez en 1962 le abrió las puertas a la consideración mundial.

Saltó a la fama definitivamente con la publicación de su libro Understantig Media en el que analizaba la cuestión de la inteligencia de poder propia de los nuevos medios de comunicación social y su incidencia en nuestras formas de pensar y de resolver problemas. De esa manera sus tesis salieron de los claustros universitarios y se convirtieron en asuntos de debates públicos y de decisiones políticas en el llamado Primer Mundo.

La nueva galaxia, la Galaxia Marconi, nacida con la radio y la televisión y continuada con el inmenso campo abierto por las computadoras familiares o individuales ofrecerían nuevos alimentos espirituales al cerebro de los hombres. Cada vez más, profetizaba Mcluhan, seremos lo que vemos mediáticamente.

Planteó también el carácter revolucionarios de las nuevas tecnologías en los procesos de cambio social.

Mcluhan murió el 31 de Diciembre de 1980 en Toronto, Canadá. Pidió que en su lápida se escribiera, además de los datos cronológicos rituales, la frase de Cristo que enseña: “Sólo la verdad os hará libres”.

LA GALAXIA GUTENBERG

Como hemos afirmado en la nota introductoria, Mcluhan escribe una historia general a partir de la técnica de comunicación las cuales están destinadas a distribuir los conocimientos que se van generando en cada época histórica en una sociedad determinada.

Las sociedades son así el resultado de los conocimientos que crean, pero también de cómo los distribuyen y socializan, de cómo los almacenan, de cómo los enseñan y, en parte también de cómo los ocultan o los reservan sólo para sectores sociales determinados.

Perón en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional nos advertía que en lo entonces por venir, las tecnociencias transformarían la construcción orgánica del ser mundo. Estimaba incluso que quizás fuera más fácil socializar parte de las riquezas que socializar los conocimientos científico-tecnológicos, por razones de poder, tanto militar como comercial; cuestión que es bastante visible en nuestros días. Él, para dar más fuerza a estas profecías de corte estratégico, agregaba que en el futuro en las tecnociencias se encontraría  el núcleo de la liberación nacional. Ésta no era ya solamente una cuestión de esencia política y económica como en el pasado, sino básicamente una cuestión cultural.

Mcluhan comienza su historia con el apogeo de la comunicación directa entre los hombres y con el predominio de lo auditivo sobre lo textual. El hombre primitivo no era un hombre dividido, es decir dominado por uno solo de sus sentidos, ya que no separaba la audición de la visión, ni el olfato del tacto. Usaba en su vida aldeana todos los sentidos y esta actitud era parte de la vida de los seres humanos en sus relaciones sociales.

El descubrimiento del alfabeto y luego de la imprenta transformó la manera de vivir y de sentir del los seres humanos e hizo nacer una nueva civilización que se amplió y creció conformando una actividad cerebral con redes neuronales dominadas por el pensamiento  visual-textual.

Maquiavelo, del cual se han celebrado recientemente los quinientos años de la edición de su libro El príncipe, no habría hecho otra cosa que describir un estado de espíritu originado por una nueva técnica en relación a las posibilidades de poder de su época. En este nuevo estado espiritual se verifica la división de las personas con la posibilidad del trabajo en serie (base posterior del capitalismo moderno). Este estado de espíritu dio lugar a nuevas divisiones entre el poder y la moralidad y entre el dinero usurario y la ética. Al contar y al medir se produjo también en el siglo XVI el gran divorcio entre el arte y la ciencia, estima también Mcluhan.

La tipografía fijó las lenguas escritas. No existía la gramática antes del descubrimiento de la imprenta realizada por Gutenberg; por ello Mcluhan reserva para la época del mundo dominada por lo visual-textual el nombre simbólico de “Galaxia Gutenberg”.

La impresión de textos educativos comunes transformó las lenguas habladas en medios de comunicación de masas, creando así las fuerzas uniformantes y centralizadoras que posibilitaron el nacionalismo moderno, pero también el exagerado individualismo en las sociedades más desarrolladas y también el fuerte crecimiento de ciencias particulares que muchas veces se manejan como si fueran saberes autónomos e independientes, en vez de buscar las sabidurías más ordenadoras que las vinculan a nuestras vidas.

Estos son, en grandes líneas, los núcleos de la etapa civilizadora conocida literalmente como Modernidad, a la que él citado autor caracteriza como la civilización de la Galaxia Gutenberg. Pero también enseñó hacia mediados de 1960 que los hombres y nuestros cerebros y la actividad de nuestras redes neuronales, en particular en las nuevas generaciones, habían entrado en una inédita etapa civilizadora dominada por nuevos medios de comunicación masiva, e incluso también, por novedosos medios educativos.

Pasamos a analizar las profecías mediáticas de Mcluhan en el próximo subcapítulo. Allí nos encontraremos con los nuevos medios, o con las nuevas masmedias, como las denominamos hoy, y con sus parcialmente ignorados y decisivos efectos de poder.

LA GALAXIA MARCONI  I

En la década del 60 del siglo pasado Mcluhan anuncia que la civilización “tipográfica” estaba concluyendo, para dar paso a una nueva civilización, la civilización de la era tecnológica movida por la energía eléctrica que posibilita medios de comunicación que ofrecen la posibilidad de recuperar el equilibrio perdido. La imagen, lo visual, se libera de lo textual y recupera, al hacerlo, la vital importancia de la audición y de los demás sentidos. Estos nuevos medios, en principio la radio y la televisión, provocan efectos de aldea, pero en la época en que se materializan, estos efectos tienden a universalizarse y a favorecer juegos y proyectos estratégicos de ambición universalista.

A esta nueva civilización Mcluhan la va a simbolizar con un nuevo paradigma. La llamará Galaxia Marconi, porque con los descubrimientos del biólogo italiano Guglielmo Marconi (1874 – 1937), Premio Nobel de física en 1909, se produjeron extraordinarias invenciones en el campo de las comunicaciones. Marconi inventó la telegrafía sin hilos y la posibilidad de comunicarnos a través de ondas sonoras y visuales que se trasladan en el espacio por medio de procesos electromagnéticos que se desplazan en el vacío a una velocidad equivalente a la de la luz. Esto incluso permite que los hombres alcancen comunicaciones distantes de un extremo al otro del mundo en forma prácticamente instantánea.

Mcluhan usa indistintamente Galaxia Marconi o “Edad Eléctrica” (Electric Age) para designar una nueva época destinada a cambiar la forma de ver y de pensar el poder de los seres humanos y, por lo tanto, de sus relaciones sociales con las cuales se entrama su vida.

Anota:

“Entramos en la edad de la energía eléctrica, que sucede a la era de la literalidad tipográfica. A una era de explosión sucede una de implosión. La Electric Age pone fin a varios siglos de cultura visual-textual (en la que somos hablados por los libros y por los diarios y periódicos escritos), era de crecimiento de ciencias particulares, de individualismos y de nacionalismos y nos introduce en la comunicación instantánea, recuperando, en nuevas y más complejas condiciones, la relación tribal que fue la relación de las culturas orales que precedieron a la imprenta”.

Los satélites y la electricidad reducen todo el planeta a estructuras orgánicas de aldea. Estas culturas institucionalizan las funciones humanas sobre una base de participación intensa con débil organización, fórmula ideal, según Mcluhan, para la estabilidad móvil que el planeta globalizado requiere, superando la rigidez de ciertos esquemas autoritarios propios de la época de la Galaxia Gutenberg y en general, de las concepciones predominantes en la política moderna.

Cada vez más “seremos lo que vemos”, porque la televisión y la Internet irán cambiando nuestra conciencia social y con ello la organización de nuestra sociedad; porque a la larga las sociedades se organizan sobre la conciencia social de los individuos vinculados comunitariamente.

Si estas profecías son correctas, quizás pueda entenderse algunos grandes sucesos históricos que hemos podido observar en los últimos años, Suele calificarse al fenómeno que protagonizó la ex Unión Soviética como un hecho implosivo. No estalló sino que se derrumbó hacia adentro. Lo mismo suele decirse del fenómeno de implosión financiera que comenzó afectando a los Estados Unidos y terminó golpeando duramente a la Unión Europea colocándola al borde de una suerte de disolución comunitaria. También llaman la atención los gigantescos actos masivos, como las conocidas como “primaveras árabes”, o los “indignados europeos”, o las mismas concentraciones “apartidarias” de Argentina o Brasil, las cuales estarían mostrando esta doble cualidad anunciada por el ensayista canadiense: intensa participación y débil organización política real.

LA GALAXIA MARCONI II

Como hemos anotado, a mediados de la década del 60, Mcluhan anuncia que la civilización basada en el aprendizaje textual estaba concluyendo para dar paso a una nueva: la civilización de la era tecnológica movida por la energía eléctrica que posibilita medios de comunicación que ofrecen la posibilidad de restaurar el equilibrio perdido. La imagen, lo puramente visual, se libera de lo textual para comunicarse y hace recuperar la importancia de la audición y de los demás sentidos. Estos nuevos medios –como la radio y la televisión- provocan efectos de aldea en magnitudes planetarias nunca experimentadas por los hombres. Estos efectos tienden a universalizarse y posibilitan pensar nuevos juegos posibles de universalismos, acompañando un proceso cada vez más entramado de intercambio de conocimientos mundiales.

Como ya lo anotamos, Mcluhan llamará a esta nueva civilización “Electric Age” (Edad eléctrica) o,  para seguir su juego simbólico “Galaxia Marconi”.

De este modo pueden comunicarse instantáneamente espacios del orden terrestre ubicados en lugares opuestos del planeta. Los expertos entienden que el fenómeno de la comunicación instantánea que mueve tanto la información mediática, como la financiera y la geopolítica, permiten innovaciones culturales que formalizan estructuras en red, como “telas de araña” que van reemplazando a los edificios verticales, en forma de “pirámide” propios de la Edad Moderna. Las empresas de alta tecnología van formando nichos en la plataforma global de la computación que, para operar no requieren grandes tamaños ni grandes inversiones.

Dice uno de los mayores pensadores de estas nuevas formas de organización basadas en la velocidad instantánea de la Galaxia Marconi en su fase más actual: “En la era de Internet, la unidad básica de organización no es más la empresa o el emprendedor individual, sino la red que vincula e integra múltiples organizaciones que interactúan entre sí”.

Es visible que McLuhan entrevió los cambios que se producirían en el pensamiento y en la creatividad de los seres humanos dotados de nuevas tecnologías de comunicación en el futuro.

Hay que reconocer que estos cambios son también los que están exigiendo la importancia y el protagonismo actual, tanto de la filosofía y del pensamiento estratégico como de la práctica renovadora del propio planeamiento estratégico.

Insistimos en subrayar este concepto central de McLuhan: En la civilización de la Galaxia Marconi los satélites y la electricidad reducen todo el planeta a estructuras orgánicas de aldea. Estas estructuras organizaron en el pasado las funciones humanas sobre una base de participación intensa con una débil organización.

Para Mcluhan esta base podría ser una fórmula ideal para conseguir una estabilidad móvil, ya que por la intensidad de los problemas y los conflictos sociales durante el proceso de socialización mundial, las formas demasiado rígidas de la política moderna podrían ser insuficientes y hasta negativas para administrar las relaciones de poder.

Estos vaticinios políticos de Mcluhan son polémicos y expresan un pensamiento de fondo anarquista. No carecen de interés, pero no terminan de aceptar el notable vaticinio de Ernst Jünger acerca del carácter neutral de la técnica. Nunca son buenas de por sí. Es decir, sus descubrimientos pueden usarse para bien o para mal, según las aspiraciones de poder de los hombres que la utilicen. (El descubrimiento del dominio del átomo fue el mejor ejemplo. Con él se lograron notables avances en materia de tratamientos médicos y también de producción más limpia de electricidad, pero también se construyeron arsenales con destructivas bombas atómicas).

Aunque ya lo hemos anotado, la fórmula “intensa participación + débil organización política” puede aplicarse en nuestros días a fenómenos tan distantes como a las manifestaciones de la llamada “primavera árabe”, o a las de los “indignados de Europa”, o a las de las gigantescas marchas de  descontentos de la América Latina.

Volvemos a reiterar la idea central del pensador canadiense:

“En la nueva Edad movida por la energía eléctrica, es el sistema nervioso del hombre el que abarca al mundo globalmente”.

Aquí también cabe referirnos a grandes sucesos políticos recientes. La implosión de la Unión Soviética o la implosión del poderoso sistema financiero norteamericano, cuyos efectos luego se trasladaron a la Unión Europea, golpeando principalmente a los países más débiles de la hoy compleja Comunidad.

Al mirarse estos fenómenos políticos sin aceptar y sin percibir los cambios en la mentalidad de las personas que están ocasionando estos nuevos medios de comunicación de masas, conformando un asombroso Poder Mediático, posiblemente no podamos comprender la situacionalidad estratégica nueva en que nos encontramos en materia de poderíos, y también de guerras de poderíos de carácter opuesto, o al menos, básicamente diferenciados.

EL PODER MEDIATICO EN LA ALDEA GLOBAL

Aceptando el carácter literario, más que específicamente científico de las reflexiones de Mcluhan, y las denominaciones y categorías cargadas de carácter simbólico, no puede ignorarse que los estudios de nuestra actividad cerebral, que han tenido notables avances en particular en los últimos quince años, han demostrado que efectivamente la organización de nuestras acciones y decisiones tienen un correlato muy directo con la manera que nuestra mente se informe y se conforme. Que no tienen el mismo efecto los conocimientos y las informaciones que se adquieren a través de lecturas que a través de imágenes o de escuchas más o menos directas.

En el extenso libro El pensamiento visual de Rudolf Arnheim encontramos algunas afirmaciones que nos obligan a pensar y a valorar el Poder Mediático actual con lógicas distintas de las antiguas propias del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Este autor reconoce que los científicos vienen buscando una mayor comprensión de la percepción visual como actividad cognoscitiva. Todos los medios de comunicación de masas de la actualidad son perceptuales. Pero algunos lo son más que otros en la organización de nuestra mente. Además tienden a cumplir diferentes funciones.

“Percibir y pensar –agrega- son actos que se encuentran indivisiblemente mezclados. Nuestra mente tiene dos funciones para actuar: Debe recoger información (suministrada por nuestros sentidos) y debe luego procesarla”. Las dos funciones (recoger información y pensar) “se hallan netamente separadas en la teoría, pero no en nuestra práctica cerebral”.

Sin que se le informe en el tiempo y en el espacio en el que vivimos el cerebro no puede actuar, ni dirigir, ni inducir acciones. Prácticamente –afirma Arnheim “es un cerebro vacío”.

El lenguaje escrito resulta más útil para pensar cuestiones abstractas y menos representativas. Pero el acto de pensar más acabadamente exige imágenes sin palabras. Arnheim estima que “las imágenes no sólo contienen y propician pensamientos sino que son las formas más altas de actividad de nuestras redes neuronales. El arte visual y la arquitectura, por ejemplo, crean sabidurías sobre belleza, perfección, armonía y orden que difícilmente pueden obtenerse con palabras”.

La imagen también es importante para la adquisición de percepciones simbólicas. Nuestra actividad cerebral une con mucha fuerza nuestras adquisiciones de imágenes con nuestras acciones y proyectos prácticos.

Por eso, dice bien Mcluhan que durante la Galaxia Gutenberg fuimos más lo que leíamos, mientras que en la Galaxia Marconi vamos a ser cada vez más lo que vemos. Para él siempre hubo Poder Mediático, tanto en la modernidad desde Maquiavelo, Jean Bodin, Hobbes, Locke o Rousseau, en adelante, los cuales se comunicaron a través de unos medios que fueron libros poderosos y gravitantes; pero en la actualidad el Poder Mediático alcanza un poder social muy grande, mucho más masivo. Es más grande aún, porque el Poder Político no termina de advertir ni de regular su asombroso y extendido despliegue en materia de información, de entretenimiento y de educación. Educación informal, pero mucho más conformativa y perceptual que la que se dicta en las aulas.

Estima que la mayoría de las políticas actuales pertenecen mayoritariamente a la Edad mecánica donde el poder se expresaba desde un centro y en un tiempo lineal, sin advertir que hoy las manifestaciones de poderío se expresan más en flujos que en espacios fijamente territorializados. Y las ondas sonoras y visuales son flujos, se trasladan con facilidad de un espacio a otro y es difícil colocarle fronteras.

Mcluhan estima que:

“Las sociedades siempre fueron remodeladas mucho más por la naturaleza de los medios de comunicación que por los contenidos de los mensajes que los expresaron” (que en general solieron ser y lo siguen siendo, divergentes). Es una afirmación esta muy discutida de McLuhan: “El medio es el mensaje”. Con esto quiere decirnos que los hombres modernos todavía creen que sus mensajes son más importantes que los medios que ellos utilizan para comunicarse con los otros. Pero Mcluhan advierte que en la nueva situación simbólico-cultural el medio que uno utiliza (estatal, privado, perteneciente a una empresa oligopólica o una pequeña empresa vecinal) es la que tiñe y colorea todos nuestros mensajes en la actualidad.

Mcluhan subvierte la opinión tradicional que se tiene sobre los medios actuales. Se ha pretendido que el telespectador es pasivo y que el lector del libro es activo. Para él es exactamente lo contrario: el telespectador debe completar todo aquello que no le suministra esa sola imagen. El mensaje así varía según el espectador. Ocurre lo contrario con los libros. Allí uno tiene un mensaje fijo al que tiene que tomar en su totalidad. Puede abandonar su lectura, pero no puede hacer nada para modificarlo.

Por ello para Mcluhan los libros y los periódicos son hot (calientes) mientras la radio, la televisión y la internet son cool (fríos).

Dice, por ejemplo, la televisión reclama la participación del público. Éste modela muchos de sus programas a su gusto. Las masas ya no son puras consumidoras, aunque no dejen de estas masificadas, pueden ser también productoras de culturas. Culturas en las que predominan los hechos cotidianos y donde la banalidad aparece bajo nuevos aspectos. Es más divertida y sensual. Busca encender en nuestras redes neuronales más sentimientos que razonamientos. Aunque los defensores de la alta cultura se sienten agraviados y perdidos, no se termina de advertir cómo estas nuevas formas de vincularse incrementan el poder de lo mediático. Cuanto más banal es el programa más millones de televidentes lo miran y se  sienten, ilusamente, como poseedores de un gran poderío personal.

Más allá de todas las discusiones que abrió el pensamiento de Marshall Mcluhan no se puede ignorar hoy que la radio, primero, y luego más poderosamente la televisión, y por último la Internet, han cambiado nuestra conciencia social y por ello nuestra sociedad. Porque a la larga las sociedades se organizan sobre la conciencia social de sus individuos vinculados comunitariamente. Ya lo hemos anotado. Y la época actual es percibida en forma cada vez más mundial; más planetariamente. Los deportes son una prueba de ello, pero también las catástrofes naturales y los conflictos políticos.

 

Jean BAUDRILLARD

Nota bibliográfica

Nació en la ciudad de Reims, en Francia, el 20 de junio de 1929.

Vivió su infancia en la campiña francesa. Sus abuelos fueron campesinos y sus padres empleados públicos.

Se lo reconoce como uno de los intelectuales más originales y provocadores de la época contemporánea. Son profundas sus críticas sobre la cultura francesa y sobre la europea en general y sobre la norteamericana en particular.

De joven estudió alemán y filología en La Sorbona. Fue ayudante de cátedra en la Universidad de Nanterre, en París.

Se casó joven y tuvo dos hijos.

Comenzó a interesarse en la política a partir de la Guerra de Argelia en la década de los 60.

Escribe artículos en 1962 y 1963 en la revista Les temps modernes que dirigía Jean Paul Sartre.

En 1966 edita su primer libro El sistema de los objetos que había sido su tesis del doctorado de sociología en París.

A fines de esa década del 60 y comienzos de la del 70 del siglo pasado, trabaja sus tesis acerca de que las teorías marxistas habían quedado desactualizadas. La nueva base del orden social ya no era la producción sino el consumo. Una cultura de los signos había superado al sistema de los objetos.

En 1975 publica su libro El espejo de la producción. Se lo considera una de las críticas más sólidas al marxismo, “demasiado ocupado en cuestiones de economía política”, según Baudrillard.

De allí en adelante comienza una producción de libros exitosos que se traducen a varios idiomas. Entre ellos cabe citar:

A la sombra de las mayorías silenciosas (1978)

Cultura y simulacro (1978)

El intercambio simbólico y la muerte (1980)

Las estrategias fatales (1983)

La izquierda divina (1985)

América (1986)

La transparencia del mal (1989)

De la seducción (1990)

El crimen perfecto (1996)

Pantalla total (1997)

El intercambio imposible (1992)

La ilusión vital (2001)

Perspectivas de comunicación y sociedad (2004)

El pacto de lucidez o la inteligencia del mal (2008)

En su etapa de madurez criticó por hiperreal –y por tanto por “virtual”- la lógica de las teorías de la derecha y de la izquierda actuales, como si fuera diferentes en lo esencial en la construcción del poder para mantener la funcionalidad capitalista. Estimaba que era un puro simulacro.

Lo mismo ocurre con la oposición entre el materialismo y el espiritualismo, que lo único que logra es disociarnos y favorecer la aniquilación del sentido de la vida en nosotros para disminuir o impedir nuestra capacidad de lucha.

Visitó la Argentina varias veces a partir de 1984 y cosechó aquí varios amigos y recibió de ellos textos que algunas veces utilizó en sus ensayos. Tal el caso de Macedonio Fernández y del propio Jorge Luis Borges.

En una de esas visitas solicitó a sus amigos que le ayudaran a recorrer solo la Patagonia hasta el Calafate, yendo inicialmente por la ruta 40 y volviendo por la ruta 3, costeando el mar. Había recorrido el desierto norteamericano en 1985 y luego lo haría también con el desierto australiano. Decía que como buen pensador dedicado a deconstruir los rascacielos y las grandes ciudades del poder, amaba los desiertos. Reconoció después de su viaje por el sur argentino que la estepa patagónica custodiada por la gigantesca cadena de los Andes le había producido un placer inolvidable.

En sus últimos años se le veía preocupado por el dominio tecnológico y político de Occidente, llamado entonces Primer Mundo, y por la globalización de sus intereses comerciales.

En su libro La ilusión del fin, se opuso frontalmente a la teoría del fin de la historia de Francis Fukuyama.

A partir de 2001comenzó a realizar seminarios intensivos sobre filosofía de la cultura en Suiza.

Después de los atentados del 11S en New York analizó semánticamente la nueva época que este acontecimiento habría en dos libros que tiraron varias ediciones: Requiem para las Torres Gemelas y El espíritu del terrorismo, ambos publicados en 2002.

Murió en París el 6 de marzo de 2007.

Se lo reconoce por su implacable crítica a los medios de comunicación masiva y por la experiencia de los conceptos de simulación y de hiperrealidad, cada vez más visibles en nuestros días. Tanto en los Estados Unidos como en gran parte de Europa y también en otras partes del mundo actual.

¿EN QUÉ CONSISTE LA CULTURA POSMARXISTA Y POSMODERNA ACTUAL?

Para comprender en profundidad el pensamiento de Baudrillard sobre el Poder Mediático y el Poder Político en los días que corren, es necesario adquirir algunas nociones básicas sobre la cultura actual en la que ambos conviven, se enfrentan y se desarrollan.

Pasamos revista así a una serie de afirmaciones que podemos encontrar en los libros que comienzan con su crítica al marxismo, por anticuado y metafísico, y al posmodernismo por cínico y devaluador.

La principal causa de la muerte real e hiperreal del marxismo es que la base del orden social es hoy el consumo y ya no la producción a la que estudió Marx.

Estima que la acumulación marxista del capital se convierte en imágenes y en listados globales de las “grandes fortunas”.

La cultura del llamado fin de la modernidad es una relación de imágenes (representivas y aún literarias) mediadas y codificadas por los medios de comunicación masiva.

Ya no se puede distinguir las necesidades verdaderas de las falsas.

El consumismo es un acto sistemático de manipulación de signos. El consumo reitera la lógica de los sistemas lingüísticos modernos. Organiza la sociedad por signos y no como expresiones de necesidad o de placer.

Baudrillard retoma los estudios de Marcel Maus sobre las sociedades primitivas para encontrar parámetros de comunicación social más sanos que los actuales. Buena parte de las sociedades precolombinas, en particular, se organizaba a través del intercambio simbólico. Éste no escindía a las personas de su identidad ni de su lugar social. En las sociedades pre-modernas, el que recibía un favor, un regalo, un presente –cualquiera fuera la jerarquía que tuviera- tenía la obligación de retribuirlo.

El intercambio simbólico, así, relacionaba personas, no cosas, como en la sociedad actual.

Afirma que el valor de uso liberal o marxista, como signo natural de la economía, no existía en las sociedades precapitalistas.

En la modernidad tardía, el valor de uso surge de la sacralización de la economía como único lazo social humano. Se lo presenta e impone como el verdadero; el real. Es en lo profundo esta ideología economicista la que mantiene vivo al capitalismo liberal y al hipercapitalismo marxista.

El valor de uso separado del valor de cambio es una trampa en la que cayó Marx. Es una coartada de las diversas formas de capitalismo para que los productos circulen. Se refuerza así el valor de cambio. Es un signo de los tiempos, no una verdad.

En la modernidad tardía la gran organizadora de la vida social humana es la cultura. Pero actualmente esa cultura es básicamente la producción y el consumo de signos. En ella los signos circulan igual que las mercancías.

Nuestra cultura no expresa a un cuerpo social viviente como antaño, religado por fuerzas espirituales. Lo que produce, a la vez, la agonía del capital simbólico y del símbolo como vínculo humano comunitario. Pero como los hombres no podemos vivir sin un capital simbólico que nos agrupe, se crean modelos de simulación. En lo mediático, en lo político y en lo económico.

La cultura actual se hace también reproductora, nos abastece de ideologías, generalmente utópicas o hiperreales, pero obstruye la valoración de nuestras propias experiencias.

La élite no esta separada de la plebe en nuestros días sólo por su poder adquisitivo, sino porque tiene un acceso privilegiado y exclusivo a los signos y a los sentidos culturales que ellos expresan y difunden a través del Poder Mediático.

“Para nosotros los europeos, escribe, las sociedades indígenas americanas eran sociedades de escasez”. No es cierto, afirma: sólo lo eran para nosotros que estamos obsesionados por la producción de bienes de consumo y tratamos siempre de producir, en forma sicológica o marxista, aún cuando ya se hallan cubierto nuestra necesidades reales.

Desgraciadamente los europeos y los norteamericanos han exportado a todo el mundo la economía libidinal freudiana basada en el deseo y la economía política marxista basada en la producción y la reproducción acumulativa sin verdadero sentido. Y esta experiencias hiperreales dominadas por juegos estadísticos de obligatorios e incesantes crecimientos se globalizan incesantemente.

EL PODER MEDIÁTICO Y LO HIPERREAL

Baudrillard es un crítico implacable del Poder Mediático. Estima que los medios de comunicación de masas actuales, en particular la televisión y la radio, fabrican más incomunicación que verdadera comunicación, aunque nos hagan sentir más involucrados que los libros y los materiales escritos.

No podría decirse que los medios masivos de comunicación comuniquen siempre la ideología dominante, pero la ideología de la dominación, propia de lo moderno, está en la forma misma con la que se organizan y se ofrecen los medios y en la división social que establecen entre empresarios audiovisuales y gran público y entre periodistas y escuchas, en la radio, y entre conductores y televidentes en la televisión.

Como ya lo hemos anotado en la introducción Baudrillard va a trabajar sobre el modelo teórico de Roman Jacobson:

Transmisor  –  mensaje – receptor

Codificador –  mensaje – decodificador

La relación entre los primeros y los últimos no es recíproca. No hay la menor traza de intercambio simbólico. No hay ambivalencia ni circularidad. Sólo un medio simulado de comunicación. (Que en lo profundo expresa nuevas formas de dominación sobre las masas).

La codificación del cotidiano noticiario donde se transmiten las noticias del día contiene todo tipo de manipulaciones mediáticas de la realidad: noticias importantes para la población pueden aparecer como secundarias o irrelevantes, o simplemente no aparecer; mientras que otras noticias de carácter puramente sectorial, basada en intereses corporativos o grupales pueden ser difundidas con mucho mayor protagonismo mediático y más insistentemente.

Incluso veía a la Internet como una “versión más veloz” y propia de la incomunicación.

Cada uno de nosotros en la terminal de los juegos de mensajes de la computadora se percibe único y solitario – alejado de toda noción comunitaria-. Existencialmente incomunicado por el exceso de comunicación y por la pérdida ocultada de la vincularidad vital de lo común, de aquellos que no hace seres sociales. (Hay que señalar que Baudrillard no llegó a ver durante su existencia a las redes sociales, las cuales ofrecen intercambios de mayor horizontalidad y complejos protagonismos populares que evocan las figuras de la “multitud” opuesta a la del “imperio global” relatadas por Hart y Negri en dos libros muy leídos a comienzos del siglo XXI).

Estimaba Baudrillard, en una puesta extrema, que los pueblos, siempre que encontraran formas orgánicas para hacerlo, deberían destruir los medios de comunicación masiva, en particular los que concentran excesivo poder, los oligopólicos, con claras tendencias a utilizar y vender su posición dominante.

En su perspectiva, los grandes medios de comunicación actuales repiten el modelo de la dominación de un pequeño grupo social sobre las masas, masificando a los pueblos.

Sólo habría reciprocidad e intercambio simbólico de lo real si hubiera como antaño comunicación verdadera en vez de administración controlada y manipuladora de códigos de información.

LA TRANSPOLÍTICA

Existe una serie de libros de Baudrillard que dedican  su atención a lo político, una actividad, para él, herida en lo profundo por el Poder mediático y por el juego de lo hiperreal y la simulación simbólica.

Entre estos libros podemos mencionar a Las estrategias fatales, América, La izquierda divina y la transparencia del mal.

Sinteticemos algunos de sus principales conceptos políticos:

“Lo real no se borra a favor de lo  imaginario, se borra a favor de lo más real: lo hiperreal”. Los medios enseñan este juego donde la simulación termina siendo más verdadera que lo verdadero.”(1)

“La era de la política fue la de las anomias, crisis, violencias, locuras, revoluciones. La era de la transpolítica es la de la anomalía. Aberraciones sin consecuencias contemporáneas al evento político”.(2)

Hacia fin del siglo XX, Baudrilard encuentra la transpolítica en los EE.UU. y en las grandes naciones europeas. Pero el riesgo de que ésta se traslade en el siglo siguiente a las naciones del mundo menos desarrollado le parecía muy grande, en la medida que el Pode Mediático se globalizaba, al igual que el financiero.

Utiliza figuras no ideológicas para mostrar este fenómeno. En particular, la obesidad, la transparencia y la obscenidad. Son males fisiológicos que ocurren en “la escena del cuerpo”, la gran escena de la posmodernidad.

“La transparencia y la obscenidad de la información nos introducen en un universo desenventualizado”.(3) Al escribir esto está pensando en el concepto de Ereignis en Heidegger, traducido justamente como Acontecimiento o Evento. Fueron pensados por el pensador alemán cuando en la monotonía de los hechos sin sentidos ni soluciones sociales verdaderas surgía casi milagrosamente el Acontecimiento el Evento que producía grandes cambios políticos, culturales y sociales.

Baudrillard encuentra el ejemplo más grande de obesidad en la sociedad norteamericana, que se derrama rápidamente a Europa. “Obesidad de la simulación a imagen de los sistemas actuales que se preñan de tanta información que nunca llegan a parir”(4) Agrega que no es pues “la obesidad de unos cuantos individuos la que se discute, es la de todo un sistema, es la de toda una cultura”. (5)

Cuando la obesidad es muy grande se pierde la idea de las formas , de las funciones, de la posibilidad de una actividad normal. Agrega que en la naturaleza “no existe el animal obeso, de la misma manera que no existe el animal obsceno”.(6)

Baudrillard advierte la dificultad de gestionar la transpolítica: “antes era: a cada cual según sus méritos, luego, a cada cual  según sus necesidades. Más adelante A cada cual según sus deseos, hoy: a cada cual según  su defecto”.(7)

Anota que “si lo falso puede transparentar toda la fuerza de los verdadero, también lo verdadero puede transparentar toda la fuerza de lo falso y esto es la obscenidad”. (8)

En el juego de poder actual “más visible que lo visible, eso es o obsceno (la pornografía del poder). Pero más invisible que lo invisible eso es lo secreto”(9) La escena de cuerpo del poder es del orden de lo visible, pero siempre esconde su fisiología secreta. Pero lo mediático exige transparencia, la que cuando llega a lo secreto, a los invisible se presenta como un mal social. Mientras en “la obscenidadad de todo lo que es incansablemente, filmado, codificado, filtrado y corregido, bajo el gran angular de lo social y de lo moral por la información” se juega con la transparencia y con la obscenidad del poder.(10) Agrega que “todo el mundo debe entregar su secreto (no solo el Estado),flanquear el umbral del silencio y entrar en el espacio inmanente de la comunicación”.(11)

Anota que “existe actualmente toda una pronografía de la información y de la comunicación “ (12) que aprisiona a la político y lo obliga a hacerse “trans”. “Ya no estamos en el drama de la alienación, estamos en el éxtasis de la comunicación”.(13)

Un mundo así exige gestión estratégica. Y estamos llenos de ellas. Hay mucha gestión estratégica por todos lados, pero sin estrategas. Sin un conductor estratégico que la asuma hasta sus últimas posibilidades de realización, las estrategias se vuelven fatales. Son tan azarosas como banales. Esto se hace más visible aún en el campo social.

Muchas veces lo político no termina de advertir que “la televisión se ha apoderado de nosotros de manera radical: el mismo poder es lo que ha pasado ha ser televisivo”.(14) Es imposible ya pensar una elección norteamericana sin que sus dos oponentes y aspirantes a la presidencia no debatan en un encuentro por televisión sus programas.

En su libro América publicado en 1986, Baudrillard anuncia el “Cuarto Mundo” que pasó desapercibido en esos años. Es un libro dedicado a criticar la “fascinante” obesidad

norteamericana. Estima que hasta ese momento se creía que los pobres estaban en el Tercer Mundo. Pero era una pobreza de desarrollo. Los pobres del Tercer mundo vivían y trabajaban con pocos medios. El Cuarto Mundo es un suceso aún más terrible: anuncia la marginación y la pérdida de inclusión en la sociedad del trabajo de enormes masas humana. Pero no ocurre sólo en los países menos económicamente desarrollados sino también en los Estados Unidos y en Europa. “En el Cuarto Mundo, anuncia, caen sectores enteros de nuestras sociedades y países enteros del Tercer Mundo”.(15) Caen en una zona desertizada fruto del creciente desinterés político de grandes sectores de nuestras sociedades por ellos.

Este desinterés, sobre todo de las clases medias, también puede experimentarse como transpolítico.

Nos despedimos aquí de Baudrillard con una observación necesaria. Baudrillar pensó sus sociedades desarrolladas desde perspectivas extremas. Por ello quiero aclarar que yo no coincido con muchas de sus postulaciones y enfoques, pero reconozco , y por ello lo he incluido en nuestro curso que pocos pensadores han llegado tan a fondo en su crítica al Poder Mediático, mostrando sus relaciones, sus funciones y su presencia dominante en la época en la cual vivimos.

 

Citas 1 a 13 Baudrillard Jean Las estrategias fatales. Barcelona. Editorial Anagrama. 1984

Cita 14  Baudrillard Jean La izquierda divina. Barcelona . Editorial Anagrama. 1985

Cita 15  Baudrilllard Jean. América. Barcelona. Editorial Anagrama. 1987

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(1) Capítulo 12 del libro “INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA POLÍTICA. DE PLATÓN A MARX. DE LENIN A PERÓN.

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