Saúl Taborda ante la condición humana. Por Gerardo Oviedo

Saúl Taborda ante la condición humana

Datos biográficos

Saúl Taborda nació el 2 de noviembre de 1885 en su estancia paterna del interior de la provincia argentina de Córdoba. Desarrolla sus estudios primarios en la Escuela Normal de Córdoba, y, posteriormente, los secundarios en el Colegio Nacional del Oeste, de Buenos Aires, egresando finalmente del Colegio Nacional de Rosario, en 1906. Cursa sus estudios universitarios en la carrera de Derecho, en la Universidad Nacional de la Plata, durante 1908-1910, y se doctora 1913, esta vez en la Universidad del Litoral. Allí es nombrado profesor de Sociología en 1920, al tiempo que se desempeña como abogado. La Reforma Universitaria de 1918 lo encuentra como uno de sus principales protagonistas, junto a los jóvenes Deodoro Roca, Raúl Orgaz y Carlos Astrada, todos amigos personales. En 1921 es nombrado rector del Colegio Nacional de la Universidad de la Plata; también es Consejero de la Facultad de Derecho de Córdoba. Pronto, hacia 1922, marcha a cursar estudios en Filosofía a la Universidad de Marburgo. Prosigue los mismos en la Universidad de Zurich, luego en la Universidad de Viena, y finalmente en la Universidad de París. Regresa a la ciudad de Córdoba en 1927, donde reabre su estudio de abogado. Durante ese mismo año co-dirige la Revista Clarín, junto a Carlos Astrada. En 1932 promueve el F.A.N.O.E (Frente de Afirmación del Nuevo Orden Espiritual) junto a otros intelectuales. En 1935 funda la Revista Facundo. En 1937 intenta crear el primer Instituto Pedagógico de la provincia. En 1942 es nombrado ad-honorem para dirigir el Instituto Pedagógico. El ejecutor de las ideas pedagógicas de Saúl Taborda, su discípulo Antonio Sobral, llega a asumir la presidencia del Consejo General de Educación, implementando reformas que cumplen cabalmente con el ideario de su maestro, quien así puede ver en vida parte de su obra llevada a la práctica. Saúl Taborda fallece en la ciudad de Unquillo, en su provincia natal, el 2 junio de 1944.

Concepción del humanismo y de una antropología filosófico-política:

En Saúl Taborda la condición humana es inseparable del ideal de formación de una humanidad hispanoamericana, soberanamente integrada. Nuestro autor forma parte de la gran tradición intelectual del humanismo hispanoamericano, en su caso enriquecido con fuentes filosóficas alemanas, en las que abrevó de manera directa. Influyeron decisivamente en la construcción de su arquitectónica conceptiva el cosmopolitismo pacifista de Kant, el historicismo humanista de Georg Herder, el socialismo económico de Karl Marx, el vitalismo historicista de Whilem Dilthey, la fenomenología gnoseológica de Edmund Husserl y la fenomenología ética de Max Scheler, aunque en sus últimos escritos se deja sentir, por su temario y también por sus citas, el fuerte influjo del nacionalismo integrista de Johann Fichte, de la sociología formalista de Georg Simmel y de la pedagogía formativa de Edward Spranger, que contribuyen a su edificación de un humanismo ecuménico orientado a exaltar el contenido comunitario de la co-existencia social.

Aunque no hay que dejar de decir, si se es fiel a su espíritu, que dicho humanismo fue en todo momento deudor de una motivación anarquista in-declarada, flotante, que oficiaba de ideal último de libertad, sólo metafóricamente aludido, dejándose asir más bien en el revés de trama de su retórica politicista. Por ello, no dejaríamos de ser fieles a su ideario más auténtico si caracterizamos el proyecto teórico tabordiano como la tentativa de elaboración de una antropología política argentina e hispanoamericana de inspiración libertaria y autonomista. Esta dilemática conjunción de motivos tradicionalistas e integristas con aspiraciones libertarias y autonomistas tampoco queda cabalmente reflejada en la recepción de su obra[1], en la que de todos modos prima el reconocimiento de la dimensión nacionalista de su reflexión.

El ideal de humanidad herderiano opone el sentido de la unidad cósmica a la dispersión del mundo que anuncian las ciencias particulares. Es preciso salvar la armonía preestablecida del sentido de la totalidad de la disolución con que la amenaza el capitalismo con sus saberes funcionales, mutiladores de la visión orgánica de la realidad del ser como orbe de cultura. La pedagogía se eleva como praxis conducida de la formación del individuo en la época de la desintegración de la imagen tradicional del mundo, inspirada en ese ideal ecuménico. Las reflexiones antropológicas de Taborda esculpen su ideal pedagógico desde la figura del hombre corpóreo impulsivo y afectivo, consignado teleológicamente a su entorno circundante pero trascendiéndolo en su función simbólica, del que brota su esencia espiritual en conexión con las condiciones prácticas de adaptación y reproducción de la vida. Pero el hombre no es únicamente un ser corporal-anímico, puesto que reposa en la participación de la legalidad sustancial del espíritu, que cualifica su estructura ontológica como persona. El individuo es, por tanto, portador de valores esenciales ideales.

La educación se rige por el principio de la incorporación subjetiva de la objetividad de las creaciones espirituales. En la perspectiva de Taborda el Espíritu es, eminentemente, objetividad, entendiendo por ésta la categoría más formal del lado lógico de la cultura, en el sentido neokantiano de esfera de validez. La objetividad espiritual de la cultura se manifiesta en las producciones culturales de una comunidad histórica de la vida, escorzada en último término como Nación, que es el espacio simbólico fundamental del despliegue del individuo, y por tanto de la mediación de su subjetividad con la realidad objetiva del sentido transmitido. Con Dilthey, Taborda considera que el mundo del hombre como experiencia vital es aclarado por el arte, la historia y las ciencias abstractas. En tanto el artista comprende el alma ajena, por la objetivación de su obra nos hace participar en el mundo interior de la individualidad descubierta por él, de manera que su manifestación estética es el órgano de la comprensión de la vida, que expresa lo típico y lo esencial de la estructura anímica y lo típico y lo esencial de la estructura axiológica, donde se acusa toda fisonomía peculiar dentro del mundo de las relaciones sociales. Asimismo, discurre Taborda en sus Investigaciones Pedagógicas, los actos intencionales pueden dirigirse a otras personas o a la vida de la comunidad, tal como acontece en el amor, en la simpatía, en el darse generoso y en la más alta expresión amistosa, que es la conciencia moral de la solidaridad espiritual y de la corresponsabilidad de todas las personas, y en esta actitud la persona se afirma como miembro de una comunidad total, de cualquier especie que sea, cuya existencia le es dada originariamente en su conciencia como mundo interno y como mundo exterior.

En el dominio del espíritu objetivo se decantan los productos de la cultura. Pero el espíritu objetivo no se define por sus contenidos históricos, cuanto por el sustrato de su creatividad inmanente, que pespuntea el hilo de la temporalidad en cada nuevo espacio de experiencia. Es que la historia es una totalidad: a pesar aún de sus fragmentaciones y sucesiones interrumpidas, conserva su sentido tal como los arcos rotos de un puente conservan intacta la idea del puente, nos dice Taborda, empleando una bella y concisa imagen. El hecho de constituir una totalidad le confiere el carácter de suelo común de todo acontecer de valores y normas. El suelo de la historia, su humus vital, es lugar donde se opera “la autorreflexión de la especie acerca de su esencia, de su origen y de sus esperanzas.” La historicidad entraña el movimiento temporal de la reflexión en la formación de la autoconciencia de un pueblo. Mas esta conciencia experiencial se nutre de “ideales formativos” que cada vez habilitan la hermenéutica de las legaciones del espíritu. La hermenéutica histórica tabordiana, en su celo por captar el flujo vital del hontanar de la autorreflexión argentina, ha hallado en el Facundo la clave formativa de una tradición. La forma viviente y nuda de su contrariado espíritu objetivo, a saber, la nacionalidad misma.

La realización del hombre argentino y el sentido comunal de lo nacional:
sobre “lo facúndico”

Para Taborda, la Nación es una forma de vida cultural que se realiza en el tiempo. En Taborda la Nación no solamente es una comunidad orgánica originaria preformada por una unidad étnico-anímica primordial, que el idioma y la historia elevarían como alma colectiva y conciencia pública, sino que también es un acto espiritual constituyente que según su última ratio procede en términos de guiarse por undestino político, regido por la voluntad. Definir la nación, al modo de Renán, como un acto de voluntad que constituye una asociación de hombres para la vida común concertada por la voluntad plebiscitaria de todos los días, se resuelve, según Taborda, en un concepto de “lo político”. De modo que, prescindiendo de la naturaleza y de la cultura, ese concepto define la nación moderna por el principio orgánico del Estado. La constante que la preside es siempre la unidad nacional que se decide, según dicha premisa, por la voluntad política. Esta es la concepción que subyace a nuestra formación nacional-estatal, que como pueblo formalmente emancipado según una pura organización política estadual, siguió desde la independencia el modelo francés posrevolucionario. Pero esta construcción estatadual obliteró la nacionalidad preexistente, que Taborda descubre en “lo facúndico”.

El “genio nativo” es propiamente lo facúndico, en donde se preserva la esencia de la nacionalidad preexistente. Aquí arraiga el comunalismo federalista, cuya expresión natural es el caudillismo. La falsa modernización estatalista republicana (centralismo unitarista) pretendió suprimir esta raíz comunal castellana, y clausurar la voluntad radical autonomista inherente a su sede genésica telúrica. La unificación estadual conlleva la denegación de la voluntad independiente de las comunas, y la extensión del capitalismo apareja la ruptura del lazo solidario de co-responsabilidad entre el individuo y su grupo, pulverizado bajo la atomización agonal de la sociedad burguesa. Pero la propia esencia telúrica nativa está aunada a la mística del alma castiza, de donde extrae su fondo milenario y su sentido de trascendencia. De modo que la mística española decantada en el nuevo hombre americano es lo que alienta, en último término, el impulso volitivo y anímico que caracteriza la tipología caracterológica facúndica del ser nacional. Taborda eleva así el principio de “lo facúndico” a fisonomía espiritual y destinación histórica, que es lo contrario del diagrama estatal programado para la modernización capitalista:

Cegada por la desestimación del genio nativo, de ese genio que llamamos facúndico porque lo facúndico es lo que imprime sello peculiar a nuestra fisonomía, la política inmigratoria no ha entendido nunca traernos hombres, hombres definidos como ejemplares plenos de humanidad, destinados a enriquecer nuestra humanidad aportándole en la intimidad de la fusión anímica y espiritual la aptitud para aquellos valores que significan una mayor amplitud en la concepción del mundo y de la vida, sino máquinas de trabajo, instrumentos de producción aforados como valores bursátiles por las transacciones capitalistas (Taborda: 1951: 209).

De modo que la preexistencia del estilo de vida de las comunas argentinas en su raigambre castellana constituye la heredad del espíritu objetivo del genio nativo que troquela el alma del pueblo en dirección de la realización de la voluntad política de sus comunas. En síntesis, el federalismo comunalista expresado en el caudillismo, vale decir, la legitimidad inherente de “lo facúndico”, constituye la tradición política radical de la nacionalidad hispanoamericana preexistente. En parte, la Revolución de Mayo realiza el ideario comunalista y, en parte, se desvía del mismo, cuando el unitarismo de tendencia iluminista pretende organizar la cultura en sentido racionalista e individualista. Mas la nacionalidad hispanoamericana contiene el mandato de la politicidad facúndica como el destino de la realización emancipatoria inherente al hombre argentino.

Es entonces en el orden de la tradición donde a juicio de Taborda debe fundamentarse filosóficamente el planteo político radical del comunalismo confederativo, en su carácter de autorrealización política popular válida más allá de la época burguesa y de los límites formales de los regímenes jurídico-políticos liberales (sistemas representativos parlamentarios). Porque la comuna es considerada la unidad instituyente de nuestro federalismo de consejos deliberativos asociados, comúnmente organizada en municipios. Siendo la comuna aquella forma de vida real y concreta definida como un acuerdo armónico y co-responsable del individuo con su agrupamiento humano, el Estado del federalismo comunalista debe basarse en una coordinación democrática sometida al control de sus entidades básicas constituyentes. Entonces el Estado Federal Intercomunal se instituirá por voto directo de los consejos comunales a cargo de los ciudadanos mismos, destinado a romper la hegemonía del Estado Unitario burgués, que ha gobernado las repúblicas americanas hasta el presente.

Transcribimos a continuación lo esencial de las proposiciones políticas programáticas del temario del comunalismo federalista (Taborda: 1997-1998):

  • La comuna es la base esencial de nuestro federalismo. La comuna es aquella forma de vida real y concreta definida como un acuerdo armónico y co-responsable del individuo con su medio social.
  • Todas las comunas argentinas, tanto las ya existentes como las que se formen en lo sucesivo, integran en igualdad de derechos, la estructura política del federalismo comunalista.
  • De acuerdo al concepto de la comuna que queda expresado, el Estado del federalismo comunalista es una coordinación democrática sometida al contralor de las entidades constituyentes.
  • En ningún caso y por ningún motivo el Estado federal tendrá facultades discrecionales. Todos sus actos estarán sujetos a la revisión por parte de las comunas.
  • El Estado federal se constituirá por el voto directo de los consejos comunales.

La función axiológica de la tradición y
los límites inmanentes de la democracia burguesa

La pérdida de un cosmos de valores culturales que sirva de complexión orgánica donde repose el orden político de la vida civil, abre el camino al nihilismo disgregante y a la rehabilitación del despotismo bajo formas representativas aparentes, que en la sociedad burguesa se inviste como técnica parlamentaria. Cuestión esta de la representación formal que atañe a la democracia en su médula vital. Porque en lacrisis de la democracia está en juego el destino del hombre. De modo que la alternativa de la hora -para el Taborda de 1936- es el destino del hombre -de su comunidad política como filía– en la época de la crisis de la democracia liberal, y de la descomposición de la concepción burguesa del mundo, grávida de individualismo egoísta y cientismo deshistorizado. La moderna democracia representativa creó el problema de la formación de la voluntad general y de la cuestión de la norma de derecho calculada para conciliar los intereses contradictorios, partiendo del supuesto axiomático -iusnaturalista- de un estado agonal subsistente en la coexistencia de los miembros del cuerpo político. De modo que la instauración de un cosmos axiológico fundamental aparece en Taborda como la vía regia de la recuperación de la nacionalidad ocluida por una modernización catastrófica, fagocitada por la unilateralidad alienadora del imperialismo expansivo y del corporativismo partidocrático. Esta concepción del Estado tutelar afirmado sobre un contrato entre los individuos que queda justificado en términos de derecho natural, entra en crisis por la contraposición que establece entre los derechos del hombre y la coacción jurídica, por un lado, y la paradoja de la voluntad general donde no tiene lugar la unanimidad empírica, por el otro. Al justificarse según una doctrina individualista, la voluntad estatal niega en la mecánica parlamentaria el supuesto constitucional de la preexistencia de un todo pactado de la nación. La democratización de masas y la industrialización de las “ciudades tentaculares” presionan sobre los límites internos y externos del Estado, que en las condiciones del capitalismo monopólico se torna una corporación más, forzándolo a competir en el mismo terreno que le proponen la lucha de intereses de los grandes negocios y la manipulación comercial de la opinión pública. La cuestión cardinal de la política hispanoamericana es entonces la realización de la auténtica democracia: la de las comunas autoorganizadas.

Si el destino del hombre no depende sólo de las fuerzas económicas puestas en marcha por la modernización capitalista, la actitud de las masas animadas por un ideal ético posee una función histórica creadora más allá de todo determinismo material, economicista. Pero ese sentimiento ético debe arraigar en algún punto firme: Taborda lo encuentra en el “alma precapitalista”. Allí reside el elemento tradicional en su esencia hermenéuticamente despejable. No es que esta alma precapitalista flote en una niebla indeterminada. Por ello hay que buscar en el animismo colectivo la figura de un hombre movido por un ideal de justicia que le dicta su fondo emocional. Mas ese ideal atañe al hombre total, y por tanto al socialismo. La conciliación entre el hispanismo precapitalista (la tradición orientadora) y el socialismo revolucionario (la modernidad emancipatoria) tiene un elemento mediador: la reforma agraria. Es decir la disposición colectiva de los bienes del suelo en cuanto reapropiación de la tierra por parte de la comunidad. Puesto que la tierra es a la vez medio de producción y sede genésica del sentido cósmico y sagrado de la existencia. La tradición demoradical hispanoamericana preanuncia así el socialismo en su pretensión anti-liberal de superación, o dicho más hegelianamente, de la abolición de la democracia puramente formal:

Libres las manos de trabas tradicionales y de prevenciones hereditarias, las repúblicas americanas llegaron a la vida autónoma en el amanecer risueño de una civilización que se anunció con signos felices y promisores. Antes que flameara sobre las viejas sociedades la bandera roja de 1848, antes que el credo marxiano clarease los talleres y las fábricas, antes que las almas se inflamaran con las vehementes aspiraciones de humanidad, de justicia social y de mejoramiento proletario, la conciencia de América, trasponiendo los horizontes de la democracia parlamentaria, había medido con exactitud los transitorios e insuficientes recursos de la política liberal (Taborda: 1934: 70).

Pero esta dirección hacia la realización de una democracia sustantiva americana no es posible encararla sin un concepto de lo político. El fenómeno de lo político no se da en el hombre aislado sino en la comunidad, en la relación entre el y el yo y, por tanto, se nutre de un contexto de amor y de fuerza. Lo político es un acontecer vital originario anterior a la democracia concebida como forma de gobierno fundada en la voluntad popular y a las contradicciones económicas capitalistas. El fenómeno de lo político se expresa, según Carl Schmitt, en la relación amigo-enemigo, que atañe a aquello que respecto a una comunidad aumenta la fuerza y aquello que la amenaza. La idea del enemigo alude existencialmente a otro, es decir, a un extraño con el que son posibles conflictos existenciales. La determinación del concepto de lo político prescinde de toda concomitancia moral, estética o económica, y de cualquier otra consideración espiritual. La figura del enemigo pertenece a cada pueblo de un modo exclusivo y excluyente:

La dualidad amigo-enemigo se refiere siempre a la actitud de un pueblo como tal frente a otro pueblo como tal; pues, acusa, dentro del pluriverso político que es el mundo, una situación de lucha que, por no ser susceptible de ser allanada ni por las normas ni por el arbitraje de un tercero en discordia, infunde a las partes comprometidas la más fuerte conciencia de una unión o de una desunión, de la cual se nutre el concepto existencial de la enemistad (Taborda: 1936:71).

Todo el fenómeno de lo político se caracteriza por la voluntad de poder que, movida de amor, dimana la fuerza de la unión. El deseo de poder circula en todos los agrupamientos humanos como su pathos fundamental. Pero es en el descubrimiento del moderno racionalismo que lo político asume su radical sustancia potente como praxis deliberativa obrante. El discernimiento puesto al servicio de la vida política entraña la afirmación del poder de la razón. Puesto que el poder de la razón pone en movimiento lo político en un sentido deliberativo. Su actividad señala aquel momento en que el hombre se desprende del favor de la providencia y se adueña así de su propio destino, es decir, a partir de la deliberación fundada en la razón. De modo que la democracia se refiere a una pluralidad –demos– de individuos razonadores de una comunidad que, al menos en un buen número, dialogan, deliberan y deciden sobre las cuestiones de la comunidad. Grecia creó la democracia y la creó porque creó la razón, sentencia Taborda ciñéndose a Schmitt. De manera tal que, en tanto fenómeno originario y permanente, la deliberación es la que le concierne de pleno derecho: ella le comunica un sello de plebiscito y la distingue de toda otra manifestación de lo político. Si bien lo político no se manifiesta exclusivamente en la democracia, el absolutismo es lo opuesto a la democracia; y el absolutismo es también una expresión de lo político. Corresponde, entonces, definir el absolutismo diciendo que es aquel sistema político que excluye la deliberación; aunque conviene aclarar que la democracia formal, privando a una parte de la población de las gestiones de la cosa pública, se comporta como absolutismo, es decir como la recaída despótica de la gobernabilidad burocrático-parlamentaria que elude fácticamente el pleno ejercicio de la soberanía popular concreta.

Pero en el concepto de lo político debe subrayarse la amistad, señala Taborda, y no la enemistad, como sucede en Schmitt. Es la amistad política el centro esencial de la democracia concreta americana y, por tanto, el corazón práctico de una filosofía americana que no hace una denegación racionalista del pathos del amor que pulsa su voluntad de poder liberadora.

La guerra civil mundial y el pacifismo argentino

A partir de su exégesis del pacifismo alberdiano, Taborda observa que “dominando el afán de esta hora, está el deseo, la aspiración unánime y vehemente de excogitar un medio que en lo sucesivo haga imposible el crimen de la guerra”. Taborda, en efecto, resume la teoría alberdiana del pacifismo indicando la unicidad del derecho para todo el género humano como ley jurídica universal. Las fuerzas morales inherentes a su propia naturaleza, la industria universalizada y el intercambio comercial irrestricto, así como la consolidación de cada país bajo un gobierno común, de igual manera contribuirán a esta asociación de pueblos que facilitará la sustitución de las naciones beligerantes por los tribunales destinados a resolver pacíficamente la contiendas. Taborda reivindica “para nuestro alto pensador la gloria de haber sabido enriquecer con ella el idearium americano.”

Para Taborda, sólo el ideal político de la democracia socialista es aquél que se fundamenta apodícticamente en los valores universales del humanismo orientado a la liberación de los oprimidos con un sentido de totalidad orgánica, es decir, instituyendo la estructura de lo estatal como una forma de conciencia. De ahí que la conceptuación de la democracia socialista implica necesariamente afirmar la superación de la mera soberanía electoral en beneficio de la soberanía popular integral. No habría otra resolución política verdaderamente humana  para la realización pacifista de una amistad cosmopolita perpetua:

Para hacer efectiva la paz duradera y para satisfacer con ella el anhelo íntimo de todos los pueblos, es necesario modificar la antigua noción de la democracia ligando de una vez su régimen a la idea de fundamentales innovaciones en la estructura social; es necesario dejar de lado las rectificaciones formales y hendir la piqueta en la propia naturaleza de los valores de vida; es necesario crear una orientación integral que no solo tenga espedita la vía del comicio sino que también ponga al servicio de todos los seres humanos la riqueza, la justicia, la moral , la ciencia, la cultura y el arte, en una palabra, todos los elementos nobles que aseguran, que realzan y que dignifican la vida (Taborda: 1933: 172).

Es de la constatación del agotamiento del régimen parlamentario del republicanismo burgués que Taborda reafirma la concepción de la soberanía del humanismo liberal de Alberdi, imprimiéndole una inflexión socialista, a su vez concebida como reforma moral e intelectual del pueblo-nación. Al adoptar la tesis del Estado armado como forma de despotismo interior que se expresa como fuerza bélica exterior, Taborda vuelve revolucionariamente contra las repúblicas burguesas en su fase de expansión imperialista, el humanismo liberal de Alberdi. Así, su crítica del imperialismo parte del humanismo alberdiano:

Órgano de tiranía en la vida interna, este Estado de clase es también, a virtud de su propia dinámica, una potencia de dominación en lo externo. Solo está contenido ahí por la fuerza de los Estados que coexisten en el tiempo y lo limitan en el espacio. Se define, pues, como una franca negación del internacionalismo y de la humanidad (Taborda: 1933: 173).

De ahí que con un Alberdi leído ahora desde Karl Marx y Carl Schmitt, Taborda detectará en la formación de los Estados liberales la condición agonal de una internacionalización de la política en forma de estado crónico de guerra civil mundial. Este combate a muerte entre pueblos agredidos y pueblos agresores del globo aparece como la conversión espacial y fronteriza de una invariancia epocal del género alienado bajo la forma de vida burguesa: la lucha entre potencias económicamente dominantes. Entonces el despotismo formal (absolutismo partidocrático) hacia el interior del Estado liberal como vigilante nocturno, se expresa necesariamente como imperialismo expansivo y belicismo exterminador hacia el exterior, es decir como sojuzgamiento belicista hacia el resto de los pueblos del globo:

Cuando Alberdi atribuyó una función esencialmente beligerante a la legislación romana, no tomó el signo por cosa significada […] Vió claro, así, que detrás del código y de la ley está el orden establecido y que, toda vez que este reposa sobre una constante beligerancia de clase y de fracciones, todas sus manifestaciones, en lo interno como en lo externo, hacia dentro y hacia fuera, deben ser necesariamente, de acentuado carácter guerrero (1933: 174).

Hasta aquí hemos pasado somera revista a los ejes fundamentales del “ideario argentino” de Saúl Taborda. No hemos querido dejar de aludir a los temas cruciales que obsesionaron su mentalidad teórica: la proposición de un programa de reformas educativas dirigido al rescate de las tradiciones nativas con un sentido de soberanía cultural y universalismo espiritual; el autonomismo comunal como clave anarco-nacionalista de la formación de la voluntad popular; la superación de la crisis existencial-política de la democracia liberal y la necesidad de elaborar un concepto de “lo político” referido al lazo amistoso y filial de la co-responsabilidad solidaria; la búsqueda de una filosofía autóctona de la nacionalidad hispanoamericana de inspiración radicalmente humanista; el problema del estado de guerra civil mundial y la posición del humanismo pacifista argentino guiado por un ideal ecuménico de justicia, entre otras preocupaciones de índole estética, hablan de una obra que todavía merece devotos lectores y, desde ya, ejecutores prácticos. En ella se despliega su concepción de la condición humana, que es también la condición del hombre americano emancipado. Indicar la perentoria pertinencia de su pensamiento para la hora actual sería acotar una nota redundante.

Bibliografía de obras citadas:

  • Chávez, Fermín. Civilización y Barbarie en la Historia de la Cultura Argentina. Buenos Aires: Teoría, 1974.
  • Dotti, Jorge. Carl Schmitt en Argentina. Quilmes: Homo Sapiens, 2000.
  • Farré, Luis. “Saúl Taborda”. Cincuenta años de Filosofía en Argentina (Prólogo de Coriolano Alberini). Buenos Aires: Peuser, 1958.
  • Hernández Arregui, Juan José. La formación de la conciencia nacional (1930-1960). Buenos Aires: Plus Ultra, 1974.
  • Romero, José Luis. El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX. México: FCE, 1965.
  • Taborda, Saúl. Investigaciones Pedagógicas, Tomo II. Córdoba: Ateneo Filosófico de Córdoba- Assandri, 1951.
  • ______. “Artículos de Facundo”. Revista ESTUDIOS 9 (1997- 1998).
  • ______. La crisis espiritual y el ideario argentino. Santa Fe: Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral, 1934.
  • ______. “El fenómeno político”. AAVV. Homenaje a Bergson Córdoba: Instituto de Filosofía, 1936.
  • Vázquez, Juan Adolfo. “Saúl Taborda”. Antología filosófica argentina del siglo XX. Buenos Aires: Eudeba, 1965.

Bibliografía del autor[2]:

Libros:

  • Taborda, Saúl Alejandro. Reflexiones sobre el ideal político de América. Córdoba: Imprenta Elzeviriana, 1918.
  • ______. Consideraciones en torno a los proyectos de ley universitaria. Córdoba: Imprenta de la Universidad Nacional de Córdoba, 1932.
  • ______. La crisis espiritual y el ideario argentino. Santa Fe: Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral, 1934 (Reedición: 1945).
  • ______. Investigaciones Pedagógicas, Vol. I y II, (Prólogo: Santiago Monserrat). Córdoba:  Ateneo Filosófico de Córdoba- Assandri, 1951.
  • ______. La psicología y la pedagogía. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofía y Humanidades, 1959.
  • ______. Facundo, (Selección: Horacio Sanguinetti; Epílogo: Santiago Monserrat). Buenos Aires: Perrot- Cuadernos del Centro de Derecho y Ciencias Sociales, f.u.b.a., Nº 10, 1959; 58 pp.
  • ______. La argentinidad preexistente, (Selección y Estudio Preliminar: Fermín Chávez). Buenos Aires: Docencia, 1988.
  • ______. Investigaciones Pedagógicas, (Selección y Prólogo: Gustavo Cirigliano). Buenos Aires: Marymar, 1993.

Artículos:

  • Taborda, Saúl Alejandro. “El problema agrario”. Nosotros 124 (septiembre 1919).
  • ______. “La nueva conciencia histórica”. Humanidades I, Universidad Nacional de La Plata (1921): pp. 94-106.
  • ______. “La elección del rector”. Cátedra Universitaria 2 (1921).
  • ______. “Chinchigasta y yo. Respuesta al Dr Alejandro korn”. Nosotros 266 (1931).
  • ______. “Niñez- Juventud”. Nosotros 276 (1932).
  • ______. “Significado, trascendencia y evolución del sentido reformista”. Crítica (15-06-32).
  • ______. “Análisis de la Universidad”. Revista de la Enseñanza I-1 (1933)-(Este escrito posteriormente forma parte de “Investigaciones Pedagógicas”).
  • ______. Facundo. Crítica y polémica. Director saúl taborda, Córdoba, Argentina, 1935-1939:
    N° 1 (1935), 8 pp, indice: Meditación de Barranca Yaco / Una “Historia de la Nación Argentina” /La unificación de los impuestos / Dos líneas a Doll, por Saúl Taborda / En torno al ’90.
    N° 2 (1935); 5 pp, indice: Esquema de nuestro comunalismo / Tribulación ministerial.
    N° 3 (1935); 6 pp, indice: El Código Civil y la vida / Acotaciones al “Anti Marx”de Hugo Calzetti / Pantomima de Ginebra.
    N° 4 (1936); 8 pp, indice: Comuna y federalismo / Temario del comunalismo federalista / Proposiciones fundamentales / El fenómeno político / Las comunas coloniales / Términos precisos.
    N° 5 (1938); 26 pp, indice: Sarmiento y las posibilidades de un Arte nacional, por Santiago Monserrat / Filosofía de Sarmiento hombre, por Manuel Gonzalo Casas / Sarmiento y el ideal pedagógico, por Saúl Taborda /Revolución y comunidad histórica, por Oscar Marcó del Pont / Temario del Comunitarismo federalista.
    N° 6 (1939); 6 pp, indice: La declaración de Lima, por Saúl Taborda.
    N° 7 (1939); 5 pp, indice: Comunalismo y justicia, por Saúl Taborda.
  • ______. “El fenómeno político”. VVAA. Homenaje a Bergson. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba- Instituto de Filosofía, 1936. pp. 65-95.
  • ______. “Descartes y el ideal pedagógico”. AAVV. Escritos en Honor de Descartes. Universidad Nacional de la Plata, 1938. pp. 301-327.
  • ______. “El objeto pedagógico en los valores religiosos”. Educación 1 ( noviembre 1942): 1-21
  • ______. “Bibliografía: La psicología pedagógica”. Educación 2 (noviembre 1943): 73-76
  • ______. “Córdoba o la concepción etnopolítica de la ciudad”. Tiempo Nuevo (1947).
  • ______. “Curriculum Vitae del Dr. Saúl Taborda, Artículos de Facundo, Artículos de Tiempo Vivo”. ESTUDIOS 9 (1997- 1998). Universidad Nacional de Córdoba, Centro de Estudios Avanzados.

Bibliografía sobre Saúl Taborda:

  • Barreiro, José P. “Una crisis espiritual argentina: La transición de Saúl Taborda”. Sagitario 1 (1955).
  • Biagini, Hugo E. Panorama filosófico argentino. Buenos Aires: Eudeba, 1985.
  • ______. Filosofía americana e identidad. Buenos Aires: Eudeba, 1989.
  • ______. La reforma universitaria. Antecedentes y Consecuentes. Buenos Aires: Leviatán, 2000.
  • Caturelli, Alberto. “La filosofía como pedagogía en Saúl Taborda”. La filosofía en la Argentina actual. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1971.
  • ______. “El pensamiento de Saúl Taborda”. Cuadernos de Filosofía XV- 22-23 (1975).
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Notas

[1] Si bien no puede decirse que la figura de Saúl Taborda fuese preterida y cegada de la genealogía del pensamiento argentino del siglo XX –sobre todo en el ámbito cordobés, donde han tenido curso continuadas tareas de recepción interna-, también es cierto que no es un autor que goce de un amplio reconocimiento bibliográfico, y mucho menos doctrinario, a nivel nacional (vaya en esto una nota de la condición argentina). Acaso debamos a José Luis Romero, en El desarrollo de las ideas en la sociedad argentinas del siglo XX (1965), su incorporación liminar a la galería de la ensayística vernácula, aunque ya había sido elevado a pensador nacional en 1956 -en clave nacional-populista- por Fermín Chávez, en su Civilización y Barbarie -luego paradójicamente desalojado de allí por Juan José Hernández Arregui, en La formación de la conciencia nacional, de 1962, que le debía al filósofo cordobés más de la cuenta en cuanto a su socialismo nacional-. Pero a Taborda finalmente le llegó la hora de ser colocado en el panteón canónico de la historia de la filosofía académica en Argentina -precedido por el estudio señero de Luis Farré en 50 años de Filosofía Argentina, de 1958, y por el intento más bien didáctico de Juan Adolfo Vázquez en su Antología filosófica argentina del siglo XX, de 1965-, quedando su consagración, ahora, a cargo de Alberto Caturelli -precedido por su propio intento de 1971, a raíz del II Congreso Nacional de Filosofía- cuya contribución al campo de la historia de la filosofía argentina es irreprochable por su caudalosa erudición, aunque tal vez no pueda decirse lo mismo de la ontología política que la anima. Sucedió en el célebre número doble de los Cuadernos de Filosofía del Instituto de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, en 1975, donde compartía su puesto de fundador de la “filosofía normalizada” (expresión de Francisco Romero que recogía Eugenio Pucciarelli) junto a un calificado elenco compuesto por Coriolano Alberini, Alejandro Korn, Alberto Rougés, el propio F. Romero, Carlos Astrada, entre otros algo más jóvenes, como Vicente Fatone y Luis Juan Guerrero. Su última gran aparición en la historia académica de las ideas la debemos al monumental trabajo de recepción schmittiana realizado por Jorge Eugenio Dotti en su Carl Schmitt en Argentina (2000), nuevamente inscripto nuestro filósofo en la no demasiado cómoda figura de intelectual nacionalista. Actualmente el joven sociólogo Matías Rodeiro -nieto de Manuel Rodeiro- está preparando una selección de los escritos políticos de Taborda con un estudio preliminar sobre su obra, en donde se revele más bien su pertenencia al espectro ideológico de las izquierdas y su no fácil adscripción a las tradiciones libertarias, seguramente a aparecer en 2005.

[2] Agradezco a Matías Rodeiro su aporte para la confección de esta bibliografía de Saúl Taborda, en la que prescindo de referir sus escritos literarios (poesía y novela) y de crítica estética (teoría del arte), así como sus manuscritos autógrafos.

Gerardo Oviedo
Actualizado, Noviembre 2004

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