Debates sobre la Nación: el Aporte de Raúl Scalabrini Ortíz. Por Francisco José Pestanha

Ponencia publicada en ocasión del Congreso de Filosofía “Conmemoración del Primer Congreso Nacional de Filosofía 1949-2009”.

https://es.scribd.com/document/269934654/Ponencias-Congreso-de-Filosofia-UNCuyo-09

 

“El pueblo que ha concurrido a la escuela Argentina ha aprendido una cantidad respetabilísima de conocimientos de historia, geografía, gramática y otras materias, pero ignora de un modo absoluto su situación real y actual de pueblo encadenado a una dictadura económica que lo hunde silenciosa e implacable en la miseria el hambre, la corrupción y el crimen.” MANUEL ORTIZ PEREYRA

RAÚL SCALABRINI ORTIZ nos ha legado, entre otros descollantes aportes teóricos, una formulación no tan bien difundida pero que a mi criterio, adquiere hoy una virtualidad altamente significativa. Me refiero a aquella que subyace en El Hombre que está solo y espera,  pero que se manifiesta expresamente en una obra publicada en 1946 a, Yrigoyen y Perón,  bajo el subtítulo Principios básicos de un orden revolucionario  y que reseña su tesis sobre nuestra nacionalidad.

Como todo producto teórico, y debido al proceso de la intertextualidad, pueden encontrarse en dicha tesis, nítidas huellas de -entre otros- MANUEL ORTIZ PEREYRA y de JOSÉ VASCONCELOS, sin dejar de mencionar la notable y evidente influencia que ejerció sobre el “hombrecito de los ferrocarriles” el periodista y patriota JOSÉ LUIS TORRES. Con la intención que el eventual lector pueda tomar cabal noción de los alcances de dicha enunciación, voy a transcribir a continuación, una serie de párrafos especialmente seleccionados, para posteriormente, efectuar sobre ellos unas breves consideraciones -no sin señalar a modo liminar- que dicha tesis fue formulada en el marco de una convulsionada época, donde debate sobre las nacionalidades se encontraba dominado por el criterio de homogeneización étnico-racial proveniente del modelo Alemán.

Enseñaba por entonces SCALABRINI que ”

… para no errar en el método y soluciones que se preconicen para encarar y resolver los urgentes problemas sociales que atañen a grandes núcleos de la población y los problemas nacionales que atañen a todos sin distinción, será indispensable tomar constantemente en consideración los poderosos factores telúricos y étnicos que obran en el espíritu argentino para entenderlo y en cierta manera, universalizarlo en su comprensión (…) La inmensa distancia que nos separa de nuestros orígenes nos acerca en espíritu a las civilizaciones autóctonas que estuvieron aquí y que fueron aniquiladas por el hombre blanco, porque el tiempo es equivalente a la distancia en acción y la distancia no es nada más que el tiempo que está acostado(…) Estamos en esta tierra como si estuviéramos en una Isla. Esa insularidad como la distancia que nos separa del hemisferio boreal, sin que nosotros lo sepamos influyen en la definición de nuestro temperamento con un ahínco mucho más tenaz del que podría suponerse (…) Parte no despreciable de la grandeza británica halló su raíz en el carácter insular ( …) El aislamiento isleño tiende a dar a sus habitantes una homogeneidad difícil de alcanzar en los pueblos continentales y una solidaridad que se ajusta en la necesidad de resolver sin ayudas ajenas la eventualidad de los acontecimientos.”

Y prosigue,

“… la amalgama de aportes inmigratorios y de elementos  primigenios de la tierra se acelera en esa inusitada unidad en que se funden sin esfuerzo el residente de larga fecha y el recién venido que asiste con azoro a la transmutación de sus intimidades más celosas (…) Para las doctrinas racistas esa heterogeneidad de origen es una tara inamortizable que se expresa en  palabras de resonancias ofensivas: Pueblos mestizos. Pero en esa pluralidad de origen reside justamente una de las firmes esperanzas de la grandeza Argentina. El producto de procreaciones sucesivas de seres idénticos tiende a conformar seres especializados en que las cualidades no fundamentales se relajan hasta desaparecer. El MONOGENO es por naturaleza incomprensivo, intolerante, y por tanto, específicamente negado a la política y al ingenio que su realización requiere y el ingenio de la política es la manifestación más alta de la inteligencia humana.”

Así, “… el MULTIGENO, el ser de orígenes plurales, tiene brechas abiertas hacia todos los horizontes de la comprensión tolerante. En cada dirección de la vida, hay un antecedente que le instruye en una benigna coparticipación de sentimientos. Nada de lo humano le es ajeno. Nada humano le sorprende y asiste al espectáculo de la vida como si todo hubiera sido suyo. El arquetipo del argentino es el hijo primero de nadie que tiene que prolongarlo todo (…) Los pueblos que se caracterizaron por su ingenio político fueron multígenos (…) Los monógenos son técnicos y los técnicos estuvieron siempre en subordinación de los políticos. La grandeza del hombre no se mide por su capacidad técnica, se mide por su aptitud para sentir e interpretar la mayor suma de almas, base de toda acción política.”

Y concluye

“Sobre estos cuatro pilares: el aislamiento, la insularidad, la unidad territorial y la pluralidad de origen se asienta la estabilidad inconmovible de la grandeza auténtica de esa muchedumbre sudorosa que el 17 de octubre cubría la plaza de mayo y colmaba sus espacios con un solo reclamo articulado con la devoción de quien expresa la raíz suficiente de su propia razón de ser.”

Como surge nítidamente de los textos, el autor plantea cuatro ejes sobre los que a su criterio, debería abordarse la cuestión de la nacionalidad: La insularidad estructural y el consecuente aislamiento (hechos que considera positivos a los efectos cohesivos), la unidad territorial, y por último la pluralidad de origen. Si bien todos los aspectos tratados por el autor resultan relevantes y deberían constituirse en objetos centrales de la investigación académica, voy a concentrarme en este trabajo en el último aspecto, es decir, en la pluralidad de origen. SCALABRINI visualizaba en su época la conformación de dos tipos nacionales de acuerdo a la configuración étnico-racial de sus componentes; Las MONÓGENAS, es decir aquellas dotadas de una estructura étnico racial homogénea, y las MULTIGENAS, es decir aquellas conformadas a partir de la pluralidad de origen. El autor ubicaba Iberoamérica en general, y a nuestro país en particular, dentro de esta segunda categoría. El carácter MULTÍGENO de una nación lo determina el nivel de mixtura racial y cultural. Dicho fenómeno para SCALABRINI se erige en el carácter más significativo y relevante de nuestra nacionalidad, y sobre tal evento, depositó sus mayores expectativas. He aquí una muestra más de la lucidez de don RAÚL, quien en su tiempo, no sólo visualizó los desafíos cadavez más complejos a los que deberá enfrentarse el ser humano, sino además, advirtió sobre las potencialidades que presupone la existencia en el seno de nuestra comunidad de componentes plurales, para la comprensión y resolución de dichos desafíos.

Cabe interrogarse cuál fue la razón por la que desde diversos sectores de la vida argentina esta conformación plural fue y es vista en la actualidad como signo de debilidad. Para responder a dicha incógnita debe entenderse que aún hoy, desde ciertos sectores de nuestra intelligentzia, emerge una postura racista que, aunque no lo suficientemente explícita, presupone la preeminencia de ciertas razas sobre otras. El modelo de nación pan-germánica desarrollado durante el siglo pasado por ejemplo -y aún a pesar de la derrota del eje- sigue siendo puesto como modelo de nación exitosa. Formulaciones similares se esbozan sobre Sajones y Nipones. Ambas tienden a identificar la homogeneidad con la fortaleza y el mestizaje con la debilidad. La vindicación del componente plural de nuestra raza no resulta una enunciación original de SCALABRINI.

Ya a principios del siglo pasado, el mexicano VASCONCELOS en su Raza Cósmica  definía una tesis sobre la multigenidad. Pero la importancia del pensamiento SCALABRINIANO en ese sentido radica en el meduloso análisis de las potencias de un emergente plural especifico, el nuestro, el argentino. En esta línea de ideas, debe tenerse en consideración un dato de la realidad incontrastable: nuestra América es testigo y protagonista a la vez de la formación de naciones de base plural. Tanto el modelo sajón como el iberoamericano presuponen la convivencia de particularismos. Ante tal antecedente, puede uno perfectamente interrogarse sobre la existencia de diferencias entre un modelo y otro, y de existir tales diferencias, cuáles son las consecuencias prácticas. Para responder a tal enigma, hay que forzosamente retrotraerse al período de la conquista y allí encontraremos las primeras claves para develarlo. El proceso de conquista en la América del norte por parte de los sajones no contempló la menor posibilidad de mixtura racial. Los Cuáqueros poblaron inicialmente el este del continente con familias provenientes de la Britania, y posteriormente, avanzaron hacia el oeste eliminando todo vestigio posible de las comunidades originarias. En todo este proceso existió un verdadero tabú sexual tendiente a la protección racial, un verdadero mecanismo de preservación étnica cuyo origen puede encontrarse -entre otras razones- en el nítido carácter insular de la Gran Bretaña.

Por el contrario, dentro del sistema diseñado por los íberos a partir de las capitulaciones y demás normas e instituciones que establecieron la relación entre la España y La América, la mixtura estaba perfectamente contemplada. Cabe destacar ya que la mismísima España llega estos lares luego de amplios períodos de profundo mestizaje, y que los contingentes iniciales de expedicionarios eran de hombres solos. La diferencia surge a primera vista. La nación del norte fue erigida a partir de la preservación absoluta de los componentes étnico-culturales del mundo sajón, y ulteriormente, ante la necesidad del ampliar las bases humanas, se diseñó un “sueño americano”, es decir un conjunto de valores abarcativos que permitieran la integración nacional. En cierto sentido la nacionalidad americana es de base contractual. Resulta un verdadero contrato de adhesión. La del sur por su parte surgió a partir de la mixturación. No hubo tabú sexual. La mezcla inicial entre lo español y lo originario, determinó no solamente el surgimiento de un producto sociológico relevante, es decir de una raza nueva, sino también una forma específica de constitución de la nacionalidad a partir del entrelazamiento. El modelo de nacionalidad entonces no partió de preeminencia y la convocatoria de un componente racial determinado, sino muy por el contrario, emergió y emerge del sustrato, se construye a partir de relaciones que se producen en el sustrato social.

De allí, las dificultades para establecer un destino y un sentido común, pero a la vez, su potencialidad extraordinaria.

SCALABRINI comprendió la importancia estratégica de la pluralidad de origen y nos legó una tesis que bien valdría la pena profundizar. Aunque desde algún sector pueda tacharse de anacrónico este debate, recomiendo a los eternos contreras tomarse el trabajo de analizar las líneas de investigación en el campo de sociología de naciones tan particulares como los EEUU, Inglaterra o Alemania, y además, observar sin anteojeras, los eventos políticos que están aconteciendo en el mundo, los que de por sí, obligan a reactualizar polémica sobre la constitución de la nacionalidades.

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