LA ARGENTINA BICONTINENTAL: Por Fabián Brown y Francisco Pestanha*

Publicada en Revista Escenarios UPCN.

 

LA ARGENTINA BICONTINENTAL 

La construcción de una idea sustentada en los hechos que debe adoptarse como política de estado.

Por Fabián Brown y Francisco Pestanha*

“Todos los países, sean grandes o pequeños, fuertes o débiles, deben gozar de igualdad de derechos en las relaciones internacionales. Su soberanía y su integridad territorial deben ser respetadas, nunca violadas”.

Zhou Enlai

 

José Hernández en un artículo publicado en el mes de noviembre de 1869 en el periódico Río de la Plata, sostuvo como advertencia hacia las generaciones postreras que los “(…) pueblos necesitan del territorio con el que han nacido a la vida política, como se necesita del aire para la libre expansión de los pulmones. Arrebatarle un pedazo de su territorio, es arrebatarle un derecho. Ya no es el alarde de la fuerza el que apoya una gestión cualquiera en el mundo diplomático. Los gobiernos han comprendido ya, que no hay otra fuerza legítima y respetable que la fuerza del derecho y de la justicia; que el abuso no se legitima jamás, e imprime un sello odioso sobre la frente de los que lo consuman”[1].

Mediante tal advertencia Hernández, procuró prevenir a las futuras descendencias de país sobre la significativa relación existente entre el ser humano y su entorno natural, pero también sobre sobre la importancia estratégica y económica del archipiélago de Malvinas y del atlántico sur.

El autor del Martín Fierro no se equivocó en su estrategia. Merced a advertencias como la suya, la cuestión Malvinas aún se halla plenamente inserta en nuestro espíritu y se manifiesta en los continuos afanes para reivindicar nuestros derechos ilegítimamente conculcados por el Reino Unido de Gran Bretaña.

La vindicación permanente sobre nuestras islas no solamente se limitó a la cuestión diplomática. Se extendió a los ámbitos culturales y educativos. Solamente basta recordar como ejemplo las previsiones de  la Ley 11.904 que encomendó a la Comisión de Bibliotecas Populares la “(…) traducción al español y la publicación oficial de la obra  de Paul Groussac “Les Iles Malouines”[2]  junto a  las notas y documentos que componen el original. La norma preveía además la realización de un compendio de la obra y contenía la orden de impresión de ediciones populares destinadas, entre otros, a los institutos de la enseñanza de toda la nación y su distribución gratuita a las instituciones internacionales con las que la Comisión mantuviera canje internacional.

El compendio finalmente publicado cuyo ejemplar tenemos a la vista finalizara con el siguiente párrafo del autor: (…) La actitud de la República Argentina que no ha cesado en protestar contra la usurpación es buena y hay que sostenerla. Se aferra a su derecho y no quiere ceder. No cabe admitir que los efectos sean nulos por el hecho que el detentador conserve la posesión ilegitima y disfrute de ella sin ser perturbado. La resistencia obstinada al hecho cumplido no ha sido estéril. En principio ha proporcionado un ejemplo- en el doble sentido de la expresión- a la enseñanza de la catedra y del libro: es decir incorporar al actual derecho de gentes, según lo prueba la lectura de tratados y repertorios especiales, esta noción, esencial en la especie; que la cuestión de las Islas Malvinas es Cuestión pendiente[3]

Como no hacer referencia también al libro de Alfredo Palacios Las Islas Malvinas Archipiélago argentino publicado por la editorial Claridad en 1934.                       

Las reclamaciones de nuestro país sobre las Islas fueron continuas. Por razones de espacio nos limitaremos a mencionar el mayor éxito diplomático acontecido el 16 de diciembre de 1965 durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Allí nuestro país obtuvo una declaración de la comunidad internacional que estableció que la cuestión Malvinas se encontraba encuadrada en la Resolución 1514 (mediante las cuál se habían establecieron las condiciones para el reconocimiento de la independencia de los países y pueblos sujetos a situaciones coloniales) y en tanto que gran Bretaña, debía descolonizar las islas excluyéndose en la declaración el principio de autodeterminación.

La cuestión territorial pendiente en  el país no se limita a las Malvinas, Islas adyacentes y mar territorial, se extiende además hacia nuestras pretensiones respecto a la Antártida Argentina, anhelo que ya se encuentra incorporado plenamente en nuestra comunidad y que se exterioriza en la nominación de barrios, calles, plazas, escuelas, entidades deportivas, empresas y en un significativo conglomerado de instituciones y expresiones que, a lo largo y a lo ancho del nuestro territorio, demuestran constituir una aspiración viva de nuestra identidad nacional.

Las nuevas generaciones no pueden ignorar los esfuerzos que diversas progenies del país han realizado respecto al territorio Antártico, empeños que, en un futuro no tan lejano, han de ser evaluados por la comunidad internacional y que el sector reclamado entrará en disputa con el Reino Unido de Gran Bretaña quién ensayará fundar sus derechos en la “posesión ilegítima y colonial” de las Islas Malvinas.

Considerando que Antártida y Malvinas constituyen parte de una misma articulación espacial y una aspiración territorial de la nación argentina, el objeto de estas breves líneas es presentar al lector un recorte de la historia del desarrollo de una idea: “la Argentina bicontinental”, ubicando sus orígenes, cómo se fue construyéndose en el tiempo a través de experiencias, testimonios y proyectos que, progresivamente, se fueron encarnando en el nuestra comunidad instituirse ser parte activa de un proyecto de país con una base material que incluye al Atlántico Sur y la Antártida de manera integral.

 

Sobre el planteo de un conflicto

En noviembre de 1869, el entonces comandante Augusto Lasserre, al regreso de sus travesías por los “mares del Sur”, publicó una crónica de su recorrido en periódico Río de la Plata cuyo director era José Hernández. En su recorrido, Lasserre había visitado las Islas Malvinas en varias oportunidades y había trabado amistad con ciudadanos escoceses residentes en ellas. En ella narraba la presencia de argentinos que vivían en el archipiélago “(…) después de la injusta ocupación inglesa…”. José Hernández interesado en la crónica, escribió sosteniendo entre otros conceptos los citados al comienzo del texto y otros como: (…)  los argentinos, especialmente, no han podido olvidar que se trata de una parte muy importante del territorio nacional, usurpada a merced de circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en la que la nacionalidad luchaba aún con los escollos opuestos a su definitiva organización. Se concibe y se explica fácilmente ese sentimiento profundo y celoso de los pueblos por la integridad de su territorio, y que la usurpación de un solo palmo de tierra inquiete su existencia futura, como si se nos arrebatara un pedazo de nuestra carne[4].

Diez años después, la Argentina se hallaba en los confines de un prolongado proceso histórico. Durante el gobierno de Nicolás Avellaneda, el Ejército había reducido la rebelión encabezada por Mitre en 1874 y la insurrección comandada por López Jordán en 1876 consiguiendo el Estado Nacional, tras más de 70 años de guerras civiles, las bases de un orden precario y cuestionable, al que le restaba confrontar aún con la autonomía más poderosa, la Provincia de Buenos Aires.

En ese contexto,  Julio Argentino Roca, por ese entonces Ministro de Guerra eleva al Congreso de la Nación las Memorias de ese Ministerio, en las que argumenta la necesidad de lograr un mayor presupuesto, en razón que  “…La República Argentina, cuya situación geográfica especial, la hace dueña de un inmenso litoral, bañado por mares y ríos caudalosos, necesita más que ningún estado americano , tener una marina lo suficiente para proteger su comercio, defender sus puertos y a aquellos que en la vía constante del progreso, se tendrán que habitar en las vasta costa que baña el Atlántico hasta el Cabo de Hornos…” y agrega “…Las grandes naciones navales del mundo como la Francia, la España, Inglaterra e Italia, deben su preponderancia marítima, al resultado de perfeccionamientos constantes…”[5].

Domingo Faustino Sarmiento por su parte refutará vehementemente al Ministro de Guerra en un artículo publicado en el diario El Nacional: “(…) Al sur, desde el Río de la Plata a Magallanes, no tiene territorios que, por la opulencia y variedad de su vegetación, por la profundidad y utilidad de los ríos que desembocan al océano, prometan servir de asiento a grandes y florecientes ciudades. Habrán villorrios en puertos mal abrigados, y por tanto poco frecuentados; pero los Nueva Orleans, los Nueva York, o los Chicagos, están en terrenos, en puertos, y en ríos, y en circunstancias en que estuvieron y están las grandes ciudades, que se desenvuelven porque el suelo o el comercio los alimenta. Nosotros necesitamos por el contrario reconcentrar nuestras fuerzas, dentro del Río de la Plata, a lo largo de sus anuentes, hacia arriba, en Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y el Chaco hasta ambas márgenes del Bermejo, porque la naturaleza es propicia, el clima genial, los ríos, caminos que andan. Necesitamos llenar los huecos despoblados entre una y otra plantación, acortar las distancias, para abaratar los fletes (…) para poblar las tierras del Sur, y crear aquellas imaginarias ciudades del país despojado de vegetación, sin ríos navegables, ni puertos, sin ser camino a ninguna parte, ni encrucijada de rutas comerciales, siéntese la necesidad de crear una marina y dotarla de naves, blindados, paquetes, avisos y cañoneras…”

Y continuará:

“…Las marinas son la mano de hierro con que las grandes naciones, nadie más que ellas, extienden su dominio a través de los mares. Cuando la Inglaterra tiene trescientos encorazados o vapores de guerra y cañones de mil libras no es permitido a los débiles andar sin su permiso y su compasión en los mares. Hoy no hay marinos, ni escuadras para los pequeños. A nosotros nos está vedado tener buques, porque el buque de guerra es aforrado con plata, no con’ cobre, como el antiguo de vela, y clavado con oro. Un cañón inglés o uno norte-americano, vale todas nuestras posibles carabelas y tendríamos que arriar bandera. La navegación de los mares es un lujo que no se permiten sino los grandes de la tierra…”[6].

Consideramos que en éste debate se encontrará el nudo  gordiano de la idea de la bicontinentalidad ya que el desarrollo humano y geopolítico de la Argentina necesariamente habría de colisionar con los intereses británicos. Roca planteará el desarrollo y Sarmiento advertirá el potencial conflicto con la potencia marítima.

 

El comienzo de la disputa

Veinticinco años después la segunda revolución industrial Gran Bretaña estaba en plena expansión y nítidamente se había erigido en patrona de una división internacional del trabajo que tenía a la Argentina como una proveedora exclusiva de materias primas. El país había duplicado su población como consecuencia de un vasto proceso inmigratorio proveniente del sur de Europa y el norte de África como también un flujo de inversiones extranjeras directas en ferrocarriles, puertos y empresas de servicios vinculados al comercio exterior. El segundo gobierno de Roca, puso un especial énfasis en las cuestiones territoriales construyendo un ferrocarril al Neuquén, un puerto de aguas profundas en Bahía Blanca y la fundación de ciudades en el litoral marítimo del Atlántico Sur.

En 1902, arribó a Buenos Aires el buque sueco Antartic a cargo del geólogo Otto Nordenskjold quien planeaba instalar una base científica en la Antártida. El gobierno decidió apoyar la expedición sueca con la condición que formara parte de la misma un joven oficial de Armada, el alférez José María Sobral quien poseía conocimientos en meteorología. En la isla Cerro Nevado, próxima a la península antártica, se construyó un refugio en el cual seis integrantes de la expedición pasarían el invierno. Sin embargo, en noviembre de 1903, su rescate se complicó porque el Antartic, a causa del mar congelado, no pudo llegar a destino y debió dejar otros cuatro marinos en Bahía Esperanza.

Ante la ausencia de noticias del Antartic, el gobierno argentino decidió enviar a la corbeta Uruguay para esclarecer la situación, al mando del teniente Julián Irizar. En noviembre, arribó a la isla Cerro Nevado, dónde se encontraba Sobral, Nordenskjold y el resto de la tripulación que se había logrado reunir en el refugio. A su regreso, Sobral escribirá un libro sobre sus experiencias antárticas donde, entre otros conceptos, manifestará que : “ (…) aunque a muchos no les parezca, nuestros intereses en los mares del Sud, están en juego; de los pasos que demos estos años, dependerá nuestros derechos en los venideros, todo lo que está al Este del meridiano 70, es nuestra natural herencia y no debemos abandonarla; exploremos el Sud que todavía no sabemos todas las riquezas que nos puede dar” .[7]

Un año después de esta experiencia, el gobierno argentino comprará una estación meteorológica construida por una expedición escocesa en la Isla Laurie, en el archipiélago de las Orcadas del Sur. Desde entonces, la Argentina mantiene presencia permanente en el continente Antártico. Al mismo tiempo, se creó la Compañía Argentina de Pesca que empezó a operar en Orcadas y en Gritviken. Estas actividades argentinas provocarán la primera reacción de Gran Bretaña mediante él envió a las Georgias del Sur de un buque de guerra que obligó a los pescadores a arriar la bandera nacional y firmar contrato de locación.  A partir de entonces, la tensión entre ambos países tuvo como epicentro este archipiélago.

A fin de formalizar su reclamo de soberanía ante la comunidad internacional, Gran Bretaña emitió, el 21 de julio de 1908, una carta patente, mediante la cual manifestó enfáticamente su pretensión sobre todos los espacios marítimos, insulares y continentales entre el paralelo de 50° y los meridianos de 20° y 80° que incluían parte de la Patagonia Austral Chilena y Argentina.

Como conclusión, en la primera década del siglo XX, las actividades argentinas y chilenas en los mares del Sur, particularmente, la instalación permanente de una base argentina en las Orcadas fue la causa por la cual Gran Bretaña decidió formalizar sus aspiraciones en el Atlántico Sur y la Antártida.

 

El Magno Asunto

En el período entreguerras, Gran Bretaña vio limitada su actividad en el Atlántico Sur, mientras que Chile y Argentina, sin formular una política de Estado, multiplicaron sus exploraciones hacia los mares antárticos, dejando testimonios que avalaran sus aspiraciones y adquiriendo experiencias que contribuyeron fortalecer la presencia sudamericana en ese continente. Ejemplo de ello es la creación, por Decreto N.° 61.852/40, del primer órgano antártico argentino: la Comisión Nacional del Antártico, y un año más tarde, el Instituto Geográfico Militar publicará mapas que mostraban la futura reivindicación argentina entre los paralelos de 25° O y 75° O.

El 8 de noviembre de 1942, la Armada Argentina desembarcó en la isla Decepción tomando posesión formal del territorio continental antártico, mediante la colocación de un cilindro que contenía un acta y una bandera. La ceremonia estuvo al mando del capitán de fragata Alberto J. Oddera. Al año siguiente Gran Bretaña, en plena guerra mundial, se tomó el tiempo de enviar un buque a remover testimonios argentinos y chilenos. Argentina respondió removiendo la bandera británica.

Frente al avance de los países sudamericanos[8], Gran Bretaña dispuso la realización de la Operación Tabarin destinada a emplazar las primeras bases permanentes “(…) no casualmente instaladas tres de ellas en los lugares visitados por el ARA 1° de Mayo (Isla Decepción, Puerto Lockroy y Bahía Margarita) y una en la emblemática Bahía Esperanza, más una quinta, sin dotación, en las Islas Orcadas, donde Argentina poseía su propia estación…”[9].

A medida que la guerra se desarrollaba, la relación entre Argentina y los Estados Unidos se deterioraba cada vez más a raíz de la presión realizada por el Departamento de Estado, a fin de alinear a Sudamérica con la declaración de guerra al Eje, cuestión que afectaba a los intereses del sector exportador argentino.

Con el fin de la II guerra, en mayo de 1945, la injerencia de Estados Unidos fue manifiesta y directa intentando articular desde su embajada a la oposición al gobierno emergido por la revolución de 1943. Con la firma de los tratados de Bretton Woods y la creación de la ONU se comenzaba a conformar un orden político supranacional de posguerra que encontraba a la Argentina aislada por cuanto hubo de requerirse del apoyo sudamericano para ser aceptada como miembro de esa Organización. Sin embargo, pese a los desafíos, el 17 de octubre, el pueblo argentino ratificó el liderazgo de Perón, abriéndose de este modo las puertas a una salida electoral que lo llevó a la Presidencia.

Gustavo Cirigliano sostiene que un proyecto de país conlleva una concepción espacial (el territorio deseado). Perón se propuso formular y llevar a cabo un proyecto.

La gestión de Perón inmediatamente va a encarar pasos decisivos orientados hacia la configuración territorial que la historia y el desarrollo humano deseable de nuestro pueblo señalaban como una aspiración. Así fue que, una de las primeras medidas del gobierno peronista fue dictar el decreto N° 8944 que definió el espacio insular, marítimo y continental,  reclamado como Antártida Argentina entre los meridianos 25° y 74° (el del extremo oriental de las islas Sandwich del Sur) de longitud Oeste.

 A partir de este acto, la disputa territorial con Gran Bretaña adquiría real dimensión: ya no se circunscribirá a la cuestión Malvinas sino que, tal actitud, pondrá en cuestión la presencia colonial europea el Atlántico Sur y la Antártida. Pueden encontrarse numerosísimas expresiones en tal sentido. Por ejemplo, en el mensaje del Presidente al Congreso con motivo de la apertura de las sesiones ordinarias de 1949 dando cuenta de las gestiones internacionales emprendidas en el período anterior. Así enunciara “(…) Hemos expuesto claramente nuestras opiniones sobre nuestras Malvinas y  la zona Antártica”[10] . Por su parte en la reseña ministerial se sostendrá “(…) al proclamar los derechos argentinos sobre los suelos del sur, sobre la Antártida, ante la opinión internacional reafirma una vez más que su trabajo diario por la consagración de su política de pacificación, no es anhelo de renunciamiento , ni menos negación de lo que constituye una posesión determinada por la jurisdicción indiscutida e indiscutible de la argentina sobre la zona austral (…) asimismo, hemos ratificado nuestros inobjetables derechos sobre las Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich de Sur”[11]  A este desafío sudamericano contra el colonialismo europeo, Perón lo llamará “el Magno Asunto o Asunto Magno”, conflicto donde se juega el destino de la patria en la lucha por los recursos que aseguren el desarrollo y bienestar de las generaciones venideras.

Como se ha señalado, el contexto no era sencillo, ya en el verano de 1947, Estados Unidos, preocupado por la posible existencia de una base alemana en la Antártida, emprendió la “Operación Highjump”, la mayor expedición realizada hasta nuestros días hacia ese continente, con más de 5.000 efectivos y una flota de 13 buques que incluyeron portaviones, submarinos, destructores y transportes de tropas. La operación estuvo al mando del Almirante Byrd[12] quien encontró serios problemas para cumplir las metas impuestas, sufrió muchas bajas y pérdidas de equipo, debiendo replegarse anticipadamente.

Frente a la presencia militar de Estados Unidos y Gran Bretaña, Perón buscó el acercamiento a República de Chile con quien acordó, en 1948, que nuestras naciones llevarían una estrategia común basada en:

I)  Que ambos Gobiernos actuarán de común acuerdo en la protección y defensa jurídica de sus derechos en la Antártida Sudamericana, comprendida entre los meridianos 25° y 90°, de longitud oeste de Greenwich, en cuyos territorios se reconocen Chile y la República Argentina indiscutibles derechos de soberanía.

II)  Que están de acuerdo en continuar su acción administrativa, de exploración, vigilancia y fomento en la región de frontera no definida de sus respectivas zonas antárticas, dentro de un espíritu de cooperación recíproca.

III) Que, a la mayor brevedad, y, en todo caso, en el curso del presente año, proseguirán las negociaciones hasta llegar a la concertación de un tratado chileno-argentino de demarcación de límites en la Antártida Sudamericana.

La decisión estratégica Argentina fue parte sustancial de la Constitución sancionada en 1949, publicándose ese año por primera vez el mapa bicontinental, al tiempo que se preparaba la expedición para ocupación permanente del continente blanco.

La Primera Expedición Científica zarpó, el 12 de febrero de 1951, al mando del Capitán de Ultramar Santiago FARRELL, compuesta por 3 oficiales, 3 Suboficiales y 3 civiles y, el 21 de marzo de 1951, fundaron la base San Martín en la península Antártica. La Segunda Expedición: Compuesta por 10 integrantes civiles y militares. Desde San Martín realizaron patrullas de exploración y reconocimiento territorial y se fundó la Base Esperanza.

El 21 mayo de 1952, el Presidente Perón pronunció un discurso en el que expuso claramente, el argumento del interés argentino en la Antártida:

“…Hemos querido que sobre esas tierras comenzasen actividades argentinas que nos diesen, con la familiaridad de su permanente ocupación, una impresión y una situación de vida argentina en territorio argentino. Sobre estas tierras nadie tiene derechos, en buena fe, sino solamente los chilenos y argentinos. Pero desgraciadamente, no es la buena fe la que rige la vida de los hombres en la tierra y hasta que esta buena fe no llegue, los derechos nos serán siempre quizás discutidos por aquellos que pretenden lo que no deben ni pudieron pretender en derecho ni en justicia.

Los argumentos para discutir derechos de posesión sobre la Antártida llegan desde los más anacrónicos hasta los más inverosímiles. Hay quien dice que siendo la Antártida una continuación de las Malvinas también les pertenece la Antártida. Esto me recuerda a mí el caso de un señor que llevó un perro de mi casa y después me hizo un pleito por la cadena.

 Creo que esta actividad, que recién comienza para la Antártida Argentina, debió haber empezado hace cincuenta años, pero poco hubiéramos hecho con lamentarnos si a nosotros no se nos hubiera ocurrido empezar ahora, para que dentro de cincuenta años otros argentinos tuvieran que lamentarse por lo que nosotros no hemos hecho. Y fieles  a nuestro concepto de que mejor que decir es hacer, hemos comenzado por hacer lo que debió haberse hecho hace cincuenta años…”[13].

Durante su gestión la comisión Nacional del antártico será refuncionalizada. Dentro de los objetivos de la comisión nacional del antártico se encontraba el (…) despertar la conciencia popular sobre la cuestión antártica resultaba para el gobierno condición sine qua non para acompañar una empresa de la envergadura en la que se había involucrado el gobierno. La difusión y la concientización, además, contribuirían a dotar de una mística que sirviera de estímulo a todos los poderes públicos nacionales competentes en la defensa de los títulos jurídicos, históricos y geográficos en los que el país sustentaba la vindicación[14].

Una fuerte conciencia antártica implicaba además el respaldo a la presencia argentina en el continente austral. Aquí el rol “…del Coronel Hernán Pujato resultará vital y su labor aún resuena desde la historia en las nuevas generaciones. En 1949, Pujato presentará a Perón un plan que incluía la instalación de bases científicas y poblacionales en la Antártida, así como la creación de un instituto a efectos de promover la investigación científica. A tales fines, Pujato será comisionado a los Estados Unidos y Groenlandia con el objetivo de adquirir conocimientos técnicos de supervivencia en áreas de condiciones climáticas extremas. El ímpetu de Pujato lo llevará a realizar numerosas expediciones, a promover la adquisición de un rompehielos, a fundar la base más austral del continente, y a presidir el recientemente creado Instituto Antártico Argentino[15].

Para el año 1952 se encontraban operativos: El destacamento Naval Melchior (isla Observatorio), El destacamento Naval Decepción (isla Decepción), el destacamento Naval Almirante Brown, el destacamento Naval Esperanza (Bahía Esperanza), el observatorio Naval Orcadas (Isla Lauri) y la Base General San Martín (Bahía Margarita)[16]

 

Conclusión

La concepción de una Argentina bicontinental fue el resultado de un proceso histórico que tuvo como protagonistas a varias generaciones de compatriotas quienes con sus sueños, anhelos y esfuerzos fueron conociendo y apropiándose de paisajes que lograron transmitir al resto de la comunidad quien, finalmente, incorporó sus espacios como parte indisoluble de la identidad nacional.

Con la presencia argentina en Orcadas del Sur, desde 1904, el conflicto del Atlántico Sur adquirió una nueva dimensión que Gran Bretaña comprendió y respondió con la Carta Intención de 1908.

El Presidente Perón tomó una decisión trascendente proclamar el Sector Antártico Argentino pues, a partir de ese momento, la Argentina disputó formalmente todo el Atlántico Sur a Gran Bretaña. La Antártida Argentina fue considerada por Perón como “el Asunto Magno” porque su integración a Sudamérica representa la lucha por recursos fundamentales para el desarrollo humano y sustentable de las generaciones venideras.

También demostró que la integración sudamericana era el camino a transitar por nuestros pueblos, en la construcción de un gran actor internacional que logre defender los recursos necesarios para alcanzar los sueños nacionales inconclusos.

Cabe por ultimo señalar por último que el “(…) mapa bicontinental consagrado discretamente en el año 2010 mediante Ley 26.651, coloca a las nuevas generaciones de argentinos y argentinas ante la dimensión, en escala, de un territorio que incluye su extensísimo litoral marítimo y un considerable sector del continente antártico que es reivindicado por nuestro país. Bien vale advertir que la norma precitada no sólo establece que dicho mapa constituirá referencia cartográfica obligatoria en todos los niveles y modalidades del sistema educativo, sino también, prescribe su exhibición pública en todos los organismos nacionales y provinciales[17].

Anhelamos el día en que las irredentas islas regresen a patria y nuestros límites se extiendan prologándose hacia el sur. Además, que el colonialismo será un tema del pasado. Tal vez ese día la Argentina bicontinental, como parte de una entidad sudamericana, será reconocida finalmente por el mundo.

Separados somos indefendibles, juntos somos inconquistables

Juan Perón

 

*Fabián Brown y Francisco Pestanha: son profesores Titulares Ordinarios del Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano de la Universidad Nacional de Lanús.

[1] Hernández, José: Las Islas Malvinas. Joaquín Gil Editor. 1952.

[2] Artículo 1 de la ley 11904.

[3] Las Islas Malvinas. Compendio de la obra de Paul Groussac para los institutos de enseñanza de la Nación. Editada por Talleres Gráficos Argentinos. 1936.

[4] Hernández, José: Las Islas Malvinas. Ibídem.

[5] Ministerio de Guerra: Memorias año 1878. Archivo General de la Nación, Pág. 16

[6] Sarmiento, Domingo Faustino: Diario El Nacional, 7 de junio de 1879, Obras Completas. Pág. 165.

[7]Fontana, Pablo: La Pugna Antártica, Guazuvirá Ediciones, 2013, Pág. 72.

[8] Fontana, Pablo: La Pugna Antártica. Ibídem. Pág. 75

[9] Fontana, Pablo: La Pugna Antártica. Ibídem. Pág. 80

[10]  Juan D. Perón:  Mensaje Presidencial al Honorable congreso de la Nación 82 período legislativo. Año 1848. Publicado por la Presidencia de la Nación- Enlace interministerial.

[11]  Juan D. Perón: Mensaje Presidencial. Ibídem.

[12]  Fontana, Pablo: La Pugna Antártica. Ibídem. Pág. 81

[13] Ibid, Pago 102

[14] Pestanha, Francisco y Guillermo Carrasco: El Magno Asunto… ibídem

[15] Pestanha, Francisco y Guillermo Carrasco: El Magno Asunto… ibídem

[16] Fuente: Soria, Alberto Aníbal. La vida en la Antártida. Editorial Kraft. Año 1954.

[17] Pestanha, Francisco y Guillermo Carrasco: El Magno Asunto Revista Viento Sur. Unla. 21 mayo, 2016.

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