Porologo al Libro de Julián Otal Landi “El jóven Fermín Chávez”. Por Francisco José Pestanha

Prólogo

 

“Una revolución en América es absurda, no se comprende,

sino como una revolución con bases culturales profundas

y con una visión muy clara

de lo que debe hacerse en materia del espíritu”.

Fermín Chávez[1]

 

 

Contadas veces nuestra existencia nos da la oportunidad de prologar un libro que, para quien les escribe, no solo satisface el afán de introducirse en aspectos poco conocidos de un pensador determinado y en el sistema de relaciones intelectuales y culturales que fueron constituyendo su pensamiento y acción: esta obra significa también la feliz oportunidad de sacar a la luz un profuso anexo documental que exhibe las múltiples facetas y preocupaciones de un argentino entrañable, sobre el cual ha recaído -y aún recae- un sugestivo manto de opacidad.

He sostenido enfáticamente en innumerables oportunidades que, a mi criterio, Fermín Chávez es el pensador que con mayor claridad, precisión y profundidad comprendió integralmente ese complejo fenómeno político y cultural que constituyó el primer peronismo. Desde su primera juventud, Chávez asistió al alumbramiento de un movimiento que, al tiempo de instituirse políticamente como aluvional, se propuso como objetivo fundamental consagrar la soberanía integral del país e instaurar una comunidad en la que imperara plenamente la justicia social. Sin embargo, la asistencia de Chávez no fue pasiva: se comprometió con ese movimiento desde lo más profundo de su ser, asumiendo las consecuencias con la valentía y la sabiduría que solo detentan los grandes.

Desde los sectores más rancios y turbados de la intelligentzia suele observarse a los “intelectuales” consagrados como seres dotados de cualidades extraordinarias que los conducen a destacarse sobre los demás. Se elimina así la historicidad que es constituyente esencial de toda identidad: a la vez de caracterizarse por poseer un dispositivo racional sensitivo, nuestra especie es histórica y es en esa historicidad donde se fundamentan nuestra forma de ser o de estar siendo, nuestras prácticas, nuestras conductas, anhelos y logros.

En ese sentido Fermín Chávez reúne una doble condición: la de haber nacido con eseóleo sagrado de Samuel que lo emplazó en el sitial de uno de los referentes más destacados del pensamiento nacional, y la de estar al mismo tiempo constituido por un núcleo de sensaciones e intuiciones que lo condujeron a la construcción de un sistema de relaciones personales, intelectuales y culturales que le facilitó un acercamiento extensivo a todas las particularidades de aquel primer peronismo.

La reconocida curiosidad que caracterizó su niñez; el impulso inicial de Fray Reginaldo Saldaña entrelazado con los relatos familiares de Doña Martiniana; una temprana vocación sacerdotal que le permitió inmiscuirse en la filosofía y la epistemología; su paso por la escuela apostólica de Córdoba y luego por el Cuzco -donde pudo visibilizar claramente esa maravillosa y original amalgama que es parte esencial de la historicidad de Nuestra América-; la relación intelectual con los hombres y mujeres del nacionalismo de aquellos tiempos y con los filósofos que constituyeron la pléyade que batalló incansablemente contra un positivismo filosófico incorporado  de manera acrítica; sus relaciones con los hombres y mujeres de la cultura que acompañaron al primer peronismo, en especial con quienes integraron la peña “Eva Perón”; sus relaciones con los intelectuales de la incipiente izquierda nacional -inclusive del marxismo-, y fundamentalmente con una insondable multitud de hombres y mujeres que protagonizaron el sustrato virtuoso de aquel primer peronismo. Experiencias, sensaciones y capacidades de un pensador que supo ver y sentir el espíritu de los pueblos.

Hijo de Gregoria Urbana Giménez y de Eleuterio Chávez, Fermín Chávez nació el 13 de julio de 1924 en El Pueblito, provincia de Entre Ríos: un marco ecológico y cultural alejado de la contaminación elitista que irradiaba el régimen oligárquico consagrado después de las guerras civiles, donde Fermín se vinculó con la tierra que había visto nacer a sus antepasados. Más tarde testigo del surgimiento de una modalidad especifica de conducción de lo público -incomprendida aún por las Academias-, Fermín Chávez fue el pensador sencillo y luminoso, con plena capacidad de proyectar el futuro sobre una profunda base histórica.

El texto que hoy prologamos es a la vez un anhelo y un homenaje.

Un anhelo ya que su joven autor, con inteligencia, sagacidad y profesionalismo, recogió esas botellas marechalianas arrojadas al mar comprendiendo que un autor, sus sistemas de relaciones y su producción, son atemporales y terminan rompiendo el cerco impuesto por la necedad para erigirse, como Fermín, definitivamente en clásicos. Al mismo tiempo, el libro es uno de los tantos homenajes póstumos a quien en vida consagró fama, fortuna y libertad a la imprescindible epopeya por la liberación material, cultural y espiritual de la Patria. Quien escribe este prólogo es fiel testigo de la displicencia y el menoscabo que Fermín padeció inclusive desde sus propias filas, desde ese peronismo que contribuyó a germinar y resistir, y que él irónicamente llamó aperonobios.

No conozco autor de la ya vasta historia del peronismo que haya impulsado a tantas argentinas y tantos argentinos a comprometerse con las causas esenciales del movimiento nacional. Desde sus interminables giras por el territorio de la Patria, en las que jamás exigióni dinero, ni cantidad de público, ni kilómetros a recorrer (las tres ni, las llamaba él); desde una labor historiográfica que puso en jaque a aquellos acríticos seguidores de modas escolásticas, propulsores de un republicanismo ahistórico que contribuyó -directa o indirectamente- a la formulación de un relato histórico parcial y a veces ajeno a la tradición de nuestro país; desde su rol de editor, en que a partir de la generosidad que lo caracterizaba convocó a autoras y autores con diferentes perspectivas ejerciendo la verdadera democracia sustantiva; desde su labor como escritor, dejando una huella que desgraciadamente en la actualidad sigue bajo fuego de una vulgata que intenta desnaturalizar su obra (me refiero a su anhelada Epistemología de la Periferia, aquella “episteme de la periferia para salir de la periferia”).

Entre los maestros poetas encuadrados en la tradición hernandiana, Fermín comprendió que,desde los tiempos de Homero, los pueblos expresan a través de la poesía sus conflictos, anhelos y esperanzas. Él encontró en la poesía gauchesca, y en la gauchipolítica en particular, una de las esencias políticas de lo argentino: comprendió que una etapa sustancial de nuestra original historia solo podía ser captada a partir de una profunda interpretación de lo poético no entendido desde las formas, sino desde la sustancia.

Si la vida me lo hubiera permitido, daría lo que no poseo para haber participado en las tertulias que Fermín compartió con poetas y poetisas durante toda su vida y en especial con Julia Prilutzky Farny, Samuel Chichilnisky,Castiñeira de Dios, Fernández Unsain, Eva Perón y otros tantos. Ellos entendieron como pocos que en Nuestra América, mas allá de las vulgares e insustanciales opiniones de los materialistas de turno, la cultura popular constituye el ámbito más insondable de la libertad y es por lo tanto labor de los trabajadores de la cultura desentrañar las ideologías o doctrinas que constituyen los instrumentos de dominación. La precisa interpretación de tales sentires, anhelos y expectativas, es cuestión de los pensadores que, a partir de categorías originales, deben constituir la epistemología para la periferia: no para estancarse en ella, sino para salir de ella mediante el adecuado ejercicio de la percepción y la apercepción.

Es evidente que el estudio del sistema de relaciones intelectuales de Fermín Chávez no puede agotarse aquí. Soy plenamente consciente de las dificultades que se presentan a los investigadores para determinarlas con la mayor precisión posible. La incomprensión, la persecución física y simbólica y el menosprecio han atentado contra la posibilidad de obtener los datos necesarios para lograr este objetivo. No obstante, los datos incluidos en el texto nos conducen hacia nuevas aperturas y hacia nuevas líneas. Tal vez sea esta su mayor riqueza.

Un apartado especial es el anexo documental, ya que muestra con nitidez las distintas facetas y preocupaciones de Chávez en cuatro aspectos principales: la cultura popular, la historia, la poesía y la comunicación, dando así cuenta de una versatilidad pocas veces vista en autores dedicados a preocupaciones similares.

Estos textos anexos, por su riqueza, otorgan al libro un volumen extraordinario. Nos presentan además principios y reflexiones escasamente difundidos, que se extienden desde sus profundas críticas al existencialismo hasta su rol como articulista y ensayista y a la valoración especial de su intuición poética.

Finalmente quiero dar cuenta del esfuerzo realizado por el autor, de su constancia y perseverancia y de su inteligencia para detectar los rasgos esenciales de un autor argentino hasta el tuétano, que aún sigue siendo menospreciado por una Academia obstinada en acoplarse amigablemente a un sinnúmero de modas escolásticas.

En tiempos cercanos a una nueva conmemoración del 24 de marzo de 1976, cuando junto con el genocidio se produjo un peronicidio-concepto que hemos instaurado recientemente-, una labor investigativa sobre la obra de Fermín Chávez como la que hoy nos presenta Julián Otal Landi se torna indispensable, ya que trae a la actualidad instrumentos para retomar el camino de aquel paradigma civilizacional que tantas satisfacciones propuso a los argentinos y argentinas que, tanto ayer como hoy,han sido excluidos de la vida, la dignidad y la ciudadanía.

[1] En RIVERA, J.B. (1975): “La Argentina es deformada cuando termina el caudillaje”, revista Crisis, mayo 1975.

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