El “cupo femenino” ¿A que minoría protege?

Por Eduardo Rosa

La ley que obliga a incluir una mujer cada dos candidatos masculinos no resiste el menor análisis.
¿Es que trata de corregir una veda o una prohibición que excluiría a las mujeres de alguna parte?
Es cierto que la política es tradicionalmente un ámbito masculino, pero no es porque haya trabas formales para que las mujeres ingresen sino que es sencillamente porque HAY POCAS MUJERES A LAS QUE LE INTERESE LA POLÍTICA.
Ingresamos a la política llevados por una vocación de hacer conocer y, si es posible, ganar voluntades; llevando nuestras ideas de PATRIA, JUSTICIA y hasta ECONOMÍA; que, con diversos acentos y diversas urgencias, todos tenemos como la mejor forma de proveer al bien común.
Generalmente ingresamos por la vía de la MILITANCIA.
¿Esto está vedado a las mujeres?
De ninguna manera. Son tan hábiles para pegar carteles o concurrir a una asamblea como los hombres.
Y es más: generalmente manejan mejor el idioma y encuentran rápidamente las palabras adecuadas, cuando la repuesta rápida es la esgrima que terminará imponiendo una opinión.
Años atrás, cuando la niña se sometía a la disciplina tradicional, la calle, lugar donde preferiblemente se milita, no era un ámbito para mujeres adolescentes. Y aún – convengamos – algún dejo queda de eso.
Tal vez esa limitación fue la que retaceó la “militancia” femenina desde temprana edad.
Pero ya casi no existe esto. Al menos no existe en las ciudades grandes.
Supongo que aún subsiste en los pueblos pequeños. Pero también allí hay una VEDA para los hombres.
¿O es que un joven con ideas políticas definidas y ardientes puede hacerse ver en la política viviendo y trabajando en un pueblo de menos de 5.000 habitantes?.
Solo puede ser conocido quien – por su situación económica – puede dedicarse todo el tiempo a hacer política, viajando y conociendo gente y haciéndose conocer.
Admito que este hipotético joven rico tiene alguna ventaja con respecto a sus iguales de la gran ciudad. Él es “Nuestro candidato en Pajonal amarillo”.
Pero para esto hace falta un papá que lo mantenga o a menos un mecenas que haga lo propio.
Si nos detenemos aquí, ya tenemos un grupo que SI tiene vedada el ingreso a la política: El ciudadano común de los pueblos chicos.
Cuando un grupo de combatientes está a menos de 400 metros del enemigo, los militares dicen que está “aferrado”. No pueden descansar, ni retroceder ni moverse de sus posiciones. Algo similar le sucede a quién está en una situación económica tal, que solo puede trabajar para mantener a su familia (y muchas veces no lo consigue o, su tiempo se va en infructuosos intentos de conseguir ese deseado trabajo).
Esa persona –sea hombre o mujer – también tiene vedada su vocación política. Solo podrá – en oportunidades – “manifestarse”; ya sea personal o gremialmente, pero esto será casi estéril para su hipotética carrera política y – seguramente – contribuirá a la de otro, con más tiempo o menos responsabilidad familiar.
Por lo visto hasta ahora tenemos dos clases de ciudadanos sin acceso fácil a la política: Aquéllos cuyos ingresos no le permiten disponer de mucho tiempo libre y, dentro de ellos – agravada las causas – aquellos que viven en el campo o pueblos de pocos habitantes.
¿No sería mucho más justo establecer un cupo para que ellos puedan acceder a la política y no establecer la división por el sexo?

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