COMUNIDAD ORGANIZADA, ESTADO, SECTOR PRIVADO Y SECTOR SOCIAL DE LA ECONOMÍA. Por ANA JARAMILLO

Contra sofismas y dictaduras de quienes, paradójicamente, se proclaman liberales, decimos la verdad. El peor mal es el liberalismo, que, invocando una libertad, no sea ejercer las otras libertades…Una libertad sin seguridad de vida, de trabajo, de educación y vivienda digna es una falsa libertad. Poseer la libertad para morirse a hambre es un sofisma que constituye materia de engaño, para quienes trafiquen, haciendo cortinas de huma para ocultar intenciones. La Revolución no ha venido a cercenar libertades populares, sino a ordenar valores, armonizando los derechos individuales y los derechos de la Nación.

Juan Domingo Perón

 

Creemos que las instituciones, tanto las cooperativas como las organizaciones libres del pueblo como las asociaciones profesionales, el sindicalismo, pueden ser comunidades democráticas en miniatura, en tanto son organizaciones sociales participativas sin fines de lucro, donde se practica cotidianamente el consenso, el acuerdo, el trabajo cooperativo compartido con objetivos comunes ya que es un proceso de formación de conciencia y un aprendizaje en la práctica.

 

En tanto organizaciones de producción de bienes y servicios o de conocimiento, el proceso productivo se organiza democráticamente, con la participación de todos sus miembros, ya sean los trabajadores, participando e incidiendo en las decisiones del colectivo, en la formación de la conciencia autogestionaria, suprimiendo la conciencia pasiva sometida a la heterogestión tanto en la vida laboral, social o política de las personas.

 

Por supuesto que existe voces discrepantes que sostienen que, en una sociedad capitalista, cualquier organización social participativa termina asumiendo la forma de la sociedad en la que se desarrolla e incluso se postula que la existencia misma de dichas organizaciones sociales participativas va en contra de una modificación total o radical del sistema.

 

Sin embargo, rescatamos a las cooperativas ya que consideramos que en ellas, el trabajador (en las cooperativas de trabajo), o en las organizaciones libres del pueblo se convierten en dueños de su producto, participan de manera igualitaria en la toma de decisiones, se suprime la escisión entre dirección y ejecución de las acciones y, los objetivos de la empresa pasan a coincidir con los del trabajador o trabajadora. Plantearemos cómo la educación y capacitación contribuyen a este propósito, en especial al proceso de concientización y formación de los y las trabajadoras.

 

RECUERDOS DEL FUTURO

 

“La riqueza, la renta y el interés del capital, son frutos exclusivos del trabajo humano”.

Constitución Nacional de 1949

 

Quienes recordamos, quizás porque enseñamos el constitucionalismo social en Nuestra América y hemos trabajado en el sector social de la economía tanto en México como en Perú, sabemos que las constituciones que garantizaban un Estado de bienestar para sus pueblos, tanto el peronismo, el cardenismo en México, como la época de Velazco Alvarado en Perú, fueron arrasadas por golpes de Estado o posteriormente por el neo liberalismo imperial y el capitalismo financiero.

 

También recordamos el sistema autogestionario de Yugoslavia en época de Tito. No pasaron tantos años cuando en nuestros países se garantizaba tanto la propiedad de la tierra, como distintas organizaciones como cooperativas de trabajo o producción, como empresas administradas por los trabajadores, y diversas organizaciones libres del pueblo.

 

Los gobiernos que buscan el bienestar de sus pueblos, nacionalizan sus recursos naturales, la Banca Nacional, recursos mineros, gasíferos o petrolíferos, hacen reformas agrarias, promueven cooperativas agrarias, empresas de telecomunicaciones y en general tuvieron una política de no alineación. Pero luego vino el neoliberalismo con privatizaciones y endeudamiento.

 

Uno de los obstáculos que usualmente, en democracia, se tiende a destacar (para no transformar las relaciones laborales) es la falta de capacitación o educación para la gestión. Como resultado de la creciente división capitalista del trabajo entre ejecución y concepción.

 

Pensar que es imposible transformar dicha división histórica es sostener la existencia de capacidades humanas naturales para una u otra función. Sólo las personas podrían manejar una máquina para producir, conseguir empleo, salario y, por lo tanto, satisfacer sus necesidades esenciales. Esta concepción de la educación y la capacitación tiene por detrás la voluntad de perpetuación de ciertas relaciones de poder.

 

Esto no sólo implica un  círculo vicioso reproductor de las relaciones  de poder socioeconómicas  existentes, sino la voluntad de adaptar a la persona a la máquina y al statu quo. La educación se concibe como adaptación a los movimientos y habilidades necesarios para el funcionamiento de la máquina, marginando al trabajador o trabajadora del conocimiento del proceso global de la producción, de la participación en las decisiones y reproduciendo su ubicación material y subjetiva subalterna.

 

La educación no es un proceso “alimentario” mediante el cual ciertas personas, instituciones u organizaciones poseedores de los alimentos dan de comer y ciertas personas desposeídas se nutren pasivamente, o como la llama Paulo Freire, la educación bancaria, donde los educandos solo pueden recibir los depósitos, guardarlos y archivarlos. Las personas tenderían cada vez más a la pasividad, recibiendo el mundo tal cuál es y adaptándose a él, en vez de desarrollar la conciencia crítica y plantearse la posible transformación de la realidad.

 

Queremos rescatar esta concepción de la educación por el trabajo, ya que implica que la autogestión es posible, no sólo para personas capacitadas sino justamente, como proceso de formación de conciencia. Esta concepción supone a su vez, que la praxis es una categoría fundamental del conocimiento. La praxis del trabajo y la participación es la que permite demostrar la posibilidad de educar a las personas en la autogestión.

 

Por otra parte, a través de la autogestión, la persona puede participar en las decisiones que las atañen y proponerse objetivos, determinando así la dirección y escala de su actividad.  La autogestión no es otra cosa que la organización democrática de los trabajadores que administran su trabajo por sí mismos, son dueños del producto y no tienen ningún poder por encima de ellos en el proceso de producción.

 

La autogestión cooperativa se plantea entonces como única forma de superar la “permanente y fija división de la sociedad en sujetos y objetos de la historia, en dirigentes y ejecutores, en razón social astuta y sus instrumentos físicos bajo forma humana”[1].

 

La educación autogestionaria se concibe como práctica de la libertad. Esta práctica no implica la educación para el trabajo sino del trabajador o trabajadora. No se trata de adaptación sino de una práctica participativa. Como lo dice Freire, “las personas se humanizan trabajando juntas, para hacer del mundo cada vez más la mediación de conciencias que cobran existencia común en libertad. A los que constituyen juntos el mundo humano compete asumir la responsabilidad de darle dirección”.[2]

 

Esta concepción de la educación y capacitación implica la participación en la toma de decisiones que afectan a los propios trabajadores. Estas decisiones tienen diferentes niveles, pueden ser en torno al taller, la empresa, el sector o a la sociedad en su conjunto. A su vez, la participación se puede dar a nivel económico, para suprimir la enajenación que el trabajador sufre de su propio producto, a nivel del control y las decisiones en el proceso productivo.

 

Ello contribuye a terminar con la escisión fundamental que existe entre los que deciden y ejecutan en la empresa capitalista; a nivel social, para suprimir la enajenación que sufren las personas por parte de la regulación externa del conjunto de las relaciones sociales  y, a nivel político, para evitar la separación entre personas que deciden desde el poder y que se convierten en sujetos históricos permanentes, y  aquellos que terminan siendo objetos de la historia puesto que jamás participan en las decisiones políticas nacionales, y simplemente se someten a ellas.

 

EL PROCESO EDUCATIVO EN LA PARTICIPACIÓN Y SU PROCESO HACIA LA AUTOGESTIÓN

 

No basta procurar que la educación no se emplee activamente como un instrumento para facilitar la explotación de una clase por otra. Deben ofrecerse facilidades escolares de tal amplitud y eficacia, que, de hecho y no simplemente de nombre, supriman los efectos de las desigualdades económicas y aseguren a todos los sectores de la nación, una igualdad de condiciones para sus carreras futuras. El ideal puede parecer de ejecución remota, pero el ideal democrático de educación será una ilusión y hasta una farsa trágica a menos que el ideal domine cada vez más a nuestro sistema de educación pública.

John Dewey[3]

 

El problema educativo en la participación y para la participación debería considerar las posibilidades concretas de educabilidad de las y los trabajadores y en función de una caracterización de la conciencia que desarrollan y las posibilidades que su inserción en las relaciones sociales de producción les otorgan.

 

En la producción cooperativa o en la autogestión, el trabajador o trabajadora podrá hacer suya la intencionalidad de su producción, puesto que el objetivo de la misma es su propio beneficio y no el ajeno. De esta forma, podrá recuperar o integrar su conciencia desdoblada.

 

Esta es una primera posibilidad de la conciencia, pero también se desarrolla la conciencia en la medida en que se participa democráticamente en las decisiones que lo atañen en la producción.  Esta participación y su contraste con el dominio del conjunto de la sociedad en la cual no participa, en las leyes del mercado en las cuales debe competir, en el sistema social y político que le es ajeno, hacen posible el desarrollo de una conciencia superior.

 

La autogestión democrática en la producción posibilita pensar en el traslado de la autogestión a la sociedad en su conjunto. La cooperativa y la empresa autogestionada serían justamente la prefiguración real de una sociedad basada sobre una nueva concepción del mundo que es el solidarismo.

 

Es por eso que discutimos con aquellas concepciones que sostienen que las cooperativas en una sociedad capitalista necesariamente terminan adquiriendo todas sus características. Tampoco consideramos que haya llegado la época del “fin de las ideologías”, como sostienen algunos pensadores. Muy por el contrario, creemos en el efecto demostrativo de las empresas cooperativas y participativas frente a la ideología dominante sostenida, reproducida y creada para fomentar el individualismo, el consumismo y el eficientismo económico, descalificando la eficiencia de las empresas participativas en la elevación de la productividad social.

 

Aunque la educación no constituya una variable independiente y definitoria del desarrollo de la conciencia ni del desarrollo de las personas, consideramos relevante la incidencia de la práctica y la experiencia cotidiana participativa productiva en el desarrollo y la formación de la conciencia, así como la influencia de las escuelas, universidades, medios de comunicación masiva en el fomento y la construcción de una ideología participativa y solidaria.

 

En nuestras universidades, donde a menudo se propone una educación fragmentaria, por especialidades, que corresponden a la división técnica del trabajo, se debe integrar las distintas especialidades a una voluntad común: la del beneficio social de la producción o el bien común civil, al decir de Perón. Creemos que este objetivo debe estar presente en todas las universidades públicas porque sus egresados y egresadas estarán integrados posteriormente al quehacer nacional y a la producción social.

 

 

 

 

 

LAS TAREAS DE LA EDUCACIÓN EN UNA ORGANIZACIÓN PARTICIPATIVA

 

La organización del trabajo determinará un modo de ser que a su vez condicionará las posibilidades de desarrollo de la conciencia. De las características de la gestión participativa, el o la educadora podrá observar las posibilidades de educatividad de los trabajadores miembros, de acuerdo a su inserción en las relaciones sociales de producción y a la caracterización de su conciencia.

 

Es tarea fundamental para la educación, comprometida con la participación de los trabajadores mostrar en primera instancia la identidad de los objetivos perseguidos por la empresa y las y los trabajadores.

 

Esta primera tarea de la educación responde a los objetivos de la producción en la organización social para el trabajo participativo y consiste en última instancia en integrar la conciencia desdoblada del trabajador mostrándole que la empresa, cuya característica es ser una empresa de los trabajadores, le pertenece y, por lo tanto, es el producto de su trabajo también. Las cooperativas son las unidades básicas de la producción.

 

La segunda tarea de la educación de acuerdo a las características de la organización autogestionada que sostiene la igualdad democrática, será la de revalorizar el trabajo humano, ya que en las organizaciones autogestionarias se remunera el trabajo y no el capital. El trabajo cobra su real valor, se reconoce al trabajo como el único que crea riqueza; el capital se reconoce como trabajo social objetivado, que en la empresa capitalista es apropiado privadamente y utilizado para someter al asalariado; y en cambio, en la organización autogestionaria se puede utilizar para la humanización del trabajo a través de la tecnología o para mejorar el ingreso de los trabajadores o reducir su esfuerzo.

 

Es tarea de la educación hacer resaltar que en la medida en que lo único que crea valor es el trabajo, todos los trabajadores y trabajadoras tienen los mismos derechos de acuerdo al trabajo y no al capital. En última instancia, crear conciencia de la igualdad de todas las personas.

 

La tercera característica de la organización social autogestionada -vinculada a la anterior- es la de ser una organización participativa. En una relación igualitaria, todos los trabajadores y trabajadoras deben participar en las decisiones que los atañen. La educación debe desarrollar en el trabajador una conciencia participativa. A su vez, la organización social tiene que contar con una definición concreta de los órganos de gobierno, de gestión y de los de equilibrio o control, sus atribuciones y su duración.

 

Otra de las características de la organización autogestionaria es la rotación en los mandatos que se basa en la igualdad de las y los trabajadores. Esto evita no sólo la burocratización de los cuadros directivos, sino que de acuerdo a la ideología cooperativa y autogestionaria no debería existir escisión entre dirección y ejecución. Es importante que desde la educación se insista en los beneficios de la organización participativa y la elección democrática de los distintos órganos, así como en la rotación de los mandatos. Ello reforzará la conciencia solidaria de los trabajadores y trabajadoras.

 

A través de la educación se debe insistir en los beneficios de la organización participativa y la elección democrática de los distintos órganos, así como en la rotación de los mandatos. Ello reforzará la conciencia solidaria de los trabajadores y trabajadoras sintiéndose permanentemente iguales y sabiendo la finitud de las atribuciones jerárquicas, así como también fomentará una persona consciente de sus múltiples posibilidades de participación en la dirección, en la decisión, o en la ejecución.

 

En la autogestión, los excedentes pertenecen a las y los trabajadores y ellos deben decidir sobre el reparto de los mismos. La educación debe, por lo tanto, incentivar la elevación de la productividad mostrando que los excedentes generales le pertenecen a los mismos trabajadores o trabajadoras que deben tener el control de las decisiones sobre el reparto de los mismos.

 

Otra característica de la organización participativa imprescindible para la participación efectiva es el acceso a la información por parte de las y los trabajadores. Sin información no hay participación posible, por lo tanto, la voluntad participativa debe ir indisolublemente unida a la exigencia de las y los trabajadores de estar permanentemente informados de la situación que atraviesa la empresa, problemas financieros, conflictos, etc., que le permitan efectivamente decidir.

La organización igualitaria de las y los trabajadores donde los órganos de gobierno son electos democráticamente y donde la decisión final recae sobre la Asamblea General como poder máximo, el poder vinculado al carácter técnico de las funciones no debería existir, así como tampoco la escisión permanente que existe en la empresa capitalista entre quienes piensan y dirigen y entre quienes ejecutan. De esta forma la técnica no se visualiza como un poder ajeno y antagónico. Por el contrario, surgen las posibilidades de utilizar la técnica al servicio de la persona, humanizando los procesos de trabajo, reduciendo los esfuerzos, etc.

 

La educación debería crear conciencia de la necesidad de la autoformación y autoeducación en la empresa para posibilitar no sólo el desarrollo personal de los trabajadores sino una participación idónea de los mismos. Dicha educación debería organizarse como actividad permanente dentro de la empresa a través de un comité o comisión encargada de programar las actividades educativas y culturales de las y los trabajadores.

 

Es evidente que la organización autogestionaria es una demostración de que los objetivos sociales (entendiendo por ello que los objetivos de la producción deben servir a las personas), no se contradicen con la eficiencia económica de la empresa en un mercado capitalista. La subsistencia misma de las cooperativas y las empresas autogestionadas o cogestionadas en dicho mercado es una demostración, de que bien administrada, logra desarrollarse y otorgar a sus trabajadores y trabajadoras un buen nivel de bienestar.

 

La educación debe hacer hincapié en el falso mito de la hipereficiencia capitalista para mostrar que sin el “código autoritario” surgido de la propiedad concentrada del capital y de los objetivos de la producción capitalista, y con una administración democrática e igualitaria se puede producir eficientemente. Debe mostrar por lo tanto que eficiencia y participación no son contradictorias, que el código autoritario no es el único posible ni el mejor para un eficaz rendimiento. Por otra parte, así como la producción debe beneficiar a quienes la producen, la producción que tiene por destino a las personas, debe abocarse fundamentalmente a producir bienes socialmente necesarios, y no fomentar o crear necesidades superfluas para una economía y una población que mayoritariamente no los necesita o puede consumir.

 

La organización social del trabajo debe ser eficiente para poder subsistir y desarrollarse en el mercado. Sin embargo, debe combinar la eficiencia económica con la social, es decir, tiene que plantearse como objetivo la elevación de la productividad social y del beneficio económico, pero sin contraponerse con el bienestar de quienes trabajan y a la elevación de su beneficio personal.

 

Dicho objetivo de elevar la productividad no puede realizarse a expensas de una mayor explotación de los trabajadores; si éstos, dueños de sus decisiones no deciden aumentar el esfuerzo colectivo para lograr determinadas metas. La educación debe insistir en la necesidad de la eficiencia, pero no a partir de la lógica del capital sino con el objetivo permanente de la humanización del trabajo.

 

Para Perón, “las cooperativas son unidades básicas justicialistas para la organización nacional de la producción, la industria y el comercio”. En la economía social de la doctrina peronista “son unidades de acción económica que realizan el acceso de los hombres que trabajan a la posesión total del instrumento y del fruto de su esfuerzo”.

 

La cooperativa busca eliminar el conflicto entre capital y trabajo, suprimir los intermediarios, poner al capital al servicio de las personas para que, de esta manera, los trabajadores puedan autogestionarse, ser dueños de sus decisiones y propender al bienestar de sus familias y de la comunidad.

 

 

A MANERA DE CONCLUSIÓN: LA FUNCIÓN DE LA EDUCACIÓN EN LA PROFUNDIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA

 

“Los sueños democráticos han ido y vuelto, a veces surgiendo como visiones de lo que podría ser un mundo humano, a veces convirtiéndose en monstruosas pesadillas, a medida que la gente se desesperaba en la búsqueda de respuestas para las presiones de sus vidas. Pero aun cuando puedan ser momentáneamente sofocados, su existencia no puede nunca ser olvidada, pues el deseo de ser parte de una comunidad significativa es una necesidad humana que ningún hecho histórico ha superado por completo aún” [4]

 

Alan Wolfe

 

Uno de los desafíos fundamentales de la democracia política actual es la recuperación de la industria, que debe estar acompañada por un proceso que revierta la concentración de capital agrario, financiero e industrial a través de una política redistributiva del ingreso. Para ello, es necesario comenzar un proceso de acumulación de capital social en el marco de un Proyecto Nacional, lograr un nuevo contrato social sobre la comunidad organizada.

La estabilidad de la democracia política estará asimismo estrechamente ligada a la posibilidad de satisfacer los reclamos sociales, de resolver el proceso inflacionario que manifiesta la institucionalización del conflicto entre los distintos sectores por acceder al producto y a la implementación de una política redistributiva.

 

La ausencia de participación de las y los trabajadores, la carencia de capacitación laboral en cuanto a la administración de empresas participativas, la burocratización de los instrumentos legales existentes para crear cooperativas, la total ausencia de los mismos para crear empresas cogestionarias, las dificultades financieras para poner en marcha y fortalecer el sector social de la economía, patentizan las dificultades que conlleva la estructuración, desarrollo y fortalecimiento de las organizaciones participativas del trabajo, como del sector social.

 

Sin embargo, la participación de las y los trabajadores-productores, en el planeamiento y ejecución de la producción puede en este momento elevar la productividad, otorgarle un uso social al capital, generar empleos productivos y lograr una distribución del ingreso más justa.

 

Es necesario por lo tanto que el sistema educativo y principalmente la universidad pública fomente el sector social en materia económica financiera, técnico-administrativa, legal y educativa, dado que ambas instituciones se proponen profundizar la democracia buscando una sociedad más equitativa.

 

Dicha promoción trae consigo múltiples beneficios reconocidos por ambas instituciones, puesto que implican la posibilidad de:

  1. Una mejor distribución del ingreso
  2. Valorizar el trabajo a través de su calificación y de la retribución real del mismo y no de su precio en el mercado
  3. Suprimir la intermediación improductiva
  4. Elevar la participación de las y los trabajadores en la empresa, su producto y sus beneficios y progresivamente en las decisiones económicas y políticas fundamentales.
  5. Generar empleo reasignando recursos para la creación de puestos productivos, contribuyendo a solucionar los problemas de desempleo y subempleo.
  6. Elevar el poder adquisitivo de los salarios a partir de la incorporación en el mercado de productos a bajos precios y socialmente necesarios.
  7. Elevar los niveles reivindicativos de los trabajadores pasando a formar parte de las decisiones sobre el desarrollo nacional.
  8. Fortalecer las organizaciones de los trabajadores a través de la integración del sector social.
  9. Combatir el capital oligopólico y monopólico a través de la integración de las empresas administradas por los trabajadores, generando un desarrollo que vincule el crecimiento económico a la justicia social.
  10. Elevar el nivel de educación de las y los trabajadores a través de los sistemas de autoeducación, programas de educación cooperativa, cooperativas escolares, etc.
  11. Contribuir a la democracia política a través de la democratización de la economía en general, la industria y el agro en particular, como freno a las agudas diferencias sociales existentes en el país.
  12. Contribuir a la democracia entendida como posibilidad de participación real de las grandes mayorías en los destinos que le pertenecen.
  13. Elevar la productividad social, entendida ésta como la eficiencia para producir y distribuir los bienes socialmente necesarios.
  14. Humanizar el trabajo y el capital.

 

Si la esencia del capitalismo es la de producir cada vez mayores beneficios y no la de producir bienes socialmente necesarios, poco importa para éste la humanización del trabajo, la creciente marginalización, la inequitativa distribución del ingreso o el creciente acceso de las mayorías a la satisfacción de las necesidades esenciales como la salud, la vivienda, la nutrición, la educación o el empleo.

 

La universidad pública debe trabajar para lograr poner la tecnología y el capital al servicio de las personas, puesto que éstos son el fin último de toda producción, es necesario fomentar y promover a las cooperativas “madres”, “originales y originarias”, que son las de producción, donde el trabajador es dueño de su producto, participa en las decisiones que le competen, donde el código autoritario es reemplazado por la participación igualitaria, donde la escisión entre dirección y ejecución se suprimen y los objetivos de la empresa pasan a coincidir con los del trabajador.

 

Todas estas medidas tenderán a fortalecer, profundizar y expandir la democracia, evitando que las personas sean explotadas en nombre del capital o en nombre del Estado.

 

Queremos que la persona, dentro de su libertad sea un ser, principio y fin en sí misma y no un instrumento de los apetitos del capitalismo o de los apetitos del Estado. La educación debe asumir como tarea la formación de ciudadanos y ciudadanas que defiendan los valores humanísticos y nacionales entendiendo por ello que el capital tiene por principal objeto el bienestar social y sus diversas formas de manifestación no pueden afectar los fines de utilidad pública o interés general del pueblo argentino.

 

Coincidimos con Dewey en que “sólo se consigue la plena educación cuando existe una participación responsable por parte de cada persona, en proporción a su capacidad, en la tarea de dar forma a las finalidades y a las tácticas de los grupos sociales a que el individuo pertenece. Este hecho fija el significado de la democracia…”[5]

 

 En estos momentos donde la solidaridad del pueblo todo, la comunidad organizada con sus organizaciones libres del pueblo, iglesias, comedores, cooperativas, sindicatos, etc. sigue siendo parte de lo que debería ser un nuevo contrato social sobre la base siempre para el bien común, el estado de bienestar para todas y todos que busquen la justicia social.

 

Para finalizar, rescatamos el apoyo de la carta del Papa Francisco que le escribe a los integrantes de los movimientos y organizaciones populares diciendo: Ustedes son para mí, como les dije en nuestros encuentros, verdaderos poetas sociales, que desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos. Sé que muchas veces no se los reconoce…

 

Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse. Ustedes son constructores indispensables de ese cambio impostergable; es más, ustedes poseen una voz autorizada para testimoniar que esto es posible. Ustedes saben de crisis y privaciones… que con pudor, dignidad, compromiso, esfuerzo y solidaridad logran transformar en promesa de vida para sus familias y comunidades. Sigan con su lucha y cuídense como hermanos…

ANA JARAMILLO

[1] Mihailo Markovic: Dialéctica de la praxis, Amorrortu, Bs As, 1968.

[2] Paulo Freire: Pedagogía del oprimido; siglo XXI, México 1979.

 

[3] Dewey John: Democracia y educación, Losada. Bs. As, 1982

  1. Wolfe, Alan: Los límites de la legitimidad, las contradicciones políticas del capitalismo contemporáneo, Siglo XXI, México, 1980

[5] Op.cit

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