Fueron las únicas mujeres que estuvieron en las Malvinas durante la guerra. En 1982, las seis tenían entre 20 y 25 años y acababan de recibirse de “instrumentadoras quirúrgicas” cuando se dieron cuenta de que
Atendieron a cientos de soldados, les dieron fuerza y los cuidaron. También los vieron morir. Nadie las obligó a ir: lo hicieron por propia voluntad. Las tres trabajaban desde hacía ya algunos años en el Hospital Militar Central como personal civil del Ejército Argentino.
A tantos años del intento de recuperación de las islas australes, ellas reconocen que “las Malvinas siempre estuvieron en nuestro corazón. Cuando se declaró la guerra no se nos ocurrió pensar en el peligro que corríamos. Sólo queríamos llegar y ayudar. Todas lo volveríamos a hacer.
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