
Proemio
La edición de esta selección de textos de Saúl Taborda, quien fuera referente indispensable de Fermín Chávez y Gustavo Cirigliano -otros dos grandes maestros del pensamiento nacional con quienes tuve el inmenso placer de compartir interminables jornadas- requiere, de manera ineludible, una brevísima referencia biográfica.
Nacido en Unquillo, Córdoba, el 2 de noviembre de 1885, Saúl Taborda cursó sus estudios en su provincia natal, en la provincia de Buenos Aires y en la ciudad de Rosario. En La Plata estudió Derecho, y se doctoró en el año 1913 en la Universidad del Litoral. Luego de las históricas jornadas reformistas en las que fue activo partícipe en 1918, en 1920 fue designado profesor de Sociología en la misma Universidad y más tarde Rector del Colegio Nacional de La Plata. En 1923 viajó a Europa para profundizar sus estudios en la Universidad de Marburgo, y luego en las ciudades de Zurich, Viena y París.
Luego de una breve estadía en la Argentina, retorna al Viejo Continente para profundizar sus saberes con Martin Heidegger en Friburgo y con Ernst Cassirer en Hamburgo. A su vuelta se radica en Córdoba donde funda el “Instituto Pedagógico”; en 1935 crea la revista “Facundo” y posteriormente “Investigaciones Pedagógicas”, en la que vuelca “…lo más original de su pensamiento, donde traducirá el encuentro definitivo con su país a través de una reflexión profunda, reflexión silenciada por la prensa colonial…”[1] .
El 2 de junio de 1944, fallece en su pueblo natal.
Taborda ensayará en forma sistemática una filosofía de la pedagogía, en particular -como señala Fermín Chávez- a partir de su evolución espiritual posterior a 1932. Al decir de Arcomano, el autor que hoy reeditamos rechazará de plano “…la reflexión como mero ejercicio intelectual y condenará a aquellos que -para decirlo en palabras de Astrada- se ocupaban en ‘cimentar, ahondar y esclarecer la ciencia altamente sublimada y especializada de descular hormigas en la resolana’”[2]. Desde su abordaje particular, postulará que los principios y fundamentos que sostengan la pedagogía deberán indefectiblemente emanar del hecho eductativo comunal e inmediato y no de doctrinas dudosamente igualitaristas y universalistas.
Por su parte, a través de la noción de “lo Facúndico”, Taborda intentará describir aquellos elementos que, según él, otorgan originalidad a nuestras características esenciales ahondando en las raíces que nutren nuestro pasado, e intentando resaltar la experiencia comunitarista local producto de nuestro genio nativo. La apelación a “lo Facúndico” constituirá un interesante alegato nativista encuadrado en el historicismo revisionista que no logrará penetrar la ceguera de la intelligentzia portuaria, pero que, según David Peña, logrará penetrar “más hondo los arcanos de la naturaleza humana. Ninguno descendió más adentro en el corazón de las multitudes y los hombres”.
Asimismo no cabe duda de que la ceguera portuaria y su silenciamiento serán consecuencia de la vindicación de Taborda a los caudillos, auténticos portadores para él de la voluntad independentista y protagonistas de una gesta que, en cierto sentido y por razones del devenir histórico posterior, los condenó al ostracismo y al olvido.
No cabe duda además de que la verdadera maldición que recayó sobre Saúl Taborda se debió a formulaciones tales como la siguiente: “No existe un módulo eterno y universal para conformar una comunidad política. Por más que la política como fenómeno se exprese por notas peculiares que son siempre las mismas en todas partes. Su dirección dinámica plasma las comunidades históricas en tiempos y lugares distintos de acuerdo a condiciones e idiosincrasias originales”[3]. Impugnando las cosmovisiones universalistas y materialistas, sentenciará además que “la idea totalitaria de las grandes épocas históricas solo es realizable en la comunidad local, ajustada y definida como recíproca responsabilidad del individuo y de su grupo”[4].
El historicismo ínsito en el pensamiento de Taborda lo llevará a plantear que la historia se refiere a la voluntad del ser, al ser en sí, y en tanto a sostener que un acontecimiento pretérito puede ser, según Fermín Chávez, más actual y más presente que un acontecimiento contemporáneo porque “… para el concepto inmanente y vertical de la historia carece de validez o solo tiene validez secundaria el concepto de la historia que la reduce a un desarrollo horizontal regido por la ilusión del progreso”[5]. Siguiendo a Ana Jaramillo, Taborda perseguirá una historiografía viviente tal como la define el filósofo Benedetto Croce, en tanto “acto de pensamiento (filosófico) correlativo a un estímulo práctico moral y es preparación para una acción”[6].
Tales cavilaciones lo llevarán a sostener la existencia de una Argentina preexistente consciente de su presente y su destino. La civilización argentina para Taborda será sobreentendida como un concepto alusivo al complejo formado por la ciencia, la política, el arte, la religión y la economía del tiempo.
Nos congratulamos entonces con la labor reconstructiva de Carlos Cassalli quien, a través de sus estudios y de una prédica constante, nos ha propuesto esta selección de textos para que los estudiantes de las carreras que componen nuestra Universidad puedan recuperar los postulados de un gran pensador argentino que, como tantos otros, ha sido ex profeso conducido ignominiosamente por los oscuros y tenebrosos senderos del olvido.
Dr. Francisco José Pestanha
Director del Departamento de Planificación y Políticas Públicas
Universidad Nacional de Lanús
[1] ARCOMANO, D. “Saúl Taborda, Una patria grande, libre y popular”. Revista Crear/Textos del Pensamiento Nacional. Pág. 1. Nro. 11. Noviembre/ Diciembre de 1982
[2] ARCOMANO, D. Ibídem. Página 2
[3] TABORDA, S.: “Meditaciones de Barranca Yaco”. En Tiempo Cultura-Páginas cordobesas.
[4] TABORDA, S.: Ibídem. “Meditaciones de Barranca Yaco”.
[5] Chávez, Fermín: Saúl Taborda y el concepto vertical de la Historia. Revista “Aquí y Ahora. Edic. Octubre de 1970
[6] Jaramillo, Ana: “Panlogismo o historicismo para educar”. En www.nomeolvidesorg.com.ar.
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