Una simple recorrida por las librerías de Buenos Aires, atestigua el hecho. tan comentado en los últimos tiempos, del repentino interés de los lectores par los libros que hacen referencia al país. La observación, sociológicamente considerada es verídica.
Pero lo que se soslaya y en la vida social todo esta de alguna manera coordinado – es que – tal “literatura nacional”, es protegida, promovida y canalizada por organismos empresarios y universitarios, etc. que de algún modo mantienen e industrializan esa producción, y a un tiempo, preservan los controles culturales sobre el país a través de un amplio sistema de ventas y propaganda.
Es verdad, que esa literatura, se vuelve ahora, hacia una temática argentina y no interesa su contenido de clase, en alguna una forma a pesar de las variantes que puedan encontrarse en tales manifestaciones literarias, ligado al mas grande movimiento de masas de Iberoamérica: el peronismo.
Esto es, a los cambios sociales operados en el país con la industrialización y el peso político de las masas. Junto a estas expresiones, que aún en su cobarde pestilencia de clase, son positivas en tanto miran al país, se mueve otro pensamiento nacional, en el que pre-domina, mas que la literatura, el tema histórico y anticolonialista de combativa orientación critica. Y lo más resaltante es que esta literatura escatimada por los diarios, es leída con avidez por amplios y desconocidos públicos. Esta dicotomía, la existencia de una literatura nacional y otra antinacional, significa, por implicancia, la indagación sobre la esencia del escritor nacional. En esto no se puede andar con melindres,
¿Que es pues, un escritor nacional? Escritor nacional es aquel que se enfrenta Con su propia circunstancia, pensando en el país, y no en si mismo. Este es un hecho también condicionado por la historia donde el azar no cuenta. Si en 1955, con la caída de Perón, no se hubiese producido lo que Arturo Jauretche, en un libro profético, título EL PLAN PREBISCH (Retomo al coloniaje), la mayoría de los verdaderos libros nacionales aparecidos desde entonces y devorados hoy por millares de argentinos, no se hubiesen escrito,
Una literatura propia, larvada o desdeñada por las elites. ha existido siempre pero lo que por primera vez se ha dado, en lo que va de este siglo en la Argentina, es la pasión par los libros esclarecedores de la conciencia nacional. De no haberse operado este aciago retorno al colonialismo mis propios libros no hubiesen nacido.
Y esto testimonia que el escritor – ya se ha dicho-es un reflejo social de 1os impulsos positivos o negativos de las potencias laterales que gravitan sobre el a través del país verdadero. Aquel que se ufana de sus obras es un majadero o como dijera Fichte sobre los escritores. “El deseo de gloria es una vanidad despreciable” Todo libro anticolonialista, cualesquiera sea su éxito, es más bien un fruto acre.
Pues tales libros han manado de la desventura del país y no del narcisismo literario. Y si tal prestigio emerge, como es inevitable, de una obra áspera y critica contra las instituciones Y figuras representativas del coloniaje, mas que valimiento, acarrea sinsabores, odios perdurables y calumnias, solo compensadas por la fe en la patria avasallada,
Una fe, que es el único contrafuerte que puede oponerse al regulado aparato de 1a cultura colonial, cuya concertada y rencorosa reacción, es proporcional al peligro que el pensamiento nacional lleva implícito. Todo escritor nacional ha experimentado alguna vez, la sensación de un muro que lo asfixia y la interrogación concomitante acerca de si la lucha empeñada tiene un sentido que la justifique.
Mas no hay que dejar que la melancolía, haga su nido. en la cabeza. El poder de las ideas nacionales y sus efectos letales son mas destructivos de lo que el escritor nacional piensa. Y entonces, la lucha vuelve a vivirse como un baño saludable del espíritu, como un compromiso -el único tal vez- que compensa la vocación intelectual en un país colonizado. En verdad, el país colonial nos marca a todos. A unos por cobardes e infieles al pensamiento argentino, y a otros por lealtad al país.
Todo libro nacional, en el sentido, expuesto, es necesariamente polémico. Y cuando concuerda con las disyuntivas de un país, internamente sobresaltado por la historia, repercute de múltiples y contradictorias maneras. Pero tales libros van descalabrando a la “intelligentzia” cipaya. Esa “intelligentzia” tanto de derecha como de “izquierda”, se irrita ante los escritores genuinamente nacionales que son, en tanto hombres amasados a su pueblo, la mala conciencia que le recuerda, como una voz interior, su deserción de las luchas del pueblo;
Mas que el escritor nacional en si mismo, lo que le resulta inadmisible, es que las masas argentinas representan no solo la alpargata (2) sino la Cultura Nacional. El liberalismo colonial les endilgo que eran ellos, mandarines una ficticia “elite” intelectual, los depositarios de esa cultura. Pero la cultura es colectiva, creación anónima del pueblo. No de los intelectuales. Y aunque es un signo favorable, en la Argentina actual, la creciente nacionalización de las izquierdas, aun no son revolucionarias, aunque algunos de sus intelectuales lean tardíamente EL HOMBRE QUE ESTA SOLO Y ESPERA de Raúl Scalabrini Ortiz. Todavía, aunque de otro modo, ellos, atascados en un callejón sin salida, también están solos y esperan, intermedios, en este tránsito avinagrado de su evolución ideológica, entre el país y sus angustias individuales, nihilistas, solitarias, tras las cuales lo que en realidad se debate es la crisis de la inteligencia argentina. Y pongamos punto final a este tema sobre los escritores.
Hay un pensamiento nacional y un antipensamiento colonial. Un escritor nacional tipo es Raul Scalabririi Ortiz. Un escritor colonial, más perfecto que una esfera musical en la mente de Pitágoras, es Jorge Luis Borges. De un Pitágoras que nunca existió.
Y en esto se parece a Borges, que ha caído en la farolería, de hablar de Pitágoras sin conocer la filosofía griega. En rigor, Borges, pájaro nocturno de la cultura “colonizada, desde el punto de vista del pensamiento argentino es mas fantasmagórico que
el Pitágoras de la leyenda órfica. Un Borges -ese “cadáver vivo de sus fríos versos’ que dijera Lope de Vega- hinchado todos los días por la prensa imperialista y que ni siquiera merecería ser citado aquí, si no fuese porque es la entalladura poética de ese “colonialismo literario afeminado” y sin tierra al que hacemos referencia. Poeta del Imperio Británico, condecorado por Isabel II de Inglaterra, ha declarado hace poco: “Si cumpliese con mi deber de argentino debería haber matado a Perón” El desmán seria para reírse, si no fuese, como lo hemos expresado en otra parte, “porque detrás de estas palabras pierrotescas se mueven las miasmas oscuras del coloniaje. Así habla la ‘inteligencia pura” este “ancestro hermafrodita de la poesía universal fuera del mundo que, como una orquídea sin alma, llora en la mayoría de sus poemas, su ‘muerte propia’ a la manera de Rilke. Todos hemos de morir. No es nuevo este tema de la muerte. Ya lo dijo Shakespeare: ‘Tu le debes una muerte a la Naturaleza’. Mas es preferible, a la muerte dominical y exhibida, la muerte concebida por Walt Whitmann:
Todo va hacia adelante
y hacia arriba.
Nada perece
Y el morir es una cosa distinta a lo que algunos suponen.
¡Mucho mas agradable!
¡Si! Todos hemos de morir, Borges también. Y con el se irá un andrajo del colonato mental. A diferencia de ellos, bufones literarios de la oligarquía, mensajeros afamados del imperialismo, cuando a los grandes hombres de América les llega la hora de la muerte, en ese mismo supremo instante, la eternidad de la historia, la única y luminosa inmortalidad que le es dable esperar a la criatura humana en su tránsito terreno, Ios amortaja como una estela de gloria con las palabras de los verdaderos poetas nacionales “Hay una lagrima para todos aquellos que mueren, un duelo sobre la tumba mas humilde, pero cuando los grandes patriotas sucumben las naciones lanzan el grito fúnebre y la victoria llora ”
Pocos mejor que Perón han destacado esta antitesis de lo nacional y lo antinacional en el pensamiento argentino.
A un gran político no le interesan las ideologías, palabra esta a la que Perón le da mas bien el sentido de teorizaciones muertas separadas de la practica, sino los resultados que una ideología anudada a la cuestión nacional, pueda reportarle al pensamiento argentino. Peron valora tales libros. Pero el juicio de un gran patriota tiene relevancia no con respecto a un escritor determinado, sino con relación a las ideas nacionales – o antinacionales que tales escritores promueven. y las ideas no caen del cielo. Pertenecen al país del cual el escritor las toma.
Perón, en las cartas que me ha enviado, lo que en realidad se ha propuesto es denunciar a la intelectualidad que ha desfigurado la cultura argentina, “hasta entonces -dice textualmente en una de ellas- servida en su mayoría por vendepatrias y cipayos”.
Y en otro juicio: “Imperialismo y Cultura” (…) es un libro admirable en el que, por primera vez, se hace una disección realista de la política intelectual argentina, en el que la juventud argentina del presente y del futuro ha de encontrar una fuente pura en que beber, dentro de este mundo de simulación e hipocresía. Nada puede. haber mas importante ni mas imperativo, para un escritor de conciencia, que decir la verdad cuando todos intentan sofisticarla atraídos por las pasiones y los intereses. Los argentinos deberemos agradecer siempre a Ud., esas verdades que tan profundamente deben calar en la juventud de nuestra tierra, que representa el porvenir mismo de la patria”.
“Pero la situación de la Republica Argentina no es un problema aislado ni una posición intrínseca: es la situación y el problema del mundo. Desgraciadamente, el mundo que nos esta tocando vivir, se debate, en un clima de falsedades impuesto por el ejemplo y la presión de los imperialismos dominantes que no pueden disimular de otra manera el estado de decadencia en que están cayendo. El mundo occidental que para mayor escarnio de la verdad se le ha llamado también ‘el mundo libre’, es solo un cúmulo de simulaciones, de valores inexistentes, donde la libertad que debería caracterizarlo es un mito ya insoportable y donde pareciera que lo único que considera sublime de las virtudes es su enunciado.”
No faltarán papelistas pringosos, que dada mi conocida posición ideológica, le cuelguen a Perón el sambenito de “marxista”. Perón se ríe de las ideologías, Ya lo hemos dicho. Si no hemos vacilado en transcribir sus palabras, es porque tales juicios deben ubicarse en el plano patriótico y no en el literario. y si, en otros trabajos del propio Gral. Perón, vuelve a silenciar mi nombre, tal cosa es accidental y su intención es referirse al pensamiento nacional como uno de los tantos instrumentos de la liberación. Por eso, Perón pone como símbolo de ese pensamiento nacional, a Raul Scalabrini Ortiz. Y a renglón seguido a un historiador, Jose Maria Rosa, de formación ideológica opuesta a la mía, aunque nos una, el mismo sentimiento de identidad, a la tierra.
Prueba evidente -insistimos una vez mas- que Perón mas que de hombres habla del pensamiento nacional en oposición al pensamiento antinacional y que la palabra “marxismo” no lo horripila, cuando de algún modo le sirve a un escritor argentino desprovisto de toda ambición humana, para servir a la patria.
*[De Nacionalismo y Liberación – Metrópolis y colonias en la era del imperialismo, 1969]
fuente www.peronvencealtiempo.com.ar
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