¿QUIÉN LE TEME AL INSTITUTO DE REVISIONISMO HISTÓRICO “MANUEL DORREGO”? Por Araceli Bellotta.


* Periodista, escritora e historiadora

La reciente creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego” volvió a actualizar la vieja polémica entre supuestos “historiadores científicos” y divulgadores de la historia menospreciados por los primeros. En una nota sin firma y en una columna suscripta por Beatriz Sarlo publicada en La Nación de ayer, se agregan algunos aditamentos que sorprenden por contradictorios.

La lista de cuestionamientos está encabezada por lo que los “historiadores científicos” sienten como una amenaza a su corporación: “la tarea –dicen- estará a cargo de divulgadores de la historia y no de científicos reconocidos en la materia”. Una de las “historiadoras científicas” que opina llega a definirlos como “escritores puestos a historiadores”.  Llama la atención tanto prurito a la hora de defender el propio rol, y no cuando invaden otras especialidades. ¿Por qué quienes nos hemos formado en Comunicación Social debemos recibir con beneplácito que un “historiador científico” sin ningún talento para el periodismo dirija una revista o los suplementos de historia en un diario y al mismo tiempo guardar silencio ante su crítica porque publicamos nuestras investigaciones históricas? ¿Por qué debemos tolerar que se nos califique de “escritores puestos a historiadores” cuando nuestros trabajos han aportado el hallazgo de nuevos documentos para la historiografía nacional, mientras que muchos de los libros de los “historiadores científicos” no han agregado ni nuevas fuentes y mucho menos significaron un tributo a la literatura? ¿Sólo para el oficio de historiador se esgrime la necesidad de calificación, por qué no para la literatura y para la comunicación social que también se enseñan en las universidades?

Por otra parte, al mismo tiempo que advierten sobre el peligro de la imposición de un pensamiento único del pasado, temen que esta mirada de la historia llegue a las escuelas, es decir, se oponen a que se modifique el pensamiento único que imperó hasta ahora. Les preocupa más que se cuestione  la historia liberal, hoy definida como “Historia Social” que por generaciones enseñaron los manuales, a que se incorpore a las mujeres, ni más ni menos que la mitad de la población excluida del relato historiográfico.

Por último, un párrafo para la columna de opinión suscripta por Beatriz Sarlo, la única firma que pudo leerse en esta polémica. Una vez más la socióloga subestima lo popular calificando de “simplificadores” a los autores revisionistas, al mismo tiempo que ella “simplifica” la historia de esta corriente. De los exponentes de la década de 1920 pasa a Jorge Aberlardo Ramos “antiimperialista de izquierda” que influyó en las décadas de 1960 y 1970. Es razonable que  omita a FORJA, a Raúl Scalabrini Ortiz y a Arturo Jauretche, entre otros, que fueron quienes desde el radicalismo primero y desde el peronismo después, reivindicaron el pensamiento nacional y popular y lo tradujeron a un lenguaje que llegó a las mayorías.  Porque para ella no vale lo que “es fácil de leer”, como si fuera tan simple articular la aridez de los documentos con una estética del relato, al mismo tiempo que se aportan nuevas fuentes a la historiografía. Al respecto, debería preguntarle a los “historiadores científicos” que no lo intentan porque no pueden y no saben hacerlo, pero, sobre todo, porque no les interesa. Es que, como a Sarlo, lo “popular” les produce rechazo, aunque también una cierta envidia  que los lleva a discutir con los revisionistas a quienes, sin embargo, consideran como “ una especie fósil que vive en el paraíso de los best-sellers”, sitio que ellos no suelen frecuentar.

.* Periodista, escritora e historiadora

2 Comments

  1. Todavía desgarra, o mejor, cada vez más, el suspiro agónico de Belgrano: AY. Patria mía! De todo la hacen presa. Ahora, también fauces de uno y otro campo la tironean hacia sus fosas.
    Por qué no ven en el proyecto de uno (los historiadores académicos) y en la crítica del otro (los historiadores neo-revisionistas) la gran oportunidad de engrandecerse en colaboración y reciprocidad?
    Este país es inmensamente mayor que nuestras pobres individualidades intelectuales, aunque ellas conformen grupos de estudios “internacionalmente reconocidos”.
    Nos ha dado, la patria, entre tantísimas bondades, este fervor por lo nuestro que, en lugar de eros se nos vuelve thánatos en cada encrucijada.
    Es el ambiguo pathos, que puede ser enfermedad o empatía…
    Por ahora, entre los que más se oyen, prevalece lo primero. Sin embargo, muchos estamos trabajando por lo segundo, silenciosamente, humildemente. Con el deseo puesto en la justicia distributiva de bienes tangibles e intangibles, en la democracia participativa.
    Ese deseo crece cuando surgen nuevos proyectos como el Instituto que, antes de ser, ya tiene que defenderse por querer…
    A unos y otros, ciudadanos de la Patria Chica y la Patria Grande, ruego la única virtud que debe prevalecer entre los sabios y que emerge de la remanida frase del primer filósofo de este estilo de pensar: sólo sé que no sé NADA.
    Dios salve a la Argentina!!

  2. Estimada señora: hace rato que en los ámbitos universitarios se estudia con seriedad “lo popular”, y que la temática histórica ya no trata solo de política. Y no puedo estar de acuerdo con su afirmación “la historia liberal, hoy definida como “Historia Social”. Esto es falso. Me parece que está confundiendo los tantos. Por otra parte, los “historiadores científicos”, como usted los denomina, investigan en base a métodologías y procedimientos que tienen consenso en los ámbitos académicos mundiales. Desconocerlos o menospreciarlos es típico de un revisionismo simplificador e intelectualmente peresozo; eso si, muy marquetinero, donde la historia está hecha de “héroes y villanos”. Permítame decirle que esa historia maniquea es simplista, poco elaborada y no ayuda mucho al análisis y la comprensión de los procesos históricos, de por sí complejos. Y por último, usted confunde la calificación de simplificadores de los autores revisionistas, con la subestimación de lo popular. Se puede calificar de simplistas a los revisionistas, y hacer muy buena historia de los sectores subalternos (de lo popular, como gusta usted llamarle), como de hecho se hace en las universidades argentinas, donde nuestros historiadores son reconocidos en todo el mundo por la seriedad de sus investigaciones.

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