Por resolución del Consejo Federal de Educación, integrado por todos los ministros provinciales de Educación, en el EGB (Educación General Básica), la cuestión Malvinas, que debe ser de cursado obligatorio, solo aparece en el área de las Ciencias Sociales y con esta denominación: “Malvinas, la decadencia de la dictadura militar”. Por supuesto, la acción argentina no fue una operación de recuperación anticolonialista sino una “invasión”. Un hecho que conmovió a todos los pueblos sometidos del mundo y se luchó frente a las más grandes potencias de la historia.
Ni a la enferma señora Margaret Thatcher, con su irreductible odio a todo lo argentino, se le hubiera ocurrido dictar algo semejante.
¿Existe en el sistema educativo un pensamiento progre único tan siniestramente negativo sobre la Gesta de Malvinas y el respeto que debemos a quienes dieron sus vidas por un pedazo de nuestra Argentina ultrajado por el colonialismo?
¿Qué explicación podrá dar un veterano de Malvinas a un hijo de un combatiente caído y sus lisiados en Malvinas, defendiendo un pedazo de nuestra Patria si las autoridades responsables de la educación opinan y enseñan tales barbaridades?
Necesaria aclaración de la Iglesia
El 10 de julio del 2006 la CGT rubricó junto a la Comisión Nacional de Justicia y Paz del Episcopado un acuerdo de 10 puntos sobre los principales temas a tener en cuenta en el área educativa.
El documento que lleva la firma del Secretario de Cultura de la CGT Vicente Mastrocola y del Presidente de la Comisión de Justicia y Paz Eduardo Serantes, NO MENCIONA EL TEMA MALVINAS pese a que la CGT lo había solicitado expresamente. Un obispo argentino, monseñor Alcides Jorge Casaretto, de San Isidro, SE NEGO a continuar las negociaciones que dieron lugar al documento si no se sacaba del texto la CUESTION MALVINAS.
De no haber una aclaración en forma de la jerarquía católica, su posición podrá señalarse como coincidente con las interpretaciones del CFE y los contenidos del EGB (Educación General Básica) para los contenidos comunes a todas las jurisdicciones. Además contraría lo dispuesto por la Constitución Nacional y la Ley 16.306 de Educación Nacional.
Opinión de la CGT
El 10 de agosto de 2006, en el Salón “Felipe Vallese” de la Confederación General del Trabajo, la central obrera entregó al entonces Ministro de Educación Daniel Filmus, el documento “Aporte para la elaboración de una Ley de Educación Nacional”. El acto, en el que participaron el Secretario General de la CGT y su Consejo Directivo, contó además con la presencia del Ministro de la Producción de la Ciudad de Buenos Aires, de los representantes de la Unión Industrial Argentina, y del Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Entre los puntos destacados en el acápite “Contenidos de aprendizaje” del documento de la CGT –que fuera ponderado como uno de los más valiosos aportes por el Ministro Filmus– se señala que la Ley de Educación “debe apuntar a la incorporación de los valores que la sociedad estima que deben ser compartidos por todos los argentinos”. Y agrega entre esas necesidades: “incorporación de la temática “Malvinas en el currículo escolar, en consonancia con la cláusula transitoria primera de la Constitución Nacional, en la consideración que la mutilación territorial significa también una mutilación en la identidad de los pueblos. Pensamos –continúa la CGT– que no es contradictorio sostener la verdad histórica de la argentinidad de Malvinas, con la opción por la recuperación pacífica y negociada de las islas. Estamos absolutamente en contra de la visión reducida que figura en los contenidos básicos comunes y que vincula a Malvinas a la última dictadura militar, en la certeza de que este tema debe relacionarse estrechamente con la génesis misma de nuestra Patria y con el análisis de los imperialismos y su influencia mundial, territorial, comercial y militar en todo el mundo. Creemos que se pierde una posibilidad enriquecedora para analizar cómo, los países hoy llamados centrales y de bienestar, han logrado construirse en base al flujo de recursos de los países que han padecido su expropiación territorial, el dominio de sus economías y sobre todo, de sus políticas”.
Ley nº 26.206 de Educación Nacional
Esta ley, recogiendo tales opiniones emanadas de un importante sector popular de la población, establece en su art. 92: “Formarán parte de los contenidos curriculares comunes a todas las jurisdicciones: (…) b) la causa de la recuperación de nuestras islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, de acuerdo con lo prescripto en la Disposición transitoria Primera de la Constitución Nacional”.
Es de esperar que en la reglamentación de la ley participen expertos con claro sentido nacional sin influencias extranjerizantes y, en especial, quienes fueron sus combatientes argentinos, fieles actores de esa Gesta, como los familiares de caídos en aguas y tierras criollas. El testimonio de estos últimos es fundamental para comprender el pensamiento de esos muchachos que ofrendaron sus vidas por valores patrióticos y no, por internas políticas ni menos por “un general borracho” por “perpetuar una dictadura” que todo el pueblo condenaba.
Debe tenerse en cuenta cómo los trabajadores, todavía con heridas de una cruel represión en Plaza de Mayo de días atrás, volvió a ese lugar histórico junto a toda clase de argentinos a celebrar la recuperación de las Malvinas por tratarse de una reivindicación nacional que unía como nunca a nuestros habitantes.
La perdida batalla de 1982 es una victoria por el coraje derrochado frente a las mayores fuerzas militares de la historia. La Gran Bretaña contó con el apoyo de la vieja Europa colonialista y los Estados Unidos imperiales con sus gobiernos satélites
aliados. Pero en todos los pueblos del mundo, libres o sometidos, se expresó en las calles la admiración al valor argentino y la razón de su causa.
Mientras el enemigo se deteriora ante sus fracasos de ataques genocidas por el dominio de los combustibles y la aparición de nuevas grandes potencias de oriente y occidente ante un enemigo común, aumentemos nuestra Unidad Suramericana para consolidar la soberanía en el continente junto a nuestros hermanos los indios, como los llamaba el General San Martín.
Si la vergonzante debilidad y claudicación de la corona española frente al invasor Napoleón dio pie a las ya esperanzadas ideas de independencia en Suramérica, reafirmadas por el rechazo popular a las invasiones inglesas, hoy tenemos la posibilidad de una debacle militar y económica del Imperio para cumplir el mandato de nuestros mayores. En el juramento de la Declaración de la Independencia de 1816 los delegados se comprometieron a luchar hasta morir por la libertad de las Provincias Unidas de Suramérica. ¿O no?
Ese pasado, en fin, como decía Herodoto, es el prólogo que debemos seguir escribiendo por todos los medios posibles. Para ello no dejaremos de tenerlo incorporarlo a nuestra identidad, seguro de no estar solos en la lucha contra el colonialismo de las multinacionales salvajes y de los enemigos internos que intentan la desmalvinización de nuestras conciencias.
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