5 y 6 de abril de 1811
EL PRIMER 17 DE OCTUBRE – EL PRIMER CHOQUE CON LOS INGLESES LUEGO DE 1807 – Y CASI EL PRIMER CACEROLEO –
Conforme a lo dispuesto por la junta el 27 de mayo, se pide a los cabildos de las provincias que envíen diputados Pero al ir llegando estos, a principios de 1811 los ilustrados ven peligrar sus planes, pues los “provincianos” no traían las mismas ideas iluministas que ellos.
Moreno dice que lo dispuesto el 27 de mayo era “fruto de la inexperiencia” .
La orgullosa Buenos Aires no iba a compartir el poder con provincianos.
Los morenistas conspiraban; contaban con el Club (del café de Marcos) y el regimiento “la Estrella”. La ingenuidad de Saavedra no le permitía sospechar de estos ni tampoco que una fuerza oculta y poderosa – la masonería cuyo conductor era el Dr. Julián Álvarez – acababa de unir a los jóvenes morenistas con los “viejos” del cabildo en una común repulsa contra los provincianos.
Un técnico, por regla general conoce muy bien el árbol pero es incapaz de ver el bosque.
Para eso hace falta un político, y Moreno era más técnico que político..
Si toda su inteligencia indiscutible y toda su energía arrolladora la hubiese puesto en la auténtica revolución americana, que nada tenía que ver con “La cuidad Perfecta” de Rousseau” hubiera dado excelentes frutos.
Moreno era un hombre de gabinete. Le faltaba estaño. Tal vez su juventud le impidiese escuchar a otros menos dotados pero con mas receptividad sobre lo que la gente piensa y quiere y no sabe expresar.
Moreno tenía muchas virtudes, pero le faltaban dotes de Jefe.
Ese jefe popular que interpreta lo que quiere la gente, ese jefe que no existió en los primeros días de la revolución.
Porque Saavedra, en el cual el pueblo confiaba, no tenía la estatura requerida.
Por eso el pueblo, entusiasta al principio fue cayendo en una atónita indiferencia.
Veía a los revolucionarios en obscuras conversaciones con los ingleses, que no eran tan ocultas, ya que oficiales del Misletoe, el Martine y el Pitt, buques ingleses en el puerto de Buenos Aires conversaban con las autoridades recientemente impuestas.
Y al pueblo se lo dejaba de lado, porque “era “una multitud privada de luces que solo piensa en sus primeras necesidades” o era el “vulgo que solo se condice por lo que ve”. (Palabras del reciente decreto de supresión de honores). Y oía que la junta recibía precisas instrucciones del embajador inglés ante la corte de Río de Janeiro.
¿Ese era el precio necesario para conseguir la libertad?
Lord Strangford, el embajador gringo maniobraba para que no se rompiesen los vínculos con España, ya que necesitaban que la península se ocupase de Napoleón y no de reprimir la sublevación americana.
Para eso necesitaban autoridades adictas, como parecían ser muchos porteños.
LOS ORILLEROS (se conoce en la historia oficial como la “Asonada”)
Inesperada, sorpresivamente, sobreviene el levantamiento de las orillas que dará una fugaz tintura de pueblo a la Revolución.
A las once de la noche del sábado 5 de abril se sabe que grupos de quinteros y arrabaleros, casi todos con su caballo, se juntan en diversos lugares de la periferia de la ciudad.
En silencio iban rumbo a la plaza de la Victoria cuyo ámbito llenan a medianoche ante el desconcierto de los jóvenes Iluminados y el temor de los vecinos principales ante la chusma de las orillas.
Un cronista relata así el inicio del levantamiento, en el que “Se apeló a los hombres de poncho y chiripá contra los hombres de capa y casaca”:
“Al anochecer del día 5 de abril empezaron a reunirse hombres emponchados y a caballo en los mataderos de Miserere, a la voz del alcalde de barrio don Tomás Grigera, cuyo nombre sólo conocido hasta ese día entre la pobre clase agricultora, principió a ser histórico para este país: a medianoche penetraron por las calles de la ciudad, y antes de venir el día ocuparon la plaza Mayor como mil quinientos hombres, pidiendo a gritos la reunión del cuerpo municipal, para elevar por su conducto sus reclamaciones al gobierno.”
Fue, hace 202 años el primer 17 de octubre, con los mismos personajes y los mismos prejuicios en su contra. Era el aluvión zoologico.
Eran la gente de las orillas, los descendientes de los viejos “Trinitarios” que fundaron Buenos Aires, (no los del puerto, los “porteños” que se enriquecieron con el contrabando), los habitantes de la periferia llenanban la plaza de la victoria ante el desconcierto de los miembros del Café de Marcos, que ven materializado el “pueblo”, del que tanto hablaron paro que nunca escucharon.
A las doce de la noche, la plaza de la Victoria estaba llena de gentes que rodeaban el edificio del Cabildo en un imponente silencio. Los regidores buscaron la protección de la Fortaleza donde quisieron averiguar, con los miembros de la Junta, el origen y propósitos de la nocturna presencia del pueblo.
Como se sabe que está Grigera aparentemente al frente de la pueblada, se lo llama: Vieytes le pregunta en tono conminatorio quién había ordenado la concentración intempestiva y Grigera contesta reposadamente: “El pueblo tiene que pedir cosas interesantes a la Patria”.
El propósito era sustituir la Junta por el gobierno “único” de Saavedra, que mantenía aún su prestigio – ¡pese a todo! – en la masa popular; el vehículo fueron los alcaldes de la periferia, sobre todo Tomás Grigera, alcalde de las quintas, y su intérprete el Dr. Joaquín Campana, abogado de prestigio en las orillas.
Tomás Grigera era un vecino afincado que ejercía en sus pagos, según V .F.López, “una especie de patriarcado bondadoso y responsable”. Sus modos de hablar y sus conceptos, siempre graves y sentenciosos, revelaban el hábito que había contraído de resolver las contiendas de sus convecinos con máximas de moral y buena ley según las entendía”.
El Dr Joaquín Campana había estudiado derecho y recibido el título en la Universidad de Chile. Plegado a la revolución de Mayo no compartía el desprecio hacia el pueblo de los morenistas. Era nacido en Montevideo en 1783. Había españolizado el apellido irlandés de su padre, Campbell.
El “petitorio”.
“El pueblo de Buenos Aires desengañado a vista de repetidos ejemplos, de que no sólo se han usurpado sus derechos, sino que se trata de hacerlos hereditarios en cierta porción de individuos, que formando una facción de intriga y cábala, quieren disponer de la suerte de las Provincias Unidas, esclavizando a las ambiciones de sus intereses particulares la suerte y la libertad de sus compatriotas, ha resuelto con la energía propia de su carácter proponer a V. E. las siguientes condiciones para que, desbaratando el partido sospechoso, se restituya al pueblo injustamente despojado…”.
Se pedía la expulsión de todos los europeos de cualquier clase y condición que sean “que no acreditasen de modo fehaciente su lealtad al gobierno”, descartándose las “informaciones sumarias” de los alcaldes de la zona céntrica.
La Junta sustituyó la expulsión por un impuesto proporcional dado las penurias del erario. Sobre cada español de “lealtad sospechosa”, sería llamado Grigera a informar.
Quienes los habían Movilizado?
Saavedra en sus memorias dice que ocurrió “sin mi noticia ni conocimiento” (Por eso Mitre, enemigo de las exteriorizaciones populares dice que “es la única revolución de la historia cuya responsabilidad nadie se ha atrevido a asumir” – no sé por que me recuerda al 20 de diciembre del 2001).
Aquello era una eclosión espontánea del pueblo que no había leído el “contrato social” tal vez porque no supiera leer, pero sabía muy bien que había que hacer.
El propósito era cambiar TODA la junta (¿qué se vayan todos?), reemplazándolos por la jefatura exclusiva de Saavedra. (aún mantenía prestigio entre la gente).
Los Morenistas (Moreno ya había muerto de cólico miserere) llaman en su ayuda al regimiento de la Estrella, comandado por French.
Pero no vienen…. se han diluido ante la masiva presencia de los orilleros.. Los demás regimientos han abierto la puerta de sus cuarteles , plegándose a la ola popular.
De los jóvenes intelectuales del “Café de Marcos no ha quedado ninguno. Los vecinos “de posibles” han atrancado sus puertas.
No obstante los “descamisados” esta vez no obtienen un triunfo plano. Les falta un jefe, y Saavedra no tenía la estatura ni la sensibilidad de jefe,
Acabarán por contentarse con el alejamiento de los morenistas en helicóptero (perdón, tal vez no fuese así).
Campana – la figura obscura y sin gloria, según Mitre – toma el lugar de Moreno.
Pero la figura obscura y sin gloria esta llamada a escribir una de las páginas más altivas de nuestra historia.
Strangford había pedido a la junta que mandase diputados a Cádiz y Campana contesta ”Estas provincias exigen manejarse por sí mismas. Solo se entraría en colación contra Napoleón si se reconoce su independencia” y “se debe hacer saber al representante de esa nación (Inglaterra) que es preciso que se reconociese la independencia reciproca de toda América,. Y que no insista el embajador Inglés en querer darnos de favor lo que se nos debe por justicia”
El 21 de junio la Junta da otro golpe a los ingleses en lo que más les dolía: sus intereses mercantiles. A instancias del consulado prohibió la remisión de géneros ingleses al interior, derogando la disposición de Moreno que lo permitía; también que los extranjeros vendieran sus géneros al menudeo en la capital. No se contentó allí; y como los introductores ingleses, favorecidos por Larrea, demoraban el pago de los impuestos hasta vender sus mercaderías, la Junta ordenó – por pluma de Campana – el 25 de junio que las deudas de los introductores con la aduana tendrían un interés del 6% “sin perjuicio de los apremios y ejecuciones que el administrador de la Aduana estimara convenientes”.
A sus enemigos natos (los jóvenes del café de Marcos y la gente “decente”) los orilleros agregaron el de Strangford y los comerciantes ingleses. Eran enemigos poderosos y no resistiría mucho tiempo.
Fue esta la primera vez que en forma oficial se habló tan concretamente de independencia, lo cual indignó a Strangford que envió de inmediato a Sarratea a Buenos Aires, para que pusiese coto a las “locuras de la chusma de medio pelo” que dominaba al gobierno. Posteriormente Campana fue expulsado de la Junta Grande, por disposición del Comité Patriótico morenista, que a pesar de que muchos de sus miembros sufrían detención o exilio, continuaba siendo un factor preponderante en todas las resoluciones que se adoptaban.
El 11 de setiembre se produjo el golpe. Por eso nuestra plaza 11 se llama así. Ninguna plaza ni calle se llama 6 de abril.
Según una versión familiar, en la noche del 17 de Setiembre el doctor Campana fue secuestrado de su domicilio y llevado detenido a Areco, donde se lo instaló en la cárcel.
Al reunirse la Asamblea General Constituyente en 1813 para tratar la organización y gobierno que se daría al país, sancionó una ley que favoreció a todos los incursos en delitos políticos y militares con las únicas exclusiones de Cornelio Saavedra y Joaquín Campana. El presidente, tras muchas vicisitudes, consiguió volver a Buenos Aires y que se lo reivindicara moral y materialmente. Campana no tuvo esa dicha.
LAS MISMAS SEÑORAS GORILAS DE SIEMPRE
El 11 de setiembre hubo tumultos en la plaza: algunos jóvenes y muchas señoras forman corrillos para hablar contra Campana y los compadritos.
Juan José Echevarria dejó en su Diario una nota pintoresca de la agitación política e intervención de las señoras de la clase vecinal en los corrillos públicos.
“Miércoles 18 de septiembre: …son las 4 y acabo de pasar por la plaza… se dice que el objeto principal es quitar a Saavedra y hacer Presidente a Chiclana; y que los diputados se vayan si quieren, o se queden acá para el Congreso… Andan fijando carteles citando para mañana a la elección de diputados y demás.
Vaya algo de lo mucho ocurrido esta mañana: peroró la Mármol, lo mismo hizo la Angelita, también la Chepa (alias) la Guinda: ésta lloró en la exhortación; también una de las Beruti; fueron concurrentes las Posadas, las de Endara; hubo palmoteos, vivas, bravos, etc.”. (Nota: Las cacerolas eran entonces de barro; poco sonoras y pesadas para las manos femeninas)
Pero la Revolución nacionalista – toda nacionalidad viene del pueblo – iniciada el 25 de mayo y detenida en Buenos Aires, renacería en el interior; Artigas y el pueblo oriental serían sus primeros intérpretes. La nacionalidad Argentina quedó condensada, en su forma política, en una expresión definidora: el federalismo. La “Patria Grande”, liga de las patrias chicas municipales.
Eduardo Rosa – Abril del 2013 –
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