ARGENTINA Y AMERICA ANTE EL FIN DE LOS IMPERIOS

ARGENTINA Y AMERICA ANTE EL FIN DE LOS IMPERIOS

Los tiempos han ido cambiando. En la antigüedad un imperio dominante perduraba varios siglos. El romano por ejemplo, comenzó antes de Cristo y terminó en oriente a mediados del siglo XV. El español, del que América formó parte, duró más de tres siglos, pero ahora los imperios nacen, crecen y mueren, o al menos pierden su hegemonía, con mucha más rapidez.

Un ejemplo es el imperio soviético, el que quizás presentó el caso más paradigmático. Nació, creció y murió, pudiendo todo el proceso ser observado en la vida de una persona.

Hoy el mundo vive una situación de crisis, donde la “unipolaridad” – proclamada hace 20 años como final y definitiva – ha concluido estrepitosamente para dolor de quienes no comprendieron que el “muro de Berlín”, en realidad se cayó para los dos lados.

El sueño estadounidense del “imperio único” (o la “unipolaridad”) fracasó por múltiples razones: económicas, políticas, culturales, de liderazgo e inclusive también militares.

EEUU (junto con Europa occidental) ha privilegiado la especulación y el derroche, despreciando el esfuerzo y el trabajo, mientras que Asia ha jerarquizado la producción y el crecimiento económico, y América intenta, con bastante buen  resultado, incorporar trabajo y desarrollo a sus economías.

La crisis de la burbuja especulativa y de las “deudas toxicas” ha puesto de relieve esta situación y muestra a las claras la debilidad estratégica de la economía norteamericana, endeudada en forma monumental (14 billones de dólares o sea ¡más de 45.000 dólares por habitante!).

Es de destacar que esta deuda se ha duplicado en los últimos 6 años (7,6 billones al inicio del segundo mandato de Busch y 10,6 al comienzo del de Obama) y que el principal acreedor es China, con un monto aproximado a un billón de dólares (hablamos de billones en castellano = un millón de millones)

Por otra parte, es necesario comprender que su economía, al igual que su moneda, obtiene su principal respaldo en la capacidad destructiva de su poder militar.

Desde el ángulo de la cultura hace muchas décadas que EEUU (y sus aliados europeos), no produce un núcleo de pensadores que puedan mostrarse como un faro que ilumine la crisis, mientras que desde el liderazgo político, el “fiasco moreno” (Obama) ha terminado de mostrar la crisis norteamericana. La que lo incluye pero que no se agota en su persona. El resurgimiento de pensamientos racistas, junto a la persistencia del crimen como método de construcción política, muestra la debilidad moral de su sociedad.

La frustración de un gran sector de la población del país y del mundo entero, ha sido de la misma magnitud que las expectativas levantadas, con el agravante de que luego de una decepción de tal tamaño, es muy difícil volver a creer.

Paradigmática es la situación militar de EEUU. Nadie duda de su capacidad destructiva y su potencial de fuego. Baste mencionar que, del presupuesto militar del planeta – y luego de la promesa de campaña de Obama de reducir los gastos de guerra, privilegiar el desarrollo y trabajar por la paz – un cincuenta por ciento del gasto militar mundial le es propio.

Pero ¿con qué resultados? El estigma de Vietnam sigue presente. Un pequeño país, ubicado en el fondo del globo terráqueo, provocó la derrota más vergonzosa de la mayor potencia militar mundial. Pero hoy este ya no es un caso aislado. La incursión en Afganistán ha sido claramente catastrófica. De poco sirvieron los criminales bombardeos plagados de “daños colaterales”, la creciente presencia de efectivos, incluidos los de muchos países de la alianza atlántica o la espectacular potencia de fuego presentada.

La “insurrección”, o sea los habitantes de ese país, controlan la mayor parte del territorio (salvo pequeños islotes urbanos) y la tortura, las “ofensivas militares” y demás políticas “pacificadoras”, lo único que han logrado es el crecimiento del poder de los talibanes y de Al Qaeda.

Similar escenario se ha producido en Irak, donde la situación se ha convertido en ingobernable, con el surgimiento (al igual que en Afganistán) de “los señores de la guerra” y el avance del terrorismo más duro como resultado de la irracional intervención armada.

Hoy se visualizan otros dos posibles focos de conflicto: Iran y Corea. El mundo sabe que una nueva intervención de EEUU sólo significará más inseguridad y mayor nivel de conflicto a nivel planetario.

EL RESTO DEL MUNDO

Por su parte, Rusia – que ha recuperado parte de su poder después del estallido de la URSS –  ha perdido considerables porciones de capacidad estratégica y se enfrenta al terrorismo y secesionismo interno, sumado al considerable espacio que han ganado las mafias, nacidas al calor de la caída del muro y poco puede imaginarse de un futuro de democracia con pérdida del poder de la ex KGB de la que Putin es su máximo exponente.

No es mejor la situación del continente europeo, afectado por una profunda crisis, no sólo económica, sino de pensamiento, valores, cultura y liderazgo.

Si consideramos simplemente la situación política ¿Qué lejos está el viejo continente de hombres como De Gaulle, Adenauer, Shuman o De Gasperi?

No sólo si miramos a Berlusconi, el mayor exponente de la decadencia europea, sino si observamos a muchos de los otros jefes de estado, comprobamos fácilmente esta lamentable distancia.

Pero analicemos simplemente el aspecto económico. La otrora próspera Europa está en bancarrota. Irlanda, el “modelo” que nos ofrecían (los mismos que destacaban a Menem y Cavallo), Islandia, Grecia, España, Portugal, Italia, etc., etc…

Veamos: España ha superado el 20% (veinte por ciento) de desocupación, expulsando del mercado laboral 1.000.000 de trabajadores por año en los últimos 3, todo esto gracias a la “progresista” política del gobierno socialdemócrata de R. Zapatero, Islandia en “default”, Italia con una relación PBI deuda externa superior al 100%, Portugal, Irlanda y Francia tienen una relación superior al 80%, estimándose que entre el 2000 y el 2014 toda Europa duplicará su nivel de endeudamiento, Inglaterra con un plan en ejecución para eliminar 500.000 empleos públicos, Grecia, que después del “salvataje” que implicó la aplicación de las recetas del FMI, lógicamente se encuentra al borde del estallido (¡si lo sabremos nosotros!), dirigiéndose inexorablemente a una nueva renegociación forzada o a un “default” total.

Pero – lamentablemente – esta catástrofe no es nada en comparación con  lo que vendrá. Toda Europa y en particular los países con mayor nivel de crisis, han elevado la edad jubilatoria, reducido el empleo público, bajado el nivel de inversión y gasto del estado, limitado los planes sociales, etc., etc., es decir, han aplicado las dolorosamente conocidas políticas del FMI que nosotros hemos padecido y está probado: a más ajuste, mayor crisis. (a todo esto sumémosle que América Latina hoy tiene políticas que han ido reduciendo – y deberán hacerlo mucho más aun – el flujo de fondos con que desde hace siglos las naciones desarrolladas sustentan su “estado de bienestar”).

No abundamos sobre la crisis de pensamiento, la anomia valorativa, el irracional resurgimiento del racismo y de los nacionalismos oligárquicos, etc., etc., pero estas son las reales causas de la crisis.

EL NUEVO IMPERIO DEL SOL NACIENTE

Frente a esta situación, muchos – en particular los especuladores de siempre – han puesto la mirada en un nuevo imperio emergente. Así vemos a un gran número de “agentes” (cipayos se les decía), que hoy “trabajan para los chinos”, con el mismo ahínco que antes los hicieron para los norteamericanos y – los más veteranos (y lentos) – inclusive para los ingleses.

Han descubierto las bondades del “socialismo de mercado” o mejor dicho del “capi-comunismo”. Sistema que reúne características (¿las peores?) del comunismo y del capitalismo.

Pero – con independencia de estos personajes – China ha desarrollado un liderazgo comercial con un gran potencial táctico, superando a los EEUU como productor automotriz y a Alemania como principal exportador mundial.

Este crecimiento se ha visto acompañado con un similar despegue de toda la región, lo que ha hecho que el mundo económico haya trasladado su centro geopolítico al Pacifico.

Frente a estos sucesos vale la pena preguntarnos ¿Qué pasa en China? Sin duda este proceso de expansión económica ha generado un “derrame” sobre la población de ese subcontinente, pero también ha crecido el delito, la corrupción, las desigualdades sociales (esto en forma exponencial), la brecha rural – urbana, los conflictos sociales (los que potencialmente pueden generar un estallido de impensada magnitud), etc.

Pero, restringiéndonos a lo económico, observemos que su sistema bancario se ha multiplicado exponencialmente, dado que el crédito ha sido el combustible del crecimiento, pero hoy se sospecha que las “deudas tóxicas”, junto con otras modas occidentales, se han multiplicado en el gigante asiático y todos los intentos para frenarlas han fracasado.

La masa de créditos supera los dos billones de dólares, o sea el doble de lo que la ortodoxia recomienda (algo así como 1.500 dólares por cabeza en una población que tiene ingresos anuales promedio de 4.000).

Este aspecto parece no ser un problema menor. Como el sistema no puede prestar esa cifra, ha inventado – mediante una “ingeniería” financiera – “bonos de inversión”, instrumento por el que los bancos reciben fondos a altas tasas, lo que les permite prestar “por fuera de libros”, ante a la gran demanda de capitales.

Si esta “bicicleta” entrara en crisis, todo hace suponer que el gobierno podría rescatar al sistema bancario, pero para esto debería dejar de cumplir el papel de principal prestamista de los EEUU (y de otras naciones “desarrolladas”) y esto generaría una crisis de impensables consecuencias en la economía mundial.

Por otra darte, destaquemos que esta expansión monetaria sin respaldo genera – entre otras cuestiones – un alto nivel de inflación (el arroz ha aumentado un 30%) y todo importador sabe que en el último año los precios han variado entre un 5 y un 20% según los productos.

Desconozco si se llamará “Amarillo”, el Moreno que mete mano en los índices chinos, pero no debe dejar de resaltarse que los recordados incidentes que culminaron en lo que el periodismo occidental denominó “la masacre de Tiannanmen” se originaron en el aumento de los precios internos.

(Valdría la pena realizar una estimación sobre cómo afectará la “rebelión antitotalitaria” del mundo árabe al gobierno chino, pero en general se carece de datos serios sobre esta situación, si bien las autoridades han instaurado una rígida censura sobre el tema)

No puede concluirse el análisis sin una breve mención de la situación de la India, la otra potencia asiática que ha estado creciendo a más del 8% anual y que de continuar con su aumento poblacional, en el año 2025 tendrá una población superior a la de China.

A pesar de las tasas fenomenales de desarrollo, este no se ha vertido sobre toda la población, al punto de que una tercera parte de ella vive en situación de extrema pobreza (además uno de cada tres pobres del mundo vive en India) y un 39% de la población es analfabeta.

La pregunta que debemos realizarnos es si, como afirmó hace siete años el entonces primer ministro de ese país, “India y China pueden remodelar el mundo” o – por el contrario – si las ancestrales disputas entre ambas naciones (que tuvieron el último conflicto armado en 1962) seguirán vigentes como manifestó su ministro de defensa en 1998 cuando destacó que China era “el enemigo potencial numero uno”. (Tampoco podemos olvidar sus sistemáticos e históricos enfrenamientos con Paquistán).

El área – si bien muy lejos de nivel de los EEUU – es la zona del universo con mayor inversión militar y proliferación de armamento atómico (China, India, Paquistán, Corea, Rusia e Israel poseen armas nucleares y Turquía, Arabia Saudita, Irán, Indonesia e inclusive Japón se encaminan a proliferar)

¿Será una “Chindia” quien conducirá al mundo o simplemente existirá un equilibrio entre las naciones de la región tolerando o soportando sus diferencias milenarias?

UN NUEVO MUNDO

Pero – con independencia de estas cuestiones – hoy los pueblos de todo el planeta anhelan justicia, libertad y participación.

Lo que sucede en el mundo árabe, con cientos de miles de hombres y mujeres, fundamentalmente jóvenes, que salen a las calles y rompen los monopolios informáticos mediante las redes sociales  organizándose para terminar con las autocracias oligárquicas, es una clara muestra de esto.

De todas maneras, si miramos la situación global del planeta, lo claro es que uno de los principales problemas es – y seguirá siendo – el trabajo.

Lúcidos analistas afirman que los conflictos (¿las guerras?) del futuro serán por el trabajo. Más precisamente el conflicto es si el gobierno de las naciones lo realizarán las conducciones políticas de los estados, electas por los pueblos, o “los mercados” (eufemismo para identificar a los grupos concentrados de la economía) y este debate se está resolviendo en este  momento para concluir en pocos años.

Hace unos meses Guido Mantega (Ministro de Economía del Brasil), planteó que había estallado la guerra de las monedas, instalando el eje de la discusión en el núcleo del G-20.

Hoy el debate es acerca de quién gobierna y quién puede desarrollar políticas de producción y trabajo.

Esto nos acerca al punto central del análisis a realizar. Hay un mundo que transita moribundo (aunque en esta situación pueda realizar aún daño y generar muchas muertes). Los modelos de los poderosos (¿o ex –poderosos?) tienen como únicos valores los que se cotizan en las bolsas y esta es su única preocupación.

Repitiendo los mismos caminos arribaremos sin duda a los destinos dolorosamente conocidos. Resulta necesario pensar Argentina y América sobre nuestras propias tradiciones y nuestros propios valores.

Y esto también tiene que ver con la economía. Nadie seriamente podría plantear hoy un programa de economía estatizada como la de los regímenes comunistas del siglo pasado, pero tampoco es posible sostener que el estado no deba cumplir el papel de regulación que le corresponde en defensa del bien común por sobre los intereses individuales.

La economía debe subordinarse a las necesidades de la vida comunitaria donde la solidaridad y el compartir han sido partes constitutivas de nuestra vida social.

Inclusive desde el punto de vista económico las formas solidarias de la economía rigieron en la América pre-hispánica, se sostuvieron por ejemplo en las misiones jesuíticas, perduraron con los hombres de Mayo, quienes les prestaron especial atención y volvieron con mucha fuerza a mitad del siglo pasado, siendo brutalmente barridas a sangre y fuego por la dictadura liberal que tanto daño hizo a nuestra comunidad. Resulta necesario repensar la economía nacional y continental a partir de formas más sociales y solidarias, que privilegien la iniciativa, pero también el trabajo y la inteligencia al igual que el esfuerzo.

El eclecticismo cultural que pretenden imponernos impide el diálogo y el enriquecimiento mutuo. El pensamiento, como las especies vivas, se enriquece con la hibridación y el mestizaje. La cultura también. El racismo que inunda las llamadas sociedades desarrolladas involuciona no sólo su cultura, sino también su espíritu y su alma.

La historia de nuestro continente presenta frutos maravillosos de entrega, solidaridad y justicia. Nuestro país tuvo vigentes – con valor constitucional – los derechos a la niñez, a la familia, a la ancianidad, al trabajo, preceptos que no fueron letra muerta, sino que se plasmaron en una comunidad organizada que les dio vida efectiva. Y este antecedente es casi único en el mundo entero.

LA UNIDAD CONTINENTAL

Sería muy pretencioso afirmar como el primer ministro de la India que nuestra unidad con Brasil vaya a “remodelar” el mundo. Pero la fraternidad entre los dos hermanos mayores del continente, el afianzamiento del Mercosur y de la Comunidad Latinoamérica de Naciones a partir de este núcleo fundante, la reconstrucción del eje del ABC (Argentina, Brasil y Chile), uniendo los dos océanos, sin dudas mejorará considerablemente la calidad de vida de los pueblos del continente, demostrando que la renuncia y la solidaridad son instrumentos de la política de América Latina. Esta política virtuosa en América, continente sin conflictos históricos, raciales, políticos o regionales, seguramente servirá para mejorar la situación mundial.

En muy pocos años, con decisión y fortaleza, América puede constituirse en faro del mundo, pero no sólo desde el punto de vista económico, sino como muestra de paz entre pueblos hermanos, que comparten una idea de la vida y de la muerte y que están dispuestos a mostrar y a demostrar que la justicia social y la solidaridad son los dos mejores instrumentos de cualquier construcción política interna y externa.

Quiera la Providencia ayudarnos a concretarlo en el menor tiempo posible.

Lic. Jorge Benedetti

Febrero 2011

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