Bruno Cayetano Jacovella UN PENSADOR DE LA CULTURA. Por Rubén Pérez Bugallo


El Profesor Bruno C. Jacovella nació en Tucumán el 21 de noviembre de 1910, donde comenzó a incursionar en el estudio del folklore y el periodismo en el clima cultural de la llamada “Generación del Centenario”

En 1934 se traslado a Buenos Aires, donde se dedico a una fructífera vida intelectual.

Era un hombre de vida familiar; casado con Blanca Moreno Alvariza, tuvieron 5 hijos. Durante sus casi 55 años de matrimonio tuvo en ella a la compañera que desde el hogar lo apoyo de manera silenciosa, acompañándolo desde un lugar discreto y brindándole la atmósfera adecuada para el desenvolvimiento de su vida profesional.

Escritor y estudioso polifacético abarco varias ramas del conocimiento científico relacionadas con teoría de la cultura, ciencias antropológicas, filosofía de la historia, análisis sociológico, literatura, investigación folklórica y musicologica, periodismo de ideas. Conocedor de varios idiomas (latín, griego, ingles, francés, italiano, alemán) fue traductor entre otros libros de “Las llaves del Reino” de A.J. Cronin.

Fue autor de numerosos libros: “Viejas historias descorazonadas” (1937), “Confortantes y prodigiosas historias del poeta Esteban Malanik” (Premio Municipal año 1938) “Las supersticiones. Contribución a la metodología de la investigación folklórica” (1939, coautor con Rafael Jijena Sánchez), “Manual guía para el recolector”(1951), “Fiestas tradicionales argentinas” (1954) “Folklore argentino”( 1959, obra que incluye trabajos de varios autores), “Juan Alfonso Carrizo. El ser nacional frente a la tradición y la ilustración” (1963, 2º premio en el Certamen Nacional “Juan Bautista Alberdi”),”12 historias del ser y el no ser” (1971),”Claves para la interpretación argentina”(1980) “El hombre, la cultura, la historia. Ensayo de Antropología, Holistica e Historiografía”(1986), “El ocaso de la IV Argentina federal”(1991, coautor con su hermano Tulio Jacovella).

Colaboro en numerosos diarios y revistas, publicando cerca de un centenar de artículos especializados

En su extensa trayectoria se desempeño como: Secretario Técnico del Instituto Nacional de la Tradición (actualmente Instituto Nacional de Antropología), Director General del Teatro Colon, Director del Instituto Nacional de Musicología. Fue profesor titular de la Cátedra de Antropología Social en el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad del Salvador, y de las Cátedras de Etnomusicología y Folklore de la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la Universidad Católica.

Desde el periodismo de ideas, en la década del 50 co-dirigió junto con su hermano Tulio Jacovella, las Revistas Esto EsMayoría, y luego el Diario Mayoría (1973-1976).

Fue director del Suplemento de Letras, Artes y Ciencias del mismo (1974-1976) y director de la Revista “Esto Es Tecnología y Modernización” (1980-1981).

Como docente e investigador se caracterizo por su generosidad intelectual, no acaparaba el saber para sí, sino que generaba en sus discípulos la capacidad de pensar, cuestionar, analizar y profundizar ideas, pensamientos y opiniones.

En noviembre del año 2002, la Facultad de Filosofía, Historia y Letras de la Universidad del Salvador, en reconocimiento a su aporte intelectual, creo la “Cátedra de Etiología Cultural Argentina Prof. Bruno C. Jacovella”, dirigida por la Prof. Olga Fernández Latour de Botas, destinada al análisis, interpretación y profundización del estudio de la cultura.

En el año 2003, la Secretaria de Cultura de la Presidencia de la Nación publico en la Colección de la Memoria el libro “Cultura y Sociedad. Bruno C. Jacovella” con una selección de trabajos de la extensa obra de Jacovella realizada por el Prof. Enrique Zuleta Alvarez quien además dedica él capitulo inicial a una reseña biográfica sobre su vida y obra.

Considerado uno de los grandes intelectuales argentinos, Bruno Jacovella fue por sobre todas las cosas un hombre de bien, bondadoso, incuestionable en su honestidad,

Dedico su vida de manera silenciosa y discreta a la ayuda solidaria.

Sencillo y sobrio, afable y dueño de un fino y agudo sentido del humor, siempre con su sonrisa franca, fue ejemplo de humildad.

Para complementar estos datos gentilmente proporcionados vamos a incluir esta biografía realizada por el señor Rubén Pérez Bugallo:

Conocer personalmente a Bruno Cayetano Jacovella en Julio de 1972 me cambió la vida. Un compañero de trabajo de la Chrysler Fevre Argentina S.A. tuvo la buena idea de invitarme a presenciar una clase del maestro en la Escuela de Danzas Tradicionales Argentinas de Lomas de Zamora. Concurrimos, me lo presentó y conversamos largo rato; yo refiriéndome a sus obras -que venía leyendo desde hacía tiempo, alternándolas con mis estudios de odontología- y él interesándose por mis empíricas recolecciones de música criolla bonaerense. Concertamos una nueva entrevista en la sede del Instituto Nacional de Musicología, en la calle Quintana de la Capital Federal, casi sobre “Las Cinco Esquinas”. Y allá fui con mi guitarra, entusiasmado con la posibilidad de acceder a los archivos y la biblioteca en los que había trabajado Carlos Vega y donde ahora Jacovella oficiaba de digno sucesor.

Esa primera visita al Instituto se convirtió, al igual que las subsiguientes, en una sesión de registro documental en la que el Director fue grabando muchos de los antiguos temas bonaerenses que yo conocía por tradición familiar o por haberlos recogido “de oído” en mis andanzas campesinas. La cinta -rotulada hasta hoy como correspondiente a la Sesión de Trabajo N°38- fue creciendo en testimonios musicales mientras yo iba accediendo paulatinamente a las lecturas recomendadas por el maestro.

Un buen día me decidí. Le pregunté a boca de jarro cómo tenía yo que hacer para trabajar allí con él. La respuesta no se hizo esperar. Reconoció en mí alguna experiencia en los temas que él y sus investigadores trataban pero me advirtió que mi nombramiento sólo era posible en caso que yo tuviera un título habilitante relacionado con la actividad científica del organismo. Me habló básicamente de las posibilidades que ofrecía la Escuela Nacional de Danzas – un título de Profesor Superior de Folklore en tres años- y de la importancia de una carrera como antropología en la Universidad. También insistió en que meditara todo muy bien, porque las vacantes oficiales siempre eran escasas y los sueldos de quienes lograban ingresar distaban bastante de alcanzar un nivel que les permitiera vivir dignamente.

No se habló más del tema. Pensé muy bien mi decisión.

Marzo de 1973 me encontró fuera de Odontología y cursando a la vez mis dos nuevas carreras, Antropología y Folklore (sin dejar, claro está, de ganarme la vida en la fábrica de automóviles). Decidido a todo, había dado ya forma al Grupo Antigal, de modo que mis fines de semana estaban necesariamente ocupados en ensayar y/o actuar. Ni hablar de frecuentar el Instituto o de visitar al maestro. Y así pasaron cuatro años en los que “me perdí” no sólo para Jacovella sino para todo lo que no tuviera que ver con el estudio y el trabajo.

Un buen día Don Bruno llamó por teléfono a casa. Me recriminó jovialmente mi prolongada desaparición y quiso saber si ya había obtenido mi título de antropólogo, dado que en el Instituto había que cubrir el puesto. Confundido, incrédulo y atolondrado, le expliqué que rendir cada materia no era cosa sencilla -sobre todo para quien tenía como obligación principal mantener una familia trabajando- y que tal vez en dos o tres años terminaría al menos de cursar.

Estábamos por cortar tras la resignada frase “otra vez será” dicha por el maestro a modo de despedida cuando recordé un detalle casi milagroso; ¡El título de la Escuela de Danzas sí que lo tenía…! Hacía un año que había terminado esa carrera y en el fragor de mis muchas ocupaciones casi lo había olvidado. Jacovella no dudó un instante. Me hizo concurrir inmediatamente al Instituto y me nombró Auxiliar Técnico. Comencé así mi carrera de investigador rentado, el día 9 de mayo de 1977.

Cuento esta anécdota por escrito- lo he hecho muchísimas veces oralmente- para mostrar uno de los principales rasgos de la personalidad de Bruno Jacovella: su permanente disposición para atender los problemas de los demás – científicos o no- para tender una mano solidaria, para dar lugar a su lado a quienes descubriría entusiastamente predispuestos al trabajo.

También quiero destacar su excelente humor, siempre presente y exacerbado durante los “tés culturales” que él mismo preparaba para el personal a su cargo, en los que animaba las conversaciones matizando las más intrincadas cuestiones epistemológicas con insólitos chascarrillos de su exclusiva cosecha. Recuerdo su simpático emperramiento por sostener algunos rígidos preceptos cuando de definir el fenómeno folklórico se trataba. Y su olímpica calma para hacer caso omiso de la circunstancial histeria de algún alto funcionario de turno, de esos que piden informes “para ayer” sin advertir que tal vez tengan que irse mañana.

De su actividad periodística hablan por sí solas sus colaboraciones en “La Nación”, “Histonium”, “Mundo Hispánico”, “Dinámica Social” y otros medios. Y mejor aún los emprendimientos editoriales de los que fue protagonista: el periódico “Mayoría”, concebido junto a su hermano Tulio, que comenzó a aparecer el 16 de noviembre de 1973; la revista “Esto es Música” iniciada en noviembre de 1980 y “Esto es Tecnología y Modernización”, otra revista que circuló en 1981 y 1982.

De sus incursiones en la Literatura son buen ejemplo sus libros Viejas historias descorazonadas (1938), Confortantes y prodigiosas historias del poeta Jerónimo Malánik (1939) y 12 Historias del ser y del no ser (1971).

Su labor científica en el campo del Folklore y la Antropología marca hitos insoslayables en la historia argentina de esas disciplinas. Comenzó colaborando con Juan Alfonso Carrizo en su Cancionero Popular de Tucumán (1937). A los dos años dio a conocer Las supersticiones. Contribución a la metodología de la investigación folklórica, escrito junto a Rafael Jijena Sánchez. Su Manual-Guía para el recolector data de 1951 y Fiestas tradicionales argentinas de 1953.

En 1959 contribuyó con tres artículos a la conocida obra Folklore Argentino.

Fueron Las regiones folklóricas argentinas, Las especies literarias en verso y nuevamente Las supersticiones. Al año siguiente apareció Los conceptos fundamentales clásicos del folklore. Análisis y crítica, y tres años después su biografía sobre Juan Alfonso Carrizo, a la que precedió con un ensayo titulado El Ser Nacional frente a la tradición y la ilustración.

Inició su gestión directiva en el Instituto Nacional de Musicología concibiendo y logrando la publicación de la antología de Las canciones folklóricas argentinas en 1969. Colaboraba por ese entonces en la revista Universitas con artículos como “El Arte Moderno y la Edad Moderna” (1968) y “Consideraciones antropológicas e históricas sobre política educacional” (1969).

Imposible resulta detallar aquí la totalidad de sus aportes a congresos y revistas especializadas. Pero algunos de sus títulos darán idea de cómo su pensamiento fue evolucionando por otra problemática sin abandonar temas puntualmente folklóricos: “Historia y Ciencia de la Literatura” (1978); “Los alcances de los conceptos folk y folklore. Acerca de nuevas formulaciones” (1979); “La crisis de la idea romántica de Cultura” (1979); “Los cuatro universos musicales” (1980); “El caso de la López Pereyra” (1980); “Ciencia y Cultura, una difícil complementación” (1981);

“La preocupación etnopaidética en la escuela post-moderna, con especial referencia a la Argentina” (1982); “Los cambios socio-culturales de la Edad Post-Industrial y las constantes humanas” (1983). Este proceso reflexivo culminó con su muy meditado libro “El Hombre, la Cultura, la Historia. Ensayo de Antropología Holística e Historiología” (1986). Un año después, Ediciones Dictio lanzó sus selecciones de los cancioneros de Carrizo precedidas de una Introducción de Jacovella, con lo que el maestro cerró virtualmente su ciclo productivo retornando a sus viejos temas de interés.

Tuvo materias a su caro en el Conservatorio Nacional, la Escuela nacional de Danzas, La Universidad del Salvador y la Universidad Católica. Pero toda su vida fue una cátedra. No perdía oportunidad de ilustrar con su erudición y había que ser muy indiferente para no escucharlo con deleite, porque era tan permeable a la cordialidad como refractario al empaque y la afectación.

Hasta 1990, año en que con el Dr. José Antonio Faro y los profesores Miguel Angel Elías y José Manuel Moreno lo secundamos en las Primeras Jornadas Santiagueñas de Folklore, tuvo permanente presencia en congresos y reuniones científicas. Combinaba ya por ese entonces cierto aire distante con una curiosa tendencia a hacer participar repentinamente de sus elucubraciones a sus circunstanciales interlocutores, aunque estos no estuvieran ni cerca de su profundidad analítica.

Sus proverbiales distracciones se acentuaron con el tiempo, en forma directamente proporcional a su paulatina inmersión en los terrenos filosóficos. Lo acompañé en varias oportunidades por el interior del país dando charlas o cursos. Y en más de un caso, luego de haber ofrecido una conferencia magistral, me sorprendería acercándose con actitud misteriosa para preguntarme en qué ciudad nos hallábamos.

En estos últimos años lo visité muchas veces en su casa para acercarle mis trabajos y escuchar atentamente sus observaciones. Tuve el honor de que presentara en 1993 uno de mis libros, lo que entiendo fue su última aparición pública vinculada al quehacer científico. Sabiéndose el último de una brillante camada de humanistas nacidos hacia principios de siglo, hacía ya tiempo que tomaba en sorna su propia postura teórica para asegurar que no era el folklore lo que constituía una supervivencia, sino que en realidad lo era su propia persona.

Había nacido en 1910, en San Miguel de Tucumán, “el día que el Escorpión araña con su aguijón declinante el talón naciente del arquero”, según escribió alguna vez. Se fue de este mundo en Buenos Aires, en 1996, justo una cifra supersticiosa de días antes que la virginidad mitológica fuera reemplazada por una mercantil balanza.

Fuente: Revista Entre Todos Folklore Año 4 N°24 – Noviembre 1996

Sección: “del archivo y del campo”

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