Buenos Aires, 25 de julio (Télam, por Emiliano Vidal). Si el legado de Manuel Belgrano hace al hombre que se construye a sí mismo y a un pueblo que con muchos como él construyen un país, Eva Perón resume la indignación que causan las injusticias y que ponen un sello indeleble en la política.
Fue esa indignación la que profundizó las duras tareas en la Fundación Eva Perón, desde la creación de escuelas, hospitales, hogares y la reivindicación de los derechos para las mujeres.
En sus múltiples funciones, Eva también era la mediadora entre el poderoso sindicalismo -eje del peronismo fundacional- y el primer gobierno de Juan Domingo Perón.
Con los sindicatos y con las mujeres, Eva Perón tuvo insoslayable gravitación. Eva habla a las mujeres de hoy -en especial a las que ejercen funciones políticas- desde la generación de sus padres.
Fue ella la abanderada de la sanción de la ley del voto femenino en 1947, que cuatro años después, terminada la compleja tarea de empadronamiento, permitió la primera participación política de la mujer.
Fue Eva la que también impulsó la realización del censo y el padrón que hasta entonces las excluían. Y fue la primera en alegrarse con la confección de la libreta cívica para la participación en las elecciones de noviembre de 1951, en las que ella votó desde su lecho de enferma.
Con esa norma, cerró la lucha que habían iniciado otras mujeres como Alicia Moreau de Justo, Julieta Lentieri, Susana Larguía y Victoria Ocampo, diversidad de ideas y mundos interiores pero unidas en el mismo cometido.
Desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, Perón supo brindar al sindicalismo débil y fragmentado que encontró entre 1943 y el año siguiente una fuerte estructura, que explica lo que luego acontecería el 17 de octubre de 1945.
Los caminos fueron la organización sindical horizontal, es decir la constitución de sindicatos por oficio, profesión o categoría y los gremios de origen vertical, que son por actividad o industria.
El papel de Evita fue fundamental para una CGT fuerte que cobijase a todo el movimiento gremial. Ella, fue el puente entre el gobierno y la central sindical, combinando sus tareas en la Fundación, las reuniones con el Partido Femenino Peronista y los encuentros con los dirigentes sindicales, “los muchachos”, quienes realmente lo eran en su gran mayoría.
Una armonía de estructura piramidal, con Perón como artífice y Eva como custodia en ese vértice que expresaba la CGT, en el medio, estaban las federaciones y uniones y más abajo los sindicatos, los delegados del personal y las comisiones internas en los lugares de trabajo.
La descripción permite comprender mejor el papel de la CGT, ayer y hoy. Los sindicatos fueron siempre el sostén del peronismo en el gobierno nacional.
Con Perón en el Gobierno, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión en sintonía con la Fundación, muchas mujeres comenzaron a trabajar en los pedidos de miles personas que al comienzo llevaban la firma de Isabel Ernst, la secretaría de Eva.
Se clasificaban por enfermedades, por trabajo, por empleo, por angustias. Información preparada para los viajes que hacían Perón y Eva por el interior del país. Así llegaban las soluciones.
Una de esas mujeres fue Nélida de Miguel, una de las primeras diputadas nacionales de la historia argentina, que hoy, desde sus 91 años sigue igual, guiada por los fuertes recuerdos de su relación con Evita. Una dura tarea que creció aún más cuando se aprobó la reforma constitucional de 1949, que tras el trágico golpe militar de 1955 sería anulada por decreto.
Intervenida la Sociedad de Beneficencia, Eva Perón supo vincular la acción social con la redistribución del ingreso a través del salario indirecto, prestaciones gratuitas brindadas en salud, educación y la atención materno-infantil.
A fines de 1951 y enferma, no dudó al recorrer personalmente las terminales ferroviarias para decirles a los trabajadores que debían levantar la huelga. “Ustedes le están haciendo el juego a los contreras. Vuelvan al trabajo”, reclamaba.
Con su muerte, el 26 de julio de 1952, todas las conducciones de los principales sindicatos que en defensa del gobierno habían aguantado las presiones de sus propias bases debido a la crisis económica de comienzos de los años 50 perdieron la elección interna en manos de otros peronistas.
Así, por ejemplo, entraría en la historia -y en la historia del peronismo en particular- Andrés Framini, vencedor de la fórmula Hermida-Vidal en la Asociación Obrera Textil.
Fueron la CGT y el Partido Femenino Peronista los pilares del Cabildo Abierto del 22 de agosto de 1951, el día de la proclamación de la fórmula “de la Patria”, Juan Perón-Eva Perón, frente al ex Ministerio de Obras Públicas, en la porteña avenida 9 de Julio, ofrecimiento que luego rechazaría con un gesto resumido en la frase “renuncio a los honores pero no a la lucha”.
El largo velatorio ante el enorme pesar popular y su impresionante expresión se inició en el Ministerio de Trabajo el 9 de agosto de 1952. Luego, el féretro fue trasladado al Congreso de la Nación y de allí llevado hasta la CGT, donde estaba destinado a reposar para siempre. El cortejo con una guardia de honor incluía diez mujeres del Partido Peronista Femenino y a los secretarios generales de los sindicatos más importantes del país.
Los bombardeos del 55, el golpe, la Libertadora, la cárcel para los peronistas, los fusilamientos, los 18 años de proscripción no pudieron con ella ni con su ejemplo.
Un legado para todos los hombres y mujeres que se acercan a la política desde la indignación que generan injusticias. Una causa que se llama Evita. (Télam)
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