Por Eduardo Rosa
Alguien cuya adusta cara nos asusta desde el bronce (No es casualmente “el bronce que sonríe”, como Gardel), cobraba «un poco de todo»: desde sueldos de inspector de escuelas hasta militar, tal cual parece que aún se hace. En 1877 fue ascendido a Coronel Mayor del Ejército, equivalente a General de Brigada: tenía 66 años. En 1881 fue nombrado por Roca Superintendente General de Escuelas: tenía 70 años. En 1882 fue ascendido a General de División: tenía 71 años. En 1888 murió el general ascendido seis años antes, el superintendente general de escuelas, y vaya alguien a saber quién siguió cobrando sus pensiones, acaso hasta el día de hoy, ya que en la Argentina esto no sería nada extraño.
De este «símbolo de tradición moral», decía el santafesino Marco P. Rivas(1):
<>… intentó hacer valer el discutible grado militar el 22 de diciembre de 1885 para
conseguir que el gobierno le acordara una cesión de 16.000 hectáreas de las
tierras quitadas a los indios. El presidente Roca desestimó la solicitud porque
según el dictamen del ministerio de guerra no constaban los antecedentes
militares del peticionante.
¡Un General de División la Nación, de quien no existía ningún antecedente, cobraba
sueldos de general y pretendía además la bicoca de 16.000 hectáreas! No cabe duda
alguna de que ese «símbolo de tradición moral» Argentina —como indica un panegirista
del «prestigioso matutino» (2) — repercutió hasta nuestros días.
Alberdi decía de este general trucho(3):
… trabajador improductivo, estéril, a título de empleado vitalicio, que vive
como un doméstico de los salarios del Estado, su patrón.
(4)
El personaje es puesto como ejemplo a nuestros escolares. Es el paradigma del Maestro, Domingo Faustino Sarmiento.
El mismo Sarmiento; quien con su cara de perro “Con un empaque a lo toro”, como lo diría José Hernández al caricaturizarlo como el viejo vizcacha; es aquel que asusta a desde hace añares a nuestros niños desde el Billiken.
Con estos “ejemplos” ¿Cómo pretendemos tener otra Argentina?.
Dejemos que los cartoneros, víctimas del país que este señor y sus amigos dibujaron, hagan buen uso del bronce.
(1) «Sarmiento – Mito y realidad», p. 23;
(2) Se refiere a “La Nación” una de cuyas cartas de lectores originó esta polémica.
(3)«Facundo y su biógrafo».
(4) Pido al Sr. Enrique C. Piccotto que me disculpe por “tijeretear” la parte substancial de estas líneas de su interesantísima polémica epistolar con el Sr. Weinstabl; duelo que aún hoy – 23/05/05 dura.
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