Cultura Nacional, Alpargatas y Libros Nro. VII : El Socialismo Colonial.- Por Omar Auton

 

Algunas aclaraciones para comenzar, algunos compañeros me han recordado que Américo Ghioldi, nada más y nada menos, había publicado en febrero de 1946, un libro titulado “Alpargatas y libros en la historia argentina”, creo que nadie puede dudar que nada me vincula a este ejemplar notorio del cipayismo antinacional, que hasta fue embajador de Videla en Portugal, sin embargo, vale la pena señalar la diferencia. El libro de Ghioldi recupera la contradicción sarmientina de Civilización y Barbarie frente a la irrupción del peronismo, señala un hilo histórico común entre estos periodos y remarca, en eso acierta, que esta “grieta” se expresa en el movimiento peronista en ascenso (Perón asumiría ese mismo mes la presidencia por primera vez).

Ghioldi se pregunta dónde está el pueblo, claro que el habla de un pueblo ideal, acorde con su visión europeísta, positivista y colonial, sostiene que la democracia, la república, las figuras e instituciones históricas y a la brevedad el libro y la inteligencia,  son negadas por el movimiento político que en breve se llamará peronismo y aquí también acierta, porque la democracia fraudulenta, la república oligárquica y sus correlatos de instituciones e historia (mitrista) expresaban a una Argentina que fenecía. En lo que se equivocaba eran en que quién las hacía desaparecer no era Perón o el peronismo, era la historia real, que se expresaba en el pueblo verdadero.

Lo que modestamente pretendo es aportar a comprender el origen y decadencia, sobreviviente en la actualidad, de una visión de la patria funcional a la dependencia, a la colonia y a la vez un producto suyo. Se trata de reconstruir una visión propia, popular, pero que debe contener a todas las expresiones del pensamiento nacional, sin exclusiones ni “listas negras” ideológicas, hacer exactamente lo contrario de lo que ellos hicieron, porque en todos esos hombres y mujeres hay rastros de nuestra identidad, de nuestros aciertos y errores, de nuestra creatividad y también de nuestra propensión a la copia acrítica.

En el artículo anterior nos aproximamos a revisar las corrientes autodenominadas “nacionalistas” en su vertiente oligárquica y hemos visto como esos hombres no pueden ser anatematizados ni descalificados por sus tendencias más o menos “fascistoides”, acertaron y erraron, pero además fueron cambiando su visión, porque buscaban hallar un camino propio para el pensamiento de los argentinos, muchos de ellos son precursores valiosos del revisionismo histórico y junto a hombres del nacionalismo popular, como Jauretche, Fermín Chávez, José Luis Torres o Scalabrini Ortiz, fueron las voces valientes y patrióticas que denunciaron la dependencia con Gran Bretaña y la Década Infame.

Vamos a empezar ahora a revisar las corrientes del socialismo y luego el comunismo, que fueron la otra cara de la moneda del pensamiento colonial, discípulos los primeros del socialismo de la II Internacional, imperialista, positivista y que claudicara vergonzosamente en el patrioterismo que condujo a la primera masacre europea entre 1914  y 1918, exhibió aquí de la mano de Juan B. Justo y Repetto todo su anglofilia, librecambismo, darwinismo social y el desconocimiento más supino de las luchas del pueblo argentino. Mitristas y rivadavianos, se enfrentaron a Yrigoyen, fueron parte del contubernio de la década infame, de la Unión Democrática y la Junta Consultiva de la Libertadora, dedicados a perseguir militantes y dirigentes peronistas.

El Partido Comunista, nació como un desprendimiento de aquel y además de conservar todas sus lacras, le agregó ser un apéndice caricaturesco de la traición a los revolucionarios de octubre, del panteón lustroso y aséptico en que convirtió la burocracia stalinista el pensamiento de Marx, Engels y Lenin y hasta de los vergonzosos “Procesos de Moscú” ya que su líder durante años, Vittorio Codovilla, italiano de nacimiento y miembro de la GPU (policía secreta soviética), llega a estas tierras luego de protagonizar en España la persecución y asesinato de los hombres y mujeres del POUM, durante la guerra civil, incluso de la desaparición de su líder Andreu Nin.

Si haber transformado un pensamiento revolucionario y dinámico como fue el de Carlos Marx en un “catecismo” pétreo e insípido constituye una traición, que decir cuando además descubrimos que falsearon y ocultaron gran parte de su obra y ni que hablar de la del mismísimo Lenin.

A riesgo de parecer casi antropológico, quiero recordar a un precursor, el agrimensor alemán Germán Ave Lallemant, fundador del periódico El Obrero, donde, a pocos días de producirse, analiza la revolución mitrista de 1890 de la siguiente manera: “El capitalismo internacional inició y llevó adelante la obra de civilización aquí…pero resultó que la oligarquía caudillera infringió arbitrariamente las leyes capitalistas de la sociedad burguesa, contra esto se alzó la Unión Cívica Radical levantando la bandera del régimen puro de la sociedad burguesa…Esta era del régimen burgués puro importa un gran progreso y nosotros, que sabemos que en el capitalismo y en la sociedad burguesa misma ya se hallan en vigoroso proceso de desenvolvimiento los gérmenes de la futura sociedad comunista, aclamamos la nueva era con satisfacción” (1).

Juan B. Justo no quiso quedarse atrás de semejante maestro y en su primer editorial en La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista nos decía “Junto con la transformación económica del país han llegado un millón y medio de europeos, que unidos al elemento europeo ya existente, forman hoy la parte activa de la población, la que absorberá poco a poco al viejo elemento criollo incapaz de marchar por sí solo hacia un tipo social superior”, o sea no solo el imperialismo iba a provocar el desarrollo sino que incorpora el desprecio por el criollo y un darwinismo social que lo acompañará toda su vida. (2).

Nicolás Repetto, a su vez escribe “¿Que se puede hacer con los peones de campo? Confieso que para mí esta pregunta encierra una de las cuestiones más difíciles. Lanzarse a hacer propaganda entre los peones de los ingenios y los hachadores de leña es una obra dificilísima, llena de peligros para los que intentaran realizarla y a la que puede pronosticarse de antemano un resultado negativo. Se trata de gente muy ignorante, envilecida en una vida casi salvaje, que llegaría después de un ímprobo trabajo de propaganda a sentir vagamente la explotación de que es víctima” (3).

Pero no se quedaban ahí, Justo, en cinco editoriales firmados entre julio y agosto de 1896 en La Nación (sí, en el diario de Mitre) afirmaría “El patriotismo mal entendido es una de las causas de nuestra mala política, todavía hay estancieros a los que se les llena la boca cuando hablan de industria nacional…la ilusión está en creer que el progreso del país depende de la implementación de industrias artificiales o que las buenas industrias necesitan protección legal. La tontería es no darse cuenta que esta protección se hace en detrimento de su propia industria, de la ganadería y la agricultura, bases del bienestar y del adelanto económico del país”.

Racistas, cosmopolitas y antiindustriales, lógicamente daban por sentado que sus ideas “socialistas” solo podían fructificar entre “artesanos, en primer término, ferroviarios en segundo lugar y obreros urbanos en último término” (4), o sea, como es lógico, entre los inmigrantes que se concentraban en Buenos Aires como artesanos (zapateros, tipógrafos, etc.) y los ferroviarios ya que la política británica era no emplear criollos en los ferrocarriles que administraban.

¿Cómo iban a tener lugar en este partido hombres como Ugarte y Lugones?, inclusive Palacios e Ingenieros, que fueron ignorados o expulsados del partido y solo pudieron regresar, los dos últimos, cuando renegaron de sus ímpetus juveniles.

Coherente toda su vida al comenzar la primera guerra mundial atribuye su origen a “la adopción del proteccionismo por Alemania en el año 1879…No creemos que la guerra mundial sea consecuencia simple y fatal de la propiedad privada y la producción mercantil, en el inmenso imperio británico y en un país tan vasto y poblado como los EE.UU la propiedad privada y la producción para el mercado existen y se desarrollan libremente sin que dentro de esos países o imperios haya guerras”,(5) Juan B. Justo no sólo ignora las matanzas que produjeron las potencias en África o la India, el uso del tráfico de esclavos como mecanismo de la acumulación primitiva de capital que provocó la revolución industrial sino hasta la mismísima guerra entre el sur esclavista y el norte industrial de EE.UU.

Antiyrigoyenista furioso y preanunciando el “se acabó la leche de la clemencia” de Américo Ghioldi en 1956, ante la amnistía a los revolucionarios radicales de 1905, protesta en La Vanguardia “No ha bastado la lenidad de las penas impuestas, es necesario respetar nobles tradiciones del pueblo argentino poniendo en libertad a los que corrompen al ejército, perturban el orden público y nos cubren de ignominia” (6).

Por si hacen falta más citas para definir a estos socialistas coloniales en un breve potpurrí me permito recordar la admiración Justista por el partido Obrero de Australia porque “Se ha opuesto resueltamente a la inmigración de otras razas”, nos recordaba que en el Congreso socialista de Stuttgart de 1907 “se trató una resolución sobre la cuestión colonial reconociendo implícitamente la necesidad y conveniencia del imperialismo colonial”. (7)

Teniendo en cuenta el acendrado indigenismo de muchos de sus herederos actuales que los lleva no sólo a querer derribar todos los monumentos de Roca sino a denigrar a la generación del 80, sería interesante recordar que ante la opinión de un notorio roquista como José Hernández “Nosotros no tenemos el derecho de expulsar a los indios del territorio y menos de exterminarlos. La civilización solo puede darnos derechos que se deriven de ella misma. Tenemos el derecho de introducir en el desierto nuestra civilización, nuestra legislación…nuestras prácticas humanitarias… ¿pero qué civilización es esa que se anuncia con el ruido de los combates y viene precedida del estruendo de las matanzas?”, Justo oponía “Entre nosotros, en esta asamblea de hombres blancos, no podemos desconocer la importancia histórica del trabajo militar contra los indios que ha contribuido al desarrollo de la sociedad argentina” (8).

Ya en plena Década Infame, al tratarse en el congreso el tratado Roca-Runciman, Repetto dirá “Nuestro voto no implicará un reproche a la gestión diplomática realizada en Londres por el Dr. Julio A. Roca. Manifestamos y lo hemos declarado públicamente, nuestra adhesión por la forma tan discreta, por la perseverancia realmente ejemplar y por la alta dignidad que nuestra representación ha sabido mantener en todo momento en el ejercicio de su elevado mandato” (9).

Ello era posible porque disfrutaban bancas en un parlamento que era el fruto del fraude electoral y de la traición de Alvear al ideario de don Hipólito Yrigoyen.

Coherentes con esta trayectoria, producido el 17 de octubre de 1945, el periódico La Vanguardia, editorializaba “En los bajíos y entresijos de la sociedad hay acumulado miseria, dolor, ignorancia, indigencia más mental que física, infelicidad y resentimiento…Cuando un cataclismo social o un estímulo de la policía movilizan las fuerzas latentes del resentimiento, cortan todas las contenciones morales…se desborda en las calles, amenaza, vocifera, atropella, asalta diarios, persigue en su furia demoníaca a los adalides permanentes y responsables de su elevación y dignificación…pero los culpables son los caudillos de la guerra civil que para lograr el triunfo de sus apetitos y ambiciones no tienen escrúpulos en azuzar los resentimientos y las fuerzas primitivas de la miseria” (10), esa era la visión de estos socialistas “argentinos” de la clase trabajadora de su país.

Me he detenido largamente en esta “prehistoria” del pensamiento de “izquierda” en nuestra patria porque de ahí en más exhibe una absoluta coherencia, parte de la Unión Democrática, golpista en 1955, integrante de la Junta Consultiva de la “Fusiladora”, ocupando el rectorado de la UBA en esos años para terminar como dije al comienzo con embajadores durante la última dictadura militar.

Muchas de sus ideas impregnaron sus desprendimientos, Milcíades Peña en la revista Fichas iba a sostener años después lo de la “Industrialización artificial” dado que se traba de industria liviana y no se había empezado por la industria pesada. Hasta Prebisch en su informe de 1955 utiliza esa definición.

De esta fuerza política se desprenden poco a poco generaciones que ingresan pensando en los objetivos de su ideología y luego huyen despavoridos, Dickman parte y se acerca al pensamiento nacional al contribuir a la formación del Partido Socialista de la Revolución Nacional, apoyando a Perón y disuelto en 1955.

Pero para no ser injustos tenemos que rescatar otro pensamiento de izquierda, de raíz anarquista, hombres como Elías Castelnuovo, a quién Manuel Gálvez llamara “El Gorki de América”, un obrero gráfico, cuyos títulos “Larvas”, “Malditos” “Entre los Muertos”, “Tinieblas” reflejaban la miseria y el dolor de sus compañeros, ya que era linotipista al igual que Manuel Rojas que luego se hizo célebre en Chile, Leónidas Barletta que trabajaba en el puerto, José Portogalo, pintor de paredes al igual que el artista Abraham Vigo y el poeta Antonio Gil, Roberto Arlt era obrero de gomería y Nicolás Olivari peón de almacén, a ellos se acercaría un joven flacucho llamado Enrique Santos Discépolo, peluquero de oficio.

Eran la generación de Boedo, de ellos dirá Castelnuovo “Muchos de nosotros, trabajadores manuales nos habíamos formado en los sindicatos. De suerte que llevábamos una gran ventaja a nuestros contrincantes que procedían todos de la burguesía y se habían formado en los cafés y confiterías del centro”, sus “contrincantes” era los intelectuales de Florida.

A estos últimos y a los herederos de Justo y Repetto, les cabe este párrafo de Alejandro Bunge “Los cosmopolitas son aquellos que piensan, comen y se visten como en Francia, como en Inglaterra, como en España. En su mesa apenas si se conserva el asado argentino, ellos necesitan jamón de York, salame de Milán, vinos de Burdeos y del Rin…la lista es interminable. No hay país del mundo en el cual se consuman, en relación con su cantidad de habitantes, en tanta diversidad y abundancia, los alimentos extranjeros como en Argentina. Pero los cosmopolitas tienen prácticamente el más profundo desprecio por el nacionalismo y también por los alimentos del territorio que habitan” (11).

Si al leer este párrafo piensan que es muy parecido a la actualidad, no es como dicen en las películas “una mera coincidencia”, el cosmopolitismo ha formado el pensamiento de una parte del pseudo “nacionalismo” y de casi toda la izquierda a la que me resisto a llamarla argentina con la honrosa excepción de la Izquierda Nacional.

 

Bibliografía.

1)” Juan B. Justo y el Socialismo Cipayo”; Jorge Enea Spilimbergo; Edit. Octubre, Buenos Aires; 1974

2) Jorge Enea Spilimbergo; ob.cit.

3)” Mi paso por la Política”; Nicolás Repetto; Edit. Santiago Rueda; Buenos Aires; 1957

4) Nicolás Repetto: ob.cit.

5) Jorge Enea Spilimbergo; ob.cit.

6) Diario la Vanguardia, 28 de setiembre de 1905

7)” La Realización del Socialismo”; Juan B. Justo; Edit. La Vanguardia; Buenos Aires; 1947

8) Juan B. Justo: ob cit.

9) Diario de sesiones de la Cámara de Diputados; 18 de julio de 1933; citado por Alberto Ciria; “Partidos y Poder en la Argentina Moderna 81930-1946); Edit. Jorge Álvarez; Buenos Aires; 1964

10) Diario La Vanguardia; 23 de octubre de 1945

11)” Las industrias del Norte”; Alejandro Bunge; s/edit.; Buenos Aires; 1922

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