DE LA SEDUCCIÓN DE LOS KELPERS A LA SEDUCCIÓN DE LOS CIPAYOS
Un certámen educativo convocado por los británicos que despierta indignación y repudio.
20 octubre 2018
Por César González Trejo
Los británicos han convocado a través del ilegítimo gobierno isleño, a la realización de un certamen educativo que denominaron “Por qué me gustaría conocer a mis vecinos de las Islas Falkland”, dirigido a estudiantes de Brasil, Chile, Uruguay y Argentina.
La noticia causó enorme indignación en muchos sectores, en especial por la difusión de parte de la Embajada británica en Buenos Aires, de la lista de estudiantes que resultaron finalistas y que pertenecen a distintas Universidades argentinas: Universidad Nacional de Rosario, la UTN, la UBA, la Universidad Torcuato Di Tella, el Instituto Salesiano de Estudios Superiores y la Universidad Nacional de San Martín.
Las expresiones de repudio tuvieron dos blancos principales: el gobierno británico y los estudiantes.
Compartimos el rechazo a la ofensiva británica para consolidar su permanencia colonial en nuestro Atlántico Sur, y la indignación que provoca ver a nuestros jóvenes universitarios prestándose a esas maniobras.
Sin embargo, es necesaria una reflexión más profunda sobre la Causa de recuperación de nuestras Islas Malvinas y los contenidos que se imparten de ella en nuestro sistema educativo.
La desmalvinización como política de Estado
Con el advenimiento del primer gobierno democrático post-dictadura, la cuestión de las Islas Malvinas ocupó un único sentido en el capítulo de Ciencias Sociales de la Educación General Básica: “Malvinas: la decadencia de la dictadura militar”.
La reducción de la Causa de Malvinas a la coyuntura del conflicto armado, y de éste a la aplicación del Terrorismo de Estado, fue y sigue siendo la mirada excluyente que el sistema educativo argentino imparte a sus alumnos, según las recomendaciones que el politólogo francés Alain Rouquié le hiciera al gobierno alfonsinista y a las élites argentinas en 1983.
Rouquié recomendaba “desmalvinizar” (fue el inventor del neologismo), para evitar que los militares argentinos pudieran “reivindicarse tras una causa justa”, tapando los crímenes cometidos durante la dictadura. Su consecuencia pedagógica y cultural consistió en subsumir la totalidad de la cuestión Malvinas a la problemática de los derechos humanos, anulando la mirada histórica, diplomática, estratégica, económica. Es decir, convirtiendo un conflicto internacional de contenido anticolonial, en un conflicto interno.
Todos los gobiernos de postguerra han seguido esta recomendación del intelectual galo; algunos con más intensidad que otros.
De nada parece haber valido la voluntad de los Constituyentes, que en el año 1994, por unanimidad, de pie y con estentóreos aplausos, introdujeron en el texto de la nueva Constitución, la Disposición Transitoria Primera, que afirmó:
“La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.”
Tuvieron que pasar más de doce años de esta sanción, para que el Congreso Nacional, a través de la Ley Nº 26.206, en su artículo 92, inciso b, ordenara adecuar los contenidos educativos a lo prescripto constitucionalmente. Transcurridos otros doce años desde la sanción de la Ley Nacional de Educación, podemos verificar a través del análisis de los contenidos que se imparten en las aulas, en la formación de los docentes, y en las directivas que se dictan desde los sistemas educativos nacionales y provinciales, la vigencia de la visión desmalvinizadora forjada en la inmediata postguerra.
¿A qué debemos atribuir el incumplimiento de la Constitución Nacional, de la Ley Nacional de Educación y de muchas normativas provinciales sobre la impartición de contenidos vinculados a Malvinas? ¿Se trata sólo de negligencia, de impericia, de inercia de los aparatos burocráticos?
De ninguna manera. Se trata de una verdadera “política de Estado” firme, clara y sostenida en el tiempo por una clase dirigente que ha aceptado la derrota como irreversible y ha abandonado el sueño de una Nación independiente.
Los argumentos principales de la desmalvinización los ha provisto – aunque pueda sonar paradójico a más de un confundido-, el progresismo, que aplaude cualquier causa antiimperialista en el planeta, pero sirve al Imperio en su propio país.
Pequeñas batallas contra los desmalvinizadores en la postguerra
Un par de ejemplos nos servirán para ilustrar la feroz resistencia para modificar los contenidos educativos sobre Malvinas, adecuándolos a la Constitución y a las leyes vigentes.
Corría el año 1998, cuando desde las organizaciones de ex soldados combatientes organizamos un concurso nacional de monografías para estudiantes de nivel secundario, a través de la Comisión Nacional de Ex Combatientes de Malvinas y en coordinación con el Ministerio de Educación de la Nación.
Para definir los contenidos y las consignas, tuvimos que reunirnos con los funcionarios y técnicos pedagogos del Ministerio de Educación. La mayoría de ellos procedían de la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), que entre los años 1992 y 2000, estuvo presidida por el Licenciado Daniel Filmus.
La discusión con esos funcionarios fue tortuosa y de ribetes tragicómicos. Mientras nosotros sosteníamos que la consigna debía vincularse al carácter anti-colonial del enfrentamiento, destacando la enorme solidaridad que nuestro país había recibido de los países hermanos de la América Latina, los muchachos de Filmus se resistían ferozmente, argumentando que la cuestión debía limitarse a la decadencia de la dictadura militar y la recuperación de la democracia.
Pasaban los días y no había avances, las posiciones de ambos eran irreductibles. Hasta que se nos ocurrió que la consigna innegable para cualquiera de las dos partes, era el texto de la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional.
Nuestros oponentes no pudieron más que allanarse a la propuesta. Sin embargo, boicotearon todo lo que pudieron la realización del certamen: demoraron la comunicación de la convocatoria, no imprimieron los materiales acordados, no realizaron ninguna publicidad del concurso. Incluso, cuando llegaron las monografías de todo el país, intentaron impugnar decenas de trabajo por demoras postales.
Como lo presentíamos, nuestra única garantía de éxito se basó en dos cuestiones principales: a) en el compromiso que asumieron la mayoría de los Centros de Ex Soldados Combatientes en sus distintas provincias y b) en el interés que despertó en estudiantes y docentes la Causa de Malvinas.
En apenas dos meses y medio recibimos cientos de trabajos monográficos, y entregamos premios y menciones al final de ese ciclo lectivo.
Uno de los trabajos que obtuvo galardón, fue el del Colegio Ward, de Ramos Mejía, Provincia de Buenos Aires. Se trata de un establecimiento privado fundado por un ciudadano norteamericano con apoyo de Iglesias Evangélicas estadounidenses y de formación bilingüe (castellano/inglés). Por sus aulas transitaron hijos de isleños, cuando nuestro país desarrolló la política de “seducción de los kelpers” en la década de los años setenta del siglo pasado.
Todo un contra ejemplo de la experiencia que, veinte años después, nos estamos lamentando, y que se logró en un contexto político absolutamente adverso a los intereses nacionales y a la Causa de Malvinas, como fue la década de los ´90. Pero el mayor obstáculo no radicó en el liberal Menem, sino en los progresistas de Filmus.
La segunda confrontación fue diez años después, contra el mismo dispositivo.
A fines de 2008, junto a Julio Cardoso, entrevistamos al Secretario de Educación de la Nación Alberto Sileoni para proponerle realizar una especie de Congreso Pedagógico sobre la Causa de Malvinas, donde pusiéramos en debate las distintas miradas existentes. Cada parte aportaría sus mejores espadas intelectuales, mientras el rol del Ministerio de Educación sería el de árbitro de los debates y decisor, en última instancia, de qué contenidos elaborar para el sistema educativo.
El Secretario de Educación pareció estar completamente de acuerdo, designando como enlace con nosotros a Federico Lorenz, que venía desempeñándose como Director del Programa de Educación y Memoria en ese Ministerio.
Allí es donde naufragó definitivamente la idea. Lorenz, boicoteó la iniciativa. Quien hasta hace pocas semanas se desempeñó como Director del Museo Malvinas y del Atlántico Sur-, se había iniciado en la cuestión Malvinas de la mano de la BBC, y con el tiempo se constituyó en uno de los más eficientes desmalvinizadores.
Demás está decir que no hubo Congreso Pedagógico sobre Malvinas, ni ninguna otra instancia de debate y confrontación de ideas para construir contenidos curriculares desde el pluralismo de voces e instancias democráticas. Por el contrario, el Ministerio de Educación editó materiales pedagógicos de manera unilateral ratificando los contenidos desmalvinizadores. El principal de ellos se llamó “Pensar Malvinas”, que fue distribuido entre todas las escuelas secundarias.
En el prólogo de Mara Brawer, Secretaria de Educación, se insistió en la imposibilidad de comprender el conflicto armado por Malvinas sin subordinarlo al Terrorismo de Estado, y se ofreció a los adolescentes y jóvenes argentinos, esta definición: “…la cuestión Malvinas se vincula a un aspecto central de los derechos humanos, aquellos de cuarta generación conocidos como derechos colectivos o de los pueblos. Malvinas es el vivo ejemplo del derecho del ejercicio de la soberanía y la libre determinación de los pueblos” (argumento principal que esgrimen los británicos para rechazar cualquier negociación con la República Argentina, en cumplimiento de las Resoluciones de las Naciones Unidas).
En una nueva reunión con Sileoni, ya designado Ministro de Educación, le reprochamos no haber respetado lo acordado, comprometiéndose a subsanarlo a través de la elaboración de nuevos materiales por parte del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús, para su distribución posterior en el sistema educativo nacional.
Bajo la dirección de Julio Cardoso, el Observatorio Malvinas de la UNLa integró a un equipo multidisciplinario de profesores de Historia, Geografía, Relaciones Internacionales, Ciencias de la Educación que, junto a ex soldados combatientes y familiares de Caídos en Malvinas, elaboramos el Manual para escuelas de nivel secundario “Malvinas en la Historia, una perspectiva suramericana, 1492-2010”(Edunla, 2010).
Ver AQUÍ el manual
El material fue sometido a la crítica y las sugerencias por parte de un conjunto de expertos de la Cancillería argentina –lo que no hizo el propio Ministerio de Educación de la Nación-, incorporando a la segunda edición del Manual, todas las recomendaciones emanadas por los diplomáticos.
Cuando le llevamos el producto terminado al Ministro Sileoni, sus técnicos cuestionaron al Manual con el argumento que habíamos incorporado una fotografía del Capitán Pedro Edgardo Giachino y, según su parecer, eso constituía una reivindicación de “un represor”. Nuestra respuesta fue que la fotografía de Giachino se justificaba plenamente con el epígrafe de la foto: se trata del primer caído en Malvinas.
No hubo caso, rechazaron adoptarlo como material a ser distribuido por el Ministerio de Educación. Lo que en realidad molestó, es que nuestra producción no se ajustaba al molde ideológico del progresismo.
En conclusión: no podemos extrañarnos que en el presente, numerosos jóvenes, alentados por Universidades públicas y privadas, caigan en la trampa tendida por la hábil diplomacia británica.
Muchos de los que hoy despotrican contra las políticas del actual Gobierno Nacional, fueron cómplices de la desmalvinización en esta larga postguerra. Han colaborado “por izquierda”, integrando poderosos dispositivos y disponiendo de enorme cantidad de recursos para consolidar la colonización mental y pedagógica de las nuevas generaciones.
En los años setenta y noventa del siglo pasado, la diplomacia británica logró convencer a las dirigencias de aquellos momentos, sobre la conveniencia de realizar estrategias de “seducción de los kelpers”. Así, los gobiernos argentinos ofrecieron múltiples servicios para el abaratamiento de la ocupación británica de las Malvinas, obteniendo a cambio, absolutamente nada.
El Gobierno de Macri insiste en ese rumbo, aportando a la consolidación de la usurpación británica en los territorios del Atlántico Sur. Pero es nuestra decadencia política sin límite lo que posibilita a la diplomacia inglesa profundizar su estrategia y avanzar en la “seducción de los cipayos”.
Si queremos cumplir con el mandato constitucional -reflejo genuino de los sentimientos de la mayoría de los argentinos-, de recuperar nuestros territorios de Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur, e integrar la porción de la Antártida que reclamamos como nuestra, se impone revertir la desmalvinización cultural y educativa vigentes.
Tarea que sin lugar a dudas no abordará el actual régimen de entrega, sino el gobierno que nos sepamos dar en el futuro.
César González Trejo. Ex Soldado Combatiente en Malvinas. Responsable del Observatorio Malvinas de la UNLa.
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