“No te desesperes dentro de la fermentación de la época. A pesar de las amenazas y obstáculos, no dejes de educar. Educa tanto mejor, con la mayor seguridad, con la mayor energía, educa para todas las situaciones, teniendo en cuenta todas las miserias en que pueda verse arrojado, para las tormentas que le esperan. De ningún modo puedes quedarte inactivo. Tienes que educar; bien o mal tienes que hacerlo”.
J.G. Herder
Todos sabemos que las guerras se desatan siempre por intereses económicos.
Los asaltantes contemporáneos no usan antifaces, como tampoco lo hicieron los conquistadores y colonizadores de antaño, que construyeron imperios, ya fueran españoles, ingleses, franceses, holandeses o portugueses venidos a nuestro continente para depredar el oro y la plata, para esclavizar o traer esclavos de África a fin de trabajar la tierra, de la cual se apropiaron y llevarse el fruto a sus países. Para ello, traían sus cédulas reales que tendrían el valor de las escrituras posteriormente certificadas por otros letrados.
Los europeos del siglo XV “descubrieron” otras tierras lejanas para asaltar y depredar. Vinieron con la cruz y la espada y con la letra escrita de la “palabra de Dios”. Esa palabra sostenía que los pueblos que habían construido civilizaciones enteras como los aztecas, mayas o incas, no tenían alma. Por esas razones a esos desalmados se los podía destruir, saquear o esclavizar. Los intérpretes letrados eran hermeneutas que así lo garantizaban interpretando la palabra de Dios.
Primero quisieron canjear oro por cuentas de vidrio. Un canje que les serviría para seguir dominando. Después en nombre de la civilización capitalista, en la Argentina el Presidente Sarmiento sostenía que no “se debía ahorrar sangre de gauchos” y Alberdi, un ilustre pensador que sentara las Bases para la Constitución de 1853, creía que la libertad era como la locomotora, que sólo la podía manejar un maquinista inglés.
Ahora, con la globalización o la globocolonización, como la denominara Frei Betto, recientemente premiado por la UNESCO con el galardón José Martí, se instituye la nueva teología del mercado, se pretende seguir canjeando oro negro por cuentas de vidrio, para seguir depredando y destruyendo toda civilización que no sea la occidental y cristiana. A los ya conocidos europeos ahora los conduce el imperio norteamericano.
Otra vez la dicotomía se presenta como la antinomia entre civilización o barbarie. Otra vez, acuden rápidamente no sólo a los letrados abogadiles y judiciales en auxilio de los conquistadores, sino a los nuevos letrados economistas.
Bárbaro, fue la denominación antigua para los extranjeros, pero en nuestras latitudes, muchos adoptaron esa palabra para denigrar a los rebeldes nativos que se opusieron a la entrada de los saqueadores portadores de la civilización occidental dominante.
Todo aquel pueblo y civilización que no comparta la posición capitalista occidental y cristiana y que posea petróleo, o sea el oro negro, será pasible de ser exterminado. Así está sucediendo en África del norte, en los países árabes, así como sucedió en los últimos años con Irak, Irán, Pakistán o Afganistán. Nuevamente las fuerzas del Norte con su organización OTAN, se suman con una nueva verdad teológica e irrefutable.
Sostienen que son pueblos que no respetan los derechos humanos, que someten a sus mujeres, que pretenden autonomía y soberanía, que no aceptan las recetas del Fondo Monetario Internacional, que tiene la palabra de Dios como nueva Biblia, el Mercado. Como sostuvo Frei Betto no es la economía la que mundializa, sino el mundo que se economiza. Los pueblos, sus culturas, sus religiones deben someterse al nuevo destino, endeudarse y pagar.
Dicha ambición está nuevamente legitimada por el poder letrado acompañando misiones bárbaras para discutir soberanía, posesiones, atribuciones, premios y castigos a quienes no profesen ese credo.
Bárbaro dejó de ser el extranjero y pasó a ser el hombre portador de la nueva civilización universal, puede ser extranjero en su propio país, si defiende la Teología del Mercado. La autodeterminación de los pueblos como valor a respetar, se utiliza ahora para hacer un referéndum entre ingleses a ver si quieren seguir siéndolo, en un territorio usurpado hace doscientos años como las Islas Malvinas. Los derechos humanos se invocan para invadir, violar y bombardear a aquellos pueblos cuyas mujeres usan burkas; terrorista y bárbaro es quien resiste las invasiones. Los voceros y letrados del Dios Mercado amenazan con una nueva Inquisición a quien no quiera pagar deudas usurarias contraídas o a quien no refleje las cifras oficiales de la manera en que Dios necesita y ordena, como se sigue amenazando en la actualidad a la Argentina.
El “riesgo país”, no significa el riesgo de que un pueblo pase penurias, sino la cifra que no le cierra al Mercado globocolonizador. Para evitarlo, los pueblos deben ajustarse el cinturón, los gobiernos deben reducir salarios, dejar sin empleo a millones de personas a fin de ampliar el poderío del Mercado, reduciendo o desconociendo las organizaciones sociales e instituciones desarrolladas para el bien público. Fundamentalmente se debe diezmar el poderío estatal de una Nación para enfrentar a otros Estados que tienen los ejércitos necesarios para reprimir todo intento de rebeldía.
Ese Dios Mercado que ahora arremete contra los países árabes, de África del Norte y asiáticos, hizo un ensayo previo en América Latina. Así asesinaron presidentes, adoctrinaron a las Fuerzas Armadas de nuestros países en sus escuelas, promovieron golpes de Estado, hasta que una vez dominado el continente, a través de dictaduras sangrientas y genocidas, impusieron finalmente el instrumento de la nueva teología, el neoliberalismo. El costo o efectos “casuales”, “no deseados”, los “daños colaterales”, fueron miles de latinoamericanos torturados, desaparecidos y fusilados.
¿Para qué fabricar una plancha si sale más barata en China?, ¿para qué proteger la industria nacional si todo llega más barato de otras latitudes?, Para qué proteger a nuestros ancianos y garantizarles una vida digna si es un gasto que puede suprimirse?. La dignidad del trabajador no puede privilegiarse frente al superávit fiscal y las cuentas que no cierren. ¿Para qué el superávit? Pues para pagar las deudas que hemos contraído para hacer semejante modificación estructural, Se ha pagado mucho para corromper a las clases dirigentes. ¿Por qué insistimos en la educación gratuita si hay muchos que pueden pagar? Eso es simplemente regresivo.
Muchos pueblos europeos en su indignación se han vuelto bárbaros al resistir el ajuste, enfrentando las fuerzas policiales, cuando no, las fuerzas armadas del orden.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN AMÉRICA LATINA ¿ COMO ES QUE CRECE EL PRODUCTO INTERNO BRUTO A PESAR DE SUS “POPULISMOS” QUE AMPLIAN DERECHOS ECONÓMICOS Y SOCIALES?
En 1982, después de haber desaparecido a 30.000 personas, una generación entera en la Argentina, el dictador Galtieri decidió recuperar las Islas Malvinas tres días después de que los trabajadores hicieran una huelga general y enfrentaran en la calle a la dictadura. Sabiendo que era una causa nacional, el pueblo salió a la calle a apoyar la medida. Lo que no tuvo en cuenta es que después al pueblo movilizado no lo pudo controlar más. La pasó lo que al aprendiz de brujo.
Las Islas se recuperaron, pero Margaret Thatcher con el apoyo del Departamento de Estado, decidió enviar las tropas británicas y comenzar la guerra, seguramente para resolver su propia crisis. Siete años después del golpe de estado, los británicos como los americanos del norte, parecían descubrir que se habían violado los derechos humanos y que sus socios eran genocidas. No hesitaron en asesinar a las tropas argentinas en tierra, sino que cometieron a sabiendas un crimen de guerra, atacando el Crucero General Belgrano fuera de la jurisdicción que ellos mismos habían establecido y asesinaron a 323 hombres. El crimen sigue impune.
Las tropas argentinas se rindieron, pero toda la América Latina tomó conciencia de que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) era y había sido un falso tratado, otras cuentas de vidrio, y dejó de tener vigencia, como la Doctrina de Seguridad Nacional. El TIAR era en realidad asistencia recíproca entre los poderosos anglosajones del norte. América Latina comenzaría de a poco a mirarse a sí misma desde el Sur.
Pero recuperada la democracia, se continuó con la Teología del Mercado y se profundizó con las mismas recetas que impusieron en siete años de genocidio los dictadores que se sucedían a sí mismos. Lo que sostenía la naciente democracia era que los rebeldes que combatían a la dictadura eran tan demonios como los dictadores. Parecía no entenderse que tanta perversión y tanta masacre era necesaria para imponer una nueva evangelización, para que el pueblo creyese que era para su bien ajustarse a la nueva Verdad irrefutable.
Así se planteaba que había sido un problema de la violencia sin razón entre los dictadores y los rebeldes (llamados subversivos del orden) que transformaron al país en un infierno. Esa era la explicación del primer paso democrático: juzgar a ambos demonios por haber sumido al país en el infierno. La fragilidad democrática hizo que se juzgaran sólo a las cúpulas de las Fuerzas Armadas y para equilibrar la balanza, se juzgaron también a algunos líderes de los movimientos revolucionarios. Parte de la sociedad civil, habiendo sido socia de la dictadura, no fue llevada al banquillo de la justicia. Tampoco los jueces de la dictadura fueron sustituidos y menos aún juzgados. Las leyes se llamaron Punto Final a los juicios y Obediencia Debida por parte de los miembros de las Fuerzas Armadas que habían recibido órdenes aberrantes pero “sólo” las cumplieron.
El infierno que vivieron las víctimas del genocidio había sido ocultado para una gran mayoría que se les hizo creer que “algo habrían hecho”, sin comprender que habían luchado en contra de la dictadura y del Dios Mercado.
Sin embargo, la sociedad toda se sumió en el infierno en el 2001 cuando explotó el país ya sin moneda, ya endeudado sin ninguna capacidad de pagar, ya sin credibilidad en ninguna dirigencia, con asambleas populares y saqueos permanentes era ya inviable incluso para el Mercado. El riesgo país subía día a día, que significaba en realidad el riesgo y la poca probabilidad de los acreedores de cobrar su deuda. La desocupación crecía a la par del riesgo país y ya habían ajustado todo lo posible, ya habían desindustrializado, ya habían privatizado la industria petrolera, la aerolínea de bandera, las jubilaciones, el agua, la luz, reformado las obras sociales, ampliado la privatización de la salud y la educación, destruyendo las industrias así como las redes ferroviarias, junto el sistema previsional, el sistema de salud y educativo y violado todos los derechos adquiridos a lo largo de la historia argentina.
En un plazo brevísimo pasaron cinco presidentes por la Casa de gobierno. Se intentó canjear la deuda y se intentó pacificar la rebelión popular. Tanto dolor anunciaba una nueva era y nadie asumía la paternidad del anterior modelo expoliador.
Así comenzó a partir del 2003, el nuevo modelo que se iba extendiendo a lo largo de toda América Latina. Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Uruguay, Ecuador, fueron sucesiva y espasmódicamente uniéndose para amalgamar lo que los imperios habían desunido.
Juntos decidieron enfrentar el Tratado de Libre Comercio que intentaba imponer Estados Unidos. Juntos le dijeron a Bush que no lo aceptaban y lo mandaron a su país en la Cumbre de Mar del Plata. Juntos decidieron comenzar por el Mercosur entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que se fue ampliando hasta la actual CELAC, (Comunidad de estados de América Latina y el Caribe).
Desde la llegada del Presidente Kirchner hasta el día de hoy, con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, se decidió terminar con el endeudamiento, aunque aún no se haya cancelado totalmente la deuda. Se derogaron las Leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, por lo cual los juicios continúan aún hoy. De allí en adelante se retomó el modelo que permitió ampliar el mercado interno se salió de la convertibilidad que indicaba que un peso era igual a un dólar por Ley; se comenzó a invertir en la reindustrialización; se renacionalizaron las jubilaciones; se renacionalizó la industria petrolera así como la línea de bandera; se otorgaron créditos a las pequeñas y medianas empresas; se multiplicó la inversión en infraestructura, se otorgaron net books a todos los alumnos de las escuelas públicas’; se crearon muchas más universidades públicas y más de mil escuelas y se otorgó la asignación universal por hijo a las familias de menores recursos entre otras medidas redistributivas, así como planes sociales a los desocupados.
Erradicar la pobreza no es una tarea de corto plazo, implica no sólo medidas económicas sino políticas sociales y culturales para poder llegar a una sociedad más justa.
En el ámbito de la cultura, la batalla toma más tiempo. Hay que convencer todavía a muchos, como decía el tutor de Simón Bolívar, que “el que se copia se equivoca”. En Nuestra América, desde las primeras emancipaciones se han copiado modelos europeos y también americanos tanto en lo económico como en lo institucional y político, empezando por nuestra propia Constitución.
El gobierno está empeñado en la redistribución de la riqueza, en seguir ampliando y fortaleciendo los derechos ciudadanos en forma permanente, desde el matrimonio igualitario que ya se sancionó, hasta los derechos a la vivienda, a la salud, a la educación. Para ello debe aún democratizar al poder judicial ampliando el acceso a la justicia, debe instaurar definitivamente la Ley de Medios, que implica desmonopolizar el poder simbólico que construye o manipula el verdadero sentido de las transformaciones y que a tres años de su sanción, con la complicidad de algunos miembros del poder judicial, impiden su efectiva implementación; debe continuar construyendo la Patria Grande con el resto de los países de América Latina, que poseen la mayor cantidad de recursos naturales, pero también una cultura en común, un lenguaje y una historia en común amenazada todavía por varios peligros que no tienen que ver con el riesgo país, sino con las amenazas del mercado del narcotráfico, el de la especulación financiera y el colonialismo aún subsistente como en el caso de las Islas Malvinas, negándose a cumplir las resoluciones de la Organización de Naciones Unidas y del Comité de Descolonización. Todo ello implica más democracia, más justicia social, más libertad y más soberanía.
He dado en llamar a este modelo el “modelo de sustitución de importaciones de ideas”. Hasta hace poco se importaban capitales financieros así como productos que se pueden perfectamente producir generando empleo en nuestras sociedades latinoamericanas. Pero aún subsisten tercamente los poderes culturales de quienes son los dueños del poder simbólico, horadando las conquistas logradas, tergiversándolas y queriendo seguir copiando recetas bárbaras, extranjeras pretendidamente universales con las cuales hemos llegado hasta el infierno tan temido. Lamentablemente para Europa, ahora pretenden implementarlas allá. Los indignados tendrán que salir a combatir a los bárbaros nuevamente.
Quisiera concluir con las sabias palabras de un filósofo e historiador abruzzense como Benedetto Croce, cuya filosofía historicista nos explicó muy bien que la historia no tiene leyes, ya que la hacemos los hombres y mujeres.
Croce escribía en 1932, en la Historia de Europa en el siglo XIX : “En Alemania, en Italia, en Polonia, en Bélgica, en Grecia y en las lejanas colonias de América Latina, existían esfuerzos y movimientos de naciones oprimidas contra dominadores y tutores extranjeros, o de naciones y de mutilados miembros de naciones obligadas a unirse políticamente con Estados que debían su origen y organización a conquistas, a tratados, a derechos patrimoniales de familias principescas; o de naciones que se encontraban divididas en pequeños Estados, que, por tal desmembramiento, se sentían impedidas, debilitadas o impotentes en cuanto les tocaba desempeñar de la común vida mundial, a la vez mortificadas en su dignidad frente a las otras naciones unidas y grandes” (…)
“Como los antecedentes históricos y las condiciones presentes de los diversos pueblos eran diferentes, así como sus almas y sus costumbres, aquellas exigencias variaban también, según los diversos países, en el orden, la medida, las particularidades y el tono. En uno se daba la prioridad a la liberación del dominio extranjero o a la unidad nacional y, en otro, a la sustitución del absolutismo de gobierno por el constitucionalismo; aquí se trataba de simples reformas del electorado y de extender la capacidad política, y allí en cambio, de fundar por primera vez, o sobre nuevas bases, el sistema representativo; en unos países, que poseían ya por la obra de las generaciones anteriores, especialmente por la de la Revolución francesa y del Imperio, la igualdad civil y la tolerancia religiosa, se entablaban contiendas por la participación en el gobierno de nuevos estados sociales y en otras partes convenía dedicarse preliminarmente a combatir privilegios políticos y civiles de clases feudales y persistentes formas de servidumbre, y a quitarse de encima la opresión eclesiástica. Pero aunque distintas en la importancia y diferentes en el orden de sucesión en que se presentaban, todas estas exigencias se ligaban entre sí, y las unas arrastraban consigo, antes o después, a las demás, y a su vez hacían surgir otras, que se perfilaban en lontananza; y sobre todas había una palabra que las compendiaba y expresaba su espíritu animador: la palabra “libertad” (…)
“La idea de la nacionalidad, opuesta al humanitarismo abstracto del siglo precedente y a la obtusidad que hacia la idea de pueblo y patria mostraban hasta escritores como Lessing, Schiller y Goethe, y a la poca o ninguna repugnancia que solía sentirse por las intervenciones extranjeras, quería promover a la humanidad a la forma concreta, que era la de la personalidad, tanto de los individuos como de los complejos humanos, unidos por comunes orígenes y recuerdos, costumbres y actitudes, de las naciones ya históricamente existentes y activas o de las que despertarían a la actividad; e intrínsicamente no oponía barreras a las formaciones nacionales cada vez más amplias y comprensivas, pues “nación” es un concepto espiritual e histórico y, por lo tanto, en devenir, y no naturalista e inmóvil, como el de la raza. La misma hegemonía o primacía que se reivindicaba para este o aquel pueblo…., era teorizada como el derecho y el deber de ponerse a la cabeza de todos los pueblos para convertirse en apóstol de la civilización”.
No queremos apóstoles de otra civilización que no sea la que cada pueblo construye. No queremos nuevas o viejas Teologías que, con intérpretes extranjeros o cómplices propios, nos expliquen que esa es la nueva Verdad. Queremos emprender nuestro propio camino para construir nuestros propios destinos.
Lamentamos que con tanta hipocresía, los bárbaros se adjudiquen la defensa de los derechos humanos para invadir territorios y destruir culturas y civilizaciones milenarias. Lamentamos profundamente que, con conceptos, categorías e ideas foráneas, sean eurocéntricas o norteamericanas, califiquen peyorativamente a gobiernos nacionales y populares de fascistas o populistas. El modelo de América Latina con ideas nacionales y soberanas, que busca redistribuir la riqueza y ampliar la democracia, nada tienen que ver con el fascismo, con la historia totalitaria vivida y sufrida por los europeos, muchos de los cuales se refugiaron en nuestros países y son nuestros antepasados. Nuestra cultura, nuestra lengua, nuestras costumbres, están impregnadas de los inmigrantes europeos, que con su laboriosidad y esfuerzo, muchas veces huyendo de la guerra, del hambre o de la persecución, son ya parte indisoluble de nuestra identidad nacional.
Decía otro napolitano ilustre como Giambattista Vico, que la Verdad es lo hecho, porque lo que conocemos es lo que hacemos. Nuestra Verdad es la que estamos haciendo día a día para construir una sociedad más libre, más igualitaria y más soberana. Que los bárbaros se queden afuera.
La universalización de conceptos surgidos de otras historias, constituye otro “Asalto a la razón”, es el asalto a la razón histórica y humana por parte de la razón técnica instrumental capitalista e imperial. Lamentablemente, la razón instrumental, las leyes objetivas del capitalismo que busca el mayor beneficio para algunos, nada tienen que ver con lo humano y menos aún con los derechos humanos. Las estadísticas miden todo menos la vida. Esa razón técnica entra en contradicción con los valores humanos y se coloca por encima de ellos, instalando su superioridad a través de las bombas, los saqueos, las masacres, las violaciones de los derechos y de las personas. ¿Qué clase de apóstoles de la civilización son? Decía el Presidente Perón, que la “fuerza es el derecho de las bestias”. Lamentablemente, esa Razón universal deificada y bestial, está acompañada muchas veces en la actualidad por la razón ilustrada vernácula y su poder muchas veces inescrutable.
En el siglo XVIII, se declararon los derechos del hombre y del ciudadano comunes a todos. Como sostiene Ortega y Gasset, todo derecho afecto a condiciones especiales quedaba condenado como privilegio. En su libro la Rebelión de las masas, nos decía que en el siglo XIX, la masa lo vía como un ideal. No ejercitaba los derechos, no los sentía propios ni los sentía porque bajo las legislaciones democráticas seguía como bajo el antiguo régimen. “el pueblo sabía ya que era soberano; pero no lo creía”. Ya en 1946, Ortega sostenía que “los derechos niveladores de la generosa inspiración democrática se han convertido, de aspiraciones e ideales, en apetitos y supuestos inconscientes.
…el sentido de aquellos derechos no era otro que sacar las almas humanas de su interna servidumbre y proclamar dentro de ellas una cierta condición de señorío y dignidad. ¿no era esto lo que se quería? ¿Qué el hombre medio se sintiese amo, dueño, señor de sí mismo y de su vida? Ya está logrado. ¿Por qué se quejan los liberales, los demócratas, los progresistas de hace treinta años? O es como los niños, que quieren una cosa, pero no sus consecuencias? Se quiere que el hombre medio sea señor. Entonces no se extrañe que actúe por sí y ante sí, que reclame todos los placeres, que imponga decidido su voluntad, que se niegue a toda servidumbre, que no siga dócil a nadie, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria: son algunos atributos perennes que acompañan a la conciencia de señorío. Hoy los hallamos residiendo en el hombre medio, en la masa”.
Efectivizar los derechos del hombre para todos, tres siglos después sigue escandalizando a los privilegiados por los regímenes democráticos aun existentes. Por esa razón hay que modificar muchas legislaciones. Que la masa o el pueblo apetezca, quiera y pueda consumir teatro, cine, libros, televisión, electrodomésticos, hacer turismo durante su ocio, tener vivienda, salud y educación es sólo ejercer los derechos democráticos, los derechos humanos, declarados hace tres siglos. No es populismo, se parece bastante a ejercer la democracia.
Ortega y Gasset nos decía que conviene evitar las palabras “rebelión”, “masas”, “poderío social” etc. que tienen un significado primordialmente político. La vida pública “no es sólo política, sino a la par y aun antes, intelectual, moral, económica, religiosa; comprende los usos todos colectivos e incluye el modo de vestir y el modo de gozar”[1].
Quienes nos dedicamos a enseñar, tomamos la lección del historicista Herder, no desesperamos en la fermentación de la época. Nos amenazan, pero seguimos con la misma energía para que nuestros jóvenes puedan enfrentar las miserias y las tormentas que les esperan.
[1] Ortega y Gasset, José: La rebelión de las masas en Ortega y Gasset, Biblioteca de grandes pensadores, Gredos, Madrid, 2012
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