El día del llamado. Por Emiliano Vidal

El 17 de octubre de 1945 una impresionante manifestación de paz cambió el curso de la historia argentina. Fue una acción sin precedentes que se había comenzado a gestar siete días antes y que no fue registrada por los propios, salvo los trabajadores, ni evitada por los enemigos.

Poco después de ser obligado a renunciar a sus tres cargos -vicepresidente, ministro de Guerra y secretario de Trabajo- por la cadena radial del Estado Juan Domingo Perón pronunció el miércoles 10 un discurso a modo de despedida desde el balcón de la calle Perú, la entonces Secretaría de Trabajo y Previsión Social.

Palabras medidas desde un balcón que daría lugar a otro exactamente una semana después.

“Esta obra social que sólo los trabajadores la aprecian en su verdadero valor, debe ser también defendida por ellos en todos los terrenos”, les advirtió Perón ante las acechanzas que se cernían sobre ellos. Un mensaje sobre cuya importancia no se suele reparar.

Despojado ya de toda investidura en el gobierno, víctima de un complot en su propia fuerza encabezado por el general Eduardo Avalos, titular de Campo de Mayo, Perón había logrado la autorización para esa despedida, lo que también indica la importancia que tenía ese hombre al que se pretendía echar al olvido. Se la había concedido ante un pedido expreso el presidente Edelmiro Farrell, quien así salvaría su propia responsabilidad frente lo que se avecinaba.

“Debo decirles que he hablado con el Señor Presidente de la Nación, quien me ha prometido que la obra social realizada y las conquistas alcanzadas serán inamovibles y seguirán su curso”, dijo Perón comprometiendo al último jefe de facto del movimiento revolucionario de 1943.

Más de 70 mil obreros acudieron a ese miércoles 10, día clave para la consagración del líder una semana después y para que Farell pudiera caminar tranquilo por la calle en los años siguientes, hasta su muerte en 1980.

“De casa al trabajo y del trabajo a casa, y sin ningún acto de violencia”, remarcó en su mensaje el ex secretario de Trabajo pensando que toda acción debía provenir del movimiento obrero cuya organización había gestado apenas ocupó el área estratégica de la cual dependían los sindicatos.

El país, que había comenzado a ser otro luego de la crisis económica de 1929 en Estados Unidos, ya había arrojado hacia las grandes urbes a los trabajadores rurales debido a que la depresión había afectado las exportaciones agropecuarias, con lo cual miles de chacareros se convirtieron en proletarios urbanos.

Una incipiente industria crecía ante el corte de las importaciones debido a la Segunda Guerra Mundial, con lo cual una masa obrera se incorporaba al sistema productivo propio de las grandes ciudades, comenzando por Buenos Aires, la ciudad del gran puerto y asiento político de la oligarquía. Obreros en su gran mayoría carentes de experiencia política y sindical.

Atrás quedaba la llamada Década infame, abierta con el derrocamiento del radical Hipólito Yrigoyen el 6 de septiembre de 1930, que dio lugar a gobiernos carentes de toda representación, controlados por las elites que se mantenían en el poder mediante el fraude electoral.

El 4 de junio de 1943 un alzamiento militar puso fin a ese período con el que rancios conservadores quisieron volver a la era previa de la Ley Sáenz Peña, sin que ello significase los recelos generales por los frescos recuerdos de las masacres de la Patagonia (1921) y la Semana Trágica (1919).

El 27 de octubre de 1943, el coronel Juan Perón fue designado al frente del Departamento Nacional de Trabajo, una dependencia olvidada del Ministerio del Interior, que a instancia suya, fue elevada al rango de secretaría de Estado. Domingo Mercante fue el militar encomendado por Perón para construir una relación con los obreros. Mercante era hijo de un maquinista ferroviario. Allí comenzó su obra.

El 10 de octubre de 1945 la radio fue la semilla en la gestación del 17, el día que los trabajadores salieron a la calle para rescatar a su líder preso en Martín García, al hombre que les habló en su idioma, que los dignificó, al funcionario que constituyó y reorganizó sindicatos, al que implementó la indemnización por despidos, al que creó los tribunales del Trabajo y las escuelas de capacitación, el que protegió a los peones rurales con su propio estatuto y el que rompió con el monopolio patronal en las relaciones de trabajo, entre otros cometidos.

?Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos”, dijo Perón aquel 10 de octubre, antesala del 17, Día de la Lealtad.

Lo dijo desde un balcón, por radio, para todo el país, la gran señal política de la importancia que tienen los medios de comunicación.

La batalla no se repite, sigue.

(fuente TELAM SE)

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