Buenos Aires, 25 de julio (Télam, por Claudia Román). Una gran y joven mujer que marcó la vida de un pueblo. Nació con el nombre de Eva Duarte y murió como Evita Perón, la abanderada de los más humildes.
Mucho se ha dicho sobre la mujer que nació en los Toldos, provincia de Buenos Aires, allá por el año 1919 en el seno de una familia de bajos recursos económicos, y falleció rodeada del amor de todo un pueblo, de la mano del líder del único movimiento de masas de nuestra historia política.
Cuantiosas conjeturas se realizaron y se continúan elaborando sobre las motivaciones que llevaron a una joven mujer de origen humilde a dedicar su corta existencia a luchar para lograr la anhelada justicia social.
Sobre todo cuando ya había logrado para sí y para su familia una posición económica sólida. Eva ya estaba casada ni más ni menos que con el General Perón, y siendo ella una actriz promisoria, por qué no dedicarse al mundo de las luces y los brillos, o simplemente por qué no dedicarse a la vida familiar.
Evita sorprendió a todos. Con una juventud que le daba la fuerza necesaria, un carisma inigualable y una conciencia social claramente asumida, la mujer del Presidente lejos de mantener un perfil bajo, o ser sólo un respaldo leal para su esposo, decidió tomar un rol activo que la llevó a ser en un corto tiempo la abanderada de los humildes.
Quizá producto de las falencias que padeció durante su niñez y adolescencia, Evita siempre se puso como meta lograr que los cabecitas negras, como ella muy cariñosamente apodó a los más humildes, tuvieran acceso a los derechos sociales y políticos necesarios para llevar adelante una vida con dignidad. La educación, la salud, el voto femenino, la vivienda digna y el trabajo decente son sólo algunas de las temáticas que en ella se hicieron carne.
Pero no todas fueron flores para la mujer que literalmente le puso el cuerpo a la lucha. Los sectores oligarcas, como ella claramente los definía, no le hicieron fácil el camino. Sufrió injurias de todo tipo. Los ataques en torno a su vida privada eran moneda corriente. Todos los días intentaban mostrarla como una persona frívola, malévola y que no estaba a la altura de las circunstancias. Y al parecer en un punto tenían razón. Ella estaba por encima de todos.
Dicen que el cuerpo pasa factura, y el cuerpo de Evita no resistió tantas embestidas. Un maldito cáncer termino con su vida, pero nada pudo contrarrestar su legado. Su lucha hoy sigue siendo bandera, sus anhelos hoy son realidades que se batallan a diario, y ella continúa siendo la abanderada de los humildes.
Joven, mujer, humilde y argentina, todas características que entonces distaban mucho de ser variantes para lograr con éxito cualquier objetivo. Evita es hoy una de las mayores, si no la gran, referente para el género. Impulsó el voto femenino y la presencia activa de la mujer en la vida política. No es casual que hayamos sido el país de la región en contar con la primer presidente mujer, y que sea también una de las grandes defensoras de la justicia social.
Evita es patrimonio no sólo de los que nos consideramos parte del movimiento peronista. Ella pasó a la inmortalidad, ella es parte de nuestro patrimonio histórico, ella es quien pudiendo tener una vida cómoda y tranquila optó por la batalla cruenta contra un modelo social de injusticia y exclusión. En memoria de Evita reivindiquemos su lucha. (Télam)
cr-rl 25/07/2011 17:31
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