“La dependencia cultural, que borra el pasado desfigurándolo u ocultándolo, que desprestigia o ridiculiza los usos y costumbres nativos, que ensalza como único modelo posible el estilo de vida de las grandes metrópolis, actúa sobre las capas ilustradas de los países dependientes con un efecto de fascinación o encantamiento que estimula la pérdida de interés por los propios problemas y la indagación crítica de la historia que justifica la dominación, incitando al consumo improductivo de la literatura importada desde los centros del poder mundial y el desprecio por la tradición nacional” (1). He elegido este párrafo de Blas Manuel Alberti porque es una síntesis clara y contundente de la necesidad de identificar claramente al “huevo de la serpiente” en el pensamiento colonial y librar la batalla incansable que se merecen los grandes precursores del pensamiento nacional.
En particular se trata de revisar algunas categorías del pensamiento que nos han sido escamoteadas o tergiversadas por el supuesto pensamiento “nacionalista” y también por el de “izquierda”, y digo esto porque si para pretender analizar nuestra realidad o hallar los caminos para un pensamiento nacional se hace desde la copia acrítica de Primo de Rivera o Maurras por un lado, o de Marx o Lenin por otro, sería un grave error, pero si además se falsea u oculta parte del pensamiento obra de alguno de ellos para llevar agua para el propio molino, eso nos conduce a un camino sin salidas.
En este sentido vale la pena retomar los conceptos, las categorías mismas como nación, nacionalismo, derecha o izquierda para repensar de qué estamos hablando cuando las usamos, especialmente porque muchos compañeros las usan sin comprender cabalmente su sentido.
Más allá de haberme explayado en artículos anteriores, diremos que cuando hablamos de nación, hacemos referencia, según el diccionario, a un conjunto de personas que comparten vínculos históricos, culturales y que básicamente tienen conciencia de pertenecer a un mismo pueblo o comunidad, que generalmente comparten un mismo idioma y tienen creencias religiosas comunes. Con posterioridad nace el concepto de Estado Nación, como fruto de las revoluciones burguesas del siglo XVIII y ahí se agrega el compartir un territorio, tener una organización política común y órganos de gobierno propios capaces de ejercer su imperium en ese territorio.
Cuando hablamos de “nacionalismo” nos referimos al sentimiento de una comunidad que reclama su derecho, en base a los elementos culturales e históricos que hemos mencionado, a organizarse y dotarse de esa “soberanía” en sus órganos de gobierno y definir los símbolos mismos de su identidad (bandera, himno, etc.) eso fue lo que hicieron los pueblos europeos, inicialmente Francia e Inglaterra y de ahí que sus pensadores, sus filósofos sean considerados los “padres” de estas ideas.
Sin embargo, fuera del viejo continente, en África, Asia, Oceanía y América, los pueblos que poseían muchos de esos elementos culturales e identitarios propios, se vieron imposibilitados de conformar esos espacios nacionales por la influencia del colonialismo que permitió a las potencias europeas llevar adelante el proceso de acumulación originaria de capital como para llevar adelante la revolución capitalista que dio forma al mundo actual.
Sin la explotación de los recursos naturales, alimentos y el trabajo esclavo, sin el monstruoso aporte del tráfico mismo de esclavos, Inglaterra, Holanda, Bélgica, Francia no habrían podido transformarse en lo que hoy son, claro para eso fue necesario que en los otros cuatro continentes muchos no lo lograran.
Ahora bien, aquellos se reconocen “Nacionalistas” y quiénes los enfrentaron para poner fin al sometimiento colonial también se denominaron así ¿Y entonces?, aquí surge la necesidad del pensamiento propio, situado, comprender que hay un “nacionalismo opresor” por el que las grandes potencias originales y luego EE.UU han justificado su dominio (EE:UU lo llama su “Destino Manifiesto”), muchas veces oculto bajo discursos “civilizatorios” y existe un “nacionalismo de liberación”, que es el que lucha para eliminar su colonialidad y alcanzar su propio destino.
Aquel nacionalismo que hemos dado en llamar “opresor” fue volviéndose cada vez más excluyente dentro de la propia Europa y así cuando Alemania e Italia alcanzaron su propia unidad nacional y miraron a su alrededor buscando materias primas y mercados para el desarrollo de sus fuerzas productivas, se encontraron con que el mundo ya había sido repartido, Inglaterra, Francia, Bélgica y Holanda dominaban África, gran parte de Oceanía y el sudeste asiático directamente y ejercían un dominio económico en América (salvo EE.UU) y Asia menor, ello provocó la segunda guerra mundial y no la “locura mesiánica de Hitler”.
El nazismo y el fascismo son la expresión terrorista del poder económico financiero, pero su brutalidad no hace sombra al salvajismo que caracterizó a Inglaterra cortando los pulgares a mujeres en la India para impedirles tejer sus telas o dejar morir de hambre a más de seis millones de personas entre 1876 y 1878, ya que decidió llevar la producción de granos a la metrópoli.
Podría escribirse una enciclopedia acerca de la brutalidad del colonialismo belga en el Congo, de las mutilaciones de brazos y piernas que dejaron tullidos a tribus enteras para “disciplinar” a los trabajadores del caucho o la muerte de quince millones de personas entre 1885 y 1908.
Así podríamos seguir hojas y hojas, lo que debe quedar claro es que el descenso a los peores círculos de la especie humana ha sido la característica común del colonialismo y el imperialismo, en un caso es archiconocido porque se ejerció en la “civilizada” Europa, en los demás casos no tuvo el mismo espacio en la prensa.
En la Argentina el nacionalismo tuvo en el siglo XX una versión que daremos en llamar “oligárquica”, clasista, católica integrista y que manifestaba un rechazo profundo a la masiva llegada de inmigrantes, que, además, no provenían del mundo anglosajón o de Francia sino de los estamentos más pobres de los lugares más pobres de Europa.
Perón en algún momento los definió como “los piantavotos de Felipe II”, pero no casualmente aparecieron para jaquear a los gobiernos de Yrigoyen, denunciaban a “la chusma” que inundaba la casa de gobierno, bajo la bandera del “espíritu nacional” combatieron a los anarquistas por expresar “ideas foráneas, disolventes y ateas” y durante la recordada Semana Trágica de enero de 1919, en especial los días 11 y 14 de enero produjeron el único “progrom” (matanza de judíos) que se tenga memoria en América Latina, organizados en el Centro Naval y presidida por el contraalmirante Manuel Domecq García y por Manuel Carlés, la denominada Liga Patriótica incendió sinagogas y las bibliotecas Poalei Sion y Avangard, atacó a los transeúntes, comercios (quemando varios) y casas particulares, arrastrando detenidos a las comisarias 7° y 9° y el mismísimo Departamento Central de Policía, escritores de diferente procedencia como Soiza Reilly y David Viñas denunciaron asesinatos y violaciones y hasta un escritor nacionalista como Juan Emiliano Carulla dice “Fue al llegar a Viamonte, a la altura de la Facultad de Medicina, que me tocó presenciar lo que podría denominarse el primer progrom en la Argentina. En medio de la calle ardían pilas de libros, sillas, mesas y otros enseres domésticos y las llamas alumbraban tétricamente la noche”.
Estos sectores que atacaban sindicatos anarquistas, defendían el “ser nacional”, y la Argentina pastoril, tuvieron su momento de ‘éxtasis” y crisis con el golpe de Uriburu a quién rodearon y encomiaron y luego con Justo y Ortiz un sector importante derivó hacia la denuncia de los negociados y la entrega del país a Gran Bretaña, adoptando una posición nacional.
Indudablemente el golpe de junio de 1943 fue una convulsión que puso fin a la decadencia de un modelo de país que era considerado “El sexto dominio” de Gran Bretaña y que con la crisis mundial capitalista de 1930 se tornó inviable ya que la potencia dominante se retrajo a sus dominios históricos con el Commonwealth y la potencia emergente (EE.UU) no necesitaba la alianza con la oligarquía agraria local ya que era una potencia en la materia.
Los sucesos previos y los dos años que van de junio de 1943 a octubre de 1945 generaron un terremoto en la “intelligentzia” local y en sus expresiones políticas, el embajador británico, Sir David Kelly, autor de un libro imprescindible denominado “El poder detrás del Trono” (2), lo cuenta así, “Por un momento todos los profetas políticos, tanto nativos como extranjeros, se sintieron profundamente desorientados, los oficiales del ejército no tenían lugar en la sociedad y no provenían de la clase gobernante, de los estancieros, los profesionales prósperos y los grandes comerciantes”
Mientras algunos lo acusaban de “pronazi” la embajada alemana, el 5 de junio, ordenó quemar todos sus archivos secretos, sin embargo la mayor parte de los historiadores e investigadores coloniales (mayoría en la Argentina) mantienen la definición de aquellos “demócratas”.
Ahora bien, ¿Cuál fue el rol de los nacionalistas en aquellos años?, mencionaremos a Marcelo Sánchez Sorondo, quién en agosto de 1943 dirige un “Discurso a los Militares” expresando “El 6 de setiembre aunque traiga luego el peor gobierno por lo representativo de lo malo, abre una brecha, una brecha en la legalidad y por cuerda separada, suscita el nacionalismo, el movimiento comprensivo y abarcativo de la revolución histórica pendiente” (3), saludaba la caída de Yrigoyen , Héctor Sáenz Quesada descubre en Juan Manuel de Rosas “Un héroe nacional más genuino que San Martín…por su criollismo. Es enteramente nuestro por su arraigo al suelo de sus antepasados y por ser porteñísimo en su acción, sus gustos y su carácter”.
Nacionalismo pastoril, porteño y enemigo del voto universal, en un documento del Frente de Fuerzas Fascistas de Córdoba en 1936, expresaban “La Argentina es, por su geografía un pueblo rural. Las leyes deben conservar esa condición, arraigando a sus hijos en la tierra. El urbanismo debe ser combatido. El industrialismo debe ser morigerado”, mientras el fascismo en Italia expresaba los reclamos de ese país por una redistribución del mundo entre las potencias industriales europeas, al llegar a estas costas se volvía anti industrial.
Hombres como Carlos Ibarguren habían ocupado cargos en el gobierno de Uriburu, como Interventor en la Provincia de Córdoba y con la llegada de Justo fueron eyectados del gobierno. Otros connotados “nacionalistas” como Ignacio Anzoátegui, observaba que “Sarmiento trajo tres plagas al país, los italianos, los gorriones y las maestras normales” (4) y Ramón Doll si bien denunciaba la influencia británica, lo vestía con la ideología de moda al denunciar al “imperialismo anglo-judeo-masón con el designio de impedir a toda costa el poderío económico de cualquier país católico” (5).
Sáenz Quesada, Anzoátegui, Martínez Zuviría (más conocido como Hugo Wast), Alberto Baldrich (quien designado como interventor federal en Tucumán hizo fusilar un cuadro de Rivadavia en la plaza central) Ricardo Font Ezcurra, tuvieron cargos en los primeros tiempos de la revolución juniana. Otro funcionario fue Ignacio Olmedo, interventor en el Consejo Nacional de Educación y que, en un acto en el Luna Park y ante unos 25.000 docentes afirmó “¿Existe una libertad absoluta de pensar? Contra la doctrina liberal que así lo sostiene opongo la afirmación de que no puedo pensar libremente lo que quiero…De este verdadero concepto de la libertad jurídica se desprende la facultad innegable del poder civil de prohibir la enseñanza de doctrinas erróneas y perversas contra la seguridad del Estado”.
Jordán Bruno Genta reclamaba por una “aristocracia de la inteligencia nutrida en la estirpe romana e hispánica” a lo que Jauretche respondía “Alabanza máxima al bandidaje universitario que ha traficado con todos los bienes de la nación, formada por inteligencias conocedoras de los fines, que nunca han sido capaces de obrar en orden a los fines superiores de la existencia, porque la inteligencia no es fuente de virtudes”, por esos días Ramírez ordenaba el arresto de…Jauretche.
Si bien se dirá que eran otros tiempos, la visión acerca del rol de la mujer estaba a la altura de tanto delirio medieval, según aparecía en La Nación del 1 de junio de 1944, se necesitaban “Mujeres para procrear héroes, no madres de renegados. La mujer argentina debe saber cumplir celosamente con sus obligaciones naturales. La dignificación de la mujer consiste en no sustraerla de su menester específico. La nueva Argentina quiere mujeres sanas, fuertes y limpias”.
Según Ramos (6), “Este nacionalismo de los años 30 y 40 formaba parte de un sector más o menos arruinado de la vieja oligarquía, sumergido en la nostalgia de las doradas horas del Centenario” su nacionalismo era aristocrático, su hispanofilia se limitaba al odio a los inmigrantes que iban ocupando empleos y barrios de Buenos Aires, su catolicismo pacato era parte de una “historia” falsa y su enfrentamiento a Inglaterra se chocaba con su nostalgia por el modelo agrodependiente que había permitido formarse a esa clase que detestaba al criollo, salvo que fuera peón o servicio doméstico, la democracia y el voto universal.
En esos días seguían las interpretaciones más encontradas respecto de los militares gobernantes, como vimos el nacionalismo conservador lo apoyaba porque soñaba una restauración del pasado patricio, a su favor digamos que era fuertemente neutralista y se oponía a nuestra participación en la guerra mundial, la UCR saludaba el mismo día del golpe a través de una comisión integrada por los legisladores Mario Castex, Emilio Ravignani, Juan I Cooke por “Haber puesto fin a un período al margen de la Constitución y las leyes” a la tarde de ese mismo día hacían lo propio los senadores José Tamborini, Eduardo Laurencena y el dirigente Enrique Mosca, el primero y el último adquirirían gran notoriedad en los años venideros.
Lo cierto es que el gobierno y el ejército también estaban atravesados de contradicciones, había “aliadófilos”, “neutralistas” y “germanófilos en todos los sectores y así fueron sucediéndose ministros y “hombres fuertes”, según las circunstancias.
Sin embargo, el vuelco decisivo que se produjo en la guerra europea fue quitando influencia al nacionalismo oligárquico que perdió espacios en el gobierno. Se estaba gestando algo que ninguno de los sectores pudo ver o imaginar aunque si analizamos los cambios que se producían en la estructura misma del Estado y de la economía argentina estaba claro que no habría lugar ni para la “restauración” aristocrática ni para volver a una democracia liberal débil y agotada, volviendo a Ramos (7)”La historia seguía su marcha, mutaban las leyes, la moral, el derecho y las costumbres y desde el fondo de la noche juniana se elevaban las masas plebeyas del 17 de octubre, la “bestia rugiente del abismo” para lavarse los pies en la Plaza de Mayo y barrer de la escena a los grecorromanos”.
No intento producir un libelo contra estos hombres a los que más allá de mis diferencias, respeto a muchos de ellos, los he leído y me he formado con muchas de sus obras, acaso un hombre íntegro y un patriota a carta cabal como el padre Castellani, decepcionado por los militares del 4 de junio y luego de las jornadas de 1945, escribió “Convenzámonos que esa creación moderna que es el ejército permanente (nacido de la leva forzosa de la revolución francesa) participa de las condiciones del mundo moderno y por ende de sus taras. Es una construcción no sacra, artificial, profesionalista y clasista que tiene sobre sí esta condición temible: no es útil ni necesario sino en función de una calamidad inmensa que es la guerra…ese es nuestro ejército en sus cuadros superiores y no ese mito de santidad y patriotismo” (8)
Muchos de ellos, la mayoría diría, denunciaron el contubernio de la Década Infame y también se sumaron al peronismo, pero también muchos, especialmente luego del conflicto de Perón con la iglesia, se hicieron feroces antiperonistas, otros como Beveraggi Allende o Jordán Bruno Genta, fueron la cara “nacionalista” de todos los gobiernos militares, tanto Lonardi como Ongania, como antes Uriburu, eran fervientes católicos y con devaneos corporativistas, este último con aspiraciones de ser el Franco local, dieron los golpes y rápidamente tuvieron que ceder paso al poder real encarnado en los Alsogaray, Krieger Vasena o más recientemente Martínez de Hoz
Esta breve y parcial descripción del pensamiento nacionalista más conocido o difundido nos revela que al no estar parido por las masas populares, al no emerger de la historia y la identidad de nuestro pueblo sino del maridaje entre los hijos de aquella aristocracia devenida en oligarquía y arruinada en algunos sectores por la crisis de 1930 que añoraban volver a ese pasado señorial y elitista y las ideas reaccionarias de los intelectuales europeos deslumbrados por el naciente nacionalsocialismo, el fascismo y traducidos al castellano por los pensadores falangistas o integristas españoles, sonaban tan ajenos, tan extraños, al pueblo que no solo no sentía que expresaban sus anhelos o esperanzas sino que era humillado o despreciado por su origen pobre o inmigrante, aparecían tan ajenos “al ser nacional” como la izquierda portuaria, pero de esta hablaremos en otro artículo.
Bibliografía. –
1)” Ciencias Sociales y Realidad Nacional, Crítica de la Cultura eurocéntrica”; Blas Manuel Alberti; Edit. Macchi; Buenos Aires; 1985.
2) “El Poder detrás del Trono”; Sir David Kelly; Edit. Coyoacán; Buenos Aires; 1962
3)” La revolución que anunciamos”; Marcelo Sánchez Sorondo; Edit. Nueva Política; Buenos Aires; 1945.
4)” Vidas de Muertos”; Ignacio Anzoátegui; Edit. Tor; Buenos Aires; 1934
5)” Hacia la Liberación”; Ramón Doll; Edit. Del Renacimiento Argentino; Buenos Aires; 1939.
6)” Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”; T° 5 “La Era del peronismo”; Jorge Abelardo Ramos; Edit. Continente; Buenos Aires; 2013.
7) y 8). Jorge Abelardo Ramos; ob. Cit.
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