John William Cooke y el Revisionismo Histórico. Por Enrique Manson.

Con motivo de cumplirse los 44 años de la muerte de John William Cooke, se han realizado diversos homenajes y se han hecho varias publicaciones. ¡Pocos tan merecedores como el Bebe Cooke, por su larga y heroica militancia y por su muerte en plena juventud!

Poco habría que agregar a los conceptos pronunciados y escritos. En los actos y en los textos sobran las acertadas menciones a su inteligente lectura de la política nacional, a su capacidad para plantear sus disidencias –con respeto, pero sin inhibiciones- al mismo Perón y, sobre todo, su coraje personal q1ue lo ubica entre los personajes de nuestra Historia en que la elaboración intelectual no impedía poner el cuerpo a la hora de la prueba.

Sin embargo, en muchas de las recordaciones, falta un aspecto que, como integrante de una corriente historiográfica nacional y popular, siento imprescindible rescatar.

En efecto, se sabe que desde el año pasado, se ha sumado al debate historiográfico el Instituto Manuel Dorrego, creado por iniciativa de la presidenta de la nación, presidido por Pacho O’Donnell, e integrado entre otros por historiadores de la talla de Hugo Chumbita, por politólogos como Pancho Pestanha y Pablo Vázquez, por polígrafos como Pablo Hernández y con estudiosos que además llevan en sus venas la Historia misma en la sangre de sus padres, como Eduardo Rosa y Daniel Brión. Se sabe, porque se sabe, pero también por la involuntaria difusión que debemos a nuestros adversarios, que reaccionaron con violencia de caceroleros ante la creación del Instituto.

Volviendo a Cooke: hay un Cooke vinculado con la Historia. Pero vinculado comprometidamente. El Congreso de 1946, en que JWC se iniciaba como diputado, afrontó en varias oportunidades el debate historiográfico. La bancada radical –prácticamente, la única oposición- se lanzó desde el primer día a descalificar a la mayoría peronista, y entre las críticas utilizadas, apeló a la trasposición de la dicotomía Civilización y Barbarie. Los bárbaros eran, desde luego, las masas del 17 de octubre y los ganadores de las elecciones del 24 de febrero de 1946.

Emilio Ravignani, hasta entonces historiador equilibrado y ajeno a todo extremismo, se había jugado por la Unión Democrática y era diputado nacional. En la Cámara se le fue el equilibrio y en un artículo titulado, justamente, Civilización y Barbarie, publicado en El Radical, afirmaba: “Facundo, hombre de su época, semejante a sus secuaces, tomó a los hombres como eran: los encontró ya bárbaros y sólo dirigió y acaudilló su barbarie; a los de hoy, en cambio, ha sido necesario no sólo dirigirlos, sino despertar su barbarie, remover, trayéndolos a enturbiar la superficie, sedimentos de barbarie que yacían en el fondo. Esta no es la barbarie del indio que llevaban en sí las montoneras de Facundo y los mazorqueros de Rosas, es la fría barbarie organizada del nazifascismo”.[1] Con referencia a los recientes sucesos de octubre decía “No es posible ignorarlo ni es prudente silenciarlo: invadir la ciudad en masa, insultar, golpear y obligar a dar vivas a su caudillo es barbarie…Rosas, la mazorca; el capítulo más sombrío de la historia. No es difícil imaginarse lo que pueden traernos estos días. No cabe esperar mentes claras, conciencias limpias y propósitos nobles ni aspiraciones de justicia, progreso cultural, orden y  mejoramientos… tras el aspecto violento, agresivo, inculto, de la multitud desenfrenada. […] si ponemos en la balanza el siglo y cuarto de progreso acumulado por la Nación, el panorama de esta montonera contrasta con tonalidades más sombrías que aquella de Facundo con el medio de su época”.[2]

La mayoría de la bancada peronista era, en Historia, tan antirrevisionista como se mostraba Ravignani. Fueron dos diputados: Joaquín Díaz de Vivar y John William Cooke los que respondieron desde la posición revisionista. Cuando los radicales sostuvieron que “La batalla de Caseros constituye con la Revolución de Mayo y la declaración de la Independencia, la trilogía gloriosa de la argentinidad.”.[3] Cooke respondió apoyando al gobierno del Restaurador y reivindicando su heroica defensa de la Soberanía.

Alejado del Congreso, y en preparación para su intensa actuación política de 1955 en adelanta, es decir, en las difíciles, Acompañó a su amigo José María Rosa, presidente del Instituto Juan Manuel de Rosas, en el cargo de vicepresidente, que ocupaba cuando los esbirros se lo llevaron preso.

Fue justamente en esa circunstancia cuando más cerca estuvo de Pepe. El Bebe era buscado con ahínco por los personeros del nuevo régimen, y los compañeros le habían ofrecido un departamento para que se refugiara. Este estaba en el edificio de Cangallo al 2200 en que vivía Pepe, y cuando el fugitivo intentó entrar, se encontró que le habían dado una llave equivocada. Tocó el timbre en lo de su amigo, y este lo recibió.

No era muy grande el refugio. Colita Rocca, entonces mujer de Pepe, lo describe como “Horrible, oscuro, espantoso”. Cooke tenía relación personal con un oficial naval del régimen, y en el monoambiente, propietario, refugiado y contertulios, comentaban alegremente que, en caso de aparecer el marino sería cosa de invitarlo con un whisky, a lo que Colita respondió: “pero si no tenemos whisky”. Las cosas no fueron tan amables. Cuando cayó la policía, estaban amontonados Pepe, Colita, Cooke, su mujer Alicia Eguren, los compañeros del Bebe, Tito Armesto y Pepe Quiroga y un casi desconocido: José Luis Cora.[4]

Ahí empezó la etapa heroica y conocida de la vida de Cooke. Pero las disidencias historiográficas de algunos que no entienden que Rosas, pese a ser un rico estanciero era también un patriota, silencien este aspecto de su prolífica vida. El del militante del Revisionismo Histórico.

Enrique Manson

Miembro del Instituto Dorrego

Septiembre de 2012


[1] “Civilización y Barbarie”, en El Radical, 9 de febrero de 1946.

[2] Ibídem. Su desagrado por la chusma en la calle era semejante al que había soportado en su momento Benigno Ocampo cuando las multitudes de Barracas y Pompeya desengancharon los caballos del carruaje de Hipólito Yrigoyen. Le resultaba más chocante que el fraude patriótico que, al menos, le había permitido desempeñarse en la dirección del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad.

[3] Diario de sesiones, tomo X, 5 de febrero de 1947, pag. 661.

[4] Personaje al que muchos le atribuyen haber delatado la presencia de Cooke. Cuando se escribían estas líneas, Ana María confesó sus dudas acerca de esta responsabilidad. Para ella, Alicia Eguren se movía con mucha imprudencia y es posible que la hubieran seguido a ella. No es lo que opinaban Fermín Chávez ni Miguel Unamuno.

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