El presente artículo hará referencia al ideario y la lucha de dos pensadores nacionales, estos son Manuel Ugarte y Raúl Scalabrini Ortiz quienes pretenden dar cuenta de una situación de dependencia en dos períodos de crisis de capitalismo como fueron la Primer Guerra Mundial y la Crisis del 30, que a pesar de la especificidad de cada crisis desnudan los avatares de una economía subordinada a los intereses del imperio inglés. Vale aclarar que tal situación no reviste únicamente una explicación de carácter económico, sino que existen factores históricos que la determinan. El proceso de balcanización llevado a cabo por Inglaterra en el continente americano generó el surgimiento de veinte repúblicas separadas, exportadores-importadores, oligarquías locales socias del imperio que lograron imponer su visión sobre las ideas de Bolívar y San Martin, es decir, el de La Patria Grande, y así generar estructuras económicas permeables y dependientes del Viejo mundo. Sobre este legado se montan los trabajos de Ugarte y Scalabrini Ortiz, quienes con su pluma focalizan en una cuestión nacional a resolver.
Acerca de las especificidades de cada época
El contexto donde Ugarte realiza sus principales denuncias acerca de la dominación económica que sufre Argentina es durante la Primera Guerra Mundial, conflicto que se explica en parte por la emergencia de una nueva etapa del capitalismo, conocida para Lenin como la del Imperialismo, momento en que se quiebran los principios capitalistas de libre comercio y se sustituyen por el de monopolio, que no es más que una tendencia a la centralización en pocas manos de la actividad económica que resultara en el aumento de la pobreza, la opresión y la esclavitud. Las viejas potencias coloniales –Inglaterra y Francia- intentan mantener sus privilegios territoriales en África y Polinesia mientras que las nuevas potencias centrales, como el caso de Alemania, discuten los privilegios de las primeras. Para esta época, comienza a tallarse una nueva categoría que es la del capital financiero, la fusión del capital bancario con el capital industrial. Argentina en su situación semicolonial sufrirá en mayor medida la aparición del capital financiero, lo cual se traduce en que los ferrocarriles, los frigoríficos, los seguros, los puertos, las fábricas de conservas quedaran en manos de capital británico.
La obra de denuncia de Scalabrini se centra durante la Década del 30, conocida como la Década Infame, donde Argentina en su condición semicolonial arrastra las consecuencias internacionales de la explosión de la Bolsa de Nueva York, dice Jorge Abelardo Ramos de ese viernes negro del 29 de octubre de 1929 “… la cinta registradora de la Bolsa de Nueva York empezó a retrasarse en relación al ritmo de las ventas de las acciones empujadas por una ola de pánico. En un solo día, bajo el impacto del terror generalizado se vendieron 12.894.650 de acciones”.1
La crisis en el período de entre guerras desnuda que el capitalismo está sujeto a situaciones intermitentes en las cuales hay vencedores y vencidos. Más allá de que el origen de la crisis es Estados Unidos, Argentina sufre principalmente los efectos de la misma vía con Inglaterra, quien decide recostarse en sus colonias directas para abastecerse de materias primas empleando una política arancelaria perjudicial a nuestro país. Durante este período, Argentina es considerada el sexto dominio británico, donde Scalabrini dedicara siete años de su vida solamente a investigar la historia de los ferrocarriles.
Como dato que vincula a los dos autores de esta nota, podemos mencionar que Ugarte y Scalabrini son compañeros de redacción del semanario Señales, participan además de dicha publicación, Manuel Ortiz Pereira, Amable Gutiérrez Diez, Luciano Catalano, José Gabriel.
Ugarte el primer acusador del imperio
La actividad de denuncia hacia el imperialismo por parte Manuel Ugarte se realiza principalmente en su publicación La Patria, que si bien tuvo un tiempo corto de vida de setenta ejemplares y salió a la luz entre noviembre de 1915 y febrero de 1916, en sus páginas enarbola la bandera de lo que el autor considera un sano patriotismo tangible, donde aboga por el desarrollo de las industrias nacionales, denuncia a los monopolios de bandera inglesa y norteamericana, y critica a las compañías extranjeras radicadas en el país y que envían buena parte de sus ganancias a sus casas matrices de origen.
Conocedor del rol argentino dentro de la economía mundial como mero almacén de la metrópolis londinense y pasivo receptor de productos terminados, Ugarte considera que el contexto de la guerra a través de una posición neutral es crucial para desarmar ese tejido que nos ubica en la posición de país dominado. Estos aires de cambio que sostiene el autor se pueden observar en la reducción del déficit de la balanza comercial ya que la guerra obligaba a Argentina a sustituir productos industriales que previo al conflicto provenían de Inglaterra. Para reforzar esta independencia económica lanza desde sus páginas un pedido hacia la consolidación de un proceso de industrialización que logre derribar al ideario oligárquico económico, como también la posibilidad de extender a través de este proceso los beneficios industriales a la totalidad del país y no centralizarlos solamente en Buenos Aires como sucedía hasta ese momento.
El trasfondo de pensamiento Ugarte se recuesta en el reconocimiento a la cuestión nacional, en una nota de La Patria sobre industrias nacionales se ve resumida la necesidad de completar las tareas nacionales “Los que solo exportan materias primas son, en realidad pueblos coloniales. Los que exportan objetos manufacturados son países preminente (…) ensanchar gradualmente el radio de las actividades, hasta ser al fin un país completo, digno de su pasado y de su porvenir”.
Lo trascendental del ideario de Ugarte es que él no piensa únicamente en el presente sino también en la Argentina de posguerra, y así lo expresa el 27 de diciembre “… terrible fue el momento en que Europa saco su espada, pero será terrible el regreso de la paz”
Por otra parte, plantea incorporar actividades en la estructura económica que antes del conflicto bélico no eran tenidas en cuenta por la clase dominante, explica el 29 de enero en La Patria “… en épocas con anterioridad a la guerra era considerable la cantidad de hierro, carbón, zinc, que anualmente hemos introducido por valor oro.”
Las denuncias hacia la dominación económica dentro de un contexto de ingreso del capital financiero interviniendo buena parte de nuestra industria no podían omitir puntos como los ferrocarriles y el petróleo, pero lo destacable es que en términos de ferrocarriles se puede considerar a Ugarte un pionero en el tema. Si bien Scalabrini con su trabajo aportará una sistematicidad invaluable en la temática, debe considerarse los aportes de Ugarte como de gran importancia, quien desde La Patria denuncia los altos costos de los fletes ferroviarios. El 13 de diciembre Ugarte manifiesta “… convengamos en que hubo interés en dar facilidades a las empresas ferroviarias, bastantes prebendas han tenido desde su comienzo hasta la fecha. Rige aparte de los poderes públicos un concepto muy original, se antepone el interés de las poderosas compañías al de la economía nacional (…) la realidad es que han conseguido siempre lo que quisieron”.
Con respecto al petróleo, el autor denuncia que cualquier intento de desarrollo autónomo en materia de combustible es saboteado por Inglaterra, “En la Argentina carecemos de combustibles líquidos no porque no los hay en nuestros suelo, sino porque así les place a unos cuantos señores feudales”.
Apuntar contra un régimen de dominación que solo era independiente en términos nominales pero que en aspectos económicos funcionaba como un apéndice del imperio inglés, le causó a Ugarte buenos dolores de cabeza, entre ellos los problemas económicos que enfrentó durante los tres meses de publicación de La Patria, y que a pesar de ello, puso en evidencia a buena parte de la dirigencia política, y la intelligentzia semicolonial de la época, así lo expresa el 3 enero de 1916 “… los poderes públicos siempre jugaran a favor de los importadores y exportadores. Contaron con el apoyo de los grandes diarios”.
“Descubridor de la realidad argentina”2
El trabajo maratónico que realiza Scalabrini se da en plena Crisis del 30, el mote de sexto dominio no iba a ser discutido por la elite gobernante golpista que apeló durante diez años al fraude, sino que era reforzado en cada uno de sus declaraciones, época del pacto Roca-Ruciman, donde Julio Argentino (hijo) sostuvo que desde el punto de vista económico Argentina es parte integrante del imperio británico y es también el momento en que George Cannig Ministro inglés de siglo XIX, quien trabajara en favor de la segregación continental, es homenajeado con un monumento.
Como Ugarte, Scalabrini denuncia al imperialismo, en gran medida el inglés, y observa que los principales resortes de la economía argentina obedecían a directivas inglesas. Pero el aporte sustantivo de la tarea del autor de El Hombre que está solo y espera será la denuncia del trazado de la red ferroviaria como principal arma de dominación; en los cuadernos de FORJA, demuestra que la forma en que está estructurada la red ferroviaria se asemeja a una tela de araña.
La doctrina pura del libre comercio que los imperios quisieron imponer como válida avalada por la intelligentzia liberal desde su biblioteca de cristal, fue rechazada por Scalabrini como lo fue por Ugarte allá en 1916, quien desde Señales sostiene que “… el librecambio fue fatal para el interior, no preparado con anterioridad para la lucha. Se lo sacrifico repentinamente llevando a la desocupación y hasta el hambre a grandes zonas del país….Inglaterra posee el arma sutil, el arma incisiva y mortal como un estilete, que son las tarifas ferroviarias”. Esta línea de proteccionismo provinciano que vimos en Ugarte se profundiza en el autor que denunció el trazado de los ferrocarriles en el primer número de Reconquista del 15 de noviembre de 1939, donde apunta hacia el imperialismo inglés “… ustedes impiden que las industrias prosperen porque la industria crea riqueza, fuerza y unidad, y porque perjudica a la industria británica y al comercio de importación. Las provincias que no producen nada de lo que ustedes necesitan, caen la miseria sin esperanzas”
Si algo puede vincular a nuestros autores en cuestión es la situación de guerra mundial que transitaron y su profundo convencimiento hacia una posición neutralista. Por un lado, desde las conferencias de FORJA, Scalabrini y sus compañeros denuncian a los emisarios ingleses que llegaban a la Argentina para obtener el apoyo de sus gobernantes, y por otro lado, ambos autores sufren las acusaciones de otras fuerzas políticas que los acusan de tomar parte en favor del Eje, escribe en Reconquista “La guerra europea nos preocupa solo para cuidarnos de ella. Nos preocupa la posibilidad de que bajo presión de los inmensos intereses británico, cedan nuestras autoridades y seamos una astilla mas de aquella hoguera”.
Sin embargo, la figura de Scalabrini no puede solo circunscribirse al análisis de los ferrocarriles, sus denuncias atravesaron diferentes estamentos; en una sociedad porteña cuya subjetividad se encuentra moldeada por la muletilla del granero del mundo, Scalabrini consideraba que era necesario condenar la falsedad de la cual estuvimos presos buena parte de nuestra historia, y como Ugarte, denunciar a los medios de comunicación como buenos sostenedores de las mentiras de las cuales necesita una sociedad que apunta a la desigualdad social y el fraude. Scalabrini no escapa a esa lógica y en Política Británica en el Rio de la Plata, sostiene que “La prensa argentina es actualmente el arma más eficaz de la dominación británica”.
Conclusión
Tanto Ugarte como Scalabrini cuestionan aspectos de la vida económica que hasta ese momento se encontraban naturalizados por la opinión pública, y en mayor medida Scalabrini coloca en discusión el ideal de prosperidad o la cosmovisión de granero del mundo que la oligarquía quiso moldear culturalmente a través de la superestructura cultural. Ambos autores con sus denuncias en el plano económico demuestran que otro modelo de desarrollo es posible, sin la injerencia del capital imperial en la economía local.
Ambos autores ubican a la juventud como actor de transformación en oposición a las viejas estructuras de la oligarquía, y mantienen la esperanza en un hombre nuevo que pueda desprenderse de los moldes conservadores de la clase dominante. Además, la juventud era un sector al cual debía protegerse, por eso resultaba tan importante mantener la neutralidad entre otras cosas; según FORJA si Argentina iba a la guerra, trescientos mil jóvenes habrían muerto.
En la posición neutralista, ambos son criticados por formar parte de lo que se llamó las “potencias centrales” o del Eje Roma-Berlín; las críticas que sufrieron atravesaron un amplio abanico, donde los sectores pro soviéticos los ubicaban como defensores del imperialismo, y sectores liberales y nacionalistas conservadores los tildaban de comunistas.
Para finalizar, es significativo destacar que si bien ambos pudieron ser parte de la intelligentzia y disfrutar de los placeres que su origen social les brindaba, decidieron dejar sus comienzos de obras literarios, y abocarse a la denuncia de la cuestión nacional y la cuestión social.
1-Jorge Abelardo Ramos, La Factoría pampeana, editorial Galerna pagina 93.
2- El término descubridor se lo pone Arturo Jauretche en una conferencia de FORJA.
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