“El secreto del agitador es volverse tan estúpido como sus oyentes, de forma que estos se crean tan inteligentes como él” (Karl Krauss, “Contra los periodistas y otros contras”).
“Cuanto menos inteligente es el blanco, más estúpido parece el negro” André Gide.
El hecho comunicacional es, fundamentalmente, un hecho político. De ahí que el signo más evidente de nuestra dependencia cultural se manifiesta a través de un proceso de colonización mental que tiene como instrumento a los medios de comunicación masiva, activos factores de anulación de la capacidad crítica, y la vocación elitista y extranjerizante de diversos sectores de la cultura argentina.
A causa de esto, alguien dijo que más que el cuarto poder de la sociedad, los medios son el segundo poder de la antidemocracia, dado que el primero sería el económico y el político, con sus leyes y estructuras, vendría en tercer lugar.
De allí que la elaboración de una cultura nacional requiera de tres instrumentos poderosos, tal como lo planteó Perón: “los medios de comunicación masiva, la educación en todos los niveles y la creatividad inmanente del pueblo”.
Es evidente que las comunicaciones sociales se realizan por medio de canales sin retorno, con una sola vía: del emisor al receptor, dirigida a naturalizar las contradicciones y desigualdades sociales y a homogeneizar las formas de vida y los modelos de consumo, vaciando para ello la historia, liquidando las tradiciones y, en los últimos años, purgar a la memoria colectiva de todo recuerdo del conflicto de Malvinas.
Toda pérdida de memoria es una pérdida de la identidad, pues, sin memoria, la identidad del individuo se desvanece, pues su pensamiento carecerá de duración, del recuerdo de su génesis, de sus raíces históricas.
Ya a mediados del siglo XX el excepcional artista ecuatoriano, Oswaldo Guayasamin, nos advertía: “Los grandes medios de comunicación – verdaderos medios de dominación cultural – , mediante un bombardeo ininterrumpido, manipulan la conciencia de nuestros pueblos, tratan de cambiar su mentalidad, de borrarle su pasado. Sabido es que la historia de nuestros países a veces está escrita en el extranjero a fin de que las nuevas generaciones no atribuyan tanta importancia a algún héroe de la independencia o a una agresión armada de alguna potencia imperialista. Se trata incluso de hacer que no recordemos lo que fuimos hasta ayer: por medio de la televisión y del cine, de la radio y de la prensa y sus historietas ilustradas, se está inculcando a nuestras poblaciones multirraciales pacíficas y humildes, la violencia, el racismo, el pánico, la desconfianza, todo lo cual va contra los propósitos expresos de la comunidad internacional de promover una mayor comprensión entre los hombres y los pueblos”.
Este perverso sistema obedece a la necesidad política de generar una opinión pública definida como “mayoría silenciosa”; que es silenciosa puesto que el sistema comunicacional no permite, por su propia estructura, que el receptor se convierta en emisor.
Dice Alejandro Guetti que para ciertos teóricos marxistas, todo pueblo sometido a las reglas de juego del capitalismo es un rebaño alienado. Y sólo puede reapropiarse de su capacidad creativa, en tanto y en cuanto modifique previamente las condiciones materiales de la sociedad. En esta línea Armand Matterlart (a quién debemos significativos aportes a la teoría de los medios) cita a Mao, cuando dice: “Según la expresión de la revolución cultural China, se trata de devolver el habla popular al pueblo” (Matterlart, Armand. “La comunicación masiva en el proceso de liberación” Ed. Siglo XXI). ¿Pero quién le podría devolver el habla al pueblo?.
También adscribe a esta subestimación, el inefable Juan José Sebreli: “A la búsqueda de la escurridiza cultura popular, los intelectuales populistas no encuentran a mano más que los híbridos productos de la industria cultural, fabricados por inescrupulosos técnicos al servicio de poderosos monopolios, e impuestos desde arriba por los medios de publicidad y propaganda a masas indiferentes” (Sebreli, Juan José, “De Buenos Aires y su gente”. Centro Editor de América Latina). Pero sin embargo, esta afirmación sin visos de rubor, no parece ser el resultado de una investigación sociológica seria de nuestra realidad concreta, ya que para apuntalarla, el propio Sebreli cita las opiniones del escritor Orson Welles y del sociólogo norteamericano Wright Mills, otro liberal de izquierda como él.
Una opinión más mesurada, pero que no llega a cuestionar la omnipotencia de los medios la hallamos en Adolfo Colombres “Hoy los medios deciden en pocos días lo que es la realidad, que acontecimientos entre los miles que se producen cada semana, entrarán a la historia. Y no se trata de reproducir la vox populi, sino de instaurar un discurso unidimensional tejido por analistas que forman parte de las élites dirigentes o no quieren malquistarse con éstas, para no perder sus prebendas o sacar un rédito adicional. Lo que llamamos entonces acontecimiento es fruto de una selección arbitraria, de una puesta en escena de los valores dominantes. Y así como se inventan los acontecimientos, se inventan los protagonistas”. (Colombres, Adolfo. “América como civilización emergente”. Ed. Sudamericana. 2004).
En consecuencia. nos encontramos con opiniones que coinciden en proponer al mensaje de los medios como un elemento formativo, contra el que la población tiene poco y nada que oponer. La influencia que ejercen los medios de comunicación sobre el conjunto de la población es incuestionable, pero tampoco podemos pasar por alto que los pueblos generan su propia capacidad de análisis, sus anticuerpos, su tamiz, en el intercambio cotidiano con su realidad concreta.
Al cumplirse un cuarto de siglo del intento de recuperación del territorio usurpado, asistimos a un formidable despliegue de demolición de la memoria de Malvinas. La memoria entera, no solo la de la guerra, sino de toda su historia. Encubierta y manifiestamente, una gigantesca operación mediática, desde los canales abiertos y de cable hasta los medios gráficos (donde hasta se llegó a publicar “… maldita nostalgia. nostalgia por el falso terruño. Nostalgia de guardapolvo blanco. Nostalgia barata”. “Ñ”Revista de Cultura del diario “Clarín” 31/3/07), intentó, afortunadamente en vano, hasta poner en cuestionamiento nuestros legítimos derechos, en forma subyacente, claro está, pero todo enmascarado en el discurso lacrimógeno de los “Chicos”. (Recordemos que en la Campaña de los Andes, San Martín reclutó tropas a partir de… ¡ los 14 años! Y que muchos tripulantes de la “Task Force” contaban con 17. Para la Marina Británica, la edad es irrelevante cuando se está en cubierta)
No faltaron los intérpretes, lenguaraces o voceros del establishment, que, en aras de una cruzada “modernizadora”, proclamaron el fin de la historia, de las nacionalidades (la nuestras, no la de las potencias septentrionales), y de las ideologías (menos la del libre mercado). En una obscena invitación a transitar los senderos poco riesgosos de la política “realista”y someterse a las mediocres exigencias del llamado “posibilismo”, se condenaron las “precarias bravuconadas nacionalistas y otros discursos afirmativos sobre la guerra de Malvinas” apoyando, claro está, la “guerra al terrorismo” que desarrolla un alcohólico arrepentido con aspecto de muñeco de torta, con una eficacia similar a la que demostró la Junta Militar argentina en la guerra y en el gobierno.
La noción de imperialismo ha sido reemplazada por la temática de la interdependencia y a tal fin, invocan en su auxilio – entre otros intelectuales – a un apóstata peruano que renegó de todo, menos de su cuenta bancaria: Vargas Llosa. De intelectual crítico del sistema evolucionó a pensador ventrílocuo, dejando hablar en él las ideas pergeñadas por la CNN: “Además de racistas y militaristas – se refiere a los presidentes de Venezuela, Ecuador y Bolivia – estos nuevos caudillos bárbaros se jactan de ser nacionalistas. No podía ser de otra manera. El nacionalismo es la cultura de los incultos, una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo (y su correlato inevitable) que hace de la pertenencia a una abstracción colectiva – la nación – el valor supremo y la credencial privilegiada de un individuo”.
Así nos enteramos que Israel es un país de ignorantes.
No hay mejor herramienta intelectual que la conciencia política, que no es algo teórico, sino que se palpa en las actitudes cotidianas de los pueblos. Todo este despliegue discursivo instrumentado por los medios, duró menos tiempo que la carcajada de un loco, dado que es imposible tapar el sol con una mano. El pueblo argentino ha demostrado tener suficiente experiencia histórica y conciencia política como para desarrollar, a partir de una interacción con la realidad, una postura ideológica opuesta al contenido de los medios.
Las ideas no son más que síntesis abstractas de la realidad, y las que descuellan en cada época evolucionan en su relación dialéctica con la historia de los hombres. Un ejemplo paradigmático es el caso de Perón, que en 1948 se preguntaba:
“¿De qué libertad puede gozar el pensamiento encarcelado por las noticias de la propaganda tendenciosa? Esa propaganda avanza todos los días, como una inmensa muralla que nos oculta la verdad. Nos dejan en libertad física, pero nos aprisionan dentro de la muralla de la propaganda” (Perón, Juan D. Discurso del 11 de octubre de 1948).
Y sin embargo, poco tiempo después, cuando la conciencia popular había sufrido un proceso de crecimiento cualitativo, a partir de su organización y participación gremial y política, el mismo escritor advertía:
“Las campanas sincronizadas a base de noticias fabricadas, calumnias inauditas y falsedades de a puno, no son en manera alguna peligrosas para nadie, pues los pueblos han llegado a descubrir la verdad a través de la mentira” (Perón, Juan D. Artículo publicado con el seudónimo “Descartes”en el diario “Democracia”. Bs.As, 15/3/51. Puede leerse en “Política y Estrategia”Ed. Pleamar Bs. As. 1973).
A esta altura del partido, toda la sociedad argentina sabe perfectamente lo que significan las consignas y advertencias pedorras, tanto nacionales como externas: “nos caemos del mundo”, “honrar los compromisos externos”, “judicialización de la política”, “pacificación mediante el olvido”, “soberanía en paz”, “eje del mal”, “lucha contra el narcotráfico y el terrorismo”, “Argentina, país de paz” y otras manifestaciones del síndrome de inmunodeficiencia cultural adquirido. Pero no sucede lo mismo, por ejemplo, ante un mensaje publicitario. Se requiere determinado salto cualitativo de conciencia política, para descubrir el contenido ideológico oculto detrás de una propaganda de cosméticos o de pantalones. Tal el caso de una propaganda televisiva de Aerolíneas Argentinas, donde en una supuesta película casera en Super 8 puede verse a una pareja de novios a orillas del mar, su casamiento y posterior embarazo, mientras una voz almibarada relata que en todos esos momentos también estuvo presente la compañía. El aviso prosigue con el famoso gol del Maradona en el Mundial”: “Lo llevamos al Diego” prosigue el locutor, para terminar con imágenes de la rendición de Malvinas y una voz acaramelada nos dice: ¡Los trajimos a casa!… Como si no hubieran estado en la propia y habrían peleado en las llanuras de Mongolia.
Así como ha incorporado el consumismo, la clase media argentina de “alto” nivel cultural, ha agregado el individualismo y la competitividad sobre falsos valores, a su estilo de vida (el que muestra la propaganda en las arenas de Punta del Este), con la misma ligereza con que modifica sus afectos políticos y su postura ideológica ante los grandes acontecimientos nacionales. Así, le parece natural que los hayan “traído a casa”, pues volvían de una “invasión”, como repiten inconscientemente.
Pero mientras esto ocurría con las capas medias, ni la publicidad ni el conjunto del mensaje ideológico emanado de los medios de comunicación, han podido modificar en esencia la ideología básica de la clase trabajadora: su nacionalismo defensivo y popular. ¿ Que significa esto? Que la clase trabajadora argentina, tal vez, ya haya transitado ese salto cualitativo de la conciencia política. Lo que no han logrado las capas medias de la sociedad.
Y la prueba de ello es la última Exposición del Libro en el predio de la Rural, donde, a 25 años de la guerra de Malvinas, el único stand donde se recordaba la gesta y se recortaba la silueta del archipiélago irredento, era el de Unión Personal Civil de la Nación, ante la indiferencia de los miles de visitantes de ese bazar de comerciantes y analfabetos.
“Desde los años 80, el ámbito académico se ha ocupado poco del tema de la manipulación, como si ésta fuera el alegato de una izquierda trasnochada y no un procedimiento que arranca en el Occidente de los sofistas, y quizás de antes. Se podría decir que los sofistas fueron los primeros posmodernos. Se jactaban de estar en condiciones de defender una causa u otra con su discurso, al margen de su contenido de verdad. Aristóteles quebrará lanzas con estos tecnólogos de la palabra, destruyendo la ilusión del poderío de la retórica. Para él, el poder de la retórica debía apoyarse en una ética y no en una mera eficacia del discurso. No se trata de convencer a cualquier precio, utilizando todos los medios disponibles, sino de argumentar para el triunfo de la verdad, que es la causa final de todo discurso. El estagirita quiso convertir así a la retórica en una cultura del razonamiento argumentativo, del libre debate de las ideas, y no en un simple recetario al servicio de los mercaderes de la palabra, que siempre han buscado dar a lo falso toda apariencia de lo verdadero. La manipulación es eso, construir una imagen de lo real que tiene la apariencia de lo real, y que lleva al destinatario de la misma a actuar contra de sus propios intereses. La manipulación es mala por más que se ponga al servicio de una buena causa o se pretenda con ella evitar otras formas más perniciosas de violencia”(Colombres, Adolfo. Op Cit.)
Reformulando su contenido y elaborando y transmitiendo un mensaje de signo opuesto, el receptor se transforma a sí mismo en emisor y crea un contra-mensaje, que puede manifestarse de diversas formas. Puede ser individual o colectivo, emanado de grupos organizados, o ligados circunstancialmente por determinadas coincidencias. A grandes rasgos, puede ser un contra-mensaje horizontal o un contra-mensaje individual.
El primero, generalmente (aunque no siempre) oral, puede expresarse con gran riqueza en cuanto a variedades y formas. El ámbito laboral, el boliche o los negocios del barrio, la mesa familiar, el asado y las fiestas populares, son el ámbito natural de la forma más elemental del contra-mensaje horizontal: el diálogo.
El diálogo como instrumento elemental de transmisión del contra-mensaje logra su forma más acabada en las asambleas gremiales, en las discusiones en el local partidario, en reuniones de asociaciones vecinales, etc. Pero también en los cánticos con matiz político de las hinchadas de fútbol, muchas veces derivados de jingles publicitarios o en revistas alternativas como “Barcelona”. “Toda esta red de comunicaciones basada en la interacción social de grupos e individuos, conforma una especie de malla protectora, contra la penetración de la ideología de los medios de comunicación de masas al servicio de las clases dominantes”(Guetti, Alejandro. “El pueblo es un receptor activo”. En “Crear en la cultura nacional”Nº 14. junio / julio 1983).
El contra-mensaje vertical, a la inversa, es producido por grupos de receptores que se organizan para convertirse en emisores, proveyéndose de los medios tecnológicos a tal fin. Tal es el caso de esta iniciativa editorial de la Corporación Buenos Aires Sur S.E. o la pagina Web y el programa radial “Pensamiento nacional” que emitía “FM La Boca”.
Desde el momento que las comunicaciones y los medios se han transnacionalizado, no podemos esperar de ellos un mensaje emancipador o de afirmación nacional. Pero como la batalla por la identidad no puede ser librada fuera de los medios, no queda más, como primera medida, que salir a conquistar espacios en ellos o introducirnos en sus grietas para emitir mensajes alternativos y defenderlos luego de las conspiraciones que vendrán. En segundo término está la creación de medios alternativos, aunque tengan casi siempre un alcance restringido, como las radios comunitarias y algunos canales de cable.
Pero como “Dios escribe derecho por líneas torcidas”, la propia globalización nos ha brindado la formidable herramienta de Internet, que no reconoce fronteras ni autorización del secretario de redacción de un diario o el director de programación de un canal de televisión.
El especialista Paul Saffo, quien fue durante 25 años director del Instituto para el Futuro, de Palo Alto, Estados Unidos, advierte que Internet ha hecho que el e sistema actual esté en escombros, que las audiencias ya son fabricantes de contenidos y que, si bien no se sabe si esto llevará a la democracia directa o a dónde, está convencido de que “se creará una situación de hecho en la cual los canales de decisión informales contarán más que los formales”
Ya se cuentan por centenares las páginas Web de contenido nacional, muchas más de las que en un principio hubiéramos imaginado, tales como www.elortiba.com.ar, www.pensamientonacional.com.ar, www.nomeolvidesorg.com.ar, y muchísimas más, donde se ha abierto un fecundo foro de discusión, información e intercambio, ajeno a las academias, las fundaciones, los diarios familiares, el periodismo servil y el pensamiento oficial y regimentado. Es decir, está lo que podríamos llamar “guerrilla semiótica”, tarea a la que deben sumarse los intelectuales nacionales y los educadores probos y que consiste en devolver los falsos mensajes a sus emisores haciéndolos operar en su contra. Para ello es preciso proveer a la gente de instrumentos teóricos que le permitan tal desmontaje de todo lo estupidizante y antinacional que hay en los medios, así como defender su cultura (popular, nacional y americana) de la degradación a la que la somete la subcultura mercantilista.
Al tratar de desarrollar el tema de la respuesta popular (como vimos, real y concreta) a los medios de comunicación masivos controlados por el poder transnacional, no hemos querido más que relativizar el poder político e ideológico de los medios. En este sentido coincidimos plenamente con Carlos Campolongo, cuando en las postrimerías de la última dictadura escribió: “Otro punto que queremos destacar es una suerte de desmitificación, como creer que la revolución que la Argentina reclama se hará desde los medios de comunicación (…) No suplantan la acción política. Si se desarrolla en el gremio, la unidad básica, el comité, no habrá poderoso medio de comunicación que pueda torcer la voluntad decidida del pueblo”(Campolongo, Carlos. “Una propuesta popular para los medios de comunicación”. En “Crear en la cultura nacional”Nº 12, enero / marzo 1983).
Pero para desilusión de aquellos que soportaron estoicamente este fárrago, debemos decir que todo esto ya lo había anticipado y sintetizado Perón en “El Proyecto Nacional” (que lo tenía, pese a que algunos imbéciles lo nieguen y le atribuyan el mérito a Frondizi):
“Los medios de comunicación masivos se incrementaron, pese a ser sometidos a restricciones selectivas que respondían a los intereses de las filosofías dominantes. Así, dichos medios se convirtieron en vehículos para la penetración cultural. Por otra parte, es interesante observar lo que sucede con la comunicación de los grupos postergados o aislados de la sociedad, como en la práctica aconteció con el Movimiento Justicialista durante casi veinte anos. La respuesta no dejó lugar a dudas: cuando se observa una profunda fe en ideas y valores, la coerción interna no puede impedir que se desarrollen mecanismos informales de comunicación directa. Puede destruir los medios formales, pero no puede hacer lo mismo con aquellos cuya energía de transmisión nace del poder de la ideología del grupo. La opinión pública del país está lo suficientemente preparada para criticar las informaciones que recibe.” (Perón, Juan D. “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” Discurso del 1 de mayo de 1974)
Finalmente, acotaremos que el contra-mensaje, tal como lo hemos descrito, no deja de ser un instrumento de resistencia, aún en sus formas tecnológicamente más desarrolladas, debido a la dispersión que lo caracteriza.
“Inexorablemente, se llega a una instancia en la que la actividad cultural de las masas requiere un salto cualitativo que la eleve por sobre el nivel de la simple resistencia. Y el instrumento adecuado para ello, no es otro que el instrumento de poder político que aglutine y movilice todos los esfuerzos en torno de un programa nacional y popular” (Guetti, Alejandro. Op. Cit,)
El síndrome de Gunga Din
La conmemoración de los 25 años del primer intento de recuperación del archipiélago irredento, fue la oportunidad para cuanto aventurero, movilero rentado, seudo historiadores y escribas de la letrina descargaran su inveterado odio hacia todo manifestación de afirmación nacional.
Este incomprensible resentimiento hacia lo propio, esta suerte de autoflagelación, producto, tal vez, de un complejo digno de estudiarse en un tratado de Psicología y que nosotros hemos bautizado como “Síndrome de Gunga Din”, viene de larga data y se manifiesta con particular vehemencia en un alto porcentaje de argentinos cuando viajan al exterior.
Una inteligente periodista especializada en temas culturas y que hace casi una década reside en Alemania, Cecilia Scalisi, describe con particular acierto esta patología que nos autodesvaloriza y que, como tal, nos hace persistir con particular ahínco, en nuestro fracaso.
“Nosotros aceptamos como una verdad revelada si, por ejemplo un inglés critica nuestra democracia (mientras ellos sostienen la más arcaica y escandalosa monarquía del planeta) si un alemán nos alecciona sobre los derechos humanos (cuando ellos no juzgaron por sí mismos, como si lo ha hecho ejemplarmente la Argentina, los atroces crímenes de sus dos dictaduras – la nazi y la comunista-), o si un norteamericano nos explica lo que es la corrupción y la libertad (mientras justifica la sangrienta ocupación perpetrada en Irak con una abierta mentira)
Somos tan ingenuos que ni siquiera reaccionamos en defensa propia. Mientras las potencias, que han venido causándole estragos a la humanidad, arrasando a mansalva con millones de personas y culturas, durante siglos y en toda la faz de la tierra, no soportan que ningún extranjero se lo recuerde. Hasta se dan el lujo de disfrazar esos monumentales atropellos de románticas gestas civilizadoras y alguno de nosotros, todavía más ingenuos, hasta llegamos a aplaudir tanto coraje y hazaña” ( Scalisi, Cecilia “Todos somos embajadores” en“La Nación” 16/5/07).
“Contado desde otro ángulo, a los países desarrollados les fascina comprar las pobrezas más exóticas en fotos en blanco y negro. Una suerte de ejercicio de redención, quizá de las espantosas historias que cargan sobre sus espaldas. Pero nunca falta, por nuestra parte, el artista vanidoso dispuesto a colgar en alguna galería el rostro de nuestros chicos de la calle o los penosos paisajes de nuestras villas miseria. Y es una verdad de pacotilla la sensibilidad del primer mundo. Es tan solo un esnobismo, y la pena por el hambre de esos niños se acalla brindando con champagne” (Ibíd.)
“En una oportunidad me tocó a asistir a la proyección de una película “piquetera” en Berlín. Ya desde el inicio, con los títulos, comenzaron los abucheos de la platea por la pésima factura técnica del film, seguidos luego por las imágenes de los saqueos, piquetes de encapuchados, usurpaciones y otros cuantos vandalismos. El representante del film (cuyos pasajes a Alemania, hoteles, comida y otros gastos pagamos todos los argentinos por intermedio de un organismo estatal) comenzó a platear los reclamos de esos grupos y a denunciar ante el público al propio funcionario argentino que le había financiado la visita a Berlín tildándolo de “asesino” y corresponsable de las muertes de la” represión de diciembre de 2001”.Los alemanes quedaron atónitos frente al espectáculo, pues la primera regla de un país civilizado es el respeto por las normas, y ningún vándalo estaría en condiciones de exponer reclamos luego de cometer hechos que en Alemania son delitos. A nadie le estaría permitido conculcar el derecho de otros ni deliberar fuera de sus representantes democráticamente elegidos. Nuestro piquetero, sin embardo habló “del Tercer Mundo y del Primer Mundo”, habló del valor del trabajo y de la “dignidad” ¿y en que terminaron ese falaz discurso y el esfuerzo por mandar a este hombre a Alemania en medio de una crisis en que los argentinos no veíamos ni una vaga rendija de luz hacia el futuro? En una escena patética, en una carcajada colectiva en la que algún ocurrente estudiante del público propuso risueño que se pasara una gorra para ayudar a este señor. Y nuestro representante, el mismo autorizado para hablar de “dignidad” en un foro internacional, aceptó de muy buena gana pararse en la puerta de la salida del cine con una gorra y recibir la limosna en euros, los míseros centavos que casi como una burla le entregaba un par de estudiantes aburridos al abandonar la sala. ¿Qué conseguimos entonces? Que la cara se nos cayera de vergüenza y que hayamos malogrado nuestro dinero en una propaganda de país nefasta.” (Ibíd.)
Una sensación similar nos invade con películas como “Los chicos de la guerra” e “Iluminados por el fuego”, una exhibición lastimosa y lacrimógena de las miserias de la guerra, donde solo se exhibe los padecimientos de los protagonistas y se les escamotea, aviesamente, el heroísmo que demostraron y que reconoció el propio enemigo. Producción fílmica que, curiosamente, tuvo una promoción oficial y privada, que se le retaceó a “Hundan al Belgrano” de Federico Urioste y a “Locos de la Bandera” de Julio Cardoso.
“Un dato para destacar: el guión (de “Iluminados por el fuego”) en cuyo touch final intervino Miguel Bonasso, mereció el primer premio en el certamen convocado por el Instituto Nacional de Cinematografía, para películas basadas en obras nacionales o en personajes y episodios de nuestra historia. Asimismo el proyecto obtuvo el Premio en la primera Convocatoria del régimen de Fomento a las Inversiones a la Industria del Cine que otorga el gobierno de la provincia de San Luis. Y cosechó el Primer Premio Coral al mejor guión inédito en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana, Cuba, en 2000.
Otros apoyos invalorables, resalta Bauer, fueron los de las provincias de San Luis y Santa Cruz. Y el auspicio de la Universidad Nacional de General San Martín con la dirección de producción de Ana de Skalon. Todo lo cual despertó el interés de Canal Plus, de España, para una coproducción que puede abrir las puertas de toda Europa” ( Jorge Ariel Madrazo. “Malvinas y un filme que alumbra vida”, en revista “El Arca del nuevo siglo” Nº 45, junio de 2004)”.
Vaya si lo hizo, hay un particular interés por la Argentina, ya lo decía Ortega y Gasset: “Se habla mucho de este país, se habla demasiado – es éste un problema curioso: la desproporción entre lo que es aún la Argentina y el ruido que produce en el mundo – se habla casi siempre mal.”
“Bien se sabe que los países desarrollados invierten fortunas en persuadir a extranjeros, de países en vías de desarrollo, de las bondades de sus sistemas. Eso incluye en invitar a argentinos a que cuenten allá lo peor de nosotros, se convenzan de la “superioridad” del otro y la divulguen incondicionalmente a su regreso” (Cecilia Scalisi, Ibíd.)
“La falta de orgullo es algo negativo. Como país es algo triste y como sociedad implica un fracaso”, ha expresado en más de una ocasión el famoso tenor argentino José Cura, al observar la curiosa conducta de alguno de sus compatriotas en el exterior: “Es como si tus propios padres fueran a desacreditarte ante los demás”
Esa, y no otra, es la sensación que nos embarga cuando escuchamos al turista o el ocasional visitante, opinar sobre el conflicto del Atlántico Sur a partir de la “confesión” que realiza el guión de la película.
“Nos intoxican con películas de soldados llorones y capitanes sádicos. La interpretación de los cobardes sustituye la callada verdad de los guerreros.
Lo más grave del episodio de la Guerra de las Malvinas no es haber perdido lo que con el tiempo sólo será una gran batalla, sino esto, la enfermedad de no saber defender lo que hicimos con la frente alta y con coraje de triunfadores y casi andar susurrando disculpas a los usurpadores, los enemigos.
Perdimos la batalla y ahora perdemos el tiempo luego de una diplomacia de paraguas, susurros y postales cariñosas.
Nos ocupamos más en vituperar a nuestro ejército y en olvidar nuestra pasión unánime que en indignarnos ante quienes nos niegan la soberanía y torpedearon al Belgrano para en realidad hundir la política de las “tres banderas y los planes del presidente Belaúnde que cobraban amplia aceptación mundial.”
(Abel Posse, “El conflicto de las Malvinas y la caída de nuestra moral”, en La Nación, 3/4/07)
Intelligentzia y Desmalvinización
“Quienes no quieren que las Fuerzas Armadas vuelvan al poder, tienen que dedicarse a desmalvinizar la vida argentina. Esto es muy importante: desmalvinizar… Porque para los militares Malvinas serán siempre la oportunidad de recordar su existencia… y harán saber que ellos tuvieron una función evidente y manifiesta que es la defensa de la soberanía nacional.”
(Reportaje de Osvaldo Soriano a Alain Rouquié, publicado en la revista “Humor” en abril de 1983).
No fue ésta la única sugerencia de los hijos de la dulce Francia. Pocas veces, como ahora, el poder ha tenido tantos intelectuales a su servicio. Raquel Angel relata un encuentro del presidente Carlos Menem con algunos notables del establishment cultural francés que resulta penosamente ilustrativo. En esa reunión, realizada en París a principios de 1992, los sociólogos Alain Touraine – ex simpatizante de la revuelta del ´68 y actual director de la Escuela de Altos Estudios Sociales -, el antropólogo Marc Augé – presidente de la Casa de las Ciencias del Hombre – y Daniel Pecaut – director del Centro de Estudios de los Movimientos Sociales -, no disimularon su entusiasmo ante “los procesos de deconstrucción del Estado corporativo” (sic). Estrategas del eufemismo, continúa Angel, se cuidaron bien de nombrar lo innombrable: la impiedad de la reconversión capitalista a través de las privatizaciones, la destrucción de las conquistas sindicales, la puesta a cuenta, como “excedente del desarrollo, de millones de seres humanos dejados al margen, perdido. Elogiaron, en cambio, las experiencias que se están llevando en América Latina – específicamente las reformas económicas que encaró la Argentina – aunque reconocieron, quizá por un resto de pudor, sus “inevitables costos sociales”. Menem casi no los dejó terminar: “¡Eso! Lo que yo necesito es que los intelectuales latinoamericanos piensen eso”, exclamó, con euforia. El aval otorgado por los cerebros del Primer Mundo no era poco, sin duda. (Angel, Raquel “El ocaso del intelectual crítico. De Prometeo a Narciso.” En “Rebeldes y domesticados. Los intelectuales frente al poder”. Bs.As. El cielo por asalto. 1992).
“Mostrar los engaños de los gobiernos y analizar los actos en función de sus causas, de sus motivos y de sus intenciones ocultas” forman parte, según Noam Chomsky (“La responsabilidad de los intelectuales”. Ediciones Ariel. Barcelona. 1969) de las posibilidades que tiene la intelligentzia, esa “minoría privilegiada” a la que se le proporciona “el tiempo, los medios y la formación que permiten ver la verdad encubierta tras el velo de la deformación y la desfiguración, de ideología y de interés de clase, a través del cual se nos presenta la historia contemporánea”. La responsabilidad de los intelectuales “es, por tanto, mucho más profunda dados los privilegios únicos de que gozan”. Lejos de este planteo, que establece un estrecho vínculo entre la ética y la praxis cultural, los nuevos mandarines se han puesto a elaborar alambicados códigos de lenguaje que sirven a una doble función: la de otorgar a los gobernantes – mediante contraseñas simbólicas – la venia necesaria para reprimir el descontento social, y la de autolegitimarse, como intelectuales, en su papel de custodios de la ideología demoliberal, hoy hegemónica.
Intelligentzia, privatizaciones y Desmalvinización, como veremos, fueron de la mano
El doble discurso.
“La democracia es el sistema que nos garantiza de que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos” George Bernard Shaw.
La recuperación de nuestras Malvinas despertó, en esta suerte de criminalidad pública llamada “clase política argentina”, sorpresivos y sorprendentes bríos de un patriotismo digno de los patricios de la antigua República Romana. Pero fue tan solo eso, un reflejo, una pulsión inesperada que tuvo la fugacidad de la entrada de una estrella fugaz en la atmósfera. Quienes durante décadas negociaron la soberanía y los derechos sociales del pueblo argentino con el poder transnacional, no tardaron en despojarse de la máscara, apenas los resultados de las armas comenzaron a ser adversos para nuestro país
“En la antigua Roma se llamaba “perduelis” al enemigo interno de la Patria y “hostis” al enemigo exterior. El crimen de “perduellio” (contra la Patria) y el de “peculado (apoderamiento ilegítimo de cosas del Estado) eran castigados con la pena de muerte” ( José Luis Torres, “Los Perduellis” Ed. Freeland. 1973)
“Los forjistas introducen en el vocabulario político argentino una nueva palabra: “cipayo”. Se conocía como cipayos en la India a los regimientos compuestos por soldados nativos. Dirigidos por oficiales ingleses, actuaban en las represiones imperiales contra sus propios compatriotas. Las singulares condiciones por las que atravesaba la Argentina durante la Década Infame, gracias a la invectiva de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) permitieron una naturalización del vocablo a punto tal que resultó luego insustituible para designar a los extranjerizantes y cosmopolitas de la derecha, del centro o de la izquierda que servían, directa o indirectamente, a los intereses opuestos a la Nación y a los trabajadores” (Jorge Abelardo Ramos, “La factoría pampeana” Ed. Galerna. 1984).
La lucha por la Patria no es la lucha por la distribución del ingreso, dado que mal puede existir justicia social en una colonia o factoría periférica. Hoy día no solo se ha reemplazado en concepto de Patria por el de democracia, sino que también se ha dejado al margen uno de los referentes básicos de la identidad nacional como es el de territorialidad, es decir, en función de no “caernos del mundo” y tener una “adecuada inserción” se proclama vetusto el principio de soberanía. Nuestros cadetes del colegio militar ya no juran por la patria sino por la Constitución Nacional. ¿Por quien se habrá peleado en las invasiones inglesas, la independencia y la Vuelta de Obligado?
Al respecto, es sumamente didáctico un fragmento de las declaraciones de quien fuera subsecretario general de la presidencia durante el gobierno de Raúl Alfonsín:
“… la crisis energética de 1973 produjo un cambio de la concepción política de la soberanía ya que demostró que comenzaba a privar el capital y la tecnología por sobre la riqueza natural y humana. A partir de ese momento, en que las naciones altamente desarrolladas no aceptan la coacción que intentan imponer los países productores de petróleo, e incluso brindan respuestas para zafar de ese apriete, el concepto de la soberanía territorial se vuelve anacrónico… los cambios que se están sucediendo en materia del concepto de soberanía no fue concientizada por la clase dirigente, política y económica… no se dieron cuenta de que el factor territorial pasa a ser un elemento accesorio… en la Antártida la soberanía la podrán ejercer aquellos que tienen recursos tecnológicos y no solamente pretensiones de ocupación militar o posesión de títulos jurídicos”. (Daniel Larriqueta – subsecretario general de la presidencia durante la gestión del Dr. Raúl Alfonsín – en “Tiempo Argentino, 4-12-85).
El capital se construye a partir de la explotación de los recursos naturales en un territorio dado, a tal efecto es oportuno recordar que la expoliación de América constituyó el germen del capitalismo europeo y la tecnología, tal como lo demuestra n nuestros logros en esta área, es la consecuencia directa de la riqueza de nuestros recursos humanos. Este encuadramiento globalizador, este “realismo periférico”, es el que se impuso a los pocos días de la claudicación de Puerto Argentino.
“… la única explicación que surge de su conducta es esa aprensión inculcada en el argentino de que nuestra reivindicación de las Malvinas es sólo cosa formal, de dientes para afuera, porque se trata de un territorio más en un país al que le sobra territorio, tanto que su extensión es un mal… propóngase a esta gente de la “intelligentzia” de izquierda a derecha, la hipótesis de una guerra por un motivo territorial, o cualquier otro de soberanía. Le rechazará indignado, cuando no se reirá frente al despropósito. Y sin embargo este sujeto, pacifista hasta la médula, es el mismo tipo que en las dos grandes guerras del siglo XX ha exigido que abandonásemos nuestra neutralidad e interviniéramos en las mismas y aún hoy está dispuesto a ver con complacencia el envío de fuerzas nacionales al exterior para la defensa de la “civilización occidental…” (Arturo Jauretche, “Manual de Zonceras Argentinas”. Ed. Peña Lillo.1982).
Este párrafo fue escrito en 1968, pero tiene una asombrosa actualidad. Pruebas al canto:
“La decisión del gobierno, inmediata y tajante, de rechazar el pedido del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que militares argentinos integraran las tropas de pazen el Líbano está marcando cierto desorden intelectual en la administración de la política exterior(…) La primera versión que circuló en medios oficiales argentinos es que los Estados Unidos habían presionado a Kirchner por la participación argentina en esas fuerzas de paz. Fuentes en Washington subrayaron que tal reclamo no existió nunca y que diplomáticos de Busch no pidieron nada aunque sí preguntaron que haría la argentina.
Preguntar y presionar no significan lo mismo en el sutil idioma de la diplomacia. En rigor los Estado Unidos ni siquiera enviarán tropas propias al Líbano, porque tienen demasiados efectivos comprometidos en Irak y Afganistán
En Europa el continente donde está la mayor preocupación por la integración rápida de esas tropas de paz. Francia es el país coautor de la Resolución del Consejo de Seguridad y un general francés está a cargo de la formación de las tropas de paz. El primer país europeo que comprometió sus tropas en el Líbano, luego de Francia fue España.
Kirchner viene señalando que a la recomposición de los lazos con Europa la está construyendo a través de Francia y España. Francia tiene una especial relación histórica con el Líbano y los europeos están ansiosos por demostrar que en el Líbano puede tener éxito una política multipolar y de consensos, muy distinta de la que Washington implementó en Irak.
De hecho, el responsable de la política exterior de la Unión Europea, el socialista español Javier Solana, señaló públicamente que no sería un buen mensaje al mundo que sólo Europa integrara esas tropas de paz (como podría suceder) y reclamó la presencia de los países latinoamericanos.
Otro argumento que se exhibió en Buenos Aires para el rechazo argentino al pedido del Consejo de Seguridad (que hizo personalmente Kofi Annan y no Busch) fue que se había coordinado la repuesta con Brasil.
Brasil, hay que señalarlo, fue más elegante cuando dio su negativa: dijo que sus tropas estaban muy ocupadas en preservar la paz en Haití. Lo que no se tuvo en cuenta, sin embargo, es que Brasil tiene una experiencia mucho menor que la Argentina en la conformación de tropas de paz en el mundo.
En verdad, esas tares de contribución a la paz mundial tuvieron su liderazgo latinoamericano en la Argentina y fueron el resultado de una estrategia del general Martín Balza cuando era jefe del ejército. Balza es actualmente embajador de Kichner en Colombia. No obstante ese liderazgo comenzó a perderse tras la llegada de Kichner a la presidencia. Brasil consiguió, por ejemplo, el comando de las tropas de paz en Haití, que le hubiera correspondido a la Argentina por experiencia y trayectoria.
Otra razón que se invocó en Buenos Aires es que el Líbano es una zona aún caliente, que no se conoce la suerte de este intento de pacificación de la Naciones Unidas y que, por lo tanto, podría regresar la guerra a Medio Oriente con serios riesgos de vida para las tropas de paz
Tal argumento puede parecer razonable, pero requeriría, al menos, que el gobierno argentino reclamara precisiones sobre las condiciones en las que trabajarían las tropas de paz. Es lo que ha hecho el gobierno de Romano Prodi: aceptó la propuesta de Annan, pero pidió que le especificaran las responsabilidades de las tropas italianas. Prodi es el mismo líder italiano que prometió retirar las tropas de su país de Irak. Hay en él una coherencia entre lo que critica y lo que propone, de la que carece el gobierno argentino.
El último argumento es al menos sustentable: la Argentina, dijeron, ya sufrió los atentados a la embajada y a la AMIA por haber participado de la guerra del golfo en tiempos de Menen.
Aquella guerra de los años 90, la primera contra Saddam Hussein, fue una acción violenta de represión porque el dictador iraquí había ocupado un país. En el caso actual del Líbano se trata de una misión de paz que se unirá a un ejército árabe.
Hay un enorme contraste entre ambas situaciones. No se podría explicar, por otro lado, que la acción criminal de los terroristas que volaron la embajada israelí y la mutual judía terminara dirigiendo la política exterior argentina, aunque solo fuera por vía de su parálisis. Estas decisiones son las que colocan al país dentro o fuera del mundo.
Obsesionado por sus conquistas internas (y temeroso de ser criticado por sectores ideológicos que el Presidente frecuente), Kirchner prefirió la solución más rápida: decirle que no a Kofi Annan y dejar que el mundo resuelva sus problemas.
El mundo es demasiado complicado para la Argentina de Kichner.” (Joaquín Morales Solá, “Una decisión que aísla al país”, La Nación, 18/8/06)
Personalmente, creemos que las presiones existieron y que la diplomacia estadounidense no se caracteriza precisamente por la sutileza. El periodista no menciona que la Argentina todavía tiene un contingente en Haití y, además, una importantísima cantidad de ciudadanos de origen árabe y judío. ¿Qué hubiera sucedido si, en legítima defensa, un casco azul argentino hubiera disparado contra un soldado israelí o un integrante de Hezbollah?.
Nótese que, al igual que en las dos conflagraciones mundiales anteriores, los argumentos giran alrededor de los problemas político-estratégicos europeos y cómo debemos colaborar a resolverlos a cambio de nada. Los muertos argentinos no se hubieran traducido en inversiones o reducciones de tarifas, y si así hubiera sido, hubiéramos tenido menos dignidad que los ghurkas nepaleses.
No pretendemos regodearnos con los vapores fétidos de un excusado, pero sí hacer un sano ejercicio de la memoria y recordar el discurso ambivalente de muchos de quienes aún siguen pontificando como catones de pacotilla ante cuanto micrófono encuentran a su alcance:
Raúl Alfonsín:
“Este hecho militar tiene el respaldo de todo el país. Es una reivindicación histórica que tiene el asentimiento y la unanimidad de los argentinos… (“Crónica”, 2 de abril de 1982)
“El régimen lanzó al país improvisadamente a una guerra cuya urgencia aún no ha sido explicada” (“Clarín”, 25/6/82)
“Nuestro programa como el de todos los argentinos es el de seguir luchando por recuperar las islas en todos los foros internacionales y vamos a recuperarlas ¿mi opinión sobre lo que pasó el año pasado? Fue una aventura incalificable. Arriesgamos el único pleito que estábamos ganado. Se metió a la gente en el brete patriótico. Yo creo haber sido uno de los políticos que más mantuvo las distancias. No quise atarme al presunto carro de gloria que resultó ser un carro atmosférico”(Declaraciones en Roma, “La Prensa”, 1/2/83).
“Ha sido un acto demencial de una camarilla militar que no tiene idea del mundo donde está parado. ¡ No entienden que resulta absolutamente imposible estar más de 60 días en guerra contra las dos potencias más poderosas de la tierra! Eso es jugar a los Boy Scauts… ¡Esto nos va a dejar enganchados al carro fascista de Galtieri!” (En “Los herederos de Alfonsín”, de Alfredo Leuco)
“Mientras sea presidente, la Argentina no tomará las armas por cuestiones territoriales”(Declaraciones en la India en enero de 1985)
“…le estamos reconocidos al gobierno de Estados Unidos por el acompañamiento que ha proporcionado permanentemente a la Argentina en el tema de Malvinas…” (“Clarín”, 21/11/1986).
Aún así, es preciso reconocer que el Dr. Alfonsín no desmanteló el sistema de Producción para la Defensa, tarea que desarrolló eficazmente la ralea que se entronizó en el poder con el Visir de Anillaco
Carlos Saúl Menem:
“Las FF.AA. se hicieron eco del clamor popular y siguieron los lineamientos del reclamo: recuperar las Islas e izar el pabellón celeste y blanco. Este es el camino propicio para que el pueblo argentino recupere su total soberanía a través de la institucionalización democrática que establece la Constitución Nacional… (“Crónica” 2-4-82).
Posteriormente, durante su campaña para reemplazar a Alfonsín declaró: “Las Islas Malvinas volverán a formar parte del territorio nacional aunque debamos padecer el derramamiento de sangre”. Para finalmente confesar su verdadero proyecto: las “relaciones carnales”:”La Argentina y los Estados Unidos, han estado en campos opuestos debido a nuestro falso concepto de soberanía. La guerra de las Malvinas fue el motivo que nos separó” ( “Newsweek” 12 de julio de 1991). Verdadera apostasía para quien se proclamaba peronista y gustaba disfrazarse de Facundo Quiroga.
“La acción militar fue desde el punto de vista estratégico una mala decisión porque perdimos mucho más de lo que habíamos conseguido a través del diálogo… más tarde o más temprano, quizá antes del años 2.000, recuperaremos las Islas Malvinas sin derramar una gota de sangre (“Clarín”, 3/4/92)
Eduardo Angeloz
“El acontecimiento que conmueve con patriótica emoción a la Nación entera sirve para poner de manifiesto que en los grandes rumbos, en las orientaciones supremas de la Patria, nos conjuncionamos(sic) …” (Córdoba, 3/4/82).
En 1989 durante su campaña presidencial afirmó: “la decisión de recuperar Malvinas por las armas fue la funesta idea de un general borracho”
(Citas del libro de Rodolfo Balmaceda ”La Argentina Indefensa” Editorial Los Nacionales 2004)
Desarrollistas
“La acción de las FF.AA. tendiente a poner fin a la usurpación de Inglaterra en las Malvinas merece todo nuestro apoyo y no cabe duda que tiene todo el apoyo del pueblo argentino”. (Arturo Frondizi. En “La Prensa” 2/4/84 “¿Qué opinaba hace dos años la dirigencia política”).
“Con un criterio propio de tiempos del imperio colonial, propio de la época de Francis Drake, ha llevado el ataque a tierra americana… yo espero que la solidaridad americana sea total” (Américo García, “Clarín”, 24/4/82)
Al poco tiempo, y recuperados de la “ebriedad patriótica” los desarrollistas volvían a los carriles de la “normalidad”.
“La ocupación de las Malvinas fue una inapropiada determinación a la que su partido se opuso” (Rogelio Frigerio, “La Razón”, 12/4/83)
“Un general mal asesorado decidió en la irresponsabilidad de una noche de festín la ocupación de las Malvinas. Muchos jóvenes argentinos dejaron la vida en esos territorios insulares que nos pertenecen, en esas tierras que podíamos recuperar por legítimo derecho si hubiésemos seguido los caminos civilizados de la diplomacia internacional, pero se optó por la aventura irresponsable que costó la sangre de nuestros muchachos y nos llevó a la vergüenza de la derrota… (Antonio Salonia, dirigente desarrollista y ministro de educación de Menem, “Clarín” 19/4/1983)
Álvaro Alzogaray
“Cuando se cuenta con el respaldo de un derecho tan indiscutible y tan universalmente reconocido como lo es el derecho argentino sobre Malvinas, todo acto tendiente a ejercerlo en su plenitud no sólo está justificado sino que es imperativo”. (“La Prensa”, ¿Qué opinaba hace dos años la dirigencia política? 2/4/84)
“La recuperación de las Malvinas es una aspiración nacional, por eso cuando el 2 de abril nos enteramos que nuestras fuerzas armadas estaban ocupando las islas, un entusiasmo patriótico nos invadió a todos y el país entero acompañó la decisión tomada pero quienes tenían responsabilidad pública, ya sea de gobierno o de oposición, no podían dejar de examinar las consecuencias de aquel acto y de proceder sensatamente para salir lo mejor posible del callejón en que nos habíamos adentrado. Lamentablemente pocos procedieron así. Desde las más altas jerarquías del gobierno hasta los estratos más bajos de la dirigencia política y sectorial, se impulsó un “triunfalismo” irresponsable y suicida que nos llevó al desastre. Desde el primer momento me sustraje a esa corriente, condenando públicamente el paso dado y haciendo cuanto estuvo a mi alcance para provocar una salida honorable… (“La Razón”, 14/6/87)
Las declaraciones que anteceden son tan solo una ínfima antología del colectivo “mea culpa” que, cotidianamente, realiza este piara para masticar su condumio, atenta a que el suministro no se le interrumpa. Se podrá objetar que la crítica peca de un exceso de severidad al no considerar que se vivía en un país signado por el terror, pero los políticos, por su carácter de hombres públicos tienen una responsabilidad mayor a la del resto de la ciudadanía. La representación del soberano exige un mínimo de virtud heroica en los momentos aciagos o, al menos, tener conciencia que uno de los mejores discursos del hombre, en determinadas circunstancias, es el silencio.
“El gobernante que no vive dispuesto a ser asesinado no es un gobernante sino un empleado de fortuna” (Ignacio B. Anzoátegui).
Los “intelectuales orgánicos”
Antonio Gramsci, en “Los intelectuales y la organización de la cultura”, propone que cada clase social produce sus propios intelectuales. El problema es que, a la hora de buscar ejemplos, todos los intelectuales que aparecen provienen de la burguesía. Los intelectuales aristocráticos han desaparecido cuando desapareció la aristocracia. Ya no tienen función porque desapareció la clase social a la que pertenecían, sobre todo en lo que hacia a las cortes reales. Y los intelectuales populares no existen en estado puro, porque esos intelectuales populares se convierten en “intelectuales” cuando pasa por una institución burguesa. Lo que sí abundan son los intelectuales de la burguesía.
Para Gramsci, los intelectuales que corresponden a cada clase son intelectuales orgánicos, porque forman la ideología de esa clase. Si no es la clase a la cual ellos corresponden, forman la ideología de la clase a la cual quieren pertenecer. Las ideas de Sartre, que es la que podríamos contraponer, es que solo puede haber intelectuales en la burguesía. Y la idea que el propone es la del intelectual comprometido. El intelectual es aquel que interviene en su realidad histórico política; el que no interviene no es un intelectual, es un escritor. El intelectual tiene una función social obligatoria.
El conflicto de las islas Malvinas, como veremos, constituye una óptima oportunidad para que algunos escribas de la alcantarilla intenten integrar el Parnaso de los intelectuales del Sistema. Provenientes de componentes sociales del medio pelo, y algunos, directamente de los caños, el vituperio de la causa Malvinas les permite acceder a cátedras, viajes, publicaciones y sobre todo, becas. Beneficios que les estarían invalidados, en el caso de tener que ganarlos gracias a la originalidad o el talento.
Pero hay una excepción, si entendemos como intelectual a aquel que piensa y escribe en función de sus intereses de clase: el Dr. Mariano Grondona.
Este profesor universitario constituye el paradigma del Intelectual orgánico: jamás cuestionó a la jerarquía eclesiástica, ni al poder militar y la burguesía terrateniente. Nobleza obliga, debemos reconocer la absoluta coherencia de su discurso y su trayectoria.
Ernesto Sabato
“Somos muchos los que durante este gobierno hemos denunciado graves violaciones a nuestra Carta Magna… pero el problema de Malvinas está por encima de cualquier discrepancia interna, es algo que todos los argentinos han sentido entrañablemente, su recuperación es un sueño que han soñado todos los hombres y mujeres de nuestra tierra. Por eso debemos rechazar el burdo sofisma enunciado por el ministro británico. Esta no es la lucha de una democracia contra una dictadura militar, como se había dicho. Es una lucha de un imperio contra un pueblo entero” (“La Nación”, 18/4/82)
“… el problema de las Malvinas está por encima de cualquier discrepancia interior por grave que sea… es la lucha por la dignidad nacional…” (“La Razón”, 12/5/82)
“Cuando un general irresponsable, famoso no por sus hazañas guerreras sino por el consumo alcohólico, decidió de la noche a la mañana invadir las islas sin hacer planes previos y serios, sin comando organizado y mandó a miles de chicos que hacían el servicio militar, la mayor parte sin instrucción para una aventura semejante, echó a rodar la tragedia… pasó lo que era previsible: las improvisadas fuerzas argentinas con un total desorden de mando e irresponsabilidad tan graves que merecieron severos dictámenes de los tribunales militares… sufrimos una terrible derrota… menos mal que los jefes ingleses, honor a esos hombres que elogiaron la valentía de conscriptos sin preparación, como también las declaraciones de un ex comandante de la aviación francesa que habló con profunda admiración de los pilotos argentinos que hicieron hazañas históricas con modestísimos Pucarás… no fueron pocos los que se asombraron que en aquel tiempo aciago yo apoyara a nuestros combatientes en esa guerra loca desencadenada por la peor dictadura que hemos padecido. Lo que hacía y volvería a hacer era estar al lado de esos muchachos que dolorosamente trataban de defender y morían por defender unas islas unas islas rocosas que para mucho realistas de aquí y del extranjero no servían para nada. Cuando en realidad eran y son un símbolo y ninguna nación, ningún ser humano, puede vivir y sobre todo morir sino por símbolos sagrados”. (“Clarín”, 23/3/92 “Con pena y sin gloria”)
Parafraseando a Abel Posadas diríamos que Sabato no es un fakir, también comía durante el “Proceso”.
Enrique Vera Villalobos
El fragmento que transcribimos a continuación, del exfrondicista y ex coordinador de la revista “Estrategia” (Citado en “La Argentina indefensa, Desmalvinización y desmalvinizadores” de Rodolfo Balmaceda) fue publicado en el diario “Río Negro” el 1/8/86 editado por el Dr. Rajneri, ministro de Educación del Dr. Alfonsín y cuya dirección interina ejercía el ciudadano inglés James Neilson, actual columnista de “Noticias”. El Dr. Julio César Labaké solicitó el 18/12/86 el juicio político al ministro de Educación y Justicia, Julio Rajneri, por su acción antiargentina desplegada desde las columnas del diario “Río Negro”.
No tiene desperdicio, constituye uno de los más antológicos textos del periodismo desmalvinizador. Si un artículo del mismo tenor, pero referido a la guerra de Irak, fuera publicado en los Estados Unidos (país que seguramente debe admirar), el autor estaría disfrutando de una cómodas vacaciones en Guantánamo.
“Como lo ha enseñado Carlos Escudé… la población argentina ha estado sometida desde hace más de 40 años a una insidiosa acción psicológica de la misma índole que se practicó sobre los pueblos de Alemania e Italia, con respecto a las reales e imaginarias reivindicaciones territoriales de esos países… el gran lavado de cerebro colectivo en esta materia comenzó hacia 19444… puso en práctica una gigantesca campaña educativa y propagandística destinada a crear en la conciencia colectiva la convicción dogmática de que Malvinas “han sido son y serán argentinas”, proposición que no resiste el más módico análisis lógico, histórico o siquiera gramatical y que se manifestaron irreconciliables con la realidad de que Gran Bretaña ejerce soberanía sobre el archipiélago desde hace 153 años en tanto que España mantuvo una tenue posesión, que abandonó en 1811, durante Unas cuatro décadas y la Confederación Argentina ejerció su posesión (en forma asaz insegura) durante sólo 5 años… este tipo de campaña que pretende apelar a los más puros sentimientos patrióticos de la buena gente a la vez que las más primarias tendencias cavernarias que todos llevamos adentro más o menos escondidas… zarandajas de ésta índole son las que condujeron a la criminal aventura de la ocupación militar de las islas en 1982… la psicosis colectiva que se apoderó de los argentinos, el triunfalismo vesánico, el patrioterismo de la peor laya y, en fin, todos los comportamientos patológicos de que hicieron derroche los argentinos en esas inolvidables y abominables jornadas, en las que al estilo de la plebe romana en el Coliseo, aullaban de alegría por la carbonización de soldados ingleses o por el hundimiento de barcos “enemigos”. Así como aplaudía con inconsciente sadismo el envío de adolescentes atontados de hambre y de frío, a una muerte despiadada en medio del barro y de la inmundicia.
Quizá el único acto histórico en todo el repugnante episodio haya sido la rendición del general Menéndez y la consiguiente rendición de 10.000 soldados…actuemos y lancemos una campaña de reeducación colectiva, para borrar de las mentes argentinas todo el conjunto de mentiras, de fantasías y de malas pasiones que se le han inculcado… para asegurar que no se repitan aventuras sangrientas…”
Toda esta retahíla de “inexactitudes a designio” no merecen comentario. Ya las hemos contestado en una obra anterior ( José Luis Muñoz Azpiri (h), “Soledad de mis pesares, crónica del un despojo”, Corporación Buenos Aires Sur, 2007) Pero sí deseamos destacar hasta donde llega este paroxismo del coloniaje:
Vera Villalobos propuso en abril de 1992 erigir en la Plaza del Congreso, un monumento a la señora Thatcher “por habernos dado la democracia”.
Ante esta iniciativa, Federico Pinedo, a la sazón vicepresidente del Partido Demócrata, señaló: “ningún conservador podría digerir esta postura sin ver revueltas sus tripas” (“La Nación”, 13/6/92)
Mariano Grondona
“¿Qué rescataría de la década de los noventa?
Rescataría: 1) la derrota de la hiperinflación, 2) las inversiones, sobre todo en el sector energético; 3) la libertad de prensa y la privatización de los canales de TV; 4) la apertura de la economía; 5) la alianza occidental; 6) la política de seducción de los malvinenses.”
(“Los noventa. ¿Década Maldita?” En: Suplemento Enfoques, diario “La Nación” 17/607)
El Dr. Grondona no ignora que la única política de seducción verdaderamente seria se realizó, a partir de 1971, con el establecimiento de LADE y Gas del Estado en las islas y el suministro, prácticamente gratuito, de atención, medica becas en colegios, suministro de combustible, etc., que la metrópoli jamás les habían brindado. Se dio así la paradoja de que los usurpadores eran subsidiados por la nación usurpada, lo que en ningún momento favoreció un acercamiento con el territorio insular, ya que sus habitantes nos profesan un rencor increíble desde mucho antes de 1982. Al respecto, el libro de Alexander Betts, (“La verdad sobre las Malvinas. Mi tierra natal”. Emecé Editores. Bs. As. 1987), un malvinense de cuarta generación que reside actualmente en la localidad de Agua de Oro (Córdoba), es sumamente ilustrativo.
El Dr. Grondona no lo desconoce, simplemente es coherente con su posición política. Hay que reconocer que su discurso es congruente con su ubicación política, no tiene dobleces, es cristalino. No podemos decir lo mismo respecto a su ex compañero de tribuna periodística.
El tío Berni
“Cuando esté en el cielo le voy a hacer un reportaje al Virrey Liniers y le voy a preguntar por qué usó aceite hirviendo contra los ingleses y reprochárselo”
(Bernardo Neustadt, “La Razón”, 26/11/99)
Una antología de los aforismos de este camaleónico integrante de lo que Abel Posse definió como “Patria Locutora”, excedería el estante de una biblioteca mediana. Por habernos agobiado con su discurso, tanto en las dictaduras, como en el gobierno del “Supremo Transformista” de la década de los 90, consideramos que es innecesario proseguir, pero es uno de los ejemplos cabales de quienes quisieron integrar el Olimpo de los intelectuales orgánicos del sistema, pero no pudieron pasar de la antesala.
Vicente Palermo
Autor del libro “Sal en las heridas” (Ed. Sudamericana) recientemente editado, el autor es politólogo, investigador del Conicet, sociólogo por la UBA y doctor en Ciencias Políticas por la complutense de Madrid, subtitulo su ensayo como Las Malvinas en la cultura contemporánea. La tesis de este libro es que “la cuestión Malvinas es, sobre todo, un descomunal entripado argentino, un enorme problema de los argentinos con nosotros mismos. Y un problema que condiciona mucho nuestra relación con el mundo… es un espejo de la cultura política argentina”. Hace un repaso de la historia de las islas antes de 1982, la guerra, sus secuelas y heridas. Señala que el mito de las islas perdidas hace referencia a la creencia extendida en nuestra cultura política sobre la supuesta falta de unidad nacional, que todos nuestros males se explicarían por la falta de un proyecto nacional, y va más allá, aseverando que el ser nacional, la esencia de la argentinidad, no existe
“Hay, en efecto, en la cuestión Malvinas, una cuestión de dignidad; pero para mí, el lugar de la dignidad no está en la causa territorial, está en las islas; está en el reconocimiento – en la mejor tradición del patriotismo republicano que inspiró a nuestros padres fundadores de los malvinenses como sujetos de derechos, porque eso hace a nuestra propia dignidad como ciudadanos argentinos y ciudadanos en el mundo. Hace a las imágenes que podemos tener de nosotros mismos, al espejo en que nos miramos, del mismo modo en que lo hace la causa Malvinas, la causa del nacionalismo territorial, que nos propone una identidad nacional y, como tal, es – a mi entender – muy inapropiada. Se compone de territorialismo, de resentimiento, de victimismo, de unanimismo (precisamente el unanimismo típico de las causas nacionales que excluyen a quienes no las compartan, ligeramente imputados de carecer de sensibilidad para “detectar el interés nacional” (sic)” (“Malvinas: el lío que se puede armar”. En Revista “Debate” Nº 173 Julio 2006)
“Por eso creo que el giro (de política exterior )habría que acompañarlo con medidas simbólicas y legales firmes, pero no sobreactuadas, y a la mano hay por lo menos tres: devolver al actualmente denominado Puerto Argentino su nombre histórico (?) Puerto Stanley; suprimir el feriado del 2 de abril y, en lo posible, si no puede evitarse un feriado, volver al 10 de junio; disponer el fin de las estipulaciones legales que obligan a las editoriales en materia de cartografía” (Ibíd.)
“Asimismo, parece claro que ya hay un “corte” generacional, y los jóvenes de hoy están bien poco entusiasmados por la retórica nacional-territorialista de la causa (…) La ortodoxia – que cíclicamente arremete sobre los programas escolares con propósitos malvinizadores – verá en esto apatía o falta de patriotismo, personalmente veo apertura mental y buen sentido y lo celebro” ( “Falta madurez a la política exterior argentina”. En: “Ñ” Revista de Cultura. Diario “Clarín” Nº 183 marzo de 2007)
“En suma, la madurez de la política argentina actual es mayor a lo que habitualmente se supone, y proporciona margen de acción para liderazgos políticos competentes, imaginativos y dotados de coraje moral. Un liderazgo inteligente tiene mucho para ganar tomando al toro por lo cuernos. Pero necesita ser apuntalado por el campo intelectual, que “prepare el terreno”. Lo malo no es que algunos especialistas callen su escepticismo sobre si las Malvinas serán algún día “argentinas”. Lo malo es que se callen en cuanto a la necesidad de desmalvinizar la política exterior y las prácticas culturales oficiales domésticas – que es algo muy diferente. Aunque muchos académicos están “formateados” más bien para pensar la política exterior desde la causa, que para pensar la cuestión Malvinas desde las necesidades más generales de la política exterior, muchos otros percibimos un problema pero no nos atrevemos a ponerlo en blanco y negro, amedrentados delante de un Estado, unas burocracias y un personal político partidario presuntamente malvinizado. Si nos importa la vida cívica argentina, sería bueno poner manos a la obra para desmontar la causa” (Ibíd..)
Ni un inglés lo hubiera escrito mejor. Palermo no es precisamente un universitario “nefelibata”, habitante de nubes, como diría Aristóteles. Tiene los pies bien asentados en la tierra, o en el Instituto Gino Germani del Conicet, solventado por un Estado Nacional que le paga el churrasco y al que, no obstante, ingratamente se complace en denostar. Sus méritos patrióticos ya han trascendido las fronteras, hace unos años se hizo merecedor de la beca Gughenheim.
Nada es gratis.
Los oportunistas y los perseguidos por razones políticas
“No era fácil expresar y publicar, frente a ese triunfalismo vertiginoso que lo arrasaba todo… una posición que se manifestara opuesto a esa “reconquista” de la soberanía en Malvinas y opuesto también a ese triunfo de las Fuerzas Armadas argentinas. Y no porque deseáramos el triunfo inglés, sino porque sólo deseábamos la derrota de nuestro enemigo principal: la Junta Militar y todo lo que estaba detrás de ello, empujándolo para ratificar con ese posible triunfo su propia salvación. Porque el éxito del poder militar del Ejército de ocupación argentino significaba la derrota, moral política, y económica del pueblo argentino (Pág.8.)… declaro humildemente ( hoy que es 20 de mayo de 1982): he deseado el fracaso de la guerra emprendida por los militares en las Malvinas… según ustedes(en referencia al grupo “Discusión socialista” exiliados en México) y los militares y las clases populares a quienes objetivamente vuestros juicios se unen, seguramente soy un traidor… yo desee la derrota argentina en el mundial de fútbol, cosa que ustedes no. Yo deseé que los militares argentinos no ganaran la guerra de Malvinas, cosa que ustedes no… en suma, objetiva y subjetivamente un traidor… ( León Rozitchner. En “Las Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia”, pag. 32/33, Centro Editor, Biblioteca Política Argentina, Nº 100).
A confesión de parte… Un número significativo de los que retornaron (por variadas causas, tal vez similares a las que los impulsaron al exilio) se exhiben ante los medios, como los únicos sujetos racionales que advirtieron al instante la “insensatez criminal” del 2 de abril.
No fue precisamente la clase media (mas allá de las frustradas expectativas individuales de ascenso social), la que más sufrió las consecuencias de la destrucción del aparto productivo. Pero sin embargo, la mayor parte de los emigrados provienen de esa capa social. Es injusto generalizar, pero un enorme porcentaje de los que eligieron el éxodo, lo hicieron por aspiraciones de progreso económico (no en términos de supervivencia, como los mexicanos que se arriesgan al desierto de Arizona o los balseros cubanos que coquetean con los tiburones) o por el clima de opresión política de la dictadura del 76 (generalmente sin llegar a la persecución personal). En realidad, en cada individuo, confluía una serie de procesos internos más complejos, como el ya nombrado síndrome de Gunga Din.
Cualquiera que haya leído la novela de Jorge Asís “Flores robadas en los jardines de Quilmes” recordará que Samantha, desde la escalerilla del avión, tuvo ganas de gritar: “¡Métanse el país en el culo!”. Porque para ella nuestro país era una mierda, y no la dejaba “crecer”. Esta es la característica del típico emigrée argentino, “parásito de una sobrevaloración individual que nunca mereció”, destaca Alejandro Guetti. En la citada novela, Asís logra, sin proponérselo, confeccionar un compendio de todas las excusas de que se valió el emigrée de clase media. Y la madre de todas esas excusas, no es otra que el drama del medio pelo por “realizarse”, y su rechazo hacia una “sociedad mediocre” que no se lo facilita, imponiéndole reglas de juego que no serían las de su predilección. La dosis de resentimiento que esto origina en el medio pelo, conduce a la actitud final: ponerse a uno mismo antes que la sociedad. Elegir el camino de Damasco y bastardamente, revestirse con la máscara del perseguido político.
“Así sabemos de muchos “intelectuales” de clase media que eligieron el exilio, para poder “crear con libertad”, logrando en el exterior una cómoda posición económica, gracias al crédito que en algún momento significó la condición de “exiliado político. Son los mismos que al mencionar a un Scalabrini Ortiz, un Marechal o un Jauretche, olvidan que éstos sufrieron largos períodos de silenciamiento sin renunciar a su tierra, ni a su pueblo, ni a su vocación histórica ¿O es que fueron colaboracionistas? (Guetti, Alejandro. Arcomano, Domingo “El exilio y las vísperas”. En “Crear en la cultura nacional” Nº 12 enero / marzo 1883).
La “persecuta” fue un término que, a mediados de la década del setenta, se instaló en el vocabulario de ciertos sectores de la sociedad argentina. La autopersecución generada por el clima de inseguridad y violencia que ganó al país, hizo que mucho compatriotas emigraran, sin que hubiera, en algunos casos, una amenaza concreta en contra de su vida. Pero también hubo quienes montándose en la persecución política, de la que otros eran objeto, la aprovecharon como justificativo para concretar sus aspiraciones individuales de convertirse en emigrées combativos, de los que ahora pululan y pasar ante los ojos de los demás por “exiliados políticos”.
Pero también hubo, por supuesto, y en gran número, quienes decidieron abandonar la Argentina para no engrosar más aún la ominosa lista de desaparecidos.
Estos antecedentes han generado un “progresismo” argentino como política de escribir con la mano “izquierda” y facturar con la “derecha”, dos entelequias cuyos adherentes se encuentran en el mismo salón de fiestas.
Así como tenemos Montoneros (los del peronismo sin Perón, como quería Vandor) que terminaron como chorros comunes, ahora tenemos viejos izquierdistas devenidos “progresistas”, es decir, salteadores de fondos públicos por la vía del subsidio, el “contrato”… o la pauta publicitaria.
El mundo “artístico”
“¿Qué Malvinas? ¿Pastorino? No tengo la menor idea sobre si las islas Malvinas son argentinas o inglesas. Por todo eso del territorio debajo del agua… para mí son unas islitas ridículas… para mí la del 82 fue una guerra estúpida, mentirosa que provocó un nacionalismo imbécil para los que lo vieron como un partido de fútbol…” (Charly García, Revista “Noticias”, 24/10/98).
“El 2 de abril me produce el efecto de un rompecabezas. Me surgen imágenes que son como retazos, se me mezclan y descentran de un modo casi fantasmagórico.
Una pieza es una idea muy fuerte de sangre inocente en manos de una idea absurda. Otra, la Plaza de Mayo vivando a Galtieri mientras lanzaba bravuconadas y mi asco total ante tamaña locura. Otra, la idiotez, la brutalidad de la gente plegándose al carnaval sin un mínimo de respeto por la historia reciente. Si salgo del efecto rompecabezas mirándome a mí mismo recuerdo mi clase 63 y ante todo el terror a que me convocaran. Como tantos otros finalmente no me llamaron como a muchos pibes de mi clase, tenía decidido desertar si me querían mandar a las islas. Yo no hubiese ido a defender a la Patria y toda esa mierda, en la que no creo. Ojo, que quede: en la Cuba de Batista yo sí hubiera ido a pelear detrás de Fidel y el Che por la Patria. Pero acá era Galtieri, la dictadura que había matado 30.000 argentinos y una guerra absurda en que adherir significaba trabajar, quieran o no , por la masacre power” (Fragmento de “Masacre Power” de Fito Páez. En “Pagina 12”, 2/4/92).
Este personaje peculiar, de “producido” desaliño y alta exposición mediática ya ha sido premiado (tal vez en retribución a sus agudas y patrióticas declaraciones), con su consagración como “intelectual” en el Suplemento Cultural de “La Nación”, rebautizado “ADNCultura”, que en realidad debería llamarse “PEMACultura” (Parientes, extranjeros, muertos y amigos), al que ha sido incorporado como columnista.
La Desmalvinización no encuentra obstáculos en su difusión periodística, puede ser en el pregón de la izquierda o en el heraldo de la derecha, donde siempre encontrará generosa acogida. Otra cosa es si hablamos de Fermín Chávez, Jorge Oscar Sulé o Enrique Oliva, cuyas prolíficas producciones no figuran ni siquiera en la sección “Obras recibidas”.
Sorprende la rigurosa calidad de selección de la “Tribuna de doctrina”: poner en la misma bolsa a Paul Auster y a Fito Páez, constituye más un acto de confusión etílica que de pluralidad intelectual.
“La situación de Malvinas me dio muchísimo miedo. Me parece una experiencia muy lastimosa, muy fea. Malvinas estaba tan cerca… era como un misil en mi placard. A veces comprendo que la gente quiera olvidar, pero es algo que no se puede tapar” (Gustavo Ceratti. En Página 12, 2/4/92).
“…al principio parecía ser una gran broma… es que aquellas islas nunca nos habían importado, deseábamos la mejor suerte posible a los chicos soldados… 0pero la sensación era la de indignación por la patriada militar, alentada por los civiles fanáticos dudosos…del otro lado los ingleses, originalmente queridos desde los Beatles… también recuerdo cuando vi por tele el Festival de Rock. Supongo que de haber sido convocado Los Abuelos hubiéramos estado allí, pero fuimos eximidos de la mancha histórica gracias a la indiferencia del trío de managers reinante…. estaban todos los raros, todos los buenos, mejor dicho casi todos, o tal vez casi ninguno. Pappo, estaba David, Charly, Piero, incluso “el nazi y muchos más.
Paradójicamente, la mayoría de los allí presentes perdieron su crédito… las islas no son nuestras y nunca lo fueron. Por suerte no batallaremos por la soberanía de ENTEL, ni guerrearemos por Aerolíneas Argentinas. Todo aquello quedó atrás… pero (por favor) ¡no bombardeen Buenos Aires!” (Fragmento de “las islas no son nuestras”, Andrés Calamaro. En “Página 12, 2/4/92).
“Hasta aquí no he hablado… Voy a contar la verdadera historia de ese Festival… con lo que siento hoy qué significó Malvinas… Ese Festival parece haber sido un punto altísimo de utilización de la Juventud y el rock por parte de los militares… es cierto, yo organicé ese Festival… Estaba claro que la toma de las islas era un intento de los militares de perpetuarse en el poder. Siempre aborrecí la invasión. Unos días después, la Guerra se había convertido en una suerte de nuevo mundial de fútbol y eso me volvía loco, el “estábamos ganando” me enfermaba. Enseguida llegó la prohibición de la música en inglés en las radios, una verdadera aberración cultural, completando ese gran circo al servicio de los intereses de los militares de seguir en el poder. Cuando me llamó el Comando en Jefe del Ejército para organizar el Festival tuve mis grandes dudas… me proponían organizar el evento detrás del espíritu de “el pueblo apoya esta guerra” y a la vez me ofrecían un aparato de promoción infernal. Se iba a llamar el Festival de Solidaridad Latinoamericana… para nosotros había dos objetivos primordiales. Primero, estar un poco con los pibes más allá de todo y, segundo, en plena euforia militarista, hablar de paz. Ninguno de los artistas que participaron mencionó la palabra soberanía y esto me parece importante: todos hablaron de paz. El último tema del Festival fue “Algo de Paz” de Raúl Porchetto, cantado por todos. El único grupo que fue invitado y se negó a actuar fue “Virus”, en una actitud muy lúcida. En ningún momento se mencionó peyorativamente a los ingleses y en cambio se abundó en el tema de la paz. El gobierno utilizaba la cadena nacional para difundir resultados truchos de la guerra, bombardeos y hacer gala de un pseudo nacionalismo que detesto… lo que finalmente se transmitió ese día en directo fue antibelicista, antisoberanía. Quizá muchos de los que estaban allí apoyaban la reivindicación y no la metodología. Yo no apoyaba ni los métodos ni el objetivo”. (Daniel Grinbank, empresario del rock. En “Página 12, 2/4/92).
Aparte de ruin y cobarde, el comentario es mendaz. No solo no se difundieron “resultados truchos” sino que se pecó de una excesiva ingenuidad. Un periodista angloargentino, exiliado en Londres y posteriormente destacado en Buenos Aires durante la guerra, Andrew Graham-Yool, destaca que: “El comunicado sesenta y dos desde el comienzo de las hostilidades (que fue marcado con el bombardeo de los Harriers al aeropuerto de Stanley) refutaba informes de agencias noticiosas procedentes de Londres según los cuales aviones argentinos habían acertado al portaaviones HMS Hermes. La información oficial argentina del conflicto estaría constituida por los comunicados telegráficos cuya veracidad era sorprendente, y su honestidad desconcertante. Su mensaje había sido del orden de “No estamos ganando todavía”, nos estamos defendiendo, pero ellos siguen viniendo” (Andrew Graham-Yool. “La colonia olvidada”. Ed. Emecé.2000. Pag. 337).
Pero poco puede importarle esta declaración a este cartaginés de crematísticas habilidades, el negocio ya está hecho y ahora es el momento de las justificaciones. Nadie le puso una pistola en la cabeza para que hiciera el Festival.
“El gran diario argentino”
Algunos matutinos porteños nos hacen acordar al famoso diario parisino que, al informar del abandono de Napoleón de la isla de Elba a principios de 1815, publicó algo así como “El payaso corso se ha fugado de su confinamiento”, para terminar editando a los seis días: “El emperador ingresa en Paris, aclamado por su pueblo”. Algo similar ha sucedido aquí, pero a la inversa. Veamos:
“El multitudinario acto realizado en la Plaza de Mayo… confirmó que el pueblo expresaría cohesionadamente su apoyo a los efectivos que el día 2 recuperaron para la Nación las Islas Malvinas y sus dependencias. El gobierno obtuvo un apoyo activo y congruente. Todos los actos de los gobernantes que apuntan a ese objetivo serán sostenidos por los medios idóneos. El fervor estaba muy lejos del patrioterismo, era la expresión madura y serena de un pueblo que sabe perfectamente que cada vez que se pone en movimiento hace historia. El pueblo que rebosaba la Plaza de Mayo comenzó a corear, casi diríamos a gritar las estrofas del Himno Nacional, el país entero estaba galvanizado. Fue una suerte de inmensa comunión que emocionó hasta las lágrimas a los hombres de prensa que cubrían el acto… ese pueblo raramente se equivoca en sus manifestaciones colectivas… escuchar al pueblo. Tal parece ser la simple fórmula de la democracia.” (Editorial de “Clarín del 11/4/82)
Acallados los tambores de Marte, y ante el imperativo de encuadrarse nuevamente en el pensamiento “políticamente correcto”, raudamente se secaron las lagrimas de emoción que surcaron las mejillas de los veteranos escribas de “Clarín”. Es que la victoria (y su consiguiente exitismo) tiene muchos padres, pero la derrota, ninguno.
“La sociedad argentina vivió un grado de enajenación durante la guerra de las Malvinas, al punto de ignorar la manipulación del sentimiento patriótico por el poder militar… fue una adhesión sincera de una ceguera sorprendente… la reacción emocional de la sociedad argentina frente al golpe de mano militar en las Islas Malvinas fue un auténtico escándalo… el lenguaje cotidiano que se pobló de insensatez desafiante… esa reacción colectiva frente al desatino evidente del “Operativo Rosario”… la idea de la invasión de las Islas como una Segunda guerra de la Independencia nacional fue mucho más que el producto de la acción psicológica de la dictadura… fue una fantasía que se instaló en el consciente colectivo con la solidez del cemento… en la lógica del poder la recuperación del territorio irredento desde el siglo XIX no era siquiera un objetivo secundario real, pasaron inexplicablemente desapercibidos no sólo para la sociedad en su conjunto sino para su dirigencia civil que, salvo honrosas excepciones, eligió la colaboración patriótica con los militares como último refugio de los bribones… esos días de insensatez colectiva se han ido oscureciendo, lo que es natural y la guerra por las Malvinas y el resultado de derrota y humillación, ha ido naturalmente inscribiéndose en el patrimonio colectivo de los militares que la provocaron, lo que es explicable… ( Oscar Cardoso. En “La guerra de Malvinas – Historia Visual de la Argentina Contemporánea, Nº 45, marzo 2001, editado por “Clarín”.
La agonía del Cóndor II
“Los kelpers tienen derecho a la autodeterminación y Malvinas debería ser un Estado independiente” (Carlos Escudé, jefe de asesores de Guido Di Tella. “Clarín”, 2/7/92).
“En la década del 90 la Argentina adoptó una política exterior de cooperación con Occidente a la que llamé “realismo periférico”. La mayor parte de la prensa local la tildó de “relaciones carnales”.
Esta política, que nunca fue popular, encuadró a nuestro país en todos los acuerdos vigentes contra las armas de destrucción masiva. La Argentina firmó y ratificó el Tratado de No proliferación Nuclear, de orden global y el de Tlatelolco, de alcance regional. Interrumpió el enriquecimiento de uranio y sus esfuerzos por producir plutonio. Renunció al misil balístico Cóndor II, que una vez puesto apunto hubiera podido recorrer mil kilómetros acarreando una ojiva nuclear de peso promedio. Reestableció relaciones con el Reino Unido. Profundizó una amistad con Chile que había renacido durante la previa gestión radical. Y se alineó explícitamente con nuestra civilización de origen.
Al adoptar estas medidas, cuestionadas desde un amplio espectro ideológico, el país abandonó una rica historia de confrontaciones con las grandes potencia occidentales y algunos Estados vecinos.
Debido a esa trayectoria, desde el exterior se nos percibía como un país potencialmente peligroso. Considérese que no necesitábamos uranio enriquecido, porque nuestros reactores funcionaban con uranio natural. Que al misil Cóndor II lo habíamos desarrollado en sociedad con Saddam Hussein. Y que el Estado que llevaba a cabo esos programas sospechosos era el mismo que, en 1978, casi le hizo la guerra a Chile y que, en 1982, invadió las Malvinas.
Nuestro realismo periférico fue inspirado en la convicción de que un país con un perfil externo de esas características sería boicoteado por Occidente (..) Mas allá de errores y aciertos, la política exterior argentina de la década del 90 tuvo un fundamento científico como pocas en el mundo. Y su motivación, aunque pueda suponerse malhadada, fue patriótica, no de cipayos. Buscó eliminar aquellos obstáculos para el desarrollo provenientes de un exceso de confrontaciones externas.
Por cierto, no solo los argentinos sino también los brasileños fueron convencidos acerca de las adversas consecuencias de continuar con nuestros planes nucleares y misilísticos. Para evitar males mayores, debimos someternos al corsé de los regímenes de no proliferación.
Pero cuando llegaron las detonaciones de la India y Pakistán, países que no se sometieron, ¡no pasó nada!. Después llegó la bomba norcoreana. Y ahora, con la amenaza iraní, está por desencadenarse un alud de programas nucleares. El 14 de abril. The New York Times informaba que, motivados por la natural paranoia engendrada por los ayatollahs, Arabia Saudita, Egipto, Turquía y Siria están alentando programas atómicos propios”.(Carlos Escudé, “La Argentina frente a la cuestión nuclear”, “La Nación” 17/5/07).
Nótese los conceptos expresamente formulados: “alinearnos explícitamente con nuestra civilización de origen” (¿la anglosajona?, ¿O la de los países europeos que bombardearon Puerto Cabello para exigir el pago de una deuda?) y el hincapié en señalar que la Argentina “invadió” y no “recuperó” el archipiélago. También, el contrasentido que significa avalar el acatamiento de todo tipo de exigencias bajo la amenaza de represalias, cuando la experiencia histórica de otros países (algunos de menor desarrollo que la Argentina) indica lo contrario.
El punto de vista del realismo periférico de Carlos Escudé sostiene la necesidad de insertar a nuestro país en la jerarquía vigente de naciones “líderes y naciones “seguidoras. Debido a su escaso poder, nuestro país se ve constreñido a encolumnarse detrás de las grandes potencias occidentales, “cuya visión global comparte (Escudé dixit) Una versión igualmente explícita de la tesitura de los “seguidores”, pero en el plano del discurso político, es la que expresó en su momento el entonces presidente Menem:
“Argentina se ha animado a romper con los tabúes de su política exterior. Estuvimos presentes en la coalición que se enfrentó a la demencia belicista de Saddam Hussein, no porque pensáramos en un mezquino rédito inmediato, sino porque la nueva dirección de la política exterior transforma ala Argentina en un actor plenamente integrado a un mundo que no permite el aislamiento… Los beneficios del Nuevo Orden Internacional en ciernes también nos alcanzarán en la medida que entendamos que el peor de los males que puede aquejarnos en esta década es el aislamiento de la fabulosa aventura de construir una civilización occidental… Nosotros teníamos que estar en el Golfo. En la búsqueda de nuestro propio beneficio, porque de esa manera mejorábamos decisivamente nuestra posición estratégica internacional, en una intensidad infinitamente superior a los que hubiéramos logrado con miles de declaraciones públicas correctas e irreprochables.” (Mario Bazán, “Del aislamiento a la conexión. Conversaciones con Carlos Saúl Menem”. En “Actualización Política” Nº 5, abril-mayo 1992).
Un discurso francamente delirante y seguramente escrito por el “globalista” Jorge Castro. Los resultados de esta política lo tenemos a la vista. Pero en su momento llegaron a decir, convencidos, que en el primer mundo nos miraban de otra manera.
Al respecto, es interesante recordar un artículo publicado en la revista Newsweek, al poco tiempo de finalizar la Primera Guerra del Golfo: “A friend in the need”, algo así como “un amigo necesitado”, que decía textualmente:
“Es el presidente sudamericano más obsecuente, entrega cosas que nadie le pide. Envió dos buques al Golfo sin que nadie le dijera nada y lo único que consiguió en recompensa fue que 13 oficiales argentinos pudieran desfilar por las calles de Nueva York”. Continúa diciendo el artículo: “menos mal que cambió en parte su aspecto y se cortó las patillas de carnero que solía usar, y su conducta pública, porque al principio de su mandato parecía un chico que habían dejado suelto en una juguetería”, y termina “vale más que aprenda que no solo regalando manzanas a la maestra se sacan buenas notas”.
Si, hubo otra mirada. Es que para cierto exponentes del “pensamiento oficial”, en especial los economistas, nuestro país fue, es y será inviable, en tanto no estemos uncidos al carro vesánico de la potencia hegemónica.
“A semejanza de Irán, en Venezuela se sacrifican los intereses de la gente en aras de la perversa química de la ilusión de poder. ¡Como si pudiera haber influencia internacional duradera sin desarrollo! Este es un síndrome típico de política de poder sin poder, que se repite con variantes en algunos países del Tercer Mundo. Nosotros lo sufrimos en el pasado, no solo en los tiempos del gobierno militar, con su afición por invadir territorios litigiosos y enriquecer uranio, sino también durante el de Alfonsín, que quiso producir un misil balístico capaz de transportar una bomba atómica a mil kilómetros, en sociedad con Saddam Hussein. El hecho de no haber reincidido nos permite suponer que algo hemos aprendido”. (Carlos Escudé, “David, Goliat y el falso patriotismo”, “La Nación”, 11/7/007).
Si fabricar el Cóndor II pudo haber sido una opción delirante, admitir la imposición lisa y llana de su cancelación – sin más rédito que una promesa abstracta – puede asimilarse a la insana. Según el brigadier Waldner si se hubiera podido terminar con el proyecto “habríamos estado compitiendo con otras naciones a menor costo. Este proyecto iba en camino de ser más barato que otros y habríamos podido ofrecer un servicio al mundo similar al que está ofreciendo Brasil”.
En realidad, tal como admitió el ex Ministro de Defensa Horacio Jaunarena: “sin duda los británicos habrán estado muy preocupados por la existencia del Cóndor. De hecho se preocupaban porque de vez en cuando las agencias internacionales de noticias enviaban cables diciendo que estábamos haciendo barbaridades. Así que se me ocurre que a ellos no les hacía gracia y, en todo caso, parte de la estrategia argentina consistía en hacerles más cara su presencia en las islas Malvinas”. Para Jaunarena, el conflicto por la posesión de las islas Malvinas debía resolverse por la vía de la negociación, “pero uno se sentía más cómodo teniendo alguno de estos elementos, como el Cóndor. Creo que el conflicto por la posesión de las islas Malvinas nunca podrá ser resuelto por la Argentina bélicamente, pero de lo que se trata es de sentarse con más elementos a la mesa de negociación
El “Proyecto Cóndor II” es la denominación del Programa Misilístico Argentino. La Dirección General de Desarrollos Espaciales, organismo dehendiente de la Fuerza Aérea Argentina, tuvo a su cargo el desarrollo del mismo. Datos técnicos del Cóndor I: Características: Tipo: Misil Táctico de Artillería. Longitud: 6,50 metros. Diámetro: o,60 metros. Carga útil: 250 kilogramos aproximadamente.. Radio de acción: 120 Km. Aproximadamente.
La segunda etapa del proyecto consistió en el desarrollo del CONDOR II. Características: La altura total del cohete sería de unos 16 metros, por 0,80 metros de diámetro. La carga sería de 500kilogramos y se pronosticaba un alcance de 1.000 Kms.
Hasta 1987, el emprendimiento militar del misil Cóndor se mantuvo fuera de la agenda pública. Pero en ese año Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Alemania, Francia, Japón y Canadá, establecieron el Régimen de Control de Misiles para regular la transferencia de tecnología de vectores con eventual uso bélico.
El desarrollo argentino estaba muy adelantado pero los cuestionamientos aumentaron en 1992 y finalmente se dio por cerrado el proyecto Cóndor. Ese misil, tan polémico, nunca voló, según determinaron las investigaciones periodísticas que se hicieron en esos años. Sí en cambio, se construyeron motores y carcazas para el cohete.
La situación con ese vector siguió la línea del escándalo público (periodistas radiales como la inefable Malú Kikuchi se horrorizaban de lo que definía “proyectos imperiales”) hasta que la Argentina acordó desactivar no solo desactivar el proyecto, sino también destruir el material y los planos. Parte de los motores fue enviada a España en 1993 para que allí se garantizara la destrucción reclamada con vehemencia por Estados Unidos. Además, las instalaciones hasta entonces secretas de Falda del Carmen fueron abiertas a inspecciones internacionales, pero, al menos, se salvaron de ser “dinamitadas”, tal como quería Domingo Caballo en su ímpetu por cancelar definitivamente el Cóndor II en los 90.
El gobierno menemista decidió cerrar el predio de Falda del Carmen y quitó las investigaciones espaciales de manos de los militares, para crear una agencia civil. También acordó el ingreso del país en el Régimen de Control de Misiles.
Algunos años después, en 1996, Menem inmortalizaría ente chicos de una escuela primaria una frase: “Atravesaremos la estratosfera y en dos horas estaremos en Japón”.
Toda esta historia de presiones, intrigas y claudicaciones se encuentra narrada en un libro imperdible de Eduardo Barcelona y Julio Villalonga, dos experimentados periodistas que luego de más de un año de investigación de máximo rigor y secreto periodístico, publicaron “Relaciones Carnales. La verdadera historia de la construcción y destrucción del misil Cóndor II” (Ed. Planeta.1992). En el mismo, plantean que la fórmula acuñada para describir el vínculo entre la administración Busch y el gobierno de Carlos Menem – “las relaciones carnales” – parte de la premisa de que los Estados Unidos tienen, como gran potencia, un agenda constante de exigencias respecto de nuestro país cuya satisfacción resulta en casi todos los casos una prioridad política de la Cancillería argentina. A eso se debe sencillamente la desactivación del Cóndor II, como lo confiesa desembozadamente Carlos Escudé, y su posterior desmantelamiento y destrucción. Sin embargo, los autores de este libro plantean que la tecnología requerida para su reconstrucción no sólo sigue intacta sino que, a partir de ella, puede modificarse brutalmente el equilibrio militar del Atlántico Sur.
“El Cóndor II fue un proyecto catastrófico. No sirvió para nada. Consiguió que los avances en investigación espacial se cortaran abruptamente (?) porque la Argentina se volvió un país peligroso. No sirvió para el proyecto tecnológico argentino, además puso nervioso a todo el mundo, que en el pasado nos llenaba de orgullo hoy no nos sirve. Hoy no tenemos orgullo alguno de ese tipo, no queremos poner nervioso a nadie.. Desmontando el proyecto Cóndor, la Argentina se ha vuelto un país confiable, de acceso a la tecnología sensitiva. Y el Cóndor es una especie de pesadilla del pasado” ( Guido Di Tella. “Clarín”, 30-1-94)
Respecto a la política de seducción: “Habrán pensado que los argentinos somos boludos pero es mejor eso a que piensen que somos muy peligrosos que es lo que pensaron mucho tiempo” (Guido Di Tella. “Clarín”, revista “Viva”, 5-11-2000).
No es casual que quienes elogiaron su inteligencia fueron los mismos que se embelesaron ante el talento de María Julia Alzogaray, que no debe ser mucho, dado que en un gobierno de “chorros” fue uno de los pocos funcionarios en ir preso.
Tal degradación mental, moral y política, es difícil de calibrar en su justa medida. Pero la política exterior de Menen, que Guido Di Tella contribuyó como pocos a profundizar, no se detuvo en el Cóndor II; a fin de cuentas un proyecto en fase de experimentación. Fueron por más, por nuestra tecnología de punta, por la que verdaderamente los ponía nervioso: la energía atómica.
Nuestro Instituto de Investigaciones Atómicas, INVAP, ha desarrollado un sinfín de tecnologías propias y novedosas. Una de ellas es una usina atómica modular, de mediana potencia (40 megavatios) que se puede ampliar con módulos similares a medida que la necesidad eléctrica aumenta. Esta usina es ideal para países de poco o mediano desarrollo y ya la habíamos vendido exitosamente a algunos países de norafricanos (Argelia y Egipto, entre otros), para los cuales las usinas de centenares de megavatios alemanas, francesas, canadienses y norteamericanas son excesivamente grandes. El INVAP también se ha especializado en la construcción de reactores para docencia e investigación, como el recientemente instalado en Australia y para producción de radiofármacos como el vendido a Cuba.
En 1989 contaba con un plantel de investigadores, técnicos y empleados de 1.108 personas. Durante el gobierno de Menem se redujo a 350. Al subir al poder el émulo del señor de lo llanos de La Rioja, el INVAP tenía tratativas adelantadas para vender a países árabes usinas atómicas por valor (en ese momento) de unos 400 millones de dólares, y por otros 100 millones a Turquía. El entonces canciller Di Tella canceló de un plumazo todos los compromisos contraídos de venta de tecnología nuclear pacífica a estos países, de tal manera de mostrarnos ante el mundo como un país confiable… Confiable a Estados Unidos, no por el riesgo a su seguridad, sino por el riesgo que nuestra tecnología, altamente competitiva, significaba para sus empresas. Ya se sabe: “lo que es bueno para la General Motors, es bueno para los Estados Unidos”.
Hoy, gracias a la tenacidad y el patriotismo de sus investigadores, el INVAP no solo sobrevive, sino que fabrica satélites y ha recuperado gran parte de su personal.
Se construyó un techo aéreo sobre la Argentina y fue desmantelado
“Éramos un país lunático, escindido del mundo, queríamos ser no alineados ¡pero por favor! (arremete con sorna) sometíamos nuestra política a las tendencias de Cuba o de Argelia (embiste con sarcasmo). Fue con Menem que nos convertimos en un país normal, sin inflación, reubicado en el mundo. Sin Menem nos hubiera tragado aquella decadencia trivial”(Guido Di Tella. “Clarín”, revista “Viva” 5-1-2000).
La desconfianza hacia nuestro país encontró asidero en crímenes mayúsculos como exportar armas a Ecuador en el fragor de la “Guerra del Cóndor”, siendo nuestro país uno de los garantes del Tratado de Río, rubricado por las naciones en ese momento en pugna, o en violar expresamente el bloqueo impuesto a Croacia por las Naciones Unidas durante la fragmentación de Yugoslavia. Delito para el cual contó con el beneplácito (o el mandato) de las potencias occidentales que en situaciones similares instrumentan países de las “ligas inferiores” para no comprometerse ante la comunidad internacional. Involucrado en estos cargos se encontraba Di Tella, al igual que Oscar Camilión, cuando murió a fines de 2001.
“De acuerdo con los lineamientos con los que se teoriza acerca del nuevo orden globalizado, cualquier atisbo de reivindicación nacional de las naciones débiles en el orden mundial así estructurado conduce al “aislamiento”, es decir, a la marginación respecto de los factores de desarrollo económico y social atribuidos al proceso globalizador. El atraso del mundo periférico – es decir de la inmensa mayoría de la población del planeta – no sería entonces producto histórico de la opresión colonialista, la dependencia económica y sus eslabonamientos internos, que condicionaron durante el último siglo la estructura económica, social y política de esos países sino que sería, por el contrario, resultado de la lucha de las naciones coloniales y dependientes por su independencia y soberanía. Esta concepción parte, además, del supuesto antihistórico de que tras la Segunda Guerra Mundial y anteriormente a la conformación del “nuevo orden” habría predominado la figura de un Estado-nación totalmente soberano y aislado del resto del sistema internacional.
Coherentemente con tales postulaciones, esta visión atribuye el atraso económico-social y sus correlatos políticos a una pretendida “irrelevancia estratégica” de determinadas áreas periféricas para las potencias centrales – que a causa de ello se desentienden de su progreso económico – o al “ejercicio irrestricto de la soberanía nacional” por parte de las naciones periféricas, posición que ha sido calificada “soberanía del hambre”.(Claudio Spiguel y Rubén Laufer, “Intervensionismo en el mundo “globalizado”: ¿Ruptura o continuidad del “Viejo orden?”. Ponencia presentada en las III Jornadas de Historia de las Relaciones Internacionales realizadas en la ciudad del Tandil en junio de 1996).
Este argumento fue impuesto a machacamartillo; a tal punto que el inefable Menem, que solo tiene memoria para recordar como forma River los domingos, repitió textualmente: “No quieren darse cuenta de que el general Perón jamás aceptó para su patria la soberanía del hambre, de la miseria y de la marginación que adoptaron como propia esos países del llamado Tercer Mundo”. Conceptos curiosamente coincidentes con los de John K. Galbraith. “No siempre… la independencia trajo estabilidad política ni bienestar económico. Con frecuencia la liberación del imperialismo trajo lo contrario.” Ahora “enterrado el imperialismo” debemos afrontar “las consecuencias para las gentes pobres que se vieron liberadas del imperialismo hacia la pobreza… En muchos de los Estados recientemente independizados la soberanía protege una triste situación inhumana, una situación de pobreza” (Galbraith, John K.. Conferencia en la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires, 27 de junio de 1995).
No fue a Cuba ni a Argelia a quien sometimos nuestra política exterior, sino al Departamento de Estado norteamericano en aras de una abstracta y difusa integración al mundo. Para ello no se cuestionó ni las sugerencias más serviles y humillantes, que se cumplieron al pie de la letra. Y la principal fue el desmantelamiento completo de toda nuestra infraestructura industrial, tecnológica y defensiva.
Fabricaciones Militares, el sueño con el que el Coronel Manuel Nicolás Savio impulsó la industria pesada y el complejo fabril bélico que autoabasteció a las Fuerzas Armadas y constituyó el mayor grupo industrial del país, fue convertido, medio siglo después, en el bocado exquisito de las malas privatizaciones y los negociados.
El menemismo le restringió al coloso industrial el financiamiento y la posibilidad de venderle a nuestras Fuerzas Armadas para convertirlo, finalmente, en una pesadilla que se corporizó con la voladura, el 3 de noviembre de 1995, de la Fábrica Militar de Río Tercero, la más importante.
No fue muy diferente la suerte que tuvo el proyecto de construir un submarino nuclear. Aclaremos, un submarino de propulsión nuclear, no de capacidad ofensiva atómica, el la cual estábamos muy adelantados. El astillero fue desamblado y sus técnicos e ingenieros dispersados por el resto del mundo u obligados a ejercer otras actividades. Esta nave era de importancia estratégica para la vigilancia de los recursos económicos de nuestra “pampa marítima”. En poco tiempo Brasil terminará el propio, pues Itamaraty jamás hubiera admitido un Di Tella o un Escudé. Lo mismo sucedió con la fábrica de submarino convencionales.
Tarea realizada minuciosamente y que no sorprendería que obedeciera a alguna cláusula secreta de los Tratados de Madrid.
“A partir de 1987 por carencias presupuestarias y falta de prioridad, este importante programa empezó a languidecer, a pesar de contar con todo el personal necesario, el astillero equipado y ya comprados y en el país, los materiales y equipos de los submarinos a construir.
Entre 1987 y la actualidad, lo ocurrido con el astillero de submarinos, la fábrica de torpedos y los mismos submarinos en servicio, incluido el submarino San Luis que aún espera sus reparaciones en tierra, no puede ser explicado racionalmente, sino a través de la existencia de fuertes reducciones presupuestarias sin descartar presiones externas sobre la Argentina para desmantelar el programa.
En efecto el astillero despidió a su gente, mucha de ella altamente especializada, las construcciones fueron suspendidas y allí aún se encuentran depositados los nuevos submarinos a medio construir y, después de terminarse la reparación del Salta, cesó toda actividad no se hizo ninguna reparación más en ningún submarino de la Armada y por ello el San Luis no ha vuelto al servicio.
La Armada Argentina debió renunciar al programa de las nuevas unidades submarinas; no ha reparado el submarino San Luis y se ha conformado actualmente con sólo tres unidades en servicio, los submarinos San Juan, Santa Cruz y Salta. Distintos son los enfoques de Chile y Brasil, que muestran la determinación de naciones con objetivos propios; el primero ya ha adquirido dos nuevos submarinos reuniendo así, con la clase 209 que ya poseía, un grupo de cuatro modernas unidades; Brasil por su parte ha asimilado la filosofía que impulsaba el plan argentino, de dejar de comprar “llave en mano” y ya ha construido y botado en su propio país dos submarinos clase 209; también hace años trabaja intensamente en la futura construcción de su propio submarino nuclear, como lo ha anunciado reiteradamente.
Esto que nos pasa es perjudicial para la Nación Argentina y para su Armada y hace pensar, dada la similitud de desenlaces con el caso del misil Cóndor, con el caso del TAM (Tanque Argentino Mediano) y con el caso del Pampa, que ha habido un poder superior al de los argentinos, que ha decidido que nuestro país no debía desarrollar un programa para producir submarinos propios.
A lo dicho cabe agregar un aspecto de relevante importancia para tiempos de paz, en cuanto al rol que el submarino puede cumplir en un espacio marítimo como el argentino, donde las flotas pesqueras del mundo hacen un pingüe negocio a expensas de las reservas ictícolas que tenemos. En efecto, en la actualidad la acción del control argentino, sobre los infractores pesqueros que incursionan dentro de las 200 millas de la costa, puede calificarse de “condescendiente”. Ello es así, por cuanto nos limitamos a ahuyentar de vez en cuanto a los infractores mediante vuelos de patrullado, con lo cual lo único que se consigue es solo perturbar por una horas esa actividad clandestina, que tanto afecta a los intereses nacionales; sólo de cuando en cuando algún infractor es capturado y de hecho es notorio que las capturas han descendido notablemente en los últimos tiempos. La acción desplegada carece de sorpresa y de voluntad de captura. Con los submarinos es posible sostener los patrullados en forma permanente, sorprender a los infractores, tomarles fotografías con su posición geográfica cierta y en plena actividad clandestina y llamar a la unidad de superficie captora, sin otorgar la chance de la huída oportuna. La frecuencia de capturas, internacionales y multas ciertas, son la única política que, poniendo en vilo la capacidad económica de las empresas, terminaría con la depredación de nuestra riqueza ictícola; una política que apunte a tales resultados es posible utilizando submarinos. Sin embargo es notorio que no hay voluntad nacional para hacerlo, a pesar de disponerse de los medios necesarios; esta situación demuestra nuestra impotencia y pone de relieve que los negocios importantes son para otros, no para los argentinos; por eso el Mar Argentino está plagado de flotas pesqueras.
Todo esto no es otra cosa que el resultado de la dependencia que se nos impones y que además los argentinos aceptamos casi de buen grado, sin darnos cuenta que es nuestra capacidad de ejercer poder la que se nos niega, gracias a la cual los países rectores brindan a sus sociedades mejor nivel de vida que nosotros, porque imponen su voluntad y maneja los mejores negocios del mundo y lo seguirán haciendo en la medida que sigamos sin acceder a las tecnologías cuyos productos hacen al poder de la Nación y tengamos que importarlos a precios exorbitantes, siempre que se nos permita acceder a ellos. Esta es la beneficiosa globalización que se nos quiere hacer creer que existe a nivel internacional y en la cual podemos recostarnos para nuestra seguridad y beneficio; pero la realidad en todo caso, no es otra que una más de las varias que el mundo ya ha conocido. Porque también en la época del Imperio Romano había globalización; por supuesto, para provecho de los romanos” (Almirante José Antonio Mozzarelli, “Nuestra fuerza de submarinos”. En Revista Argentina de Estudios Estratégicos Nº 18. Mayo 1998)
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En la actualidad, el mercado aerocomercial se encuentra en el cenit de su actividad, con el lanzamiento de nuevos emprendimientos y con una enorme cantidad de encargos de aviones, donde, lamentablemente, la Argentina no participa. Se quedó definitivamente afuera hace dos décadas, y ahora será difícil retornar a una industria estratégica completamente globalizada: la construcción de aeronaves. En poco tiempo, comenzará a volar de manera regular el avión civil más grande del mundo: el Airbus A380. Esta nave, desarrollada por el gigante tecnológico europeo EADS, tiene capacidad para840 pasajeros y demandó en su desarrollo una inversión de u$s 13.000 millones. Este coloso del aire – en cuyo desarrollo participaron ingenieros argentinos – es el nuevo ícono de la aviación mundial. Al menos por ahora.
La Argentina está lejos de hacer un aporte a este dinámico mercado, sencillamente porque tiene poco y nada que ofrecer. Dicen los especialistas que, de no haberse concesionado la Fábrica Militar de Aviones, nuestro país hubiese podido, como mínimo proveer actualmente piezas y accesorios para los grandes fabricantes.
La historia de la industria aeronáutica nacional incluye algunos hitos sobresalientes, especialmente en el ámbito militar. Ya en 1912 la Argentina producía y exportaba aeroplanos. En 1927 se creó en Córdoba la Fábrica Militar de Aviones, donde se construyeron aparatos hasta los años 80. En 1947, con el Pulqui I, la Argentina fue el sexto país en el mundo en construir un avión a reacción con tecnología propia. Mas adelante llegarían el Pucará y el Pampa.
No es de extrañar que una de las mejores Fuerzas Aéreas del Mundo, a juzgar por su desempeño en Malvinas, fuera la primera en sufrir una purga ejemplificadora. Quien fuera director de la Fábrica Militar de Aviones (FMA) y vicepresidente de la Fábrica Argentina de Materiales Aeroespaciales, el entonces Brigadier Roberto José Engroba, se opuso tenazmente al desmantelamiento de las mismas, pero el mandato de los poderes transnacionales fue terminante: eliminar todo intento de independencia tecnología. El 31/7/07 en un ilustrativo artículo publicado en el diario “La Nación”: “A pesar del abandono, que lleva 15 años, es posible reconstruir la actividad”, reseña las vicisitudes de este emprendimiento tecnológico industrial:
“La industria aeronáutica se caracteriza por el empleo de tecnologías de avanzada, el concurso de profesionales y técnicos de alta calificación, su rol multiplicador para otras actividades industriales, el gran volumen de negocios, su posibilidad de generar proyectos con la capacidad integradora de diversos países y su protagonismo en la defensa nacional, entre otras cosas. Por esta razón ha sido reconocida desde siempre como una actividad estratégica que hay que desarrollar y sostener.
Ante el crecimiento portentoso de la aviación comercial y los cada vez más sofisticados ingenios militares, la industria aeronáutica seguirá teniendo un papel primordial. Sin dejar de reconocer los valiosos aportes hechos hace tiempo por las empresas Chincul, en San Juan; Aeroboero, en Córdoba; y Raca, en Buenos Aires, la protagonista central en este sector fue la Fábrica Militar de Aviones (FMA) creada en Córdoba en 1927. Fuimos los primeros en América Latina en esta actividad, Embraer, el fabricante brasileño hoy es muy importante, nació en 1969 y Enaer de Chile, un corto tiempo después.
En la FMA se fabricaron hasta 19995 unos 1.500 aviones para uso civil y – fundamentalmente – militar. Muchos de ellos constituyen verdaderos logros tecnológicos: el Colquin, los Pulqui I y II (la Argentina fue entonces uno de los seis países con aviones a reacción), el Pucará y, por último, el Pampa.
En 1988, el gobierno nacional convirtió a FMA en una empresa. Así nació la Fábrica Argentina de Materiales Aeroespaciales (FAMA), una sociedad estatal con participación privada. Inmediatamente esta empresa continuó una alianza con Embraer para el desarrollo del avión binacional CBA 123, transporte liviano, biturbo de 19 pasajeros, en cuya construcción la Argentina participaba con un 33%. En 1989, producido el cambio de signo político, comenzó un proceso de vaciamiento y desnacionalización. Murieron FAMA y el CBA 123 ( a pesar de haber invertido el país u$s 60 millones en el desarrollo). Embraer continuó con ese proyecto, que fue la base para su actual Legacy.
La extranjerización se consumó en julio de 1995: la FMA fue entregada a la empresa Lockheed, actual Lockheed Martin Aircraft Argentina S.A. (Lmaasa). Ese magnicidio industrial convirtió al complejo fabril en un taller de mantenimiento que sobrevivió hasta hoy con subsidios de su cliente cautivo: el propio Estado.
En noviembre próximo vencerá el contrato de mantenimiento de los aviones de la Fuerza Aérea (conocido como 02). Están vigentes otros dos contratos: el 03 (modernización de la aviónica de 12 aviones Pampa) y el 04 (fabricación de seis Pampa) ambos con vencimientos estipulados en 2008 y en 2009. No hay que seguir prorrogando los subsidios a Lmaasa y reargentinizar – no reestatizar- la industria aeronáutica siguiendo el modelo de FAMA.
.Hay ciertos patrimonios intocables porque tienen bandera, son nacionales, que no deben ser entregados a otros dueños. La entrega de FMA nos atrasó 15 años (desde el abandono del proyecto CBA 123). Ahora hay que retomar el camino con proyectos propios que sirvan a las necesidades nacionales. Como estamos, ni Boeing, ni Airbus, ni Embraer nos admitirán como socios. Quizá después de complejas tratativas se conseguirá fabricarles algunos componentes de menor compromiso tecnológico.
Reiniciar el camino sería fabricar más aviones Pampa (la Argentina invirtió u$s 300 millones en su desarrollo y hoy los compramos a Lmaasa), en sus versiones de combate y de apoyo. Sería también fabricar el Avión de Transporte Liviano (ATL) un proyecto trunco de los años 50. Es una nave similar al CBA menor (de 10 toneladas de carga) que permitiría atender el desarrollo e integración económico social de nuestro país – sobre todo de la extensa y aislada Patagonia – y la vigilancia de nuestro mar continental, entre otras cosas.
A lo anterior hay que agregar: aviones livianos para la formación de pilotos civiles en los aeroclubes y helicópteros multifuncionales para necesidades de defensa civil, exploración de recursos naturales y patrullajes. Todo es posible.”
La falta de soporte técnico para una cobertura aérea mínima a transformado a nuestro especio aéreo en un gigantesco colador, donde circula libremente el contrabando y el narcotráfico y donde nuestra plataforma marítima es una gigantesca góndola pesquera con el cartel de “sírvase usted mismo”.
En cualquier otro país del mundo, los responsables de una infamia semejante estarían colgando de un semáforo.
Las contradicciones de un general
Combatió en Malvinas, no como muchos de sus camaradas que lo critican acérrimamente en la actualidad. La mayoría de los testimonios coincide en resaltar su excelente desempeño militar y sin embargo, tanto la comisión de familiares de caídos, como también muchísimos veteranos, no ahorran objeciones hacia su figura. No es tarea de los autores comparar opiniones, pero sí destacar algunas declaraciones del general Martín Balza ya que, curiosamente, son sumamente cuestionadoras a la génesis y desarrollo del conflicto.
“La Desmalvinización, palabra que no quiero oír, comenzó en 1982, apenas terminaron los combates… pero hoy no creo… vino un gobierno constitucional, se construyeron monumentos, la figura del veterano de guerra cada año es más respetada” (Reportaje de Oscar Cardoso y María Seoane, publicado en “Clarín” el 5-498)
“Las relaciones militares con Gran Bretaña se enmarcan en términos de comprensión y respeto mutuo por lo que el ocasional adversario de 1982 ahora es nuestro amigo… hoy la Guerra no está en nuestras mentes ya que otro es el camino que los argentinos hemos elegido para recuperar Malvinas…” (“Clarín, 11-6-96)
“Los británicos superaron la guerra el 15 de junio mientras algunos argentinos aún siguen anclados en 1982…” (“Clarín”, 6-11-1996)
“Malvinas fue una guerra sin odios… un hipotético nuevo intento de recuperación militar de las Malvinas no está en la cabeza de nadie… la guerra de Malvinas ha quedado definitivamente atrás… no se tocó la cuestión ni el embargo militar que Gran Bretaña mantiene contra la Argentina… el ocasional enemigo es el mismo con que trabajamos juntos en misiones de paz en Chipre integrado por 362 argentinos y 350 británicos…” (“Clarín”, 5-11-96)
“No me constan las denuncias de fusilamientos de argentinos realizados por el cabo británico Vicent Bramley” (“Clarín”, 8-11-96)
Cabe recordar que existen unos 30 testimonios de ex soldados que aseguran haber visto por los menos 10 ejecuciones de prisioneros y heridos en distintas batallas. El general Balza parece desconocer que ya Maquiavelo en el “Príncipe” aseguraba que: “Los hombres sienten menos respeto por el ofensor que se hace amar que para aquel que se hace temer”.
“Yo estaba entusiasmado con la posibilidad de nuestra participación (Integrar las fuerzas de paz en la ex Yugoslavia) pero el intento había fracasado en el nivel ministerial. Sólo quedaba el último factible y decisivo intento: el Presidente. Pido hablar con el doctor Menem, quien de inmediato accedió a recibirme. Lo impongo de la situación y de la importancia desde el punto de vista militar de participar en la misión de paz, pero enfatizo en el plazo perentorio para responder a la ONU. El Presidente me miró con cierta incredulidad cuando precisé que se trataba de enviar a Croacia alrededor de novecientos hombres y más de cien vehículos, incluidos los mecanizados. Recuerdo que sólo me preguntó: “General ¿esta seguro de las posibilidades del Ejército de satisfacer el requerimiento que nos hicieron?
De inmediato, confiando más en mi entusiasmo que en un profundo análisis, le respondí: “Si, señor Presidente, pero no puedo precisar si esto es compatible con los objetivos de nuestra política exterior”. Como por arte de magia, y con un paso cansino, se aproximaba el Ministro Di Tella. Me dirijo al Presidente y le expreso: “Señor, sería conveniente consultar al Ministro”. Menem vuelve a escrutarme con los ojos y me dice: “General, informe al Ministro su propuesta”. Lo hago y la respuesta de Di Tella fue instantánea: “Me parece magnífico”. Menem me miró y me dijo: “General,”¡ VAMOS A CROACIA!.” (Martín Balza. “Dejo constancia. Memorias de un general argentino”. Ed. Planeta.2001)
Quienes de esta forma, con la alegría del “asadito” posterior al “picadito” de fútbol, decidían sobre la integridad de novecientos argentinos, sin consultar previamente al Congreso, son los que se escandalizaron por la forma en que se decidió la recuperación de las Malvinas.
Era nuestra “inserción en el mundo”, no como protagonistas, sino como tropa auxiliar del Imperio en los conflictos de baja intensidad.
Afortunadamente, otra parece ser la doctrina del Ejército en la actualidad:
“… Las hipótesis de conflicto se generan precisamente en esos riesgos y son supuestos de planeamiento destinados a anticiparlos y prevenirlos, no en actitud belicista, sino en defensa de los intereses nacionales: el territorio, los recursos naturales, la seguridad de la población y el logro de los objetivos políticos fijados por el gobierno soberano.
(…) vemos con asombro el desarrollo de teorías que consideran que ciertas regiones del mundo no pertenecen a nadie, se las denomina espacios vacíos. Algunos mencionan concretamente a la Patagonia y a la Amazonia (…) Lo mismo sucede con la región mesopotámica. Sobre ellas debe aumentar la presencia del Ejército (…) No hay mejor forma de controlar que estando sobre el terreno. El Ejército debe estar emplazado donde el Estado deba preservar los recursos de la Nación mediante un plan acordado con el gobierno para desplazar unidades (…) la Patagonia y otras regiones necesitan tener cerca al Ejército… también en la Antártida. El Ejército tuvo un importante papel en el desarrollo industrial en la Argentina, sus hombres fueron pioneros. Hoy la industria militar está destruida, pero es nuestra intención repotenciarla.
En el campo científico y tecnológico vamos a trabajar en forma integrada con otros organismos del Estado y con empresas privadas..”
(Diario “La Nación” 13/9/03)
¡ Ay de los vencidos ¡
El 11 de julio de 2007, el diario que Bartolomé Mitre dejó de guardaespaldas, “La Nación”, haciendo alarde de una discutible objetividad publicó un libelo: “Un acuerdo realista sobre las Malvinas” de un tal William Ratliff, miembro de la Institución Hoover, dependiente de la Universidad de Stanford, cuyo único mérito académico, al menos el que el diario consigna, es haber visitado frecuentemente la argentina.
En una retahíla de impúdicos argumentos plantea:
“Por empezar, debemos admitir que las Falklands – como se las llama en el ámbito internacional – han sido una especie de territorio británico de ultramar durante 174 años. Sea cual fuera el grado de justicia del reclamo argentino, los británicos dominan las islas desde 1833. Ha pasado mucho tiempo. Cambiar un statu quo tan viejo es inevitablemente difícil, sobre todo en vista de tantos intereses, obligaciones y resquemores por ambas partes.(…) Por ahora, dejemos que los británicos y los isleños hagan sus propias evaluaciones (otra fase ineludible del proceso). Conozco y amo la Argentina desde hace 40 años (pero) Quiero hacer lo opuesto al sermoneo del 21 de junio en la sesión del Comité Especial de la ONU sobre Descolonización. Ese camino no lleva a ninguna parte, salvo, quizás a un conflicto mas abierto en un futuro impreciso.
Como buen amigo de la Argentina lamento decir que su reclamo de soberanía sobre las islas se basan en cuatro puntos que, objetivamente, van de lo poco convincente a lo ridículo:
– Derechos coloniales de España, heredados al independizarse de ella en 1816.
– Después de la independencia, breve ocupación de las algunas de las islas, hasta 1833.
– Proximidad al territorio continental argentino.
– La “transitoriedad” de la población insular.
Empecemos por los viejos argumentos legales. Los argentinos son un tanto más fuertes que los británicos, pero no son concluyentes y, en última instancia, ni siquiera pertinentes. ¿Por qué? Porque la Argentina no tiene que presentar un alegato mejor que el británico; debe salvar el obstáculo de la existencia misma de los isleños, que habitan el archipiélago desde la época de Rosas.
Los isleños, que suman varios miles, son anglófonos y casi todos de ascendencia escocesa e inglesa. Llevan 174 años gobernando las islas con algún apoyo británico. Temen perder su idiosincrasia. No quieren que casi dos siglos de gobiernos pacífico se vean amenazados por la incorporación a un país con una historia turbulenta de aventuras imprevisibles que han ido desde la democracia hasta las dictaduras, desde la “guerra sucia” Hasta la invasión de 1982.
(…)El argumento más falso es el de la “transitoriedad” de los isleños al cabo de 174 años consecutivos de residencia. Si examinamos los registros de colonización de la Argentina, hallaremos un mayor porcentaje de familias transitorias. (…) Recuerden también que la Argentina, al igual que los Estados Unidos, exterminó a la gran mayoría de sus aborígenes, por lo que su población actual no es más nativa de su territorio continental que los isleños de las Falklands”
Nótese que este bravucón de taberna, contrariamente a nuestras fundamentaciones, el único argumento que puede esgrimir es el tiempo transcurrido desde una ocupación a todas luces ilegítima. Su opinión referente al Comité de Descolonización de la ONU demuestra a las claras el olímpico desprecio que a lo largo de la historia, Gran Bretaña a manifestado por el Derecho Internacional. Mientras el comercio se abría a los cañonazos en el extremo Oriente, en el Río de la Plata se lo cerraba mediante un bloqueo naval.
Conviene recordar que las asonadas de 1930 y 1955 respondieron a los intereses de las compañías británicas, gravemente afectados por las políticas soberanas de Irigoyen y Perón, mientras que el golpe de 1976, al igual que todos los países del subcontinente, a directivas concretas de la Trilateral según lo demuestran documentos reservados de la CIA recientemente desclasificados.
Diez años antes a la publicación de este panfleto, la “Revista Argentina de Estudios Estratégicos”, en su número 17, había editado con la firma del Almirante Carlos Büsser, al parecer pronosticando la persistente Desmalvinización periodística, una serie de consideraciones que derrumban hasta los cimientos estas falacias argumentales:
“Lo que las Naciones Unidas pidieron tanto a la Argentina como a Gran Bretaña en la Resolución 2065 fue que resolvieran la cuestión pendiente de soberanía, teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas. Es decir, primero hay que resolver la cuestión de soberanía, y dentro de esa solución, hay que contemplar los intereses de los isleños para que no se vean perjudicados por el arreglo al que lleguen ambos gobiernos, o bien compensados por el perjuicio eventual que pudieran sufrir. Los deseos de esos habitantes quedan fuera de la cuestión porque son ciudadanos británicos. Son, se sienten y quieren seguir siendo ciudadanos británicos implantados en las islas por el país usurpador. Este es un dato de la realidad que no vamos a cambiar. Seducir a tales ciudadanos británicos para lograr su buena voluntad no sólo es utópico, es un esfuerzo inútil, porque aunque la seducción fuera exitosa, esa voluntad no se tendrá en cuenta si no coincide con los intereses y voluntad del gobierno de Londres.
Lo que sí importa es establecer dos cosas: Primero, si los isleños gozan de autodeterminación. Segundo, cuál es la política de Gran Bretaña respecto a la autodeterminación de los habitantes de sus colonias.
El primer punto queda claro: Siendo ciudadanos británicos sería absurdo que pudieran autodeterminar si seguirán siendo británicos o argentinos. Importa recordar un importante antecedente: el 21 de febrero de 1983 el Ministro del Foreing Office, Crawnley Onslow, describió en la Cámara de los Comunes, con bastante profundidad, cuál era el enfoque británico respecto a los deseos de los habitantes de Malvinas y la autodeterminación. En un momento dado, un parlamentario le preguntó si de acuerdo con lo que estaba expresando, los isleños tenían una especie de derecho de veto.La respuesta del Ministro fue terminante. Contestó que aquellos tenían el derecho de expresarle a la Cámara lo que pensaran sobre las medidas que se propusiesen, pero que la Cámara de los Comunes tiene el último veto. Agregó que será la Cámara, en última instancia la que decidirá sobre la cuestión. Y los hechos ratifican esta afirmación. En Diego García expulsaron a los isleños, sin darles oportunidad para que se autodeterminaran, a fin de entregar a los Estados Unidos una isla libre de ocupantes. Respecto de Hong Kong, acordaron devolver la colonia a China, sin consultar la opinión de los alrededor de seis millones de habitantes, que en su mayoría no deseaban quedar bajo el control de ese país.
Por todas estas razones, cuando los británicos afirman que respaldarán a todo trance el derecho de autodeterminación de los isleños de Malvinas, esgrimen un pretexto que su propia conducta pone en evidencia como una absoluta falsedad. Y cuando nuestros funcionarios aceptan que los malvineros pueden gozar del derecho de decidir el destino de las islas, y tratan de seducirlos o de lograr su buena disposición, incurren en una absoluta ingenuidad, por decir lo menos duro”.
Los ejemplos mencionados no pueden ser más acertados. Hacia 1840, el emperador de China con fines sanitarios y moralizadores, había prohibido el uso y comercio del opio en todo el país. Todos acataron esta disposición menos una Compañía Comercial británica, que a pesar de la orden continuó introduciendo de contrabando la mercadería prohibida. En cierta oportunidad se descubrió una partida de millares de cajas clandestinas, y el gobierno ordenó su destrucción.
Esta medida, patriótica y totalmente legítima, desató uno de los conflictos más infames de la Historia: la “Guerra del Opio”; Inglaterra intervino de inmediato en defensa de los intereses de la Compañía bombardeando con sus buques la ciudad de Cantón y varias otras populosas pero frágiles poblaciones, causando en ellas millares de víctimas. Ante este brutal ataque, China pidió la paz. El tratado de Nanquín, de 1842, declaraba abiertas a los europeos varias ciudades del país y entregaba a Inglaterra la isla de Hong Kong. Diez años esta medida se extendía a todo el Celeste Imperio: China dejaba así de ser el “Continente Prohibido” y se transformaba en el gigante postrado por el Opio.
Nadie se preocupó por los deseos o el derecho a la autodeterminación de los chinos, ni se les preguntó sobre si les agradaba o les hacía bien consumir drogas, tan solo se les impuso una purga de cañonazos, como nueve años antes lo habían realizado en Malvinas tras la agresión norteamericana de la fragata “Lexington”.
Algo similar puede decirse de la India, sometida en 1757 y dominada hasta 1947, es decir, una permanencia colonial mucho más prolongada que la actualmente detenta Gran Bretaña en las Malvinas y no obstante, tuvieron que irse. Lo mismo ha sucedido en el proceso de descolonización del África, tras la recomposición planetaria (o nuevo reparto hegemónico de potencias emergentes) establecida afines de la Segunda Guerra Mundial.
Pero el caso de Diego García es particularmente ilustrativo respecto a la mendacidad del articulillo de “La Nación”.
Esta es una isla en forma de herradura situada en pleno Océano Indico. Es desde esta base insular, de seis kilómetros de anchura en su punto más amplio y 22 kilómetros de longitud total, que Estados Unidos vigila la región y, más importante aún, Oriente Medio. Los observadores militares consideran que es una de las tres bases norteamericanas más importantes del mundo. Alberga bombarderos estadounidenses B-52 Stratofortress,capaces de efectuar misiones a distancias de más de 22.000 kilómetros. Hay también bombarderos Stealth y B-2, cuya autonomía y capacidad suponen que la aviación norteamericana puede bombardear cualquier objetivo del planeta desde Diego García sin necesidad de repostar. De las pistas de aterrizaje y despegue de esta isla, las más largas del Océano Indico, partieron miles de misiones de bombardeo durante la Guerra del Golfo y los ataques contra Afganistán posteriores al 11 de septiembre. Además, el puerto de la isla, profundo y resguardado, alberga todo tipo de buques de la Marina de Estados Unidos. Unos 4.000 norteamericanos, entre soldados y empleados de los contratistas que se ocupan del mantenimiento de las instalaciones, viven en la isla. El Ejército no habla mucho de esta base clave, y prefiere envolverla en el misterio de cara a la opinión norteamericana e internacional; entre otras normas, no se permite al personal allí estacionado traer a sus cónyuges ni llevar insignias militares de identificación ni uniformes cuando están de permiso en los países vecinos.
Estados Unidos está en Diego García porque hace unos treinta y pico de años firmó un contrato de arrendamiento con el propietario de la isla; el precio, según se descubrió más tarde, fue un descuento en la venta de misiles
Polaris de fabricación estadounidense. El propietario es Gran Bretaña, uno de los aliados más fiables y leales de EE.UU. que entregó Diego García a los norteamericanos sobre la base totalmente falsa de que, junto con la media docena de islas que conforman lo que se conoce como archipiélago de Chagos, estaba deshabitada. El gobierno norteamericano de la época había hecho saber a los británicos que no deseaba ningún “problema de población” en Diego García, ni tenía tener que competir por las vías navegables con las embarcaciones locales ni temer que las islas vecinas fuesen plataformas de lanzamiento de operaciones de espionaje.
Gran Bretaña obedeció. Expulsó mediante amenazas y traiciones unos 2.000 habitantes del archipiélago entre 1966 y 1073, desterrándolos a una vida humilde y de segunda clase en la isla Mauricio y las Seychelles. La expatriación de los nativos ilois tuvo lugar cuando Gran Bretaña concedía la independencia a sus territorios en el océano Índico, entre ellos la isla Mauricio; en el último momento, basándose en la petición de EE.UU., obligó a un trato a Mauricio para quedarse con las islas Chagos a cambio de 650.000 libras esterlinas para cubrir el costo de absorber la población del archipiélago. Luego procedió a comprar y cerrar plantaciones de copra de las islas y desalojar a los habitantes, que fueron obligados a firmar un “documento de aceptación” en el que prometían “no regresar nunca” a sus hogares y renunciaban a toda reclamación futura contra el Gobierno británico. Algunos fueron inducidos a aceptar lo que se les dijo era un viaje de ida y vuelta a Mauricio, pero cuando llegaron se encontraron desamparados en el muelle sin ninguna posibilidad de regresar. Los isleños no recibieron casi nada en concepto de indemnización, y el gobierno de Mauricio se quedó con el dinero que había recibido para costear la expatriación. Se dijo al Parlamento británico que las islas estaban deshabitadas, lo que era una mentira descarada. Según escribió un importante funcionario del ministerio estadounidense de Relaciones Exteriores sobre la despoblación de las islas en 1966: “Debemos ser muy estrictos al respecto. El objeto de este ejercicio es conseguir unas rocas que serán nuestras, (…) No habrá población indígena exceptuando las gaviotas”.
En 1975 la mitad de los ilois expatriados no tenían trabajo y vivían en unas condiciones espantosas en asentamientos que se habían convertido en tugurios permanentes. Hay constancia de que por lo menos nueve habitantes de las islas Chagos se suicidaron, y de que muchas hijas de las familias desterradas dedicaronse a la prostitución para ganarse el sustento.
La situación de los nativos ilois aparece bien documentada en “Diego García: a contrast to the Falklands”, de John Madeley. Éste redactó el informe para The Minory Rights Group, una organización a favor de los derechos humanos con sede en Londres. Se encontró en Internet. En 1975, cuando el caso de la expatriación obligatoria empezó a aclararse, el Washington Post lo calificó de “secuestro en masa”.
Los periodistas británicos consideran que es un de los momentos más sórdidos en la larga historia de imperialismo despiadado de su país; en noviembre de 2000 un juez estuvo de acuerdo, calificó la expatriación de “abyecto fallo jurídico” y ordenó a Gran Bretaña que permitiera a los ilois regresar a su patria. El Gobierno británico, contrito, anunció que no apelaría y comenzó a buscar maneras de repatriar a los isleños, o por lo menos autorizarlos a visitar las islas y, como dijo un ex habitante, “llevar flores a la tumba de mis abuelos”.
El gobierno de Estados Unidos no participó en el pleito, que fue emprendido por los nativos exiliados, pero presentó una declaración oponiéndose a su devolución basándose en que sería una amenaza para la seguridad nacional, aun cuando la isla más próxima a Diego García dista 200 kilómetros y la base está protegida por el ejército más sofisticado del mundo y sin duda sería capaz de detectar y rechazar una invasión de embarcaciones de pesca. Pero bien poco se pudo hacer… hasta el 11 de septiembre. Entonces la seguridad norteamericana se convirtió en la preocupación de todo el mundo. Una fugaz visita a las islas por parte de las familias expatriadas y sus descendientes, prevista para noviembre de 2001, fue anulada por el Gobierno británico debido a la vehemente oposición de Estados Unidos. En la primavera de 2002, los nativos ilois no habían recibido autorización para ver sus lugares de nacimiento. (Fuente: “The Black Book of America”, Peter Scowen, 2003 Canadá).
No pudiendo extraer mas conejos de la galera, este insolente mentecato que se atreve a calificar como “poco convincentes y ridículas” nuestros alegatos, incursiona en una antropología barata y lacrimógena en la cual, para variar, se nos imputa el genocidio indígena. Basta una pequeña recorrida por cualquiera de nuestras provincias, o visitar las estaciones terminales de Retiro y Constitución, para advertir en el rostro de la mayoría de nuestros compatriotas el fenotipo de los pueblos originarios. Por otra parte, por ser un pueblo aluvional, integramos, sin aculturalizarlos, a pueblos de muy diverso origen, que no por ello perdieron sus costumbres, creencias y raíces. Y un ejemplo cabal es la Comunidad Galesa del Chubut. No temieron perder su idiosincrasia, pero al parecer, para el articulista, los dos mil malvinenses actuales, fruto de noches de borrachera y cruces endogámicos constituyen ¡una Herrenrasse!
Tal vez este particular criterio de ver la barbarie en el otro y no el salvaje en sí mismo, constituya una suerte de oportuna amnesia para olvidar crímenes coloniales como los que comentamos, o el genocidio de la población nativa de Australia y las famosas “guerras maoríes”. Y tal vez ello también explique que quien dice “conocernos y amarnos desde hace 40 años” proponga al final de su manifiesto una suerte de “propuesta superadora” que, parafraseando a Shakespeare se asemeja a “un cuento narrado por un loco”, a saber:
“Como mínimo, Gran Bretaña podría reconocer el reclamo argentino, sin acceder a él. Luego, todas las partes acordarían un “período de enfriamiento” de 175 años, bajo supervisión de la ONU (…) Así, Londres, Buenos Aires y Puerto Stanley podrían centrarse por entero en una cooperación a largo plazo para desarrollar la pesca, la energía y otros proyectos evidentemente muy rentables para todos”.
Una formulación desopilante que intentamos responder en las páginas del matutino. La respuesta que recibimos fue el más profundo silencio.
En el año 390 a J.C. el galo Breno atacó Roma y a pesar de que ésta poseía un fuerte ejército lo derrotó completamente en la batalla de Allia. Sin perder un instante se dirigió a la capital, a la que le puso sitio. Los romanos se defendieron como pudieron, pero no pudieron impedir que los guerreros de Breno asaltaran las murallas y ocuparan toda la ciudad menos el Capitolio.
Mientras las huestes de Breno se dedicaban al saqueo, los romanos sitiados en el Capitolio resistían heroicamente, pero al cabo de siete meses no pudieron hacer otra cosa que rendirse.
Breno exigió a los vencidos un gran rescate pagado en monedas de oro. Los romanos reunieron todo el oro que pudieron y empezaron a pesarlo en las balanzas que le había aportado el jefe galo, pero se dieron cuenta que las pesas que Breno había hecho poner en la balanza eran falsas, por lo que protestaron.. Breno por toda respuesta puso su espada sobre las pesas protestadas, con lo que inclinó más la balanza a su favor y exclamó:
- Vae Victis! (Ay de los vencidos)
A veinticinco años de la guerra de las Malvinas, la palabra de Breno continúa vigente. Siempre el vencido ha tenido que pagar sus culpas mientras el vencedor queda libre de las suyas
¡Ay de los vencidos!
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La prensa inglesa apoyó el reclamo argentino
El 3 de abril de 2007 el diario La Nación publicó unos cables de las agencias Télam y ANSA que decían textualmente:
“El periódico inglés The Guardian publicó ayer un editorial en el que señala que las islas Malvinas fueron “robadas” a la Argentina por Gran Bretaña “durante una era de dramática expansión colonial británica” y calificó de “justo y necesario” el reiterado reclamo argentino para discutir en negociaciones diplomáticas la soberanía del archipiélago.
En un artículo firmado por el periodista británico Richard Gott, se afirmó que la soberanía de las Malvinas “en algún momento tendrá que ser discutida en la mesa de negociaciones”.
En el editorial titulado “El reclamo argentino por las Malvinas sigue siendo bueno”, el reportero indicó que a pesar del deseo de los isleños el problema por la soberanía del archipiélago, actualmente en manos británicas “en algún momento deberá volver a tratarse”.
“La gente muchas veces me pregunta por qué los argentinos hacen tanto problema por las Malvinas. La respuesta es simple. Esas islas pertenecen a la Argentina. Ocurre que fueron robadas, ocupadas, pobladas y defendidas por Gran Bretaña”, destacó el periodista.
“Reclamo válido”
“El reclamo argentino es perfectamente válido, y su disputa con Gran Bretaña nunca se acallará. Debido a que gran parte de América latina está cayendo en manos del nacionalismo de izquierda, el gobierno de Buenos Aires disfrutará de un mayor apoyo de su retórica en el continente”, señaló el periodista.
Gott agregó que “todos los gobiernos de la Argentina, sin importar su estirpe, continuarán reclamando las Malvinas, de la misma forma que los gobiernos (serbios) en Belgrano reclamarán Kosovo.”
El reportero británico recordó además que las Malvinas “fueron robadas por Gran Bretaña en enero de 1833, durante una era de dramática expansión británica”.
Por su parte, el periódico conservador inglés The Times llamó en su edición de ayer al gobierno del primer Tony Blair a “reparar relaciones” con la Argentina por las islas Malvinas, cuando se conmemora 25 años desde el inicio del conflicto bélico en el Atlántico Sur.
En un extenso editorial, el matutino con más historia de Gran Bretaña afirmó que “es hora de reparar relaciones (con la Argentina), que en la actualidad son razonables pero no mucho más”.
“Necesitamos ver más intercambios y un fin de las hostilidades que continúan. Una mejoría en las relaciones bilaterales serviría para mejorar la confianza de los isleños y sus perspectivas a futuro”, completó.
Asimismo, el mismo día, el “Buenos Aires Herald” publicó:
“En ocasión del 25º aniversario del desembarco ordenado por el General Galtieri en las Malvinas, se pronunciaron innumerables discursos, pero quizá ninguno de ellos (ni siquiera el del vicepresidente Daniel Scioli en Ushuaia) haya hecho más por destacar la postura argentina que una opinión emitida al otro extremo del Atlántico: el artículo de Richard Gott en la edición del lunes de The Guardian. Allí Gott escribe que la Argentina tiene motivos “perfectamente válidos” para una reclamación “que nunca será abandonada” (menos aún bajo un gobierno nacionalista de izquierda), porque Gran Bretaña se apoderó de las islas en disputa a principios de 1833, “en una era de expansión colonial”.
En términos generales, Gott está en lo históricamente correcto (especialmente si tenemos en cuenta que el canciller británico en 1833 era lord Palmerston, el mismo que en 1839 declaró la guerra a China por negarse a comprar opio a la British East India Company y que en 1850 bombardeó Atenas para arrancarle a Grecia una exorbitante compensación).
La postura británica se reduce a que dos errores (Palmerston y Galtieri) se cancelen mutuamente y a que la posesión vale el título.
Quizá el único atractivo del argumento británico sea su raíz en la autodeterminación o soberanía popular en lugar de la noción de soberanía territorial que favorece a la Argentina. Por otra parte la Argentina no tiene cómo perder con el argumento de la soberanía territorial, pero podría ganar con el argumento de la soberanía popular con algunas estrategias mucho más creativas.”
Algunos periodistas intentaron darle alguna faceta actual al aniversario del conflicto trazando un paralelo entre la Guerra de las Malvinas y la intervención británica en Irak sobre la base de lo dicho por el primer ministro Tony Blair al historiador Simon Schama, cuando especuló que, de haber estado al frente de Downing Street en 1982, “habría hecho lo mismo” que Margaret Thatcher.
Sir Max Hastings, el famoso periodista británico que entró en Puerto Argentino en el momento de la rendición argentina, ex editor de Daily Telegraph y The Evening Standard, sostuvo en su columna en el diario de centroizquierda The Observer que lo ocurrido en Irak le hizo cambiar drásticamente de opinión sobre el conflicto en el Atlántico Sur.
“Las Falklands (Malvinas) eran un residuo del imperio que no tenía nada que ver con los intereses británicos – señaló – Después de 1982, le permitimos a Thatcher que inventara, a gran gasto, un interés estratégico en el Atlántico Sur, la existencia del cual ella nunca había reconocido antes, con el fin de justificar ex post facto el haber peleado la guerra.
La única lección importante de esa guerra es que éxito justifica todo – destacó Hastings – De haber sido derrotados, el gobierno de Thatcher habría caído. La victoria le permitió a la comisión Franks. (que investigó la acción política) cumplir con su deber, por pretender que el conflicto era inevitable. De la misma manera, si Irak fuera hoy una nación estable y pacífica, nadie diría ni pío sobre las armas de destrucción masiva, su ausencia o no. Blair hubiera salido oliendo a rosas”. (“La Nación”, 1/4/07)
El patriotismo como enfermedad mental
Existe en el acontecer universitario un personaje singular: es el profesor Luis Alberto Romero. Amo y señor desde el advenimiento de la democracia del “Shogunato” del Departamento de Historia de la Universidad de Buenos Aires, al cual con mano férrea dirigió y poseyó por más de veinte años, incursiona ahora, tal vez como manifestación de su espíritu renacentista, en los meandros insondables de la Psicología humana. En efecto, no satisfecho con haber dirigido a lo largo de su vida todo tipo de invectivas contra el revisionismo, el nacionalismo, el peronismo y otros epifenómenos “fascistas”, también apetece enseñorear en los claustros de la Facultad de Psicología, al menos, si nos atenemos a las formulaciones de un artículo donde describe el origen de la patológica megalomanía de sus compatriotas
¿Por qué hace veinticinco años fuimos a la guerra alegre e irreflexivamente?. La versión convenida tiene sus chivos expiatorios: el “general borracho y su “camarilla mesiánica”. Pero el recuerdo de la plaza unánime del 2 de abril asociado con la imagen de otras plazas unánimes, invita a reflexionar sobre causas más generales y responsabilidades más extendidas.
Esas causas tienen que ver con el síndrome nacionalista, entre soberbio y paranoico, que nutre e informa nuestra cultura política. En el siglo XIX, la construcción estatal de la identidad nacional se había fundado en la apelación constitucional a “todos los hombres de buena voluntad” que quisieran habitar el suelo argentino. Ellos eran, voluntariamente, los argentinos, sin distinciones de razas, lenguas o credos.
Pero a principios del siglo XX comienza la obsesiva búsqueda de una identidad argentina esencial, homogénea y permanente: el famoso ser nacional.(…) La política de masas demandó mitos, símbolos y consignas movilizadoras, y los más eficaces vinieron siempre del arsenal nacionalista.
A falta de raza o lengua singular, la identidad se fundó en la historia y el territorio. El territorio adquirió una entidad sacra y su intangibilidad se convirtió en la clave de la realización nacional. ¿Cuál era exactamente? El territorio argentino debía ser el del Virreinato del Río de la Plata. De acuerdo con el sesgo paranoico de nuestro nacionalismo, éste padeció desde 1810 sucesivas amputaciones – el Uruguay, el Paraguay, Tarija, las Misiones – a manos de vecinos codiciosos, acechantes, detrás de quienes se adivinaba la mano de Inglaterra, la “Pérfida Albión”, decidida a impedir que se concretara nuestro destino de grandeza. Las Malvinas, territorio irredento, resumieron eficazmente todos los agravios.” (Romero, Luis Alberto, “Malvinas: las marcas del síndrome nacionalista”. En “Clarín” 14/5/07)
¿Es creíble que quién detentó por décadas el Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, ignore las decimonónicas agresiones externas que sufrió nuestro país?; ¿Acaso desconoce las maniobras de Lord Ponsomby para separar la Banda Oriental?;
¿No le comentó su “maestro” Tulio Halperín Donghi, que un ilustre profesor de la Universidad de Pensilvania escribió: “Hacia ésta época (1850) Palmerston, primer ministro inglés, proyectaba apoderarse de Magallanes y la Patagonia” (John Cady “La intervención extranjera en el Río de la Plata 1838-50”)?.
Solo un necio o un malintencionado puede negar que haya apetencias foráneas respecto de la Argentina. La historia de nuestro sufrido suelo es generosa en ejemplos. Algunas veces hubo que echar a los gringos (en 1806, en 1807, y en 1845). Por eso nuestra adhesión y gratitud a quienes lo hicieron y sobre todo, a Rosas quien, además fue el autor de la unidad de la nación. El revisionismo no lo mitificó, lo reveló. El profesor Romero puede dedicarse a la sonrisa irónica, la risa mejora la digestión pero no perfecciona la ciencia política, pero Taft estaba muy serio cuando, siendo presidente de los Estados Unidos, dijo entre 1909 y 1913 “Todo el hemisferio será nuestro de hecho, como en virtud de nuestra superioridad de raza (sic) ya es nuestro moralmente”. Eso, en nombre de la democracia.
También está muy serio el emperador de Washington y otros monos con navajas nucleares cuando arrasan naciones en base a amenazas ficticias o construcciones metafísicas como el “eje del mal”. Esto, en nombre de la paz mundial.
Aquí si sería interesante el “abordaje psicopatológico” que el autor del artículo propone para el nacionalismo.
Fermín Chávez, que afortunadamente jamás integró “la corporación de historiadores”, como la llama Luis Alberto Romero, orgulloso de su pertenencia a la misma, decía que los ingleses llevaron a cabo ocho invasiones con el propósito de hacer pie en la Provincias Unidas del Sur
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- 1763 . Una flota angloportuguesa al mando del Almirante Mc Namara, intentó apoderarse de Colonia de Sacramento con resultado adverso. La nave capitana “Lord Clive” es hundida por las tropas del virrey Cevallos y muere gran parte de la tripulación, entre ella, su comandante.
- El comodoro John Byron toma posesión de Puerto Egmont en las islas Malvinas.
- Nueva provocación inglesa en las Malvinas. Una expedición al mando del Mayor Juan Ignacio de Madariaga, enviada por el gobernador de Buenos Aires, Bucarelli, rinde a los ingleses el 10 de junio de 1770.
- Primera Invasión Inglesa. Reconquista de Buenos Aires.
- Segunda Invasión Inglesa. Defensa de Buenos Aires
- Usurpación de las Islas Malvinas
- Bloqueo anglofrancés. Vuelta de Obligado.
- 14 de junio. Caída de Puerto Argentino. Segunda usurpación de las Malvinas.
En realidad, la filosofía que el sistema disimula – niega tenerla, pero la tiene – apunta a desconocer la existencia de un modelo neocolonial, con políticas culturales dominantes que se fueron estructurando, en muchos casos, en torno a ideologías desvalorizadoras del territorio-nación. El Rivadavia que se niega a San Martín afirmando: “lo mejor que le conviene a Buenos Aires es replegarse sobre sí misma”; el Sarmiento de “el mal que aqueja a la Argentina es la extensión” o de los artículos de El Progreso de Santiago de Chile; el Echeverría de “la patria no se vincula con la tierra natal” son ejemplos en diversos planos, de lo que afirmamos.
Otra parece ser la opinión de Winston Churchill (nieto) quien durante el desarrollo de la guerra vociferó: “Hay que revolcar a la Argentina en el barro de la humillación, hay que desalojarla de la tierra antártica que le corresponde a Gran Bretaña con extensión de sus derechos sobre las Falklands y sus dependencias Georgias y Sándwich” (Citado en el libro de Enrique Oliva “Desde Londres”).
En Inglaterra no se discute ni por el territorio propio ni por el ajeno. Pero para muchos “académicos” argentinos, la geopolítica debe ser una ciencia “oculta”.
“Ocurre que Luis Alberto Romero – como todo intelectual dominado por el ideologismo – tiene incorporados a su cosmovisión historiográfica una diversidad de prejuicios a los que él mismo y sus colegas han sacralizado elevándolos a la condición de ejes científicos inobjetables. Lo que no pasaría de una humorada de no mediar el hecho penoso de que quién así se comporta – sólo o en compañía de los aludidos pares – ha sido elevado, por portación de apellido y por emprendimiento propios, a la altura de un referente mayor del saber histórico.
Son muchos los que todavía recuerdan sus innumeras arbitrariedades como miembro de la Comisión Asesora de Historia, Antropología y Geografía del Conicet, allá por los cercanos tiempos del alfonsinismo, descalificando a importantes investigadores y a sus trabajos con el argumento baladí y fatuo de que no eran asimilables a lo que modernamente se entiende por historiografía, y de participar de una concepción de la misma “superada en el mundo hace medio siglo”.
Dueño de semejante lecho de Procusto, arbitro parcial y facciosos de los estudios sobre el pasado, y prueba viviente de ese “mal menor” que llama la Sagrada Escritura stultus in potestate, se entiende la liviandad con que ha decidido juzgar el carácter científico del revisionismo.
Así, en una nota publicada en ese órgano habitual de su promoción y la de todos los suyos, que es el diario Clarín, Romero sostuvo que “los revisionistas no querían hacer historia sino política, por eso no les preocupa el rigor” Lo cual, por supuesto, merece su desacuerdo. Pero a renglón seguido justifica y aprueba que Mitre, sin el más mínimo rigor, dijera:”que la patria nació en 1810”; cosa que “hoy un historiador no sostendría (…) pero está bien que él lo haya hecho, porque tenía una función política, cívica” (Caponnetto, Antonio. “Los críticos del revisionismo histórico” Tomo I. Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny” 1998).
Ya vemos la ubicuidad del colaborador de Clarín, que arremete contra todos menos con el que dejó un diario que preservara su memoria e intenta una pesquisa pseudopsicológica en busca del origen de esta enajenación mental del nacionalismo, donde cree encontrarla en un triángulo satánico compuesto ¡cuando no! por el Ejército, la Iglesia y el populismo.
“Instituciones poderosas fueron desarrollando esta idea, y la adecuaron a contextos diversos. La primera, el Ejército, garante de nuestra integridad territorial, celoso vigía de enemigos amenazantes y autoproclamado custodio de los superiores intereses de la nación, ubicados por encima de las instituciones de la República. La perspectiva militar alimentó la idea cerrada de unidad interior, contra potencias extranjeras o argentinos “apartidas”
La Iglesia Católica contribuyó a este deslizamiento. Postuló que la Argentina era una “nación católica” y se propuso su “reconquista” militante mediante la unión de la cruz y la espada: Otra vez, una unidad esencial y la exclusión del otro, en este caso de los argentinos no católicos.
Finalmente, los dos grandes movimientos democráticos, el radicalismoyrigoyenista y el peronismo, se proclamaron la expresión auténtica del pueblo y la nación, y excluyeron de la convivencia cívica y la participación legítima a sus adversarios, definidos como enemigos del pueblo.
La intangibilidad del territorio, depositario de la esencia nacional, se combinó con la unidad de la fe y la soberanía popular. Cada lenguaje tenía su especificidad, pero en conjunto se confirmaron y potenciaron recíprocamente y contribuyeron a consolidar esta matriz de una nación que para ser homogénea debía excluir y quizá destruir a sus enemigos, externos e internos” (Romero, Luis Alberto, Ibíd..).
Abusando de las interpretaciones psicologistas del articulista, podríamos inferir que las mismas responden a una suerte de “rebelión edipica” contra la memoria de sus mayores, ya que es por demás conocido que su admirado tío, el filósofo Francisco Romero fue Mayor del Ejército y que su padre no sentía contradicción entre declamar sus convicciones socialistas y profesar en el Liceo Militar.
Por otra parte, el rechazo a la institución que se creía “por encima de las instituciones de la República”, no fue obstáculo para que durante el gobierno del Proceso Militar fuera designado “responsable del área de Estudios Sociales en la elaboración del diseño curricular 1981”, como surge de su propio curriculum vitae (Caponnetto, Antonio. Ibíd..)
Pero sugerir que el nacionalismo o los nacionalistas fueron el soporte teórico de la metodología del exterminio, ya linda lo canallesco.
¿No sabe que desde las páginas de “Azul y Blanco” se defendió la democracia representativa al condenar, en 1956, bajo ley marcial, los fusilamientos del gobierno que su padre integraba y se condenó la exclusión electoral de la inmensa mayoría del país?
¿Dónde cree que se publicó por primera vez Operación Masacre de Rodolfo Walsh?
¿Ignora que durante el gobierno de la dictadura, el “Círculo del Plata” fue una de las pocas tribunas libres con la que contaron los líderes de todas las fuerzas políticas, a la sazón proscriptas?
El texto que comentamos es falaz, pero transparente. Expresa en su tosca simpleza el odio visceral que las causas nacionales y populares, la vitalidad religiosa y el patriotismo suscita en cierto “progresismo” o liberalismo de izquierda argentino. De esta suerte, con una terminología elemental y con un veneno más atribuible a un resentimiento de origen desconocido que a una lectura descarnada de la realidad, el profesor Romero contribuye a aumentar esta atmósfera de confusión en la cual hoy se pierde nuestra identidad cultural.
Despejando el “Manto de Neblinas”
No fue fácil para los autores de este ensayo aproximarnos críticamente al fenómeno de la Desmalvinización. Fue como beber el agua de salitre. Corroe el alma, indigna, enardece, percatarse que el espíritu de Aniceto Padilla y Saturnino Rodríguez Peña se encarna reiteradamente en algunos de nuestros compatriotas, generación tras generación.
Decía Juan José Hernández Arregui en “Nacionalismo y Liberación” que: “Todo libro anticolonialista, cuales quiera sea su éxito, es mas bien un fruto acre. Pues tales libros han manado de la desventura del país y no del narcisismo literario. Y si tal prestigio emerge, como es inevitable, de una obra áspera y crítica contra instituciones y figuras representativas del coloniaje, mas que valimiento, acarrea sinsabores, odios perdurables y calumnias, sólo compensada por la fe en la patria avasallada”.
Sin embargo, nos llena de esperanza advertir, en nuestra tarea cotidiana, que todavía yace encendido, en el “subsuelo de la Patria”, la flama que encendieron nuestros mayores. El pueblo aún espera la voz que lo interprete, que le diga al oído lo que espera escuchar. Un viejo proverbio chino postula que, para interpretar el presente y adivinar el futuro, hay que mirar en el espejo de la historia. Y es lo que pretendemos hacer al remontarnos a la memoria de Malvinas. Porque todavía la Argentina arde, secretamente, en algunos cerebros atrevidos.
Los argentinos juramos la Bandera alguna vez en nuestras vidas.
La fórmula del juramento que dice … “defenderla, hasta perder la vida fuera necesario…” no agrega nada respecto del tamaño del adversario que ofende nuestra bandera ni especifica que sólo la defenderemos si el adversario es más débil o más chico que nosotros. Nos comprometimos a defenderla y nada más.
Es lo que hicieron los hombres que fueron a Malvinas.
Publicado en: “Malvinas: la otra mirada” en colaboración con Francisco Pestanha, Enrique Oliva, César González Trejo y Elizabeth Carolina Hüdepohl. Buenos Aires. Corporación Buenos Aires Sur.2007
Muñoz Azpiri (h), José Luis “Se levanta a la faz de la Tierra, La construcción de una identidad”. Buenos Aires. Ediciones Fabro. 2017
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