Las antecedencias del proyecto económico del Justicialismo: revisión de la obra de Alejandro Bunge
(Dr. Miguel E. V. Trotta /UNLa.)
Introducción
Cuando se piensa en el desarrollo económico y social integral de Argentina, desde una perspectiva endógena y autodeterminada en su proyección, la referencia más inmediata es la remisión al período del Justicialismo en el gobierno, que se inicia en 1946. Estudios de mayor complejidad y profundidad analítica, remiten esa génesis a un punto de inflexión histórico acaecido con anterioridad. Ese momento, posee fecha de suceso histórico, que delimita el inicio del pasaje a otro proyecto contradictorio al oligárquico liberal. El 4 de junio de 1943, como fecha significativa del acceso al poder de una masa crítica predominantemente militar, comienza para muchos, un lento proceso de desarticulación del proyecto liberal oligárquico y una nueva construcción política que se desdobla de los propios procesos socioeconómicos en curso. Notablemente, el proceso de sustitución de importaciones iniciado en Argentina como consecuencia directa de la crisis de la economía internacional desde fines de la década del veinte; precipita la configuración de una nueva institucionalidad acorde con las necesarias adecuaciones de las políticas y las regulaciones, a la consolidación de ese modelo y su centralidad en un proyecto integral de desarrollo económico y social para la sociedad argentina. En ese marco y desde esa génesis es que se consolida una nueva e inédita alianza entre gobierno y sectores populares y en el plano de la producción un acelerado proceso de modernización capitalista, centrado en el desarrollo del sector secundario de la economía con claras propuestas de definición del industrialismo como proposición programática para lo que constituiría el núcleo duro del proyecto en marcha.
Sin embargo, mucho antes, han existido pioneros que han anticipado, en el contexto previo a estos períodos, los cambios en curso con el advenimiento de una crisis incipiente del Capitalismo central y las necesidades de revisión crítica de la inserción de nuestra economía en la economía internacional. Es decir que al momento de considerar estos cambios y la consolidación luego de un modelo de desarrollo económico, social y político autodeterminado del pueblo argentino es necesario hurgar en esa historia para dar con verdaderos pensadores que han anticipado su tiempo y que han generado corrientes de opinión para dar curso a ese devenir histórico de realización de una economía, con promoción de la igualdad social y con claras materializaciones de ampliación de la soberanía nacional.
En este marco es que es necesario traer con visibilidad histórica, la presentación del pensamiento de un notable economista argentino que se constituye en uno de aquellos pioneros que han marcado el horizonte de transformación y de desarrollo para nuestra sociedad argentina. Este es el caso de Alejandro Bunge. Tal como lo rememoran sus discípulos, en un gran
texto publicado post mortem, denominado Soluciones Argentinas: “….Fue un revolucionario; esperó ansiosamente la hora de la Nueva Argentina y la preparó con su prédica y con su ejemplo. No pudo vivirla, más su paso firme y seguro, su respeto absoluto por los principios inmutables, trascendentes, su afán constructivo, su consideración por lo bueno aunque no
fuera lo mejor, su visión completa del panorama nacional su acción planificadora en fin, nos guiarán sabiamente en el camino que deberá recorrer aún la Argentina, antes de alcanzar su destino…” (Instituto Alejandro Bunge, 1945, pág. 7). En toda la pléyade de pioneros del industrialismo argentino, en su gran mayoría pertenecientes a las Fuerzas Armadas, la condición de civil de Bunge, también pone en escena la desmitificación que ha sido sólo un sector nacionalista del Ejército el impulsor de los cambios. Se trataba de un contexto de transición donde la única distinción más allá de pertenencias institucionales se debatía entre desarrollo social y económico o continuidad de la dependencia semicolonial respecto del centro. Es en esos quiebres, en que la historia presenta a algunos visionarios que pueden señalar el camino. El pensamiento de uno de ellos con el aún hoy arroja luces sobre el presente. En las páginas que siguen se comparten los trazos de su obra.
Breve recorrido biográfico de Alejandro E. Bunge
Alejandro Bunge, nace en Buenos Aires en 1880, año perteneciente al período coincidente con la consolidación del modelo liberal oligárquico y agroexportador en Argentina. Este dato no es menor debido a que la vida de Bunge transcurrirá coincidentemente con el período de auge de este modelo hasta su crisis y con la crisis del Capitalismo de fines de la década del veinte y principios del treinta en el siglo XX. Esa transición histórica de la economía argentina con el agotamiento del ciclo agroexportador, va a tener en Bunge a uno de sus principales voceros desde una producción enraizada en los problemas de su tiempo. Su fallecimiento se produce en otro año muy especial para la historia política y económica del país, en 1943. Significativo porque el modelo agroexportador transita por un punto de inflexión hacia la conformación de otra matriz económica y productiva del desarrollo, pero además porque nuevos actores asumirán la tarea histórica de ponerlo en marcha y el golpe militar del 4 de junio de 1943, con el núcleo militar que encarna ese proyecto, inicia un nuevo período cuyo punto cúlmine serán las políticas justicialistas desde 1946 a 1955 y sus proyecciones.
Bunge nace en el seno de una familia conservadora de origen alemán y perteneciente a una elite económica, vinculada a lo que posteriormente será el grupo económico Bunge y Born. Inicialmente y si bien su familia no provenía de un origen católico, Bunge comienza una carrera sacerdotal para lo cual se dirige a Alemania donde además se gradúa de Ingeniero. Este dato lejos de ser anecdótico es fundamental, ya que en ese marco, consolidará una fuerte formación en Economía, arraigada en la tradición del humanismo cristiano de fuerte inspiración neotomista. En efecto, el marco de esta corriente se encuentra en concepciones filosóficas, epistemológicas y científicas fundadas en la preeminencia de la idea del bien común, opuestas al individualismo liberal con un fuerte sentido ligado a la solidaridad social y en el período en el que Bunge se forma, en el seno de esta perspectiva, se promueve la adaptación de estos postulados a los nuevos cambios sociales, tecnológicos y productivos con un fuerte apelo a la conformación de una nueva institucionalidad política y económica para su proposición como opuesta y superadora del Capitalismo liberal. Sin embargo, esta corriente no supuso solo la conformación de un ideario abstracto sino de una profunda praxis social ligada al filantropismo y la solidaridad y ayuda mutua como medios de superación de las consecuencias sociales del desarrollo capitalista. La pobreza y los procesos de pauperización también fueron tomados como objetos prioritarios de conocimiento y de intervención como problemas sociales por esta corriente. Es en ese marco que la intelectualidad y estas asociaciones (mutuales, cooperativas, sindicatos) a través de su práxis social fueron parte del clima de época en el que la Iglesia Católica emitirá la Encíclica Quadraggessmo año (1931) referida a la continuidad de la Rerum Novarum (1891) consolidando las bases de la denominada Doctrina Social de la Iglesia. Es en este contexto en el que se formará Bunge, en medio de la institucionalización de la Iglesia a partir de este documento, de una perspectiva económica signada por la reforma de una economía basada en el egoísmo individual y la racionalidad individual relativista hacia una proposición de una economía basada en la caridad cristiana, donde el predominio subyace en la conformación predominantemente axiológica de los procesos económicos por encima de una naturalización inherente a acciones presumiblemente libres de una economía de mercado. La puesta en debate de la propiedad, en tanto distinguir el dominio de su ejercicio, permiten discutir un aspecto clave que distinguirá esta propuesta tanto del colectivismo socialista como del individualismo liberal. Una economía que tiene por centro el Bien común y que contiene las dimensiones políticas no segmentadas de lo técnico, comenzará a discutirse en el seno de la sociedad en la que Bunge se forma en esta primera etapa de su vida. Posteriormente y a su regreso al país, comienza a trabajar en el Departamento de Estadísticas del Estado, en el que su pensamiento político y social cristiano se enriquecerá con una sólida formación en ese campo de tal modo que desde el período de entre guerras (1919 a 1940) Bunge consolidará una prolífica producción de escritos y sobre todo la publicación de una revista sobre Economía, consideradas de las más importantes de la época y donde fundamentalmente denunciará el agotamiento del modelo agroexportador y la necesidad de la construcción de una economía socialcristiana de desarrollo basada en la promoción de expansión del sector secundario de la economía.
Es en ese plano que puede sintetizarse de este modo el recorrido de Bunge en su sentido formativo “..Bunge fue una personalidad multifacética que combinó al economista con el demógrafo, al católico social con el especialista en estadística y al consultor de grupos empresariales con el funcionario en el área de las estadísticas públicas, además de ser editor de una influyente revista especializada y columnista en temas económicos. Sus estudios abarcaban distintos campos de las ciencias sociales, e iban de la economía a la demografía, de la sociología a la estadística, incluyendo la ingeniería que era su formación universitaria..” (Resico, 2012) Pero además de todo esto, Bunge desarrolló una praxis muy cercana a los grupos católicos de trabajadores promoviendo y aportando en su sindicalización, en el desarrollo de actividades convergentes con grupos católicos asistenciales como Cáritas, entre otros. Es decir, actividad intelectual y compromiso político conformaron parte inescindible de su derrotero propositivo. Desde 1912 a 1912 participará junto con el padre Luis Grote de la Liga Social argentina, antecedente histórico de la Democracia Cristiana y será desde ese marco que asumirá la conducción de los “Círculos católicos de obreros”. Es decir, su formación desde el campo de las denominadas ciencias duras y su sólida formación científica se funde con el pensamiento social cristiano, idea y acción forjadoras de su pensamiento. Fue Director Nacional de Estadísticas, con una constante preocupación por las condiciones de vida de los obreros y sus familias (“el hogar y la familia obrera” como su discurso revela de modo inescindible) para desde ahí poder analizar en profundidad la estructura productiva y económica de la sociedad argentina. Y será esa misma praxis la que lo lleva a especializarse en el conocimiento metodológico de economía y ciencias sociales como construcciones epistemológicas propias, que parten del objeto y en ningún modo de introducción de categorías externas. En suma, la proposición del desarrollo económico que va a promover incesantemente, desde mediados de la década del veinte hasta su muerte, es la de una economía superadora del modelo agroexportador, al que consideraba agotado con una proposición de diversificación de la economía, que implicará la preeminencia del desarrollo de la industria, la conformación de una economía de base industrial y una coexistencia de la producción primaria con la producción secundaria con un sentido subsidiario y complementario de la primera respecto de la segunda. Todo esto en un marco muy anterior, como se ha dicho, a las políticas que luego instituirán estos cambios que devendrán en el período posterior, con el gobierno justicialista iniciado en 1946. Asimismo, desde esa época, tuvo una destacada implicación en el sector privado, trabajando en numerosas empresas nacionales y extranjeras de las cuales en muchas de ellas formó parte de sus directorios. Desde allí, también tuvo participación activa en las Cámaras empresariales con lo que amplió su conocimiento empírico sobre los actores involucrados en los procesos de cambio de la época. En el período fue asesor de la Unión Industrial argentina y fundador de la Confederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción.
Ingresa en la actividad académica en 1913 para dar clases en la Facultad de Derecho en la materia de Estadísticas, de la Universidad de Buenos Aires. Fue miembro de la Academia de Ciencias Económicas y en 1918 funda y publica hasta su muerte la Revista de Economía Argentina, siendo su director y empresa en la que va a desarrollar toda su producción teórica y política propositiva. En suma, su pensamiento ha sido traductor de los cambios de la época y de las posbilidades reales de la promoción de un proyecto de desarrollo económico, humano y social que ha tenido influencias en las políticas que continuaron. Se examinarán a continuación los rasgos centrales de su pensamiento.
Su producción se inicia directamente en una evaluación general del desempeño del modelo agro-exportador, que la Argentina había adoptado en la segunda mitad del siglo XIX. A partir de sus análisis estadísticos, Bunge advirtió que las fuerzas productivas que habían dado origen a la consolidación del modelo agroexportador (disponibilidad de tierras, crecimiento poblacional y corrientes migratorias, inversión externa (servicios) y demanda internacional de productos del mercado interno, desde inicios del treinta) comenzarían a deteriorarse y con ellos su evidente estancamiento de la economía. Pero más aún y consecuente con la perspectiva católica de su formación, también analiza las desigualdades regionales del desarrollo socioeconómico que produjo el desarrollo histórico del modelo agroexportador. En la década del treinta su pensamiento evolucionará desde una perspectiva de desarrollo abierto, más cercano al pensamiento económico ortodoxo a una reconfiguración y proposición de una economía centrada en el desarrollo del mercado interno e industrialista, inspirada en los principios del socialcristianismo. Por ello es que los problemas sociales como los del déficit habitacional y las condiciones de vida de los trabajadores, serán también tomados como dimensiones constitutivas de su pensamiento económico por considerarlos momentos constitutivos de una misma totalidad y de un mismo problema a enfrentar para el cambio de la matriz productiva del país.
Las propuestas económicas industrialistas centradas en el desarrollo del mercado interno en el pensamiento de Alejandro Bunge
El contexto en el que Bunge comienza a desarrollar su obra, está signado por el auge del modelo agroexportador y su correlato institucional como lo fue el régimen liberal oligárquico. Cuando se manifiesta el carácter anticipatorio de Bunge sobre la necesidad de la transición de la economía argentina en su inserción en la economía internacional como país productor de bienes manufacturados, en modo alguno abandona la idea de una estrategia combinada entre producción primaria y secundaria, sólo que promediando la década del treinta y desde sus publicaciones comienza a tornar visible la necesidad de un proyecto altamente industrializador que en el nuevo proceso de división internacional del trabajo, producto de la crisis del treinta Argentina logre superar la condición de economía subsidiaria y de país satélite de los países centrales tal como el afirmaba. Sin embargo, antes de avanzar, es necesario detenerse como evaluaba Bunge las condiciones reales para que la economía argentina pudiese diversificar su matriz productiva y estructurar un mercado interno que dotara de sustentabilidad el proyecto de industrialización. Los problemas a los que contribuyó Bunge fue diagnosticar como una vez superada la fase agraria, los problemas a resolver ahora se configuraban como: la liberación de la dependencia económica extranjera, la conquista de nuevos mercados donde productos primarios y secundarios pudiesen ser exportados, el decrecimiento vegetativo y la baja natalidad como obstáculos al desarrollo económico de base industrial, la elevación del nivel de vida de la población y la reducción de la pobreza, mediante aumento y redistribución del ingreso en la sociedad, la vivienda digna, la resolución del infra consumo y el desconocimiento de las capacidades humanas y materiales del país para disponerlas en los procesos de reestructuración económica en el sentido planificado con orientación al bien común. Todo ello anticipadamente desde la década del treinta a principios de los cuarenta, cuando estos debates no eran dominantes como proposición socioeconómica de desarrollo. Hacia fines del treinta y desde su revista Bunge comienza con una evaluación de las condiciones monetarias para la sustentabilidad de un proyecto de desarrollo industrial. Es significativo como analiza en varios de los números de la Revista de Economía Argentina, la estabilidad monetaria como precondición básica de ese desarrollo. La consideración acerca de las fluctuaciones como procesos inherentes a la economía, del establecimiento de los precios internos e incluso del poder de compra en el exterior son demostraciones empíricas de esa dinámica. Pero en Bunge es clave la definición de la evitación de las fluctuaciones monetarias profundas que conducen a la desvalorización de la moneda. La consolidación de una moneda que fluctúe controladamente, es prerrequisito para la conformación del nuevo orden económico. En esa década Bunge realiza un diagnóstico anticipatorio y estructural del contexto previo al desarrollo de las políticas justicialistas en el que denuncia la vulnerabilidad de la moneda frente a las turbulencias externas: “….la puerta del cambio libre es muy chica, la afluencia de grandes capitales flotantes durante una semana basta para valorizar fuertemente al peso en el mercado libre y una brusca salida de capitales de ese género basta para desvalorizarlo desmesuradamente…” (Bunge, abril 1938, pág. 6). Y es desde una síntesis de sus estudios de treinta años sobre la cuestión monetaria que va a afirmar que en esa década el peso ha sido una de las monedas más estables en el mundo en sus funciones internas y que en ese momento histórico, el Estado disponía de recursos suficientes para enfrentar las fluctuaciones graves en los cambios internacionales. Es decir, aboga por la estabilidad monetaria en relación con la libra, tanto en el cambio oficial como en el cambio libre. Esto es porque no es ajeno al pensamiento de Bunge la alta dependencia de la economía argentina y de su pasivo respecto de Gran Bretaña. La estabilidad de la moneda, con relación a la libra la entiende como requisito para la generación de un nuevo proceso de desarrollo industrial desde una recuperación soberana de la moneda (Cfr. Bunge, mayo 1938, pág. 99). Todo lo mencionado anticipa en gran medida las estrategias de apreciación desde las políticas monetarias aplicadas en la década posterior. Es en las postrimerías de esa década del treinta en la que Bunge consolida su teorización, como producto de su praxis social y su diagnóstico anterior sobre el agotamiento del modelo agroexportador, respecto de la proposición de un fomento y consolidación de una matriz industrial para la economía argentina proceso aún incipiente en esa década en el país en el que recién se iniciaba el proceso de sustitución de importaciones.
Como resumen síntesis de su pensamiento sobre el tema, se expresa claramente en la Revista de Economía Argentina y en el recientemente otrora creado Semanario “Acción Industrial” en julio de 1938. Efectivamente, Bunge participa de la fundación de ese Semanario y desde allí es posible encontrar de qué modo y anticipatoriamente, percibe el estado de las condiciones objetivas para consolidar el desarrollo industrial, con base en la composición de la población económicamente activa, la capacidad instalada y las condiciones de competitividad de los productos manufacturados argentinos en el mercado interno respecto de similares importados y en el marco internacional. El desarrollo industrial, ya en 1938 para Bunge deja de ser una aspiración o una posibilidad para convertirse en un estado de situación objetivo que no solo hay que sostener sino amplificar y aumentar en producción, inversiones, tecnologización en el marco de un proceso de desarrollo que resuelva las desigualdades sociales y regionales promovidas por el desdoblamiento del modelo agroexportador. Existe en Bunge, en un artículo escrito en 1939 (Cfr. Bunge, marzo 1939, págs. 71 A 77) la demostración empírica de lo que califica desde este sentido, a la Argentina como país abanico, una analogía por el desarrollada y luego multiplicada como metáfora, posteriormente utilizada en muchas obras de economía argentina. Desde esta segmenta tres zonas concéntricas que abarcan: una primera con la ciudad de Buenos Aires y gran parte de la región pampeana, una zona central más amplia en su longitud norte sur que contiene la zona central del país y la tercera lindante con la zona andina, el noroeste y la Patagonia desértica. De tal manera que la zona que incluye la región pampeana es la de mayor concentración poblacional, mayores recursos y explotación productiva y la que concentra además los beneficios de este modelo agroexportador. Conforme la mirada se desplaza hacia las otras regiones segmentada por su análisis, todo ello se contrae implicando las desigualdades productivas, de recursos, de desarrollo económico y social por las condiciones objetivas relevadas empíricamente. Pero desde ese diagnóstico de crisis de la matriz agroexportadora, desarrollada desde inicios de la década del treinta, con mucha pertinencia y agudeza avizora la transición en curso como irrefrenable y además deseable: “….El porvenir de la industria nacional ha dejado de ser una aspiración ideal. Es ya una posibilidad inmediata que se afirma en la magnífica realidad del progreso actual de nuestras manufacturas, cuyo ritmo, en el último decenio, se ha acelerado inesperadamente…” (Bunge, agosto 1938, pág. 238).
Es decir no sólo advierte el estado de situación de las condiciones del incipiente proceso de industrialización sino que al mismo tiempo percibe las condiciones en emergencia que permitirán su desarrollo futuro “…..Las condiciones de la economía mundial, el esfuerzo de nuestros hombres de empresa, las características sobresalientes del mercado interno de consumo, han determinado extraordinarios crecimientos de la industria fabril en Argentina diversificando sus funciones y mejorando sus artículos, en tal forma que hoy puede competir en calidad y precio, en muchos de los renglones del mercado nacional” (Bunge, agosto 1938, pág. 238).
Con la disposición de datos estadísticos y cualitativos por su cercanía con los procesos que debate, el diagnóstico de las condiciones objetivas de la modernización capitalista en curso y sobre la emergencia de sus condiciones constitutivas, demuestran la claridad y la dirección política de su análisis. Más en detalle se cita el momento de aquellas condiciones objetivas como punto de inflexión para transitar de un modelo agroexportador al industrial “….Las cifras del último censo industrial, incompleto, han revelado que más de 40.000 industriales, con más de 4.000.000.000 de pesos invertidos en sus fábricas y talleres y ocupando medio millón de empleados y obreros, de cuyos salarios vive más de la cuarta parte de la población, producen artículos por valor de 3.500.000.000 de pesos anualmente. Estas cifras demuestran que la industria dentro de la economía argentina ocupa el primer puesto en importancia de las fuerzas que mueven nuestra riqueza……..con lo que antecede, dejamos fijada la necesidad de una amplia información industrial, como instrumento imprescindible para orientar y perfeccionar tal índole de negocios, necesidad que trataremos de satisfacer mejorando nuestros servicios informativos constantemente..” (Bunge, agosto 1938, pág.241).
Es decir en el texto de referencia no solo se advierte el diagnóstico de situación, sino al mismo tiempo de un pronóstico acerca de, cuál es la oportunidad que el contexto presenta para transitar hacia un proceso de desarrollo económico sostenido, desde una profundización de la reestructuración económica basada en el desarrollo industrial. Por tanto, como parte de aquella masa crítica anticipatoria de los cambios, se dispone desde los medios que posee a contribuir con esos procesos de transformación en curso. Lo que hasta ese momento no advierte Bunge, pero por las propias limitaciones que el contexto presenta en tanto condiciones objetivas de las relaciones de producción emergentes y la institucionalidad política aún con la hegemonía de una burguesía oligárquica agroexportadora, es que la magnitud del proyecto que percibe en ciernes, no será posible con esa institucionalidad demoliberal oligárquica legitimadora del modelo agroexportador.
La institucionalización y estructuración de una transformación radical de la economía argentina no será posible únicamente a través del desarrollo autónomo de los procesos económicos con independencia de las transformaciones institucionales, políticas y necesarias que conformen el marco de viabilidad necesario para el cambio. Esto sólo se consolidará como un nuevo orden económico interno, a partir de las políticas desarrolladas por la planificación del Estado Justicialista.
Su perspectiva socialcristiana, promueve por la tanto una economía socio productiva con una gran atención a los problemas sociales y su resolución. La importancia de su perspectiva radica en nunca deslindar la Economía política de sus formulaciones teóricas evitando así la reproducción de una propuesta económica abstracta, con escasa vinculación con las condiciones materiales de vida de la sociedad.
Conclusiones
El carácter anticipatorio pero con rigurosidad científica en la base de sus argumentaciones merece su explicitación desde alguna de las afirmaciones que realizara con mucha anterioridad a lo expuesto pero que señalan el norte del pensamiento prematuro de Bunge sobre esa Argentina por el soñada. En 1917, en su carácter de Director General de Estadística de la Nación, redacta en diciembre el Informe oficial anual de ese organismo público (Instituto Alejandro Bunge, y en el que expresa más abiertamente su claro y pionero posicionamiento político: “Todos los países civilizados tienen su política internacional propia, que oponen a la de los demás países. Nosotros, en cambio, tenemos la política internacional que nos imponen los demás países..” (Instituto Alejandro Bunge, 1943, pág. 7) En una clara definición de la situación de dependencia económica respecto del centro, En ello radicará la centralidad que adquiere para nuestra independencia definitiva como Estado y como sociedad la generación de un proyecto económico endógeno promotor del crecimiento sostenido de la economía y la elevación de la calidad de vida de la población. Sigue en el mismo texto: “…Se trata en fin de crear una política económica argentina, política que jamás ha existido y que nos es tan necesaria como nuestras instituciones sociales y administrativas…” (Instituto Alejandro Bunge, 1943, pág. 8).
La preocupación central que mueve a Bunge es demostrar que el bienestar y el desarrollo independiente como nación, se encuentra fundamentalmente en el desarrollo de las condiciones de producción y distribución de una economía centrada en un proyecto autodeterminado, en el que los patrones del desarrollo no sean subordinados externamente sino generados y consolidados en el orden interno. No se trata solo de una independencia de corte formal institucionalista, en el pensamiento de Bunge los condicionantes estructurales son centrales al momento de conformar el Estado y la nación como colectivo independiente y soberano.
Lo que implican estas afirmaciones iniciales es el continuum de una coherencia en su vida intelectual y política y en particular el modo de conformar un pensamiento económico nacional que trascendía las propias posibilidades de la inmediata transformación de la economía argentina del momento.
Desde las antiguas concepciones de las tradiciones fundantes de las ciencias sociales, aún en su diversidad, existe una mirada convergente acerca de los condicionantes sociales sobre la singularidad de los seres. Dicho de otro modo, es imposible que un sujeto individual pueda ser capaz de trascender a su tiempo y a su contexto de un modo tal que pueda analizar y proponer acciones para las cuales no existen aún las condiciones constitutivas contextuales de esas acciones. Si bien la obra de Bunge como producción situada en un contexto particular, de transición histórica, aún bajo esa coerción del contexto, desde su pensamiento ha sido capaz de articular los principales procesos constitutivos de los cambios y orientarlos en dirección de un proyecto económico y político que van a encontrar su materialización en la obra del gobierno justicialista de Juan Domingo Perón desde 1946 a 1955. Analizando sus interlocutores, a lo largo de algunos artículos de su Revista, es posible encontrarse con ponencias del gran José Miguel Francisco Luis Figuerola y Tresols, con quien mantuvo una estrecha relación en las décadas precedentes al advenimiento del justicialismo al gobierno. Figuerola y Tresols, a quien en 1946 el propio Perón le encomendara la dirección de la formulación del Primer Plan Quinquenal, que recogía muchas de las proyecciones debatidas por Bunge desde principios de la década del treinta hasta su muerte en 1943. Si bien queda para la especulación o para estudios más profundos sobre el particular en el que se debata como ha sido ese juego de influencias entre estos grandes pensadores nacionales, lo cierto es que ambos fueron fruto de un contexto, de una época transicional en la que la mayor carga de producción teórica, práctica, propositiva y política para la transformación de la matriz productiva y para el inicio de un proyecto de desarrollo económico y social nacional, proveniente de un compatriota no militar, ha sido sin dudas la desarrollada por Alejandro Bunge. Su legado ha sido el impulso, poco antes de su muerte del Instituto Alejandro Bunge de Investigaciones Económicas y sociales, desde el cual sus hijos y discípulos continuaron su obra.
Desde ellos, en textos de 1943 puede leerse la continuidad de su pensamiento: “…Felizmente hoy los hechos por su propia importancia y gravitación, imponen una política. Mas modernos conceptos de gobierno que se abren paso con nuevos hombres públicos y la importancia adquirida por la industria en el orden económico y como factor preponderante para la defensa nacional, difícilmente permitirán su retroceso, sino por el contrario, un amplio estímulo para su progreso, racionalizándolo, como es natural, a la capacidad de trabajo de nuestra población, a su consumo interno y a la convivencia con una agricultura y ganadería cuya excepcional calidad y amplios saldos exportables aseguran no solo el bienestar alimenticio de nuestro pueblo sino que contribuyen al mejoramiento sanitario de la humanidad..”( Instituto, Alejandro Bunge, 1943, pág. 105) He allí la más acabada síntesis del legado del pensamiento de Bunge, en la voz de sus continuadores.
Bibliografía
Bunge. A. (1938) “Acción industrial” En: Revista de Economía Argentina, Año XX nro. 242, Tomo XXXVII, Buenos Aires, agosto 1938.
Bunge. A. (1939) ““¿Qué vamos a exhibir los argentinos en el primer Congreso Internacional de la Vivienda Popular?” En: Revista de Economía Argentina, Año XXI nro. 253, Tomo XXXVIII, Buenos Aires, julio 1939.
Bunge, A. (1939) “Nuestra inesperada y prematura madurez” En: Revista de Economía Argentina, Año XXI nro. 251, tomo XXXVIII, mayo 1939)
Instituto Alejandro Bunge (1943) Soluciones Argentinas, Buenos Aires, Ed Kraft.
Resico, M. F. (2012). Aportes del humanismo cristiano en economía al desarrollo argentino : vida y obra de E. Lamarca,A. Bunge y F. Valsecchi [en línea]. En Doscientos años del humanismo cristiano en la Argentina : dimensión ética,compromiso con la república, la democracia y el bien común. Buenos Aires : Educa. Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/investigacion/aportes-humanismo-cristiano-resico.pdf
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