Buenos Aires, 21 de agosto (Télam, por Fernando Del Corro).- “Patear el tablero”, el libro escrito algunos meses atrás por Walter Alberto Moore, merece ser leído por aquellos que tienen conciencia, o al menos la intuición, de que se está ante una crisis terminal de un modelo que se desarrolló particularmente en el mundo luego de concluida la Segunda Guerra Mundial; su subtítulo “Para instalar una economía post-capitalista” es toda una definición en la materia.
En realidad no se trata de un texto académico de economía ya que a lo largo de sus 256 páginas Walter Moore va revolviendo, entre la basura que encuentra, toda la perversión sistémica que golpea a la inmensa mayoría de la población planetaria y, en consecuencia, responde con propuestas para cuestiones que si bien están fuertemente imbricadas con la economía poseen una alta especificidad como, por ejemplo, las temáticas demográficas y militares.
La cuestión central en la que se plantó el autor para desarrollar el eje de su propuesta tiene que ver con el fenómeno monetario y para ello lo hizo retomando algunas ideas centrales del más importante economista argentino de la historia, aunque nacido en la actual Bélgica, Jean Silvio Gesell, el mismo que tuvo un comercio de productos para bebés y que es el epónimo de ese balneario atlántico fundado por su hijo Carlos Idaho Gesell.
Silvio Gesell, muy poco conocido y casi nunca citado por los académicos argentinos, ha merecido el inmenso respeto de quienes profundizaron la cuestión monetaria, al punto de que el británico John Maynard Keynes, en su “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” le dedicó todo el Apartado VI del Capítulo 23 donde afirma que con el tiempo aquél llegará a ser más importante que Karl Heinrich Marx; afirmación atrevida y discutible pero que obliga a estudiar el tema.
Asimismo es muy significativa la similitud temática de “Patear el tablero” con esa obra magistral del otro realmente grande entre los economistas argentinos, Alejandro Ernesto Bunge, “Una nueva Argentina”, editada en 1940, en la que definió al país como “abanico” por la concentración de riqueza, población y servicios en una franja de 580 kilómetros alrededor de la capital y en la que, además, echó por tierra el endiosamiento de la moneda y analizó la estrategia de defensa.
Moore también se basa en su trabajo en la vastísima obra del filósofo húngaro Ervin László en la que desarrolló la “Teoría del caos” según la cual “La nueva edad de la humanidad, como las otras edades anteriores, nacerá del vientre creativo del caos, y por primera vez en la historia se ofrecerá la oportunidad de ejercer una conducción consciente”, algo que fue escrito un poco antes del estallido de la actual crisis y cuyo postulado se potencia en “Patear el tablero”.
A lo largo de los capítulos se pueden encontrar afirmaciones opinables pero útiles precisamente para poder tratar, vía reafirmación o refutación, de profundizar la búsqueda de una salida diferente a la barbarie capitalista, de no prosperar el socialismo, que preanunciaron el mismo Karl Marx, Rosa Luxemburgo y Cornelius Castoriadis, entre otros grandes pensadores, y que en sus tiempos fue, con sus matices, el final de grandes imperios como el Antiguo Egipcio y el Romano.
El centro del trabajo está, como en Gesell (“Hacia la reforma monetaria como puente hacia el estado de bienestar” y “El orden natural de la economía”) en la problemática dineraria y financiera que descolgada de la condición de referencia entre bienes se convierte en una mercadería en sí que al poder ser emitida por los dueños del poder mundial da lugar a un sistema usurario de apropiación de la riqueza producida por el esfuerzo de miles de millones de seres humanos en todo el mundo.
En el libro, que fue presentado en el stand de Télam durante la más reciente “Feria del Libro”, evidencia la verdadera profesión del autor, la de diseñador industrial, con sus sucesivos esquemas gráficos, uno de los cuales muestra tres círculos: los de población, territorio y tecnología, surgiendo del cruce de estos dos últimos la producción, de los dos primeros la construcción, del primero y del tercero el bienestar y de esas seis patas queda en el medio la política económica.
Lo relacionado con la población y el territorio es uno de los aspectos centrales de la propuesta alternativa que hace a la construcción de un nuevo modelo de ocupación demográfica en el cual aparece como fundamental la eliminación de las mega ciudades, funcionales al sistema en decadencia, y la aparición de una multiplicidad de centros urbanos acordes con una economía más racional donde todos tengan asegurada una vida digna sin necesidades pero lejana del consumismo.
Otro aspecto importante de Moore es su propuesta sobre las “sociedades comunitarias” como alternativa a las sociedades anónimas del capitalismo despersonalizado de nuestros tiempos el cual, con las quiebras de grandes empresas de todo tipo en las últimas décadas, ha venido confirmando los temores que al respecto ya, dos siglos y medio atrás, expusiera el escocés Adam Smith y que luego siguieran otros como el estadounidense John Kenneth Galbraith.
Como conclusión, un libro para leer y pensar, no necesariamente para coincidir en cada una de sus afirmaciones, pero del que, en estos tiempos, cuando hasta los europeos tiran por la borde los principios del estado de bienestar que diseñara el bengalí William Henry Beveridge, y patean del tablero hasta a sus propios trabajadores que durante décadas recibieron su cuota del saqueo periférico, se puedan elaborar ideas para patear del tablero a los responsables de este nuevo colapso.
Claro que, como colofón, merece mencionarse la recuperación que Moore hace de la palabra perduellio, aquella que en la antigua Roma republicana sirvió para identificar a los traidores a la patria y a los que la ley condenaba, indefectiblemente, a muerte; una palabra que se perdió con el correr de las centurias, aunque recuperada allá por la Inglaterra de Enrique VIII, y que hoy se conserva como “perduellione” en el idioma italiano pero que no aparece en los diccionarios castellanos.
Así, el autor, a medida que avanza en sus reflexiones, recurre a dicha expresión, etimológicamente más apropiada que la misma de cipayo, para identificar a los servidores del poder usurario que traicionando a sus pueblos saquean el planeta, destruyen las estructuras familiares y se convierten en cómplices y socios de las grandes corporaciones transnacionales y enemigos a vencer para “la reconstrucción después del desastre neoliberal”.
Moore, Walter; “Patear el tablero para instalar una economía post-capitalista”; Editorial Punto de Encuentro; Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina; 2010. (Télam).
fdc-
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