El más grave problema que afecta a la Argentina no es la inseguridad, ni el desempleo, ni la inflación, ni la corrupción, ni el presupuesto educativo, ni el deterioro de la salud pública, ni la deuda externa, ni los accidentes de tránsito, etc, etc.
Todos estos males que nos afectan son consecuencias, o síntomas de algo mucho más grave.
El problema esencial de los argentinos, es nuestro fracaso en producir una élite dirigente que sepa pensar (valga la redundancia).
Porque los rasgos esenciales del pensamiento son la creatividad, la libertad y la honestidad.
Nuestras élites de producción simbólica – ya que los símbolos son el material esencial de trabajo de las élites-, son miméticas, lacayas y deshonestas.
Esto se verifica en cualquier ámbito del sistema de producción simbólica, sean oficinas de redacciones, Universidades, círculos políticos, ámbitos artísticos, culturales o científicos. Más allá de los disfraces “progres” – o precisamente por ellos-, casi todos los individuos o grupos que integran el sistema son empleados más o menos jerarquizados, del dinero y del prestigio que les otorga el Imperio.
Los últimos grandes pensadores argentinos han muerto. A quienes pretendemos pensar y producir simbólicamente – e influir sobre la realidad de la que formamos parte-, nos queda (por ahora), repensar lo que ellos pensaron, o negarlos.
Hay excepciones, pocas, pero no ocupan los lugares claves, como mucho, se los “soporta” en ámbitos marginales de las Universidades, de los medios de comunicación, de la política, de la cultura, de la ciencia, del sistema educativo.
Brasil, en cambio, pone a sus pensadoras y pensadores, en el lugar más alto de su sistema de producción simbólica. No los ata al desgaste cotidiano de la acción política, sino que los coloca en un escenario supra-político: sus ideas son rectoras para el conjunto de las élites que gobiernan.
Entre ellos, citemos dos casos conocidos en ésta, su vecindad: Helio Jaguaribe y Moniz Bandeira.
Hoy, domingo 16 de marzo de 2008- el principal diario de la Argentina publica un reportaje a Luis Alberto Moniz Bandeira, realizado por Eleonora Gosman. Si bien el tema central de dicho reportaje es la coyuntura política regional, a partir de la crisis colombiana, el eminente pensador brasileño reflexiona sobre las consecuencias de la guerra de Malvinas.
El pensamiento de Moniz Bandeira sobre las consecuencias de la guerra de Malvinas en las élites gobernantes brasileñas, contrastan dramáticamente con las estupideces repetidas hasta el hartazgo por los re-productores simbólicos argentinos, tomadas como verdades consagradas por la pretendida “dirigencia” política argentina.
Vale la pena reproducir textualmente las afirmaciones de Moniz Bandeira, a ver si alguna idea (¡aunque sea una sola!), se cuela por vergüenza en la cabeza de “nuestros” “intelectuales” –y también, por qué no, de “nuestros” “dirigentes”-:
“Hasta la guerra de Malvinas, las hipótesis de guerra del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas brasileñas eran las guerras internas o de guerrilla; los conflictos regionales, con uno u otro país de América del Sur ( la Argentina entre los principales); las guerras en otro continente, donde Brasil debería enviar contingentes, como en la República Dominicana en 1965; y, finalmente, la posibilidad de ataque de países comunistas y una conflagración generalizada.
Desde la guerra de Malvinas, la hipótesis de guerra con los Estados Unidos se tornó objeto de estudio en las Fuerzas Armadas.
El entonces ministro de la Aeronáutica del gobierno del presidente Joao Figueiredo, el brigadier Délio Jardim de Matos, admitió en 1982 que el conflicto en el Atlántico Sur introdujo una nueva hipótesis de guerra no prevista hasta aquel momento. Se trataba de “un conflicto que involucrara a Brasil y un país del bloque occidental, situado en el hemisferio norte, mucho más poderoso económica y militarmente, debiendo Brasil en tal situación contar con sus propios recursos”. Por lo tanto, la defensa de la Amazonia es fundamental para las Fuerzas Armadas brasileñas. Cualquier tentativa de invasión y ocupación por una potencia extranjera constituye un casus belli”.
La claridad de esta reflexión, nos ahorra cualquier comentario. Los acontecimientos políticos, económicos, diplomáticos y en materia de Defensa ocurridos en la Región en la inmediata post-guerra de Malvinas, son irrefutables.
Sin embargo, cabe preguntarse por qué nuestras élites dirigentes han preferido “comprar” el discurso de Margaret Thatcher, cuando señaló a la guerra de Malvinas como un enfrentamiento entre “una democracia” –el Reino Unido-, contra una “dictadura militar” – la República Argentina-, casi sin matices.
El grado de imbecilidad de nuestras élites productoras simbólicas es aterrador, y es lo único verdaderamente transversal que se ha verificado en la Argentina : hay tantos imbéciles de derecha como de izquierda.
Pero otro pensador, también de la estatura de Moniz Bandeira, pero tampoco argentino –o, en todo caso, “argentino oriental”-, ha complementado esta visión profunda sobre las consecuencias benéficas de la guerra de Malvinas; se trata de Alberto Methol Ferré. El intelectual uruguayo afirmó, en el transcurso del Seminario “Malvinas y la Unión Suramericana ” organizado, entre otros, por la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas en la Cancillería argentina (2005):
“¿Los acontecimientos que se desencadenaron luego de la recuperación de las Islas Malvinas se consumieron en aquellos dos meses de 1982?. Yo creo que no. Aunque a veces en forma confusa, todavía se sienten sus ecos ¿Y cuáles serían los ondas disparadas por aquél acontecimiento que todavía hoy sigue tocando nuestras vidas?”
La principal de ellas, creo yo, es la causa suramericana. Más de dos décadas después, yo todavía puedo recordar la impresionante y nunca vista solidaridad que despertó aquel acontecimiento en toda América Latina. La intensidad que cobró la relación de todos nuestros países es algo que no tiene igual en la historia continental contemporánea”.
“Con Malvinas comienza un nuevo proceso de integración. Una empresa de reivindicación nacional argentina se convertía de pronto en una empresa de reivindicación nacional suramericana. Incluso Brasil, que venía de un ciclo de grandes tensiones con Argentina, – por el Paraná y los ríos interiores, por Itaipú, porque ambos eran gobiernos militares-, aún Brasil se jugó radicalmente por la Argentina ; y esto, naturalmente, empezó a desencadenar nuevos acontecimientos”.
“Yo recuerdo que en 1982 había parte de la oposición al gobierno militar uruguayo que no querían sumarse a la causa popular que se había desatado en la Argentina con la recuperación de Malvinas. Se decía que eso contribuiría a la continuidad de la dictadura militar. Yo no estaba de acuerdo. Yo decía: la decisión de los militares de tomar las Islas generó un acontecimiento. Y este acontecimiento va a llevar a la Argentina directamente hacia la democracia, es inevitable. Y es que Malvinas se había convertido en el acontecimiento con el cual el pueblo argentino recuperaba las calles en todos lados, después de años de silencio…Con victoria o con derrota en el conflicto bélico, la democratización en la Argentina era invencible. Y esto es uno de los ecos que comienza con Malvinas y aún hoy nos sigue tocando. El segundo, es la experiencia de la solidaridad que experimentaron nuestros pueblos.
Esta onda expansiva siembra el terreno para que apenas tres años después de la guerra, en 1985, con Sarney en Brasil y Alfonsín en la Argentina , se inicie el proceso de integración que luego va a desembocar en el MERCOSUR, y que en 1991 provocará efectos sobre el Pacto Andino, permitiendo que en el 2000 se realice la Primera Cumbre de Presidentes, con el objetivo de conformar la Comunidad Suramericana de Naciones”.
“El corazón de la batalla de América Latina es América del Sur. Y el corazón de América del Sur es la alianza argentino-brasilera. La energía integradora que esta relación es capaz de generar en la región se hace evidente con la experiencia de Malvinas. Este es el eco principal que nos llega desde 1982: el encuentro de los pueblos suramericanos. Podemos hacer crecer esa onda expansiva o podemos dejar que fracase. Pero según como se resuelva esta historia, sin duda, así será nuestra historia contemporánea”.
¡Roguemos que la “inteligencia” argentina se ponga al servicio de los pueblos suramericanos y a la Causa de la Patria Grande ! Y, mientras no produzcamos desde nosotros pensadores de la talla de un Moniz Bandeira o un Methol Ferré, al menos, atendamos sus reflexiones como pensadores de la Patria común suramericana.
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