MARTINIANO CHILAVERT, UN HÉROE OLVIDADO POR LA HISTORIA OFICIAL. Por Carlos Pachá

Nació en Buenos Aires en el año 1801, hijo del capitán Francisco Chilavert, quien luego de algunos años de residencia en el Río de la Plata, regresa a España. El joven Chilavert retorna a Buenos Aires en 1812 en la fragata “George Cánning”, siendo sus compañeros de travesía, José de San Martín; Carlos Alvear; Matías Zapiola y otros conocidos de la epopeya libertadora.

En Europa había realizado estudios matemáticos que prosigue en Buenos Aires incorporándose, posteriormente, como cadete del Regimiento de Granaderos de Infantería.

Estuvo al lado del general Carlos Alvear en el golpe del 25 de mayo de 1820, junto con otros jefes se apoderó del cuerpo de “Aguerridos” en el cuartel de Retiro. Participó en la victoria de la “Cañada de la Cruz”. Siguió a Alvear hasta Santa Fe donde Estanislao López los desterró a la Banda Oriental.

A comienzos de 1821, con la conclusión de los conflictos de la anarquía del 20, Chilavert obtiene la baja del Ejército, retorna a los estudios siendo ayudante de la cátedra de matemáticas del prestigioso Felipe Senillosa. Se recibe de ingeniero en 1824.

Cuando Brasil declara la guerra a las Provincias Unidas, Chilavert se incorpora rápidamente al ejército en 1825, ascendiendo a capitán al año siguiente, en el 1er. Escuadrón del Regimiento de Artilleria Ligera.

Sirvió en la batalla de Ituzaingó a las órdenes del coronel Tomás de Iriarte. En dicha acción de guerra Chilavert es ascendido al cargo de Sargento Mayor en el mismo campo de batalla.

También se destacó en la batalla del “Puerto del Salado”. En 1828, a órdenes de Fructuoso Rivera, combatió a las fuerzas imperiales de Brasil que operaban en las Misiones donde le sorprende la deshonrosa paz firmada por Rivadavia con el Imperio.

Al regresar a Buenos Aires ya se había producido el motín unitario de diciembre y el asesinato de Dorrego . Chilavert se adhiere al bando unitario que comandaba Lavalle, quienes fueron derrotados por Rosas y Estanislao López en Puente de Márquez. Marchó al destierro a la Banda Oriental, desde allí participó en nuevos intentos de alzamiento de las provincias litoraleñas aliado, también, a Ricardo López Jordán, pero fracasaron. Regresó a Uruguay y sobrellevó el ostracismo y la inactividad militar hasta 1836. Al producirse la sublevación de Fructuoso Rivera contra Manuel Oribe, presidente de la Banda Oriental, se alista con el grado de coronel del ejército de Rivera.

En el año 1839 llega Chilavert a Montevideo siendo reclutado por la emigración argentina en pleno desarrollo de la guerra contra Rosas. Chilavert llegaba enojado y decepcionado con Rivera por la incapacidad militar y desmanejos del caudillo oriental.

Acompaña a Lavalle, en la invasión a la isla Martín García, quien lo designa jefe de Estado Mayor pero esta amistad se quebrara porque Chilavert está en desacuerdo con la desastrosa conducción de Lavalle del ejército invasor al que éste denomina pomposamente “Legión Libertadora”.

En la sangrienta batalla de “Arroyo Grande”, en 1842, Chilavert manda la artillería prodigándose y combatiendo con valor, pero el bravo ejército federal obtiene una trascendental victoria en donde Chilavert cae prisionero junto con el parque, bagajes y caballada. En esa acción Rivera huye cobardemente, arrojando su chaqueta bordada, su espada y sus pistolas, para no ser reconocido.

En la reunión de la noche del 3 de febrero de 1843, Rivera propuso, la erección de un estado entre los ríos Paraná y Uruguay, cuestión que ya había sido conversada con el ministro brasileño Sinimbú. En ese momento Chilavert encaró a Rivera y le espetó “hace tiempo que veo que la guerra que Ud. hace no es a Rosas sino a la República Argentina, ya que su lucha es una cadena de coaliciones con el extranjero…

…Si es cierto que algunos argentinos trabajan el proyecto de segregar dos provincias argentinas para debilitar el poder de Rosas, la lengua humana, cien veces los llamaría, traidores a la Patria… El pérfido Rivera argumentó que eran cosas de la diplomacia!”

Paz comandó la defensa de Montevideo designándolo jefe de la artillería. Pero chocaba constantemente con los jefes de la plaza, especialmente, con el Gral. Pacheco y Obes, cuyas medidas de guerra comentaba y censuraba públicamente, por lo que le arrestaron, pero a los pocos días logró fugarse, emigrando al Brasil.

En esa época tomó conocimiento del Combate de la Vuelta de Obligado, donde las fuerzas argentinas enfrentaron a la poderosa escuadra anglo-francesa. Esto produjo una reacción inmediata en Chilavert.

En mayo de 1846, Chilavert se dirigía desde San Lorenzo (Río Grande) al general Oribe, pidiendo el honor de servir a su patria, en los términos siguientes:

“En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá: traidor! traidor! Traidor!…

….El cañon de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo

resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella… ”

El general Oribe, en Diciembre de 1846 le contestó, pidiéndole que se traslade a Cerro Largo. A principios de 1847 Chilavert llegó a Buenos Aires. Organizado el ejército federal por Ángel Pacheco, para resistir el levantamiento de Urquiza, Rosas designó a Chilavert al mando de la artillería.

Chilavert ubicó su artillería en el palomar de Caseros donde emplazó treinta cañones que apuntaban directamente a las fuerzas brasileñas provocándoles numerosas bajas.

Chilavert resistió hasta la ultima munición, con 300 artilleros soportó durante toda la contienda a casi 12.000 brasileños, hasta que la superioridad numérica y el agotamiento de las municiones rindieron al bravo coronel.

Al ser tomado prisionero por el capitán José Alaman, éste tomó de la rienda el caballo que aquél montaba, Chilavert le apuntó con su pistola y le dijo “Si me toca , señor oficial, le levanto la tapa de los sesos, pues busco un oficial superior a quien entregar mis armas”. Poco después llegó el coronel Cayetano Virasoro, entonces al verlo, Chilavert expresó: “Señor comandante o coronel, me tiene Ud. a su disposición.

Conducido a Palermo, fue reconvenido por Urquiza por su “defección”, a lo que Chilavert respondió “Mil veces lo volvería a hacer”, esto desató la ira de Urquiza que le espetó “vaya nomás…” ordenando que le pegaran cuatro tiros por la espalda, ejecución infamante que se le propinaba a cobardes y traidores.

Llevado al paredón y cuando un oficial quiso ponerlo de espaldas para cumplir las órdenes de Urquiza, lo rechazó de un violento bofetón y luego mirando al pelotón les gritó: “tirad, tirad aquí, que así mueren los hombres como yo!”.

Sonó un tiro y Chilavert tambaleó, su rostro se cubrió de sangre pero manteniéndose de pie les repitió : “tirad, tirad al pecho!”. Se produjo una lucha salvaje, espantosa: las bayonetas, las culatas y la espada fueron los instrumentos de martirio que finalmente vencieron a aquel león. Envuelto en su sangre, con la cabeza partida de un hachazo y todo su cuerpo convulsionado por la agonía, hizo aún ademán de llevarse la mano al pecho.

Esto sucedió el 4 de febrero de 1852, al otro día de la batalla de Caseros y desmentían la frase “Ni vencedores ni vencidos” que tan mendazmente había proclamado Urquiza, quien no ahorró sangre de los vencidos.

Francisco Castellote y su hijo Pedro, suegro y cuñado de Chilavert, fueron a implorar a Urquiza la vida del sentenciado, pero Urquiza fue insensible, inclusive le negó cristiana sepultura, sólo después de unos días les entregó el cadáver destrozado del heroico artillero.

Martiniano Chilavert fue un paradigma de héroe; corajudo, talentoso, patriota y eximio profesional, fue un artillero excepcional. Más, la historia “oficial” o liberal, lo borró de su memoria.

Actualmente sus restos descansan en el cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires, en una bóveda de la familia del coronel Argüello.

Prof. Lic. Carlos Pachá
Presidente
Fundación Historia y Patria

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