Miercoles 5 de Diciembre de 2012
En toda sociedad además existen individuos que poseen una marcada tendencia hacia la idealización de ciertas disciplinas y profesiones. En occidente, el liberalismo ha contribuido a forjar un prototipo “idealizado” de periodista asociado con la labor investigativa o de difusión de noticias o acontecimientos, donde el respeto por “la verdad”, el “rigor investigativo” y la “objetividad” constituyen el norte de su actividad. Cuando se refiere a las prácticas periodísticas, suele hacerse referencia a una “deontología comunicacional” que nos acerca a ciertos principios éticos que deben orientar su labor.
La figura arquetípica del periodista independiente “fogoneada” por el liberalismo presupone entonces la existencia de un individuo inexplicablemente aislado de un contexto dinámico de lucha por el poder, entendiendo al “poder” en un sentido amplio que engloba todas sus modalidades y aspiraciones posibles, y que no se circunscribe obviamente a lo político.
Aparece de esta forma el “profesional periodístico” como representante de un “periodismo debe ser escéptico frente al poder” (llamativamente no se aclara cual, pero se parecería que estrictamente respecto del político). Por su parte, el antagonista de este “pulcrísimo personaje”, aparece configurado como un individuo ideologizado, dependiente, prejuicioso, comprometido con los intereses del estado, impulsado por el resentimiento del fracaso. Es el “periodista militante”, una suerte de difusor de “propaganda con formato de periodismo sin ajustarse al pacto con la audiencia sobre que las opiniones son libres pero los hechos son verdaderos”.
PEDESTALES. He revisado puntillosamente ambas notas y más allá de ciertos prejuicios presupone tanto la figura idealizada del periodista independiente como la construida respecto a la del militante, lo realmente sugestivo es que en ambos autores parecen desconocer el significado y los alcances que para los países periféricos reviste del concepto de “periodista militante”.
El periodismo “resistente” o “militante” es una modalidad de ejercicio periodístico desarrollado en los países periféricos al calor de las luchas independentistas y anticolonialistas. Así como los pueblos sojuzgados material y culturalmente han resistido también -material y culturalmente- contra dichas improntas, el periodismo militante ha acompañado esa batalla mediante una práctica periodística orientada a tales fines. Raúl Scalabrini Ortiz fue un claro exponente de dicha práctica, ya que consagró su vida a demostrar en su época como el capital extranjero especialmente el británico era una organización económica y financiera montada para extraer regalías extraordinarias a costa del trabajo argentino.
El periodismo militante o resistente vino de esta forma romper con el estereotipo burgués del periodismo independiente consolidado en la vieja Europa a la sazón las cruzadas antimonárquicas, asumiéndose como actividad situada en un lugar determinado, el de la periferia. Su contienda ya no es contra una forma institucionalizada de poder o de gobierno (la monarquía), su lucha es contra la opresión colonial provenga de donde provenga con independencia de la modalidad política o institucional que asuma.
En ese orden de ideas el periodista militante o resistente no ejerce una “profesión” independiente desde “el utópico Olimpo” para garantizar las libertades conquistadas. Muy por el contario, el periodista militante se asume inmerso dentro las fuerzas que operan en la realidad desde una posición concreta para conquistar la liberación. El periodista militante es utópico ya que persigue una utopía posible. Este sea tal vez su pecado, ya que el periodista militante rompe con la asepsia consagrada y toma clara posición manifestando sus objetivos.
Para quien escribe, resulta cuanto menos lamentable la forma en que ciertos medios “consagrados” han elevado el pedestal a comunicadores cuyo único merito tal vez haya sido el de descubrir alguna de las tantas corruptelas que acontecen en el manejo del estado, pero que jamás tuvieron la sagacidad y la valentía de inmiscuirse en las causas esenciales de esa corrupción, cuyos orígenes mucha veces pueden encontrarse en el seno de las empresas y corporaciones que patrocinan a los mismos medios de los que reciben sus abultados salarios.
FUGAS. La confusión entre militancia y oficialismo constituye otro craso error que aparece en los artículos analizados. En los países periféricos es periodista militante quien se asume como instrumento de liberación y orienta sus investigaciones para contribuir con ella. En estos tiempos hay periodistas militantes que acompañan críticamente al gobierno, pero también los hay dignos críticos y opositores, ya que como enseñaba el tirano depuesto, el proceso de liberación material y cultural es lento y progresivo, requiere esencialmente tiempo, y en tanto, resulta lógica la existencia de posiciones diferenciadas y lecturas diferentes.
La referencia despectiva hacia “lo militante” o tal vez su negación nos remite a una tara recurrente de nuestras elites que los impulsa a “fugarse” hacia las modas escolásticas. La negación de nuestro carácter periférico, y la tentativa de aplicar categorías “clásicas” para el análisis del fenómeno periodístico en nuestra propia realidad es una forma nítida de fuga. Si la ingenuidad fue el motor que impulsó a los columnistas a despreciar “lo militante” habrá que “desazonzarlos” como enseñaba Jauretche, mas creo inferir por quienes suscriben las notas referidas, que es probable que ambos artículos criticados provengan de esa “cocina periodística” de la que hablaba Jauretche, donde se entremezclan ingredientes y recursos para manipular la información.
Francisco Pestanha Escritor y ensayista. Miembro de Número del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
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