16/06/2017
En el desarrollo del pensamiento nacional y latinoamericano como corriente epistemológica, conformada por el aporte de hombres y mujeres de diferentes trayectorias ideológico-políticas, se pueden encontrar un rico conjunto de premisas analíticas y fundamentos filosóficos. Nos apoyaremos en algunos de ellos para reflexionar en torno a nuestro tema en cuestión: la democracia, o mejor, las democracias, en su diversidad de construcciones posibles, de desafíos pendientes, de su constitución como horizonte simbólico y como valor estratégico para la consolidación de un proyecto nacional y continental que, mediante la participación popular efectiva, “abra las grandes alamedas” del buen vivir de la comunidad.
I Descolonización cultural
En la esencia misma del surgimiento y de la vivencia colectiva del pensamiento nacional está la presencia de la búsqueda y ejercicio constante de la descolonización cultural. Ana Jaramillo sintetiza la acción descolonizadora en el ámbito cultural como “un modelo de sustitución de importación de ideas”[i], apelando a un concepto presente en la economía política y en la historia económico-productiva de nuestro país, Argentina.
Sosteniéndonos en este analogía realizada por Jaramillo, podemos afirmar que, así como es necesario transformar el modelo agroexportador basado en la exportación de materias primas sin valor agregado e intrínsecamente conjugado al modelo especulativo financiero, por un modelo industrial, científico y tecnológico (no contradictorio con la exportación de materias primas y que abre la posibilidad de agregar valor a las mismas), con eje en el mercado interno y en el bienestar de los trabajadores, consideramos que, de la misma manera, es imprescindible torcer la dependencia simbólico-cultural en la cual estamos inmersos.
Esta problemática nos indica que los modos de opresión no solo se asientan en la búsqueda de dominar los resortes económicos de un país o sus instituciones políticas, sino que, para ello, es condición necesaria la penetración cultural que se efectúa desde los grandes medios de comunicación, las instituciones educativas y artísticas, las redes sociales, promoviendo el egoísmo, la inmisericordia, la denigración de lo propio, el desinterés u odio por la política y la “falsificación de la historia”, como bien señaló Arturo Jauretche.
II Revisionismo histórico y cultural
El revisionismo histórico quizá sea uno de los ámbitos donde el pensamiento nacional se ha desenvuelto con mayor profundidad, tarea en la cual se debe seguir trabajando a pesar de las críticas que se hace a esta práctica. Jauretche respondía a ellas diciendo que
“Es muy frecuente oír impugnar el revisionismo, en razón de que discutir el pasado es abrir sin objeto viejas heridas. Podría contestarse a esta razón que nada hay más peligroso para la salud que el cierre en falso de las mismas (…) dicen aceptar la revisión en principio pero le quitan importancia porque “lo que urge es lo de ahora”. Precisamente me propongo demostrar que lo de “ahora” no se puede resolver sin primero entender “lo de antes””
En su andar, el pensamiento nacional, sin conceptualizarlo de esta manera, ha desarrollado no sólo el revisionismo histórico, sino también el revisionismo cultural. La recuperación y la búsqueda de visibilizar la obra de hombres y mujeres “proscriptos” o marginados de la academia, del mundo de las expresiones populares y artísticas que, por sus posiciones filosófico-políticas han sido negados o difamados de esos ámbitos, es de hecho un ejercicio de revisionismo cultural. Un caso paradigmático de revisionismo cultural es la Universidad Nacional de Lanús, en la cual la mayoría de los nombres de los edificios llevan el nombre de personas que han estado en esa situación: Manuel Ugarte; Leopoldo Marechal; Arturo Jauretche; Juana Manso; Raúl Scalabrini Ortiz; entre otro/as.
En efecto, creemos pertinente trabajar y cultivar esta idea fuerza del “revisionismo cultural”, de acuerdo a que la posibilidad de desprenderse de las cadenas culturales que nos oprimen requiere no solo la comprensión de la historia para entender el presente, sino también el derecho a conocer el acervo cultural propio que nos identifica. Como escudo ante las conocidas críticas: no debe confundirse esta práctica como una cuestión nostálgica tradicionalista, sino como un esfuerzo de autoconocimiento, en el marco de una ofensiva y desprecio hacia nuestra propia identidad. Como diría el poeta Boris Elkin: “Sentir la tradición es asomarse/ a ese pozo de luz de nuestro acervo/ y reiniciar la marcha hacia el futuro/ sin olvidar lo que quedó atrás nuestro/ Si un país sin tradición es como un rancho que se derrumba, falto de cimientos/ ¿Cómo es posible, entonces, que sus hijos/ no den su apoyo para sostenerlo?”.
III La fuerza cultural en las Democracias del Sur
Fermín Chávez dirá que “las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas“.
¿A qué aspectos se refiere Fermín con “lo ontológico”? ¿Cómo podemos trabajar en la resolución de esta crisis? ¿Qué relación guarda esta definición que se puede expandir al conjunto de Nuestra América con las “Democracias del Sur”?
Esbocemos entonces una respuesta tentativa que invitamos a debatir, criticar y profundizar.
Podría deducirse que la crisis ontológica atraviesa lo cultural como modo de habitar el mundo, las identidades como pueblo, el conocimiento de la historia y la historia misma como factor constitutivo del presente. Esos ejes son los que abordamos cuando hablamos de la necesidad de ejercer el revisionismo histórico y cultural, como medios para la descolonización cultural que, en definitiva, es una lucha ontológica, ante lo cual, podría advertirse que trabajar sobre ellos es una manera de contribuir a la resolución de la crisis que delimita Fermín.
Rodolfo Kusch, entiende a la cultura como decisión y acción por lo propio, es decir, por lo argentino y latinoamericano. En este ámbito, eje de las reflexiones del presente artículo, podemos argumentar que decidirse y jugarse en este sentido cobra un valor estratégico para el desarrollo y fortalecimiento de las Democracias del Sur en las cuales los Pueblos son el sujeto protagónico.
[i] La descolonización cultural. Un modelo de sustitución de importación de ideas, Ana Jaramillo, 2014.
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