A principio de siglo, el desarrollo ferroviario impulsó el crecimiento agropecuario y sus exportaciones a Europa. Un desarrollo que tenía como contrapartida el estancamiento de la Argentina industrial. Fueron años donde nuestro país importaba, del viejo continente, productos manufacturados con materia prima Argentina. Asimismo los capitalistas Ingleses (sus verdaderos propietarios) convirtieron a los ferrocarriles en la empresa que más facturaba en el país y obviamente esas divisas eran giradas a londres. Una situación denunciada por sectores políticos con sustento popular, como los progresistas santafesinos de Lisandro de la Torre o los radicales nacionales de Hipólito Yrigoyen.
En 1947 de los 42.700 kilómetros de vías existentes, 29 mil habían sido construidos por capital privado y extranjero. Capitales británicos financiaban el crecimiento de la red ferroviaria, al tiempo que condicionaban el desarrollo de la industria nacional. Las empresas que intermediaban en el negocio eran, generalmente, británicas y pertenecían al mismo grupo de intereses que invertían en la red ferroviaria.
Tras la década infame, la nacionalización de los ferrocarriles se transformó en una causa que sirvió a un proceso cultural con eje en la revalorización nacional. Se Forja y sus próceres Scalabrini Ortiz, Arturo jauretche, Homero Manzi eran conscientes que la nacionalización de los ferrocarriles era clave para romper los lazos de dependencia que imponía la política Británica en el Río de la Plata.
Perón no desaprovecho aquel momento, transformó la nacionalización de los ferrocarriles en la acción política más trascendente de sus primeros años de gobierno. La red ferroviaria continuó creciendo hasta 1957, año en que se llegó a los 47 mil kilómetros de extensión. Desde entonces, comenzó un retroceso gradual y sostenido en la red.
Los ferrocarriles británicos a pesar del tiempo, no habían perdido su importancia decisiva para una política de soberanía y de remodelación del país. Constituían una palanca decisiva de la vida económica argentina: a través de su política tarifaría regulaba la prosperidad o la agonía de cualquier región de la república. Además, desde las locomotoras hasta los más insignificantes artículos sanitarios debían ser adquiridos en Reino Unido.
El 1 de marzo de 1948 una multitud rodeo la estación retiro para festejar la nacionalización de los ferrocarriles. Juan Perón no pudo asistir al acto, fue operado de urgencia, afectado por apendicitis. Frente a la terminal de trenes miles de personas se enteraron, en ese mismo instante, de la ausencia del presidente en el lugar.
Sobrevoló , entonces, el temor de una acción contra Perón. La multitud dudó y comenzó a pedir su presencia. Para calmar los ánimos, y darle credibilidad al parte oficial, se tuvo que organizar una comunicación desde el lugar donde estaba internado Perón. Setenta minutos después de iniciado el acto se anunció la palabra del jefe de Estado y su señora.
Primero habló Evita….Fue de las pocas veces que una multitud escuchó a Evita sin corear su nombre. En silencio esperaron la palabra de Perón…
Cuando el gobierno peronista menciona su compra un verdadero clamor se elevo desde las tribunas antinacionales: “Perón había pagado una fortuna por ese hierro viejo”. La situación de Reino Unido no era justamente la mejor: su deuda externa como consecuencia de la guerra ascendía a 1.900 millones de libras esterlinas. El gran economista Keynes antes de morir aconsejó la depreciación de la libra y el control de cambios. Además de una gracia de 10 años para comenzar a abonar la deuda. En tales circunstancias la deuda bloqueada de Reino Unido con nuestro país ascendía a 250 millones de libras, las que podrían servir como moneda de pago para los ferrocarriles, además, expiraba pronto la ley Mitre. Los británicos lograron la concesión de abastecimientos de carne por un periodo de 18 meses.
Sir Montague Eddy señalo “Me voy de esta tierra en la que tanto he trabajado. Con nosotros se va una página de Historia, pero no he de ser yo, no tendré tiempo. La reacción argentina será lenta, larga y penosa; su enfermedad es honda y grave”.
Un historiador contemporáneo Pedro Skupch señaló: “La nacionalización aparece como una medida de defensa de la industria nacional surgida durante la guerra sobre la base de la sustitución de importaciones, en gran medida británicas, dentro de la estrategia de industrialización”.
Como señalo Scalabrini Ortíz: “Argentina había comprado soberanía”
La argentina no solo adquiría los ferrocarriles con la nacionalización. En la compra se adquirían varios puertos, entre ellos dos en Bahía Blanca, las empresas eléctricas y de aguas corrientes, los tranvías, empresas empacadoras de frutas de Río negro, campos petrolíferos y destilerías de comodoro Rivadavia, los expresos Villalonga Furlong, campos, chacras experimentales, hoteles, terrenos de un enorme valor y gran cantidad de edificios.
Al nacionalizarse los ferrocarriles un empleado encargado de preparar los inventarios en las oficinas de los ferrocarriles, encontró en una caja de hierro un paquete con toda las acciones de la editorial Haynes, propietaria de revistas, radios, etc. Y el diario “El Mundo”. Era la “yapa”. De esta forma gobernaban la opinión pública.
Por Julio R. Otaño
Profesor de Historia – Abogado UBA
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