“A quien se embriaga de imperiales vinos, la patria, pronto, le parece estrecha”
Eugenio D ors
Antes del año 1900 el hijo de un pastor luterano llamado Federico Nietzsche declaró la muerte de Dios y, ya muy avanzado nuestro siglo, un tal Daniel Bell anunció The End of Ideology.
Después cayó al rodeo un oriental –no uruguayo que declaró el “fin de la historia”. Todo esto en función de una instancia superior llamada “racionalidad”, encargada de aventar todo vestigio de ingredientes transracionales y suprarracionales de este personaje terrestre llamado antropos, homo, uomo, y luego hombre.
Gott ist tot eruptó el alemán mencionado. Dieu est mort repitió algún francés entusiasmado. Puede ser…, pero no nos consta. Y en cuanto a la muerte de la ideología, tampoco hay constancia, ni el camposanto aparece por ninguna parte. Hace ya tiempo hemos recordado que el fenómeno de la Ideología tiene que ver con el acto fundacional de una comunidad histórica, v. gr., la Revolución Francesa o la Revolución Rusa de Octubre.
Más allá, o más aquí, de los padres fundadores, la Ideología se convierte en el Credo de todo el conjunto, para –como anota Paul Ricoeur-, “perpetuar su energía inicial más allá del período de efervescencia”.
Claro que sí: no existe grupo social alguno que no tenga relación con su propio nacimiento. El fenómeno ideológico principia enseguida del parto histórico y después moviliza al grupo social. Dicho con palabras del mismo Ricoeur, “la ideología tiene que ver con lo que podríamos denominar una teoría de la motivación social”. Por eso la Ideología es siempre operativa, como hoy podríamos advertir en el conservadorismo yanqui, o en la social- democracia, a la vista de todos nosotros. Y si a veces vemos que el proyecto se frustra, no es por carencia de ideología, sino por su debilidad social.
En los últimos tiempos los predicadores del “fin de la Historia” y el “fin de la Ideología” han encontrado su tutor filosófico en Karl Popper, autor de un libro capital titulado La sociedad abierta y sus enemigos. Entre estos últimos nos contamos quienes sostenemos que el uomo no es solamente “racionalidad”, cosa que fue descubierta no por las culturas tribales, sino en tiempos con algo de smog por un famoso señor llamado Sigmund Freud. Según el peruano Mario Vargas Llosa ese gran Popper realimenta la racionalidad y la libertad, sosteniendo que los filósofos totalitarios empezaron con Platón, de quien fueron continuadores Comte, Hegel y Marx. Y Popper hizo naturalmente el último gran descubrimiento: “el más serpentino y eficaz enemigo de la cultura de la libertad es el “historicismo”. (Cfr. Vargas Llosa).
Por una gran casualidad fue el historismus, o Storicismo, el movimiento cultural que denunció falsedades primarias, tales como: que la realidad es un producto viciado por la historia; que la poesía primitiva y popular es una escoria; que la raza blanca es superior a la negra, y tiene derecho a colonizarla; que lo centroeuropeo es la medida de la bondad y el valor humanos universales. Todo esto afirmado en perjuicio de los pueblos de la periferia, que están ahí pese a la cantada globalización.
¿Quiénes predican el fin de la historia? ¿Quién ataca al Historicismo?. Mis lectores lo saben o lo adivinan. En todo caso, pedimos que esos matadores muestren el carnero o túmulo.
Entre el peruano escribidor –el Varguita- y G. Mazzini me quedo con este último cuando dice: “Las ideas conducen el mundo y todos los acontecimientos. Una revolución es el pasaje de una idea de la teoría a la práctica.
Lo que uno puede decir es que nunca intereses materiales han estado en el origen de una revolución y no lo estarán en el porvenir”. Y con un atrevido tercermundista que espetó, o eruptó: “Sólo la idea vence al tiempo”.
Añadimos: nunca intereses materiales originan Justicia Social. Así se trate del Fondo Monetario Internacional; o de toda la Usura universal.
* Opusculo elaborado artesanalmente y distribuido por Fermin Chavez. 1era edicion
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