Se fue un Juglar. Nace una leyenda. (A Ernesto Goldar, eterno patriota)


Por Francisco José Pestanha *

Los atardeceres porteños nunca volverán a ser iguales. Aquella figura gallarda y seductora que solía peregrinar por las mágicas calles de Buenos Aires, y recalar en cuanto ambiente poético se constituyera en sus entrañas, ya no está entre nosotros. Sus amados versos que aún divagan en el éter urbano seguramente extrañan ya no solo al poeta, sino a aquel otro hombre que dedicó sus letras a los hombres.

Ernesto Goldar,  fervoroso defensor de lo nacional que supo ilustrarnos con “El Peronismo en la Literatura Argentina”; “Jauretche” en cuadernos de crisis; “Proceso a Roberto Arlt”; y “John William Cooke y el Peronismo Revolucionario”, lamentablemente, nos acaba de abandonar en placida ráfaga. Pero sus conferencias, sus tertulias, sus enseñanzas y en especial, sus advertencias, quedarán incrustadas para siempre en esos espíritus inquietos que no se conforman con lo establecido, con lo implantado.

La vida me ha otorgado ciertos privilegios, entre ellos, el de haberme topado, a veces providencialmente, con aquellos hombres y mujeres que venciendo el ostracismo, la censura y la persecución, han protegido y transmitido toda esa epistemología nativa que conocemos como “Pensamiento Nacional” y cuyos secretos, como en tiempos del Martín Fierro, siguen transmitiéndose de boca en boca.

Goldar fue un verdadero guía para aquellos que pretendemos reflexionar sobre América desde América. Siempre dispuesto a hacerse un tiempito para encontrarse con nuevas generaciones ávidas de respuestas a los interrogantes que aún nos plantea la historia y la realidad argentina. Siempre dispuesto a derribar esas “edificaciones ilusorias” que nos impiden pensar desde y sobre nosotros mismos, siempre dispuesto a embestir contra el coloniaje cultural.

Para Ernesto “pensar y actuar para la independencia trae consigo razonar de aquí para allá, no de allá para aquí; interpretar al país por dentro, despegar desde lo particular, empezar por lo concreto, principiar por los hechos, inducir y no deducir, “ajustar el traje al cuerpo y no el cuerpo al traje”, partir de la realidad para llegar a la realidad”. Así de simple y así de concreto el mensaje póstumo de quien acompañó a Don Arturo Jauretche en sus últimos tiempos.

Ernesto, indudablemente, se fue con una sonrisa en los labios, aquella que representaba la alegría y la esperanza de quien creía firmemente en sus paisanos, y con la que nos ilustraba la esencia de sus reflexiones más profundas. Hombre poseedor de un notable espíritu creativo, su sensibilidad, expuesta en sus escritos y poesías, refleja un espíritu inquieto a las realidades cotidianas. Comprometido con la realidad política y literaria fue en vida  formador de pensadores anhelosos de una patria grande.

El poeta y militante ha muerto.

Pero sus versos y su militancia a partir de ahora empezarán a transmutarse en esa eternidad que solo emerge cuando una pluma es capaz de materializar las sensaciones más profundas y las aspiraciones más auténticas.

Una vez más ¡Gracias Ernesto!

*Francisco Pestanha: es ensayista y docente universitario

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