Una primavera que puede transformarse en invierno

Por Francisco José Pestanha

“Las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas”                           Fermin Chavez

Juan José Hernández Arregui, uno de los mas lúcidos exponentes del pensamiento nacional, sostuvo alguna vez que “Cada época congela una vida espiritual ya desaparecida que no se puede reanimar desde los valores del presente, aunque todo interés por el pasado, se alimente en la exigencias de ese presente vivo que es la realidad que nos demarca ”. Mediante tal reflexión, Arregui, pretendía advertirnos que la historia – tal cual aconteció – no puede ser revivida en el presente, pero a la vez, que el pasado, puede otorgarnos ciertas claves para entender los tiempos actuales.

Algunos gurúes de la intelligentzia vernácula pretenden hacernos creer que una “primavera” política ha florecido en la Argentina – y en tanto – un proceso de relegitimación de la “representación” acontece en el país. Sin embargo, muy por el contrario, nada de ello sucede en la realidad. No hace falta ahondar profundamente en la mecánica política de nuestro tiempo para demostrar que, las organizaciones tradicionales, y las recientes, no logran (o tal vez no aspiran) a recuperar unas y a construir otras, mecanismos idóneos para congraciar a sus dirigentes con los sectores que afirman o aspiran representar.

Este fenómeno no resulta novedoso en el país, y la historia, puede brindarnos algunos indicios que nos ayuden comprender acabadamente el fenómeno. Así, a principios del siglo pasado, y muy especialmente, a partir de la caída de don Hipólito Yrigoyen, la acción y la práctica política fueron corrompiéndose paulatinamente de tal forma que terminaron socavando las bases del sistema mismo.

Correspondió entonces a los integrantes de la Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina (F.O.R.J.A), la misión de describir y denunciar – en la década comprendida entre al año 1935 y 1945 –  tal proceso.  En ese orden de ideas, dos de los mas notables aportes de la literatura forjista nos vinculan a sus reflexiones sobre la dinámica y la estructura político – económica  de la época, y a la caracterización del régimen, es decir del orden simbólico, político y económico impuesto con posterioridad a la asonada golpista de 1930.

En realidad la noción de régimen es retomada por los forjistas, en especial por Jauretche, como una forma de contraposición entre lo nacional con lo antinacional “…rehaciendo la vieja tesis yrigoyeniana sobre el régimen y la causa. La causa – lo nacional- para F.O.R.J.A era el pueblo argentino sin distinción de clases que resistió las invasiones inglesas y en 1810 conquistó la libertad política. Tal derrotero continuó con las montoneras federales del interior opuestas a la minoría ilustrada porteña … la causa es también para Jauretche la resistencia frente a Inglaterra y Francia durante el gobierno de Rosas – lleno de sobras y claridades y causa era asimismo la UCR que para Yrigoyen era la nación misma” .

Veamos como describían dos de los más lúcidos integrantes de este olvidado agrupamiento a la mecánica política de la época – en especial – la dominante en conducción del radicalismo.

Arturo Martín Jauretche, uno de los principales mentores de  F.O.R.J.A, en una famosa carta al Dr. José Benjamín Ábalos fechada el 9 de julio de 1942, denunciaba que “…cuando un radical empieza a sentirse mas radical que argentino ha dejado de ser radical”. Entre otras consideraciones don Arturo denunciaba que “…el radicalismo ha perdido la bandera de la neutralidad yrigoyeniana que le arrebata Castillo, por haber mezclado la defensa de nuestra democracia con la defensa de otras democracias que son tan enemigas nuestras como los mismos totalitarios, hasta el punto de que el general Justo, los comunistas, los socialistas, y los conservadores de Acción Argentina, dicen las mismas palabras que el radicalismo, desde que éste ha perdido su idioma propio. Se ha confundido la defensa de la soberanía del pueblo con la defensa de las instituciones en que se ampara el régimen para mantener esta “normalidad institucional” que ahora llaman democracia…”.

Jaurteche continua su relato afirmando textualmente: “… hoy no hay, por ejemplo, libertad de prensa, sino libertad de empresa y no me refiero a las limitaciones del estado de sitio. Cuanto más grande es un periódico más depende de los grupos financieros, y los mismos partidos tienen que ir de claudicación en claudicación pues son los grupos financieros los que proporcionan recursos que obligan; el que no los acepta se coloca en inferioridad de condiciones. Aún en el seno mismo de los partidos, depende del periodismo manejado por la finanza, el prestigio personal; de manera que el nombre y la personalidad no la hace ni la conducta, ni la capacidad, sino el elogio de la tal prensa, pues aquél que pretenda tener conducta propia está condenado al silencio y a la difamación…”.

Por su parte, Raúl Scalabrini Ortíz, norte ideológico de FORJA, narraba que en aquellos días que “La política, asentada sobre tan deleznables cimientos, se resolvía por arranques sentimentales sin confluencia alguna con los asuntos primordiales de interés general. Ningún partido presentó nunca una plataforma electoral en que las incomodidades colectivas se reflejaran y se planearan enmiendas. Un partido político sustituía a otro sin más variación que el desalojo de algunos dirigentes. Los enemigos se motejaban los unos a los otros, se ridiculizaban con apodos y hasta se herían con infames referencias a la vida privada. Las conveniencias de la nación quedaban al margen de las polémicas y de las discrepancias, como si su dirección hubiera estado directamente encomendadas a la divina providencia y no a los hombres de gobierno. La actividad preelectoral era un entrechocar discursivo y apasionado de animosidades y no un cotejo anticipado de doctrinas y orientaciones. Por eso la gran masa del pueblo asistía indiferente a esa mezquina lucha de sube y baja” .

Las coincidencia entre ambas descripciones y lo que acontece en la política actual es notable. A medida que se avecina una nueva confrontación electoral, vuelven a aparecer los discursos vacíos, las confrontaciones estériles, la puestas en escena, y cuanta forma de artilugio exista para aparentar una supuesta sanidad política. De los intereses permanentes de la nación, nada que decir, de las formas y organizaciones necesarias para alcanzarlos y garantizalos, menos aún.

Sin bien es cierto que a partir de la crisis del 2001, y sobre todo, de la culminación intempestiva del malogrado (o malgestado) gobierno de la Alianza, la rapidez de reflejos de algunos dirigentes permitió recomponer transitoriamente una institucionalidad que se debilitaba día a día, no es menos cierto, que dicha recomposición no estuvo acompañada por un oreamiento político, ideológico, e institucional que revirtiera trascendentemente la tendencia decadente. Así una suerte de “amesetamiento” permitió a la actual gestión de gobierno transcurrir sus primeros años de vida con un acompañamiento mas que razonable.

Pero como también nos reseña la historia, los procesos transicionales solo tienen sentido, si en si mismos, conllevan el germen de una verdadera y sustancial transformación. En ese sentido, lamento decirlo, no se advierten elementos significativos que demuestren la gestación de ese germen.

Como enseñaba nuestro recordado Fermín Chávez en el encabezamiento de este artículo, “Las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas”.  Es en este aspecto donde del déficit se patentiza y se patetiza. No hay cambio político ni económico posible sin una verdadera transformación ontológica, epistemológica y ética, es decir, cultural en el aspecto mas inclusivo de la palabra. Los forjistas, plenamente concientes de la necesidad de una verdadera revolución cultural, se concentraron fundamentalmente en la formulación de un conjunto de ideas auténticamente locales que surgieron de una profunda tarea de interpretación y reinterpretación de nuestra historia, de nuestros valores, de nuestra experiencia nativista, de nuestras tradiciones y de otros elementos de índole cohesiva, y por el otro, de la adaptación de otras, que aunque provenían del exterior, fueron sometidas previamente “al cristal de nuestra realidad”.

Es allí, en el sustrato de nuestra identidad, donde convergerse los esfuerzos, y cabe a los lideres políticos y sociales el impulso esencial

De lo contrario, un sutil otoño comenzará descorrer los simulados tintes primaverales, y posteriormente, el frío invernal volverá a congelar los tibios espíritus transformadores.

Hernandez Arregui, Juan José: “La formación de la conciencia nacional”. Edit. Plus Ultra. P.20. ed 1973

Hernández  Arregui, Juan José; “La Formación de la Conciencia Nacional”. Edit. Plus Ultra . Pag. 298

Scalabrini Ortiz, Raúl ; Política Británica en el Río de la Plata. Edit. Plus ultra.

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