APORTES DE LA FILOSOFÍA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA De: Fermín Chávez.

 

 

  1. A 40 años del Primer Congreso Nacional de Filosofía y del Discurso de Clausura —actualmente conocido como “La Comunidad Organizada”—, me parece importante abordar un tema del pensamiento que concierne al desenvolvimiento de la Argentina moderna. Lo definimos simplemente como una nueva visión del positivismo argentino, definición que comprende la influencia positivista en figuras claves de lo que denominamos Movimiento Nacional.

Nuestro punto de partida es la reflexión que sobre el positivismo argentino planteó, en sus últimos años, el pensador cordobés Nimio de Anquín, cuyo magisterio ha inducido e iluminado la presente comunicación, como ya lo hiciera en la elaboración de nuestro libro La recuperación de la conciencia nacional.

Según el esquematismo conocido, propio de las necesidades del modelo cultural neocolonial para consolidarse, el positivismo aparece como un todo homogéneo, sin fisuras ni transformaciones en el tiempo, y sin componentes eclécticos; y, en gran medida se lo hace responsable del modelo pedagógico del denominado “proyecto del 80”. Por lo menos, responsable principal.

  1. El primero en anotar este simplismo, tan reiterado, fue el profesor Nimio de Anquín, en un trabajo de 1964, (Lugones y el ser americano), donde expresa:“El positivismo no es el pecado original nuestro, lugar común de todos los que discurren sobre el pensamiento argentino, sino que,no como positivismo sino como un ontismo, es su connotación original, lo cual es distinto”, y también:“la connotación positivista de nuestro ser naciente no es más que ese, o sea nuestra única manera posible de existir en el horizonte de la emersión vital”. (El subrayado es nuestro).

El mismo pensador cordobés define su ontismo diciendo, para diferenciarlo del positivismo europeo: “Es un estadio de preconocimiento sin pasado, sin tradición, propio solamente de los entes en emersión, cuya pupila no está ejercitada aún en la visión cognoscitiva y menos metafísica, y cuya conciencia (Gewissen) carece de tradición y deuda o de culpa, por carecer de pretérito que la oprima y la agobie con el peso de una gran historia”.(Ibidem).

Ninguna de las figuras mayores del positivismo argentino (Francisco Ramos Mejía, Carlos Octavio Bunge, Ernesto Quesada) puede ser asimilada sustancialmente al núcleo del pensamiento de la Aufklärung ahistórica, del corte tajante con el pasado: ninguna de ellas lo convierte en tabula rasa. Los tres nombrados jamás reniegan de la tradición, ni cuando, en el caso de Bunge, se produce una aproximación al biologismo, o a un sociobiologismo anticipado.

  1. Todos tres abordaron el estudio del federalismo argentino:Ramos Mejía en una obra de 1889; Bunge, en su tesis doctoral de 1897, y Quesada, filósofo de la historia, dio testimonios conocidos sobre el significado de Rosas en nuestra historia. Todos desechan el enfoque antihistórico y antihispánico del Iluminismo argentino.

Nadie ha querido advertir, por ejemplo, el origen de la tesis sobre el federalismo argentino de Ramos Mejía, porque todos lo refieren siempre a Spencer, Taine y Buckle y nunca a José Manuel Estrada, su profesor universitario en la Facultad de Derecho desde mediados de la década de 1870. Y por su parte Bunge bebe en Ramos Mejía y en Estrada, como bien puede advertirse en su tesis doctoral ya mencionada.

Si pasamos al otro Ramos Mejía —José María— el médico, lo hallaremos influido notablemente por Gustave Le Bon y su Psychologie des foules, libro editado cuatro años antes de Psicología de las multitudes argentinas de nuestro positivista.

El caso de Carlos Octavio Bunge es sumamente ilustrativo de lo que venimos sosteniendo: en su bastante mencionada obra Nuestra América, de 1903, se presenta como consumado biologista, ortodoxo naturalista, y suerte de un Tain argentino.Pero en dos trabajos posteriores se desdijo de todo su presunto antihispanismo y anticriollismo; aun más, se declara partidario del historicismo jurídico frente a la sociología spenceriana y evolucionista que entraña —dice—“una concepción uniforme de la historia”. Estamos citando palabras de su Historia del Derecho Argentino, de 1912. Quien, en su libro de 1903, creía en la inferioridad del hispano-criollo, ahora escribirá:“España y no otra nación del orbe culto fue la legítima heredera de la gloria jurídica de Roma. Es ella la que, entre los pueblos modernos hasta el siglo XVIII, produjo las leyes más sabias y generosas, los códigos más humanos y perfectos”.

Su reivindicación del gaucho, a partir de 1910, lo aleja de las tantas veces trajinada Nuestra América. Conviene leer su reinterpretación del Martín Fierro y sobre todo su prácticamente desconocido discurso sobre El derecho en la literatura gauchesca, de recepción en la Academia de Filosofía y Letras. Por razones de espacio, no podemos detenernos en este otro Bunge, pero leamos al menos este párrafo sobre el gaucho: “Aunque altanero e individualista, no se le puede conceptuar elemento de desorden. Los héroes de la literatura gauchesca son producto de un período crítico en que el gaucho defendió, con su derecho, consuetudinario, nada menos que su existencia social, su vida”.

  1. Sí, en efecto, como enseñaba Nimio de Anquín, el positivismo no es nuestro pecado original. Como bien decía el sabio cordobés: partimos de una situación que acaso llamaríamos adecuadamente con la expresión teológica in puris naturalibus y llegamos hasta donde podemos. Situación, por lo demás, bien clásica, y que en todo caso conviene a nuestra condición de comenzantes, de arkheguetas”.(Ente y Ser, 1962).

In puris naturalibus, esto es, en cuero, o como “nuestros hermanos los indios”, según el decir sanmartiniano, tan de imagen. En su tiempo lo dijo de otra manera el correntino Manuel Ortiz Pereyra, bajo la influencia indudable del ruso Eugenio de Roberty, positivista en su juventud y militante del partido radical socialista y delegado en 1905 al Zemstvo(asamblea provincial) de Moscú.Y lo diría en la década de 1940 un hijo de positivista, Raúl Scalabrini Ortiz, con estas palabras: “Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos”.

El geólogo que no fue, el hijo del maestro Pedro Scalabrini, anticipa su reflexión sobre nuestra situación, in puris naturalibus.

  1. Juan Perón, pensador político, tampoco fue ajeno a estos pensamientos. Así lo descubre, por ejemplo, en sus lecciones de conducción donde campean observaciones como ésta:“El método va de la apreciación del fenómeno a la apreciación de ese fenómeno en su conjunto y en cada una de sus partes…”. O como esta otra:“No hablamos ya de conocer una situación sino de vivirla”. O en aquella que ya se torna clásica: “Hay que llegar a la realidad de alguna manera y de allí afirmar las conclusiones…”. Todo esto pronunciado en 1951.

Quedaría por consignar, de yapa, que Juan Perón leía y citaba a Gustave Le Bon, como lo hizo en un texto caraqueño de fines de 1957:“Nos anticipó hace tiempo Le Bon: “La edad en que entramos será realmente la Era de las Multitudes”.“No en los consejos de los príncipes, sino en el alma de las muchedumbres, es donde se preparan los destinos de las naciones”. “El derecho divino de las muchedumbres reemplazará al derecho divino de los reyes”…(Los vendepatria). He aquí otra de las fuentes de Juan Perón, análoga a la de los presocráticos, en los que también abrevaba, según lo dejamos establecido en otro trabajo. a

 

  1. Escolio enviado al IEncuentro Nacional del Pensamiento

Latinoamericano, San Luis, 18/20 de noviembre de 1988.

 

 

[Firma del autor].

 

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