BASTA DE PROGRESISMO: NECESITAMOS “REGRESISMO” Por Walter Moore

Nuestros ideales no pueden estar en un futuro incierto y difuso, que permite justificar casi cualquier cosa con sólo presentarla como un “progreso”. Que ya es un concepto obsoleto, pues ha sido bastardeado por el capitalismo tardío y sirvió para justificar la hegemonía norteamericana, país ¡”moderno”! por antonomasia, ejemplo que todos deberíamos seguir para entrar en un paraíso de confort y “libertad”. Eso en los enunciados, pero la realidad es que ese ejemplo de modernidad ha involucionado al mismo ritmo que consolidaba su hegemonía.

Hoy es un país de drogadictos, sus ejércitos han dejado de ser liberadores de esclavos, son hordas tecnológicas que se parecen más a Atila que a San Martín. Quedarse con medio Mexico, poner a todos los indios en reservaciones y convencerlos para que instalen allí réplicas de la ciudad más decadente del planeta: “Welcome to Las Vegas”.

Una sociedad que pudo destruir con una sola bomba una ciudad entera como Hiroshima, que nos acostumbró a comer comida McChatarra, y a comprar freezers grandes como placards para guardar más comida chatarra, etc, etc. Eso es lo que está en la base de la ideología “progresista”.

Yo estoy asqueado de todo este “progreso”. Yo quiero volver al pasado. Quiero viajar de Buenos Aires a Rosario en dos horas y media, como en 1950, apoltronado en cómodos asientos de pana, y tomando café en una vajilla espléndida, con el logo de FFAA.

Quiero vivir en una ciudad donde los protagonistas sean las personas, no los autos, una ciudad que de noche sea silenciosa, donde los chicos puedan jugar en la calle, donde no haga falta cerrar la puerta de calle con llave, como en 1950.

Añoro la leche que nos traía don Juan, que entraba todos los días hasta la cocina del fondo donde volcaba en una olla un par de litros de leche cremosa, que hervíamos sin necesidad del misterioso tratamiento que les saca toda la “gordura”, obligatorio gracias a las generosas contribuciones de las fabricas lácteas a los que hacen las reglas dentro del gobierno.

Me acuerdo cuando hablaba horas por teléfono y siempre pagaba lo mismo. Y cuando los vigilantes nos hacían sentir protegidos y uno podía cerrar un trato contando con la palabra del otro, y no pensando en un juicio.

Quisiera volver a ir una vez por año, al menos, a hacerme un traje de medida, sin por eso ser rico..

Quisiera moverme en auto o en bicicleta en una ciudad donde no hacen falta semáforos, pues en el silencio de la ciudad se escucha si alguien se aproxima a la vuelta de la esquina.

Quisiera volver a comer esos almuerzos caseros de cinco platos diferentes, sin que por eso hubiera tantos obesos como ahora. También extraño ir caminando a todos lados, disfrutar del esplendor de las Grandes Tiendas, donde las personas se movían suavemente en ámbitos generosos, pues eran personas acostumbradas a vivir en viviendas amplias, bien terminadas, frescas en verano y abrigadas en invierno, básicamente por la nobleza de los materiales, y no por artefactos que fueron parte de la “electrodomesticación” impulsada por las corporaciones comerciales, que “progresaron” tanto que lograron mercantilizar la totalidad de la cultura.

Esa consecuencia, este efecto del “progreso” de la ideología mercantilista, ha cambiado drásticamente algunos valores, tales como convertir a los profesores en “empleados” de los centros de enseñanza, privados primero, y después también los estatales, lo cual convierte a los estudiantes en “clientes”.

También han convertido a muchas esforzadas vocaciones en el arte de curar, en meros vendedores de medicamentos.

Los “progresistas” son una parte de los que han operado para cambiarnos nuestra manera de imaginar el futuro, donde el dinero contamina, implícitamente, gran parte de nuestros actuales disvalores.

Por eso creo necesario impulsar la recuperación de ese formato social y urbano de los ´50, que nos fuera arrebatado por el progresismo liberal, que ya es una ideología del pasado.

La sociedad industrial ya está entrado en el pasado, como lo prueba en forma elocuente la quiebra de una ciudad que fue el máximo ejemplo del industrialismo: Detroit; que perdió la mitad de su población quedando con la misma población que tenía hace un siglo y medio, hoy tiene 78.000 edificios abandonados, muchas calles carecen de iluminación nocturna y hay jaurías de mascotas abandonadas que recorren la ciudad buscando algo que comer.

La idea de “Orden y Progreso” ya no tiene connotaciones progresivas, lo que tenemos que hacer, es utilizar algunos de los recursos que se han generado en las últimas décadas, para reconstruir una sociedad de valores, y una nueva ciudad vivible, disfrutable.

Debemos pensar de nuevo, y actuar de inmediato, estamos en el Centro de la Historia.

Buenos Aires, 23 de octubre de 2013

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