Cuatro impresiones de Arturo Jauretche sobre La Reforma Universitaria de 1918.   Facundo Di Vincenzo[1]  

 

  1. Introducción.

 

Como todos años en el mes de febrero la Universidad Nacional de Lanús se sacude con el curso de ingreso. Cientos de aspirantes pueblan la Universidad en su búsqueda por ingresar  a las carreras de:Audiovisión / Ciencia Política y Gobierno / Ciencia y Tecnología de los Alimentos / Diseño Industrial / Diseño y Comunicación Visual / Economía Empresarial / Economía Política / Educación / Enfermería / Gestión Ambiental Urbana / Justicia y Derechos Humanos / Música de Cámara y Sinfónica / Nutrición / Planificación Logística / Relaciones Internacionales / Seguridad Ciudadana / Sistemas / Tecnologías Ferroviarias / Trabajo Social / Traductorado Público en Idioma Inglés / Turismo / Educación Física / Gestión Educativa / Música de Cámara y Sinfónica / Planificación Logística / Seguridad Ciudadana / Tecnologías Digitales para la Educación y Trabajo Social.

 

Una de las materias del ingreso, La Universidad en Argentina, recorre la Historia y los Proyectos de Universidad en Argentina. Una Historia que comienza en 1613, cuando en la Ciudad de Córdoba los jesuitas abrieron el Colegio Máximo, en donde sus estudiantes recibían clases de filosofía y teología, hasta las características que en la actualidad tiene la Universidad en general, y el proyecto de la Universidad Nacional de Lanús, en particular.

 

Entre los diferentes temas a tratar en la materia de La Universidad en Argentina se menciona el caso de La Reforma Universitaria de 1918. Un hecho problemático para el campo historiográfico argentino, ya que no hay una lectura única sobre el acontecimiento, incluso, hay impresiones antagónicas respecto a los logros, alcances y perspectivas que tuvieron los reformistas de 1918.

 

 

 

  1. Presentación de problema. La Reforma y sus lecturas.

 

Como ocurrió desde su nacimiento, la disciplina histórica en Argentina estuvo marcada por intereses de facción, ideológicos, personales y económicos.  La Reforma Universitaria de 1918 canalizó divisiones preexistentes en los ámbitos académicos, políticos y sociales, qué visiblemente han viciado las lecturas sobre el acontecimiento: Los laicos, masones y agnósticos, encontraron el suceso para embestir a los católicos, los simpatizantes y compañeros de ruta de la reciente Revolución Bolchevique de 1917 alzaron las banderas rojas para intentar encender la chispa de la Revolución, los radicales intentaron (y claramente lograron) tomar cargos jerárquicos en las instituciones universitarias nacionales y, finalmente, los jóvenes universitarios de los sectores medios y altos, en una suerte de lucha generacional, vociferaron contra “los viejos profesores enclaustrados en las aulas.”

 

Una primer lectura sobre la Reforma Universitaria de 1918, que llamaré hegemónica, por su difusión en textos como por su vinculación  con instituciones y corrientes político culturales sólidamente posicionadas en los espacios académicos argentinos (UBA, CONICET, FUBA, AHRA), es la que realizaron autores como Gabriel del Mazo[1], con su monumental obra de 1957 en tres tomos, Jorge Orgaz(1970), José Luis Romero (1956) o Luis Alberto Romero (2012), en sus diferentes trabajos (1956, 1976). Estos autores destacan que la Reforma de 1918 consiguió la emancipación en estructuras, contenidos y fines, respecto de la Universidad clerical y “medieval” anterior. Señalan la importancia de la autonomía y el cogobierno logrado por la Reforma. Hacen una comparación con el momento anterior a 1918, y focalizan en demostrar la importancia de establecer una Universidad sin afecciones políticas, sociales y culturales. Subrayo, la disociación entre política y problemas sociales es considerada por estos autores, como un desencuentro positivo y lógico para el desarrollo del conocimiento universitario.

 

Otras lecturas, de autores como Dardo Cuneo (1978) o Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti (1983), han matizado esta perspectiva, remarcando la heterogeneidad de posturas entre los reformistas a lo largo de Latinoamérica. También encuentro trabajos como los de Juan Carlos Portantiero (1978) y Hugo Biagini (2000), que han estudiado la Reforma destacando especialmente las repercusiones o efectos en materia de ideas y pensamiento que ha generado la Reforma para la historia de los movimientos juveniles en América Latina.

 

Luego, encuentro una serie de trabajos con visiones profundamente diferentes a las desarrolladas por la lectura hegemónica. La realizan otros académicos, políticos e intelectuales vinculados a corrientes del pensamiento nacional y popular latinoamericano, como el caso de Arturo Jauretche (1957), Rodolfo Puiggrós (1974), Hernández Arregui (1973), Jorge Abelardo Ramos (1973), Ana Jaramillo(2018) y Aritz Recalde(2007, 2018). Estos autores, se detienen en estudiar los logros alcanzados en materia de estructuras, contenidos y fines luego de 1918. Si bien reconocen la importancia de haber logrado motorizar una serie de perspectivas fundamentales: el anti imperialismo, anti positivismo como el desarrollo de un movimiento estudiantil a nivel continental, en todos los casos, discuten y polemizan con la lectura “hegemónica”. En líneas generales, consideran que una verdadera Reforma Universitaria debería implicar una función de compromiso y acción por parte de la comunidad universitaria (autoridades, docentes, alumnos, graduados, no docentes) sobre los problemas de la sociedad en donde se encuentra situada.

 

  • Cuatro impresiones de Arturo Jauretche sobre La Reforma Universitaria de 1918.

 

La Reforma Universitaria estalla en Córdoba el 15 de junio, día en el cual un grupo de estudiantes impidieron que se consumara la elección del Rector de la Universidad. A este episodio le siguió la huelga estudiantil, llegando a su pico de tensión el 9 de septiembre, cuando la Federación Universitaria de Córdoba asumió la dirección de la Universidad. La primera respuesta del gobierno fue ordenar que el Ejército reprima la ocupación. Durante el curso del conflicto, y por pedido de los estudiantes, el presidente Hipólito Yrigoyen (Buenos Aires, 1852-1933) intervino dos veces la Universidad para que se reformaran los estatutos y se realizaran nuevas elecciones de sus autoridades. El acontecimiento rápidamente llega a la Capital Federal y luego a la Provincia de Buenos Aires. El Pensador Nacional, escritor y político Arturo Jauretche (Lincoln, 1901-1974), en esos momentos se encontraba en Chivilcoy cursando los estudios secundarios, él mismo se recuerda como antiyrigoyenista, cercano a los caudillos conservadores de la zona. En ese sentido, como otros jóvenes conservadores de Chivilcoy, consideraba que la Reforma era un intento por parte de los radicales de Yrigoyen para “copar” las Universidades y Colegios Nacionales, de hecho, desde fines de agosto de 1918 en el Colegio Nacional al que iba Jauretche cesan en sus cargos más de quince docentes interinos y se designan docentes titulares nuevos. Los estudiantes, entre los que se encontraba Jauretche, rodean el edificio, hay corridas, escaramuzas. Los jóvenes arrojan piedras que terminan destruyendo los vidrios de las aulas. Dice el principal biógrafo de Jauretche, el historiador Norberto Galasso (Buenos Aires, 1936): “El escándalo de Chivilcoy adquiere, entonces, proporciones nacionales e Yrigoyen, sensible a los reclamos, otorga una audiencia a los estudiantes para informarse personalmente del problema. Así, el 12 de septiembre de 1919, una comisión de nueve jóvenes ingresa en la Casa Rosada a discutir, mano a mano, con el Presidente de la Nación, los problemas del Colegio [Nacional de Chivilcoy]. (Galasso, 2003p.73)”

 

Llegamos a la primera impresión que tiene Jauretche de los reformistas: la hipocresía. Dice Jauretche: “Ahí empecé a desconfiar. “La Nación” y “La Prensa” dedicaron la primera página, entera, durante dos días, a una huelga del colegio de Chivilcoy porque habían sido echados los profesores conservadores. Ahí empecé a darme cuenta como se maneja el periodismo. Porque un asunto que era para dos columnas, en páginas cuatro o cinco, lo ponían en primera página, dándole enorme resonancia al asunto. Y nosotros nos creíamos que éramos muy importantes y que el país giraba alrededor de la huelga que habíamos hecho contra Yrigoyen…Y vinimos a Buenos Aires con otros dirigentes reformistas, a hablar con Don Hipólito y de eso salió una versión bastante deformada para dejarlo en ridículo a Yrigoyen, que se publicó en “La Nación”, donde nos llevó Julio V. González, porque es la cosa curiosa de la Reforma Universitaria y de la inteligencia de nuestro país. Yrigoyen hacía la Reforma y los reformistas andaban bien con los diarios antireforma. (Citado en: Galasso, 2003, p.73)”.

 

La segunda impresión que tiene Jauretche, refiere sobre el modo de ser antiimperialista de los reformistas, un antiimperialismo particular, “que le comía los hígados al águila americana” pero que era ciego a la dependencia de Inglaterra. Dice Jauretche:“Fui antiimperialista al estilo de la época y le comía los hígados al águila norteamericana que andaba volando por el Caribe. Los ‘maestros de la juventud’ nos tenían buscando el plato volador en el cielo, mientras el león británico comía a dos carrillos sobre la tierra nuestra… ¡Qué fácil era entonces hacer antiimperialismo! […] Por supuesto que todo ello con el beneplácito de la Royal Dutch Shell, de los ferrocarriles y de los abogados argentinos al servicio del capital inglés… Recién luego, con Scalabrini Ortiz, descubrí que el antiimperialismo puede ser también un instrumento del imperialismo. (Jauretche, 1972, p. 9)”

 

La tercera impresión de Jauretche se relaciona con el derrotero de la Reforma en las Universidades, en parte por la ausencia de lucha de quienes la habían comenzado, en parte por el acomodamiento de muchos reformistas a sus cargos, cediendo y traicionado todos sus principios durante el gobierno radical y pseudoconservador de Marcelo T. de Alvear (1922-1928). El historiador de la Reforma, Horacio Sanguinetti afirma que: “Durante el gobierno de Don Marcelo, las fuerzas reaccionarias recuperaron gran parte del terreno perdido durante la Reforma […] muchos viejos profetas reformistas se entregan sus armas y bagajes al adversario. Horacio Váldes en la docta, ya había marcado el camino…El Presidente de la Universidad de La Plata, Benito Nazar Anchorena, elevado a ese cargo por la Reforma, se vuelca a una arbitraria dictadura, secundado por tránsfugas, entre ellos Somnmariva. Saúl Taborda, joven cordobés que había ensayado novedosos sistemas pedagógicos desde el rectorado del Colegio Nacional de La Plata, es exonerado…En Buenos Aires, el lock out profesoral derriba a Sáenz y entrega la Universidad, encabezada por Arce, a la reacción que reforma sus estatutos retaceando la injerencia estudiantil. (Sanguinetti y Ciria, 1983, p. 45).

Escribe Jauretche: “La deformación de la reforma universitaria, del reformismo en fubismo[2], generó una especial forunculosis, que tal vez humorísticamente, podría ser correlativa de esa tendencia a los granos propia de los adolescentes. Los “maestros de la juventud[3]” y los “arieles[4]” convertidas en fijaciones que los afectados llevaron y llevan, en algunos casos hasta su muerte física. Empezaremos por los primeros. La Reforma, al divorciarse de su base de sustentación original, que era la presencia del pueblo en el Estado, fue creándose una mitología de dioses y su liturgia. Desvinculada del movimiento general que la había originado centró sus objetivos en sí misma y terminó en un culto esotérico que la hizo medio y fin al mismo tiempo. Este aislamiento de los movimientos reales del país le permitía un enfrentamiento teórico con la oligarquía y el coloniaje en el campo de las ideas generales, mientras que prácticamente marcaba su incontaminación con la grosería y vastedad de los movimientos populares incompatibles con el narcisismo del estudiante, ya señalado. Así, en lugar de incorporarse a las corrientes nacionales vino a constituirse en parte de la “intelligentzia[5]” proveniente de la izquierda política de importación, que disentía en el terreno ideológico abstracto con la llamada derecha, pero formaba parte en común frente al intelectual contra toda irrupción de lo popular como expresión de autenticidad. Así, casi todos los dirigentes estudiantiles fueron socialistas, comunistas, demócratas progresistas, hasta alvearistas cuando se trató de política nacional. De ninguna manera yrigoyenistas y mucho menos, peronistas. (Jauretche, 1957, pp. 205-206)”

 

La cuarta y última impresión refiere a lo que nos dejó la Reforma Universitaria de 1918. Jauretche en una entrevista realizada para “El Nacional” concluye lo siguiente: “La Reforma Universitaria en que hemos sido combatientes fue producto del acceso al poder del pueblo, en la primera presidencia de Yrigoyen. Un movimiento de renovación, paralelo al que se operaba en el campo político y social, reclamando la adecuación de la cátedra a una realidad histórica, un enfrentamiento a la oligarquía colonialista y una ubicación dinámica del estudiante para contrarrestar las tendencias pasatistas de los técnicos, sustituyendo programas y hombres…La Reforma fue frailuna en Córdoba porque la oligarquía en la universidad cordobesa era frailuna y fue antiliberal en Buenos Aires porque aquí la oligarquía liberal era masonaza. Y hubo que voltear a las dos porque las dos eran el régimen, que es como Yrigoyen llamaba a la oligarquía…Aquélla, la Universidad de antes de 1918, continuaba en la cátedra con una mentalidad sin vigencia, ni en el mundo, ni en el país. Una burocracia conformada con selección oligárquica y cuyas primeras figuras habían muerto o sobrevivían con los oídos tapados a la realidad inmediata y por sobre todo, a la renovación profunda operada en el país que había sacado el timón del mismo de la vieja clase gobernante, ya en plena decadencia, para entregarlo a fuerzas nuevas. Un nuevo mundo, además sacudido por la guerra del 14 y por el avance, al primer plano, del hecho más trascendente de este siglo: la Revolución Rusa, cualquiera sea el juicio que sobre ella se tenga. Todo eso era ajeno para esa universidad, ajena por completo también a toda crítica al sistema de fondo imperante en lo económico y social. En esta materia, la cátedra católica coincidía con la liberal y los debates entre ultramontanos y masonazos eran debates entre dos teologías y la sangre no llegaba al rio…La renovación operada políticamente en el país tenía que llegar a la Universidad. Abrirla a las nuevas corrientes que actuaban en el mundo y sobre todo vincularla a la presencia del pueblo en el Estado, que volvía, desde 1916, a ser actor en una escena de la que había sido arrojado con los caudillos federales. (Jauretche, 1972, p. 12).”

 

 

 

[1] Del Mazo, Gabriel, La Reforma Universitaria [3 tomos], La Plata, Centro de Estudiantes de Ingeniería de la UNLP, 1941.

[2]El termino Fubismo es utilizado por Jauretche para identificar a un sector de la juventud universitaria de la Universidad de Buenos Aires agrupado en torno a la Federación Universitaria de Buenos Aires. Este grupo, desde la lectura de Jauretche ha sido históricamente antipopular, antinacional y, en algunos momentos, fue anti norteamericano, un tipo de antiimperialismo promocionado por el imperialismo inglés, ligado en algunos casos, a las familias de estos jóvenes, ya que según Jauretche, en muchos casos los fubistas eran hijos o parientes de los sectores comerciantes/mercantiles/financieros asociados a los capitales británicos. Fueron anti yrigoyenistas y anti imperialistas, criticaron a los líderes populares desde la óptica de Francia e Inglaterra, así que rotularon a Perón e Yrigoyen como fascistas y/o nazis. Paradójica y extrañamente seguían y/o acompañaban otros procesos nacionales y masivos, como el de Mao en China o el de Lenin en Rusia.

[3]Era la frase con la cual identificaban los intelectuales de Buenos Aires a los reformistas como Alfredo Palacios, Juan V. González, José Ingenieros, Alejandro Korn, Aníbal Ponce, etc…

[4]La denominación de Arieles deriva de la lectura realizada por Jauretche del libro de José Rodó, “Ariel” (1900). En este libro se manifiesta un enfrentamiento entre el Cáliban (materialista, racionalista, sajón) y el Ariel (sensible, estético, artístico, latino). Desde la concepción de Jauretche, ambos eran anti populares y, en ese sentido, anti nacionales. Para los arieles, como para los dreyfusard en Francia, era más importante como se decían las cosas, que lo que decía. Lo estético y las formas siempre eran más que los contenidos. Despreciaban lo vulgar, por incivilizado y salvaje, de allí que los arieles huían y criticaban la masividad de los actos radicales primero, y peronistas después. Los arieles eran parte de la intelligentzia.

[5] Para Jauretche la intelligentzia es el fruto de la colonización pedagógica por cumplir la función de transpolar los valores falsamente universales (valores de la OTAN) en valores nacionales, invisibilizando la dominación colonial. Toma una extensa cita del libro Crisis y resurrección de la literatura argentina (1954) del ensayista, historiador, pensador y político Jorge Abelardo Ramos (Buenos Aires, 1921-1994), que dice: “En las naciones coloniales, despojadas del poder político directo y sometidas a las fuerzas de ocupación extranjeras, los problemas de la penetración cultural pueden revestir menos importancia para el imperialismo, puesto que sus privilegios económicos están asegurados por la persuasión de su artillería. La formación de una conciencia nacional en ese tipo de países no encuentra obstáculos, sino que, por el contrario, es estimulada por la simple presencia de la potencia extranjera en el suelo natal… En la medida que la colonización pedagógica —según la feliz expresión de Spranger, un imperialista alemán— no se ha realizado, solo predomina en la colonia el interés económico fundado en la garantía de las armas. Pero en las semi-colonias, que gozan de un status político independiente decorado de ficción jurídica, aquella ‘colonización pedagógica’ se revela esencial, pues no dispone de otra fuerza para asegurar la perpetuación del dominio imperialista, y ya es sabido que las ideas, en cierto grado de evolución, se truecan de fuerza material. De este hecho nace la tremenda importancia de un estudio circunstanciado de la cultura argentina o pseudo-argentina, forjada por un siglo de dictadura espiritual oligárquica… La cuestión está planteada en los hechos mismos, en la europeización y alienación escandalosa de nuestra literatura, de nuestro pensamiento filosófico, de la crítica histórica, del cuento y del ensayo. Trasciende a todos los dominios del pensamiento y de la creación estética y su expansión es tan general que rechaza la idea de una tendencia efímera. En este sentido es que legítimamente puede hablarse de una verdadera devastación espiritual de las nuevas generaciones intelectuales” Jauretche, como Jorge Abelardo Ramos o como el mencionado filósofo y psicólogo alemán Eduard Sprangler (Berlín, 1882-1963), se preocupa por señalar que no hay dos culturas en un mismo país. Más bien, hay una cultura nacional que emerge desde las tradiciones, lo cotidiano, la historia, en definitiva, lo preexistente; y otra que es ajena, impostada, falsa, imperial. Sprangler hacia 1918, preocupado por lo que observaba como un avance de la cultura francesa en los ámbitos culturales y políticos alemanes de su tiempo, alertaba: “la cultura es la parte vital de una Nación y una cultura necesita de hombres capaces para sostenerla, son su sangre, sus fibras y venas.”

 

[1]Doctor en Historia, Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Profesor de Historia (USal, UNLa, UBA) Docente e Investigador del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte” ICC – SIyP y del Centro de Investigaciones Históricas DHyA (UNLa), Columnista de los Programas Radiales: Malvinas Causa Central y Esquina América en Megafón FM 92.1

 

Bibliografía mencionada.

 

  • Ciria, Alberto y Sanguineti, Horacio, La Reforma Universitaria [2 tomos], Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983.
  • Cuneo, Dardo, “Extensión y significado de la Reforma, en Dardo Cuneo (Compilador),  La Reforma Universitaria (1918-1920), Caracas,  Biblioteca Ayacucho, 1978.
  • Del Mazo, Gabriel, La Reforma Universitaria [3 tomos], La Plata, Centro de Estudiantes de Ingeniería de la UNLP, 1941.
  • Doll, Ramón, Liberalismo en la literatura y la política, Buenos Aires, Editorial Claridad, Sin fecha consignada.
  • Doll, Ramón, Lugones, El apolítico y otros ensayos, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1966.
  • Doll, Ramón, Policía intelectual, Buenos Aires, Editorial Tor, 1933.
  • Galasso, Norberto. Jauretche y su época [dos tomos], Buenos Aires, Corregidor, 2003.
  • Hernández Arregui, Juan José, ¿Qué es el ser nacional?, Buenos Aires, Plus Ultra, 1973.
  • Hernández Arregui, Juan José, La formación de la conciencia nacional, Buenos Aires, Ediciones Hachea, 1970.
  • Jaramillo, Ana, “Reforma Universitaria. La Reforma, la libertad creadora nacional y el anhelo de justicia social, en Revista Viento Sur, Remedios de Escalada, Universidad Nacional de Lanús, Año 8, Número 17, Abril 2018.
  • Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa, Buenos Aires, Trafac, 1957.
  • Puiggros, Rodolfo, La Universidad del pueblo, Buenos Aires, Eudeba, 1974.Ramos, Jorge Abelardo, Crisis y resurrección de la literatura Argentina, Buenos Aires, Coyoacan, 1961.
  • Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la Nación Latinoamericana [1968], Buenos Aires, Peña Lillo, 1971; Rama, Carlos, Historia de América Latina, Madrid, Brugera, 1978.
  • Ramos, Jorge Abelardo, El Sexto Dominio, en Revolución y Contrarevolucón en Argentina, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972.
  • Recalde, Aritz e Iciar Recalde, Universidad y liberación nacional, Buenos Aires, Editorial Nuevos Tiempos, 2007.
  • Recalde, Aritz, Intelectuales, peronismo y universidad, Buenos Aires, Editorial Punto de Encuentro, 2016.
  • Recalde, Aritz, “Reflexiones sobre la Reforma de Universitaria de 1918: 7 hipótesis para el análisis”, en http://sociologia-tercermundo.blogspot.com.ar, febrero de 2008
  • Recalde, Aritz, El Centenario de la Reforma de 1918 y la integración Latinoamericana, en http://www.labaldrich.com.ar/, 7 de abril de 2018.
  • Romero, José Luis, La Reforma Universitaria y el futuro de la Universidad, Buenos Aires, Federación Universitaria de Buenos Aires, 1956. [Discurso pronunciado en el acto de asunción como interventor de la Universidad de Buenos Aires el día 15 de junio de 1956].
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  • Orgáz, Jorge, Reforma Universitaria y rebelión estudiantil, Buenos Aires, Ediciones Libera, 1970.
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  • Biagini, Hugo, La Reforma Universitaria. Antecedentes y consecuentes, Buenos Aires, Leviatán, 2000.

 

 

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