RESPECTO A LA CRITICAS APARECIDAS EN EL PERIODICO “LA NACION” AL INSTITUTO “DORREGO”. POR FRANCISCO PESTANHA

Ni indignado, ni sorprendido: “disipado”.

Muchachos y muchachas:

La verdad es que como abandoné hace tiempo la costumbre de leer los periódicos y de escuchar las radios porteñas, ya que en razón de su matriz compulsiva y alienante, hubo un tiempo en que mi analista me recetó una pastillita terminada en “zepan”, me enteré por vuestros respectivos correos, y por un llamado de Araceli, respecto de las sendas notas publicados en esa añeja y vetusta tribuna de doctrina que debe costar al rededor de cinco pesos (prometo mañana consultar al canillita de la esquina).

Ni el enfado vehemente que presupone la indignación, ni la conmoción que suele generar lo imprevisto, lo raro, o lo incomprensible me provocaron ambos libelos. Forman parte de una vasta y machacada tradición de incomprensión y de intolerancia que, en algunas épocas, trasmutó en represión intelectual y física. Parte de mi familia sufrió en carne propia las consecuencias de esa mentalidad obtusa, desalmada y desarraigada a la vez.

La vida me premió estos años con placer de compartir largas charlas con Fermín Chávez, Ernesto Goldar, Enrique Oliva, Alberto González Arzac, Guglielmino, entre otros tantos hombres y mujeres que fueron víctimas de ese fascismo enmascarado en libertades públicas e instituciones republicanas, y ellos me enseñaron que hay momentos para avanzar, otros para aminorar, pero nunca hay tiempo para retroceder y estos,  son claramente de avanzar. Si los argumentos que intentan impedir el resurgimiento de una epistemología propia son aquellos que aparecen en ambas notas, y todo queda allí, el relax que me provoca su lectura me invita  a descorchar una botella de muy buen vino salteño que me obsequiaron recientemente los compañeros en el último viaje.

Nosotros no somos intelectuales de academia ni queremos serlo. Pensamos e historizamos por una causa que es la liberación económica y cultural del país. Tenemos objetivos concretos y no somos asépticos  Pertenecemos a esa raza en la que conviven poetas, folkloristas, autodidactas, metafísicos y también por que no algún resbalado con pretensiones de trascendencia.

Por ello la denominación de “pensadores” con la que, inteligentemente, se autodefinieron nuestros maestros con el fin de establecer una ruptura radical con las categorías que impuso el enciclopedismo iluminista, no debe ofender sino constituirse en fuente de orgullo.

El concepto “intelectual” forma parte de la tradición ilustrada que tiene su esplendor en el iluminismo racionalista de los siglos XVIII y XIX y el positivismo que modeló el proyecto modernizador enfatizando la racionalidad científica, exaltando el valor de la tecnología impulsando el determinismo y asimilando lo humano a la idea de progreso, idea que genero el arquetipo del intelectual con “racionalidad modernizadora acrítica”.

El mismo neo- positivismo reduccionista que “ilumina” las “profundas” reflexiones de Romero y Sarlo, afortunadamente es cuestionado vehementemente hoy en todo el continente.

Respecto a la cuestión mediática, y a las respuestas, todas las propuestas resultan comprensibles y validas. Si es necesario y hay posibilidades cuenten conmigo y con las herramientas que hoy tenemos. Particularmente soy de aquellos que aprendimos de nuestros maestros a ignorar este tipo de debates que se dan en superficie y en campo extraño, y seguir laburando en el subsuelo. Ingresando por las grietas. En criollo: a no gastar pólvora en chimangos. En eso coincido con Pablo Vázquez

Uno de mis maestros alguna vez me confesó que entre lo “exitoso” y lo “legendario” se quedaba con lo segundo, y aunque a su narciso le hubiera cautivado poseer algún espacio para expresase y mostrarse masivamente, al momento de decidir, eligió por un perfil bajo.

Hoy lo entiendo más que nunca ya que afortunadamente el renace en más de quince agrupaciones que llevan su nombre.

Bueno, acabo de descorchar y me retiro brindando nuevamente por un espacio que se abrió, agradeciendo a Pacho, Víctor y Luis mi inmerecida inclusión, y anhelando que  sepamos aprovechar con inteligencia y perspicacia esta herramienta.

Cariños.

Pancho

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