Se espera de mí que les haga creer que son robots. Por Mario Crocco





(Originariamente publicado en la revista Casquivana I, # 2, agosto de 2011:http://www.casquivana.com.ar/ y, parcialmente, el dos de enero de 2001 en la columna del autor en el desaparecido Metrodiario. Reproducido con autorización)

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Diciendo todo eso que no hay que decir, el autor comenta las mentiras que los grandes juegos de poder insertan en el discurso de los científicos, para convertirlas en partes del discurso que compramos cada día. A fin de que nos resignemos conviene hacernos creer que somos una nada irrespetable, ineptos para cambiar el mundo. Una cruda reflexión sobre la nada que no somos.

Como científico especialista en neurobiología hallo numerosas y efectivas presiones, que me exigen convencer a cuantos pueda de que no somos más que autómatas. El objetivo es quebrar la solidaridad, ya que si no somos más que lo que hemos comido, ahora transformado en cuerpos y almas por mecanismos biológicos y neuropsíquicos, no tiene sentido amar en serio a nadie, la ética no puede ser fundamentada, la única doctrina social razonable es el egoísmo, y los ideales de justicia social son puro delirio retrógrado de ilusos incapaces de entender que la historia no la hacen las intenciones –y que por eso la historia ya terminó, con la sociedad global reducida a un mercado financiarizado a ultranza. Mercado donde lo más piadoso, para los malos consumidores rotulados de “excedentes demográficos”, sería eliminarlos.

La doctrina religiosa otrora mayoritaria en nuestro pueblo hubiera obstaculizado que compráramos tan ponzoñosa visión de uno mismo. Reconocerle esa virtud no es maquinar el regreso a la “década infame”, no importa cuál elijamos denominar así. Nuestra post-posmodernidad aflojó mucho la integración de la antropología de base paleocristiana, centrada en el igualitario respeto a toda persona, con las tradiciones y valores compartidos socialmente. Los mismos factores de opresión e inicua explotación, que antes aprovechaban los motivos religiosos, ahora impusieron su debilidad e ineficacia, exigidas por la guerra cultural que libran. Como substituto, nos promovieron a los científicos –sotana blanca, sotana negra, cantaría Iva Zanicchi– para decirle a la gente qué somos, apuntalando ese objetivo político de quebrar mundialmente la solidaridad y cultivar con fervor el egoísmo consumista. Por eso entre otras modestas acciones a mi alcance me decidí a desmontar también aquí la mentira que se espera que propale.

El “verso” neurocientífico empieza por invisibilizar la semoviencia. Lleva un cuarto de milenio consiguiendo que lo repitan –casi siempre con la mejor intención– espíritus progresistas que me dolería nombrar, lucidísimos en otros aspectos. Semoviente es lo que se mueve por sí mismo, insertando en el mundo nuevas series de acciones. Para invisibilizar la semoviencia, las neurociencias y muchas escuelas psicológicas afirman que los semovientes, por ejemplo los seres humanos, solamente reaccionamos. Que no somos capaces de iniciar acciones realmente nuevas. Eso contradice nuestra experiencia, pero, para imponer el “verso”, los neurocientíficos debemos “explicar” que se trata de una ilusión. Que nos parece que somos dueños de elegir nuestras conductas, pero “en realidad” somos resortes complejos, determinados por nuestro pasado. (1) (2)

Además el “verso” niega la inhesión. Las cosas pensadas, las sensaciones y los objetos que son contenidos del pensamiento, inhieren: son de una persona (animal o humana) o bien de otra, pero no pueden ponerse encima de una mesa separadas de alguien que las piense, como en cambio se pueden poner dos manzanas o tres caramelos. (3) Ignorar la inhesión de los contenidos mentales o diferenciaciones internas del psiquismo es reducir cada psiquismo a su mente. Y confundir mente y psiquismo es un arma política muy potente, ya que pocos intelectuales son capaces de disipar tal confusión.

Pero ocurre que el psiquismo obra y tiene entidad propia, aparte de qué contenidos contenga; es decir, aparte de cómo sea la mente en la cual ese psiquismo internamente se “cuartee” o se diferencie. Veamos un ejemplo: ¿cómo pueden existir recuerdos?

Las formas se borran. Para que duren, deben grabarse: amantes corazones en los árboles, leyendas en mármol, genes en ADN y anexos, leyes y contratos en papel, videos en discos. Algo que dura sostiene las formas para que el tiempo no las vuele enseguida. ¿Acaso el cerebro tiene otra manera de conseguir lo mismo? La física dice que sí. Pero mientras en nuestro país los neuropsicólogos abarcan varias carreras, en ultramar muchos se especializan demasiado y no suelen estudiar también física. Por eso desde 1950 gastaron más que nuestra actual deuda externa en investigar la memoria, sin acertar, aunque vendieron montos muy superiores en tónicos y remedios para desmemoriados.

Como no advierten que las personas originamos acciones (semoviencia), creen que los recuerdos tienen que grabarse en el cerebro. Pero nuestros recuerdos están todos de una vez porque las personas somos causas: causamos semovientemente que nuestro cuerpo se mueva y así originamos actos, buenos o malos. Y las causas que originan transformaciones físicas no pueden demorar, principio básico de la relatividad. Un rayo de luz tarda ocho minutos en llegarnos desde el sol. Años, en venir desde las estrellas a nuestros ojos; millones de años en llegar desde las galaxias a nuestros telescopios. Pero ese largo viaje para el rayo de luz es instantáneo: todo el trayecto le ocurre simultáneamente. Aunque desde afuera veamos a las causas físicas tardar siglos en causar efectos, desde su sitio el tiempo no pasa. Para que podamos ser causas reales, como lo somos, nuestro psiquismo tiene que localizar su presencia operativa en partes de nuestro cuerpo que funcionen como tales. Por eso nuestros recuerdos están todos de una vez. Por eso las cosas que nos ocurrieron una tras otra las tenemos simultáneamente. No porque dejen huellas en el cerebro para volverlas a ejecutar (como en un disco de computadora o de música), sino porque el lugar del cerebro donde se asoma nuestra mente son partículas parecidas a las de la luz. Por eso el tiempo no pasa para nuestros recuerdos, de modo que nuestra biografía puede sumarse, y aprendemos, volviéndonos prácticos con las frustraciones que las cosas imponen a nuestros semovientes tanteos. Por eso hemos visto restablecimientos tras veinte años de coma, “vegetales” humanos que despertaron tras cincuenta, y no con mentes de lactante otra vez, sino con sus propios recuerdos. En eso vemos que el psiquismo es otra cosa que su mente o contenidos mentales.

Estos se forman desde la conexión con el cuerpo. Pero el psiquismo no. Mientras los contenidos mentales provienen de la interacción causal con el mundo, el psiquismo en el cual se diferencian eclosiona sin emerger de interacciones causales colindantes, de la misma manera directa en que aparecen las partículas del vacío cuántico. Por eso los padres podemos formar el cuerpo de un hijo, y formarlo más o menos como queremos (mulato, rubiecito, o incapaz de digerir leche, según con quién elijamos reproducirnos), pero nos es imposible determinar quién, en vez de otro, nos dirá “mamá” o “papá”. Es que lo que nos hace ser “no otros” radica en el psiquismo, no en el montaje biomolecular del cuerpo. Y eso es lo que nos deja describir la naturaleza como un palindrome (4), permitiéndonos fundamentar una ética. Esto no lo intentaré aclarar aquí, sino en alguna oportunidad futura—mientras, señalaré que hay algunos materiales y referencias enhttp://electroneubio.secyt.gov.ar/

En suma, las mentiras que debemos propalar son ante todo tres: que la semoviencia no existe, que cada psiquismo se reduce a su mente, y que somos no otros debido al montaje singular del cuerpo que en cada caso hallamos como propio. Para propalarlas podemos agregar profuso detalle neurocientífico y biofísico, cuya certeza no deja al destinatario pensar que podamos engañarle en aquellas cuestiones más amplias –las que, según se deja creer, dependen de la suma de todos esos detalles tan ciertos. Esta conclusión falsa quiere “vendernos” una identidad incompatible con el esfuerzo transformador de la sociedad, también falsa. A lo que rehúso, y contra ello me permito redactar humildes comentarios como este. Tómenlo como una fraternal alerta, que me gustaría ampliar algún día.

Notas:

(1) El mismo “verso”, en forma más primitiva, se empleó en la antigua Grecia desde que la apertura de nuevos y grandes mercados, entre los pueblos “escitas” cercanos al Mar Negro, obligó a hacer trabajar mucho más y mejor a los esclavos, hace unos 2600 años. A tal fin sirvieron doctrinas plasmadas por Parménides, Platón, y algo después el puritanismo griego —aunque en su vejez Platón reaccionó contra Parménides y reivindicó que alma es aquello que se mueve por sí mismo.

(2) El “verso” neurocientífico de nuestros días mantiene aquella negación de la semoviencia, aunque ya es inocultable que la semoviencia fue, en la evolución de los cuerpos animales, lo que permitió que algunos de ellos –incluidos los humanos– alcanzaran desarrollo intelectual tanteando semovientemente el ambiente y, así, ajustando los conocimientos al entorno real, incluido el intanteable interior de las cosas. Sin semoviencia, ese tipo de organismos jamás se hubiera seleccionado en la competición ecológica.

(3) Las cosas no inhieren (salvo al fundamento que los filósofos llaman lo ser); los objetos, nombre técnico de las cosas en tanto son pensadas, sí.

(4) “A Palindrome”, del autor, fue originalmente publicado en Electroneurobiología vol. 7 (2), pp. 81-116, 2000; URL http://electroneubio.secyt.gov.ar/a_palindrome.htm También como capítulo 12 en Helmut Wautischer, editor (2008), Ontología del Psiquismo: Acción Percipiente: A Bradford Book, The MIT Press, Cambridge, Mass., pp. 359-393, ISBN-10: 0-262-23259-6; ISBN-13: 978-0-262-23259-3.

Llamadores:

“Los neurocientíficos debemos explicar que a los humanos nos parece que somos dueños de elegir nuestras conductas pero que, “en realidad”, somos resortes complejos, determinados por nuestro pasado. Y haciéndonos explicar esto no sólo nos hacen mentir, sino contribuir a disolver la solidaridad.”

“Lo que nos hace ser ‘no otros’ radica en el psiquismo, no en el montaje biomolecular del cuerpo.”

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Foto – http://knol.google.com/k/cadacualtez-or-why-one-is-not-another#
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Mario Crocco prestó servicios desde 1984 a 1986 a cargo de la Base de Datos de la Comisión Investigadora de Ilícitos Económicos del Senado de la Nación. Desde 1982 es Director del Centro de Investigaciones Neurobiológicas en el Ministerio de Salud y desde 1988 se desempeña como Jefe del Laboratorio de Investigaciones Electroneurobiológicas del Hospital “Dr. J. T. Borda”. Formado en el país y en el extranjero, en 1976 registró la primera patente mundial de un organismo vivo artificial, UK 1.582.301.

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